Estableciendo el escenario para la historia de América: Libertad frente a poder en Europa e Inglaterra

Por Murray N. Rothbard. (Publicado el 15 de marzo de 2008)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/2838.

[Este artículo está extraído del prólogo y primer capítulo de Conceived in Liberty, Volumen I, Parte I]

 

Siempre que los legisladores se aventuran a despojar y destruir la propiedad del pueblo o a reducirlo a la esclavitud bajo un poder arbitrario, se ponen en una estado de guerra con el pueblo, que a partir de entonces está dispensado de cualquier obediencia posterior y se dejan al refugio común que Dios ha provisto para todos los hombres contra la fuerza y la violencia. – John Locke.

Libertad frente a poder

Mi propia perspectiva de la historia del hombre es poner una importancia central en el gran conflicto que se desarrolla eternamente entre Libertad y Poder, un conflicto que se ha visto con diáfana claridad en el caso de los revolucionarios americanos del siglo XVIII. Veo a la libertad del individuo no solo como un gran bien moral en sí misma (o, como Lord Acton, como el más alto bien político), sino asimismo como la condición necesaria para el florecimiento de todos los demás bienes que ansía la humanidad: la virtud moral, la civilización, los artes y las ciencias, la prosperidad económica.

Por tanto, de la libertad derivan las glorias de la vida civilizada. Pero la libertad siempre ha estado amenazada por las intromisiones del poder, poder que busca suprimir, controlar, paralizar, gravar y explotar los frutos de la libertad y la producción. Así que el poder es por consiguiente el enemigo de todos los demás bienes y frutos de la civilización que la humanidad sostiene desear. Y el poder está casi siempre centrado en enfocado en ese repositorio centralizado del poder y la violencia: el estado.

Junto con Albert Jay Nock, el filosófo politico estadounidense del si9glo XX, veo la historia principalmente como una carrera y conflicto entre el “poder social” (la consecuencia productiva de las interacciones voluntarias entre hombres) y el poder del estado. En esas épocas de la historia en que la libertad (el poder social) se las ha arreglado para ir por delante del poder y el control del estado, el país es incluso la humanidad han florecido. En esas épocas en que el poder del estado ha conseguido atrapar o superar al poder social, la humanidad sufre y declina.

Durante décadas, los historiadores has discutido acerca del “conflicto” o el “consenso” como el leitmotif que guía al pasado. Esta claro que pertenezco al bando del “conflicto” en lugar del del “consenso”, con la advertencia de que veo el conflicto central no entre clases (sociales o económicas) ni entre ideologías, sino entre Poder y Libertad, Estado y Sociedad. Los conflictos sociales o ideológicos han sido secundarios respecto del central, que se refiere a estas preguntas: ¿quién debe controlar el estado? Y ¿qué poder debe ejercitar el estado sobre la ciudadanía?

El comercio internacional en la Alta Edad Media

Europa occidental, durante los inicios de la Edad Media, era una región estancada y destrozada por la guerra, aquejada por el feudalismo, un gobierno jerárquico basado en títulos territoriales supuestos y conquistados y en la virtual esclavización del campesinado, que trabajaban como siervos al servicio de las castas gobernantes. Una gran reactivación durante el siglo XI, que da comienzo a la Alta Edad Media, se basó en el aumento del comercio entre los pueblos italianos que habían permanecido relativamente libres de restricciones feudales y los centros comerciales el Mediterráneo oriental. La reactivación de la industria y el comercio y el consiguiente crecimiento en los niveles de vida ofrecieron la base económica necesaria para un florecimiento del aprendizaje y la cultura. El emergente capitalismo comercial y la creciente civilización se desarrollaron pronto más intensamente en las ciudades-estado del norte de Italia, los centros del vital comercio mediterráneo con el Oriente.

Fue esta “comercio internacional” el que empezó a quebrar la aislada autosuficiencia local a niveles de subsistencia que había caracterizado a la Europa occidental feudal. El señorío feudal local ya no podía ser una unidad estancada, autosuficiente, agrícola y de “industria local” si quería comprar los productos de Oriente Medio y especialmente del Lejano Oriente. El Lejano Oriente producía bienes de lujo de todo tipo (sedas, damascos, joyas, tintes, frutas tropicales) pero su gran contribución fueron las especias, la materia prima más importante en el comercio mediterráneo. Las especias no solo mejoraban el sabor de la comida, sino asimismo la conservaban. Pues en aquel entonces, antes de la refrigeración, las especias eran la única forma de preservar la comida durante un tiempo.

Los productos orientales se fabricaban en China, India, Ceilán y las Indias orientales y los transportaban mercaderes musulmanes (indios y árabes) a los puertos de Oriente Medio y las orillas del Mediterráneo oriental, de donde los obtenían los mercaderes italianos para transportarlos a Europa occidental. La ventas se hacían, a menudo por parte de mercaderes alemanes, en lugares como la grandes “ferias”, notablemente las ferias de Champaña, en el noroeste de Francia. Así, la pimienta, con mucho la más importante de las especias, se cultivaba ampliamente en la Costa Malabar de la India y de allí se llevaba al Mediterráneo este y luego a Europa. A cambio de estos productos de Oriente, Europa occidental exportaba madera, metales y especialmente textiles de lana, que se habían convertido en su principal exportación. Desde finales del siglo XI, Inglaterra ser convirtió en el principal suministrador europeo de lana en bruto, a causa de sus ventajas de territorio y clima, así como de la gestión científica avanzada de sus granjas monásticas de ovejas. La lana inglesa se exportaba luego a Flandes para hacer las telas. Las teles se intercambiaban por especias en las grandes ferias de Champaña y luego se llevaban a los mercaderes italianos para venderlas en Oriente Medio.

Tres rutas principales conectaban Occidente con Oriente. Una era una ruta prácticamente en todo marítima, de China, India, Malasia y el resto de oriente al Mar Rojo y luego hasta El Cairo y Alejandría. Una segunda iba del Golfo Pérsico a Bagdad y luego por tierra a Antioquía o a distintas ciudades del este mediterráneo. La tercera, una ruta por el norte, viajaba por tierra mediante caravanas del norte de China hacia el oeste hasta el Mar Caspio y el Mar Negro. Esta última ruta se hizo posible en el siglo XIII por el establecimiento del gobierno mongol sobre esta enorme área comercial. En todo este comercio, los italianos del norte, como hemos indicado, fueron predominantes en Europa, eran los grandes mercaderes, navieros y banqueros del mundo occidental.

El desastre del siglo XIV

A mediados del siglo XIV, se produjo un tremendo golpe a esta forma vital de comercio europeo con el Oriente. Este golpe fue el derrumbe general del gobierno mongol en Asia- El fin del gobierno mongol en Persia destruyó la libertad de los comerciantes italianos (especialmente genoveses) en el aspecto crítico de la ruta por tierra. Y la liquidación del gobierno mongol en China acabó con la apreciación mongol del comercio occidental, que había permitido tanto el contacto comercial como cultural con Occidente, a partir de entonces, se reafirmó la tradicional suspicacia china respecto de los extranjeros. El consecuente cierre forzado de la ruta por tierra dobló el precio de las sedas en Europa.

Normalmente uno habría esperado que la caída de los mongoles y el cierre de la ruta por tierra espolearan una búsqueda por parte de los italianos del norte (especialmente los genoveses) de una ruta completamente marítima hacia Oriente. De hecho, los capitanes genoveses de finales del siglo XIII y principios del XIV ya habían navegado a través del Estrecho de Gibraltar y al sur a lo largo de la costa de África en busca de nuevas rutas de las especias y ya habían descubierto las Islas Canarias y Madeira. Pero una serie de cambios de carácter cataclísmico al empezar el siglo XIV iba a distraer la atención de dicha exploración marítima y alterar drásticamente el patrón de la producción y el comercio europeos.

La expansión de la producción y el comercio medievales y el consiguiente progreso cultural de Europa se detuvieron repentinamente al principio del siglo XIV. Al tiempo que la riqueza y el capital continuaban acumulándose en Europa occidental desde el siglo XI en adelante, esta creciente riqueza ofrecía grandes tentaciones al poder para apropiársela y desviarla a otros fines no productivos, en realidad antiproductivos. Este poder emergió en los nacientes estados-nación de Europa occidental, particularmente en Francia e Inglaterra, que se las arreglaron para confiscar y absorber la riqueza de la sociedad para las necesidades y demandas del estado emergente. Internamente, el estado el estado absorbía la riqueza para nutrir un aparato del estado cada vez más complejo y caro; externamente, el estado usaba la riqueza en caras guerras para aumentar su poder dinástico y su botín. Además, los estados, además de gravar, regulaban e intervenían cada vez más en la economía de mercado de Europa. Los muchos estados nacientes de la era moderna acabaron con las relaciones sociales y económicas armoniosas y cosmopolitas de la Europa medieval. Se acabó y asoló una unidad en las relaciones de libre mercado por medio de la violencia impuesta y el saqueo de los gobiernos de los nuevos estados-nación.

En concreto, la nueva política de estatismo de Inglaterra y Francia a principios del siglo XIV implicaba primero la expulsión y confiscación inmediata de la riqueza de los mercaderes judíos, los banqueros italianos y las vitales instituciones financieras independientes, como las esenciales ferias de Champaña. A largo plazo, el dinero necesario para soportar el aparato y el ejército del estado se derivó de privilegios y monopolios otorgados por los gobiernos a asociaciones de mercaderes y artesanos que ayudaban en la recaudación de impuestos, a cambio de la garantía de beneficios mediante la exclusión de competidores nativos y extranjeros. El consumidor fue completamente sacrificado al productor que resultaba ser mejor en la recaudación de impuestos y se destruyeron los incentivos a la iniciativa, la baratura de los productos y el progreso técnico. Se establecieron regulaciones y controles detallados por parte de gremios privilegiados por el gobierno para asegurar la recaudación de impuestos e impedir la competencia de productores más eficientes dentro y fuera del monopolio gremial. Como consecuencia del crecimiento y desarrollo de la guerra, el aparato del estado, los monopolios y los impuestos, los siglos XIV y XV en Europa se vieron marcados por el estancamiento, la depresión e incluso el retroceso.

Eludiendo al continente: La Liga Hanseática y el comercio atlántico

No solo no hubo más expansión en el ámbito del comercio internacional ni aumento en el volumen del comercio, sino que este comercio se vio obligado a tomar direcciones muy distintas. Los centros comerciales de Italia (las ciudades del norte) permanecieron relativamente libres de restricciones de monopolios y del aparato estatal y los capitalistas italianos buscaron entonces un comercio libre de controles de los gobiernos a través de regulaciones e impuestos. El problema crucial de los capitalistas fue la pérdida de su ruta por tierra al norte de Francia, producido por la destrucción de las grandes ferias de Champaña, por culpa de los impuestos y controles del rey francés. Por tanto, los mercaderes italianos tuvieron que encontrar una ruta eficiente hacia Flandes, el origen de las telas europeas. La única alternativa para transportar grandes cantidades de bienes era el mar y era natural que Venecia y Génova recurrieran a él como el mejor medio de transporte del Mediterráneo a Flandes. Los primeros convoyes atlánticos de barcos a Flandes fueron enviados desde Venecia y Génova alrededor de 1314: cruzaban el Estrecho de Gibraltar y seguían la costa atlántica de Europa hasta el puerto de Southampton, en el Canal de la Mancha, en Inglaterra y luego se dirigían a Brujas, en Flandes.

Entonces Brujas se convirtió en el gran centro del comercio europeo: servía como terminal del comercio italiano en el norte, e incluso había sido terminal occidental del comercio del Mar del Norte y e Báltico, un comercio que ahora recibió un gran impulso en su crecimiento. Durante la edad media, se fundaron ciudades a lo largo de la costa del Mar Báltico a medida que los alemanes colonizaban el este. Estas ciudades alemanas se dedicaban al comercio a lo largo del Mar del Norte o Mar Alemán, así como el Mar Báltico o Mar del Este. Para la defensa mutua de su comercio, formaron una confederación de ciudades llamada la Liga Hanseática. Desde los terminales hanseáticos occidentales, Brujas y el Steelyard en Londres, el comercio de la Liga se extendió por los países alemanes y escandinavos a los países eslavos del este del Báltico, acabando en el gran centro comercial del norte ruso, la independiente República del Gran Novgorod.

El comercio de los hanseáticos, o Easterlings (de los que derive la medida inglesa de la plata, la libra esterlina), como se llamaba a los comerciantes hanseáticos, era principalmente de materias primas y productos agrícolas. La base del comercio hanseático era su dominio del comercio del Báltico y de pescado curado y en salmuera, una parte imprescindible de la dieta europea a causa de la escasez de carne y las necesidades de cumplimiento religioso. La búsqueda de la sal necesaria para el curado del pescado había llevado a los comerciantes hanseáticos a Burdeos, en la costa atlántica de Francia, la principal productora de sal. El vino de Burdeos también acompañaba a la sal al norte de Europa.

El comercio de Burdeos aumentó la importancia de Inglaterra en el comercio europeo, ya que Burdeos y la provincia de la Gascuña habían sido posesiones inglesas desde mediados del siglo XII. A cambio de la especias y bienes manufacturados que los hanseáticos llevaban al Báltico desde Brujas, proporcionaban a los centros industriales de Europa occidental el pescado curado y en salmuera del Báltico, el grano de Prusia y Polonia, la madera de Escandinavia y las pieles, cera y miel de los bosques rusos. Lo más cercano a un producto de lujo para los hanseáticos era el importante comercio de pieles. La piel, por su rareza y belleza, se había convertido en un símbolo de importancia social y política. La única forma de piel suficientemente barata disponibles para las masas eran los sombreros de castor, el tocado más popular. La República Rusa del Gran Novgorod construyó su grandeza controlando el comercio de pieles con los pueblos finlandeses que habitaban los bosques del norte de Rusia y la Liga Hanseática controlaba la distribución de pieles en toda Europa desde Novgorod al Steelyard en Londres.

El auge del mercantilismo

La lana, el principal producto de la agricultura inglesa, entró en el comercio hanseático e italiano principalmente a través de los tejidos de Flandes. El poundage, el arancel ala exportación de lana y la importación de tela, fue el principal impuesto del gobierno inglés en el proceso de formación del estado. El poundage se estableció permanentemente en el siglo XIV, a pesar de que era contrario a lo dispuesto en la Carta Magna. El nuevo y floreciente aparato estatal se mantenía con este impuesto a las exportaciones de lana y los tipos aumentaron a medida que se intensificaba la crisis financiera inglesa de los siglos XIV y XV.  Esta crisis continua la produjeron las persistentes intervenciones del gobierno inglés en guerras en el extranjero. Para asegurar la recaudación de los impuestos sobre las exportaciones de lana, el gobierno inglés otorgó un monopolio de la exportación de lana a un grupo de mercaderes, elegido en los centros de importación y exportación. A cambio de los beneficios de monopolio obtenidos por este privilegio, los mercaderes aplicarían y recaudarían los aranceles y asegurarían su pago al gobierno. “El intendente, condestables y miembros de los mercaderes del Staple de Inglaterra” recibieron el monopolio de la exportación de lana al continente a mediados del siglo XIV, después de una sucesión de malogrados intentos de otorgar el monopolio a grupos más pequeños de mercaderes. Fue la primera organización duradera de monopolio comercial exterior inglés.

Los Mercaderes del Staple procedieron a utilizar su privilegio de monopolio en la forma habitual de los monopolios: actuando para subir sus precios de venta y rebajar sus precios de compra. Ese procedimiento aseguró su beneficio, pero también acabó perjudicando al gran comercio inglés de la lana al reducir la demanda de lana y desanimar la producción de éste localmente. Pero el libre mercado también tiene una forma habitual de luchar contra las restricciones: eludiéndolas. A pesar de las restricciones, el libre comercio de lana persistió en forma de contrabando, al que obligaba a los mercaderes la política pública. Desde la Edad Media hasta el siglo XVIII, Inglaterra no fue tanto una nación de comerciantes marítimos y vendedores como una nación de contrabandistas.

Como Flandes estaba cuidadosamente vigilado por los Mercaderes del Staple, Holanda se convirtió en el centro del libre comercio, el comercio libre de impuestos de lana de contrabando, y los capitanes de navíos holandeses se convirtieron en los principales transportistas y comerciantes de bienes libres de impuestos, embarcados y desembarcados en pequeños puertos a lo largo de las costas de Inglaterra. Cuando se aplicaban los procedimientos constitucionales de la ley común, podía haber pocas condenas por contrabando por parte de jurados de gente ordinaria, que compartía el interés común como sufridores de impuestos y monopolios y por tanto el entusiasmo común por el contrabando. Para eludir los tribunales constitucionales de la ley común, se estableció la prerrogativa del Alto Tribunal del Almirantazgo para absorber las jurisdicciones de los tribunales marítimos de los puertos, que habían administrado la ley marítima y mercantil tradicional. Se impuso un arancel sobre la importación de vino, llamado tunnage (la medida de un tonel de vino), con la excusa de que financiaría la protección de los mares. La creación de las oficinas del Lord del Alto Almirantazgo y el Alto Tribunal del Almirantazgo aumentaron las cargas al comercio, mientras que sus actividades fueron utilizadas por el gobierno para avanzar en la reclamación de un monopolio inglés sobre el Canal de la Mancha y otros mares adyacentes.

Así, durante los siglos XIV y XV, en lugar de un sistema económico universal basado en el comercio internacional, leyes comerciales comunes y relaciones económicas eficientes, se crearon economías no naturales basadas en la violencia y el poder político. Los fines eran proporcionar medios financieros cada vez mayores de apoyo al aparato civil y militar del estado y otorgar privilegios especiales a grupos de mercaderes favorecidos y que compartían el control del estado a costa de la economía y el resto de la población. Este sistema mercantilista, que tuvo sus orígenes en el auge de un estado bélico sostenido y el desarrollo del aparato del estado, también generó una hostilidad permanente entre países por su destrucción de la economía europea universal.

Las artes y ciencias de la navegación

Mientras Europa occidental se estancaba bajo el peso del mercantilismo impuesto por los aparatos de los estados emergentes, las regiones de relativa libertad (Italia y las áreas del Báltico que producían materias primas) continuaban desarrollándose y progresando económicamente. Las ciudades italianas eran predominantes, sino solo por sus mercaderes, navegantes y banqueros, sino asimismo por sus avances en las artes y las ciencias de la navegación, en invenciones tecnológicas y las ciencias de la astronomía, la cartografía y la geografía.

En la Edad Media, el desarrollo de la geografía en Europa se había centrado en Sicilia, donde la cultura latina se había enriquecido con conocimientos clásicos y bizantinos, directamente de los eruditos griegos e indirectamente de los árabes. Al conocimiento geográfico clásico, resumido en la Geografía de Ptolomeo del siglo II, se añadió el conocimiento de África y la India de las fuentes árabes y el Asia Oriental por los viajeros italianos. Un eminente viajero italiano fue Marco Polo, un mercader veneciano de finales del siglo XIII, que se había establecido como funcionario en la capital mongol de Pekín y había escrito el libro más importante sobre Asia de finales de la Edad Media. Este nuevo conocimiento geográfico se incorporó a las cartas y mapas científicos elaborados por los cartógrafos de las ciudades del norte de Italia, el más avanzado de los cuales fue un mapa de 1351 del Portolano Laurentino de Florencia. Las investigaciones árabes y judías en España llevaron, en la segunda mitad del siglo XIV al desarrollo de una importante escuela judía de geógrafos en la isla de Mallorca, que produjo el mapa medieval más preciso, el Atlas Catalán de 1375. Este atlas tuvo una influencia significativa en la futura exploración tanto de África como de Asia.

La Geografía de Ptolomeo había indicado una circunferencia pequeña para la tierra, poniendo a Asia tres veces más cerca de Europa de lo que estaba realmente y había descrito al continente africano como corto y conectado directamente con Asia Oriental, haciendo del Océano Índico un mar interior. Sin embargo, en 1410, el Cardenal Pierre d'Ailly escribía Imago Mundi: indicaba que África era larga y estaba rodeada de agua, haciendo así del Océano Índico alcanzable por mar. Todas estas obras iban a tener una profunda influencia en las exploraciones buscando las rutas a Asia alrededor de África y cruzando el Atlántico.

Pero antes de que los conceptos geográficos avanzados pudieran guiar la exploración, tenían que desarrollarse los necesarios diseños navieros, la ciencia de la navegación y la experiencia de la navegación oceánica. Los mercaderes del norte de Italia se habían visto obligados a inaugurar la larga ruta oceánica del Mediterráneo-Atlántico a principios del siglo XIV y así habían añadido la experiencia oceánica a su consideración general como los grandes marinos de Europa. Cuando posteriormente los grandes países atlánticos (Inglaterra, Francia, España y Portugal) decidieron crear flotas públicas, recurrieron naturalmente a contratar a capitanes italianos para desarrollar, dotar y comandar estas naves. Las grandes ciudades del norte de Italia como Génova, Venecia, Pisa y Florencia eran fuentes particularmente abundantes de gente con experiencia en el mar. Así, en 1317, Emanuele Pezagno, de Génova, fue contratado para gobernar la armada portuguesa como Almirante y proporcionarle veinte navegantes genoveses experimentados; estos acuerdos continuaron como contratos hereditarios con la familia Pezagno durante dos siglos.

Además del papel que desempeñaron los italianos como navegantes y marinos, astrónomos y fabricantes de instrumentos, geógrafos y cartógrafos en la historia de la Europa atlántica, hicieron importantes contribuciones como diseñadores y constructores de navíos. Las cocas hanseáticas, construidas en el Báltico, eran barcos eficaces para transportar los voluminosos cargos en el comercio hanseático. Los diseñadores italianos mantuvieron esta eficacia, pero revolucionaron la maniobrabilidad y la velocidad de los barcos; como consecuencia, durante el siglo XV, hubo disponibles barcos que podían viajar largas distancias a una buena velocidad en los duros océanos. Tenían una gran capacidad de carga pero solo necesitaban tripulaciones pequeñas, de forma que podían permanecer mucho tiempo en el mar sin detenerse periódicamente a buscar provisiones. Sin embargo, como los suministros de madera en el Mediterráneo se hicieron cada vez más escasos, se confió cada vez más en barcos construidos e incluso tripulados en los países de la Europa atlántica.

Oro, azúcar y esclavos

Al mismo tiempo que los marinos de los países atlánticos ganaban conocimiento y experiencia de los viajes oceánicos, los precios cada vez mayores de las especias en Europa occidental animaba a los países atlánticos a encontrar el oro con que pagarlas o a descubrir rutas alternativas a la fuentes orientales de estos productos. También se buscaron rutas que pudieran eludir a los intermediarios italianos. Así, se empezó a enviar exploradores portugueses hacia el sur a lo largo de la costa africana, siendo su objetivo inmediato y primordial descubrir las fuentes del oro en África occidental de las que disponían plenamente los árabes del norte de África.

Desde 1419 hasta su muerte en 1460, la mayoría de las exploraciones del siglo XV fueron organizadas por el príncipe Enrique el Navegante, gobernador del distrito sur de Portugal. Enrique realizaba sus exploraciones con la ayuda de una corte que funcionaba como una verdadera universidad marítima, incluyendo capitanes genoveses, navegantes venecianos y geógrafos italianos y judíos. Las Islas Madeira fueron descubiertas definitivamente en 1420 por una expedición portuguesa y uno de los primeros funcionarios enviados allí fue por el Príncipe Enrique fue Bartolomé Perestrella, italiano y futuro suegro de Cristóbal Colón. La caña de azúcar de Sicilia se introdujo en Madeira y en las Islas Canarias, colonizadas por los españoles, y estas islas se convirtieron pronto en una importante fuente de azúcar para Europa hasta el establecimiento de la cultura azucarera en Brasil por los portugueses en el siglo XVI. Estas “Islas Occidentales” también se convirtieron en un importante centro de cultivo de vinos dulces.

Durante la siguiente generación, numerosas expediciones realizaron lentos progresos siguiendo la costa del Sahara Occidental, mientras otras descubrían y colonizaban las Azores en el norte del Atlántico. En 1441 se trajeron algunos esclavos negros a Portugal, empezando así el extendido y bárbaro comercio de esclavos. Después de alcanzar en 1445 el África tropical, a 1.500 millas del Estrecho de Gibraltar, se compraron grandes cantidades de esclavos a los jefes nativos en los distritos costeros y se construyeron factorías de esclavos por parte de los portugueses a los largo de la costa occidental africana. Aunque las Islas de Cabo Verde fueron descubiertas en 1445 por un veneciano, el capitán Cadamosto, el mundo de las exploraciones portuguesas se concentró en buena parte en el comercio del oro y la pimienta africana occidental, así como en el comercio de esclavos para el suministro a los grandes estados feudales del sur de Portugal, que había otorgado el gobierno portugués después de arrebatar esa región a los moros.

La era de las exploraciones

Durante la década de 1470, la exploraciones bajo auspicios privados cubrieron otras dos mil millas en la costa del Golfo de Guinea. Los españoles, con base en las Canarias, empezaron a competir con los portugueses en el comercio con Guinea y la se produjo una guerra que se produjo por esta rivalidad se resolvió mediante un tratado en 1480. En este tratado, España reconocía los derechos prioritarios de Portugal sobre África y el sur del Atlántico y Portugal aceptaba los derechos españoles obre las Islas Canarias y los “mares occidentales” más allá de las Azores. A partir de entonces, y espoleados por el rumor de una expedición inglesa al África occidental, Portugal encomendó viajes para crear una fortaleza en Elmina, en el África occidental, para defender el comercio de oro, pimienta y esclavos. Los capitanes de estos viajes incluían a Bartolomeu Dias y el genovés Cristóbal Colón.

Se había establecido en Lisboa una gran colonia de capitanes, pilotos y cartógrafos genoveses durante el final del siglo XV y en 1477 Cristóbal Colón (1451-1506) se establecía en Lisboa como cartógrafo con su hermano Bartolomé. Después de dedicarse al comercio del azúcar desde Madeira y al comercio africano para empresas genovesas, Colón había adquirido suficiente experiencia  en navegación oceánica como par proponer un plan para un viaje al oeste hasta Oriente. Colón había concluido que podían alcanzarse fácilmente China y el Oriente navegando hacia poniente, si Asia estaba realmente a tres mil millas al oeste de Europa, como habían indicado los geógrafos. (Contrariamente al mito popular, la idea de que la tierra era redonda era bien conocida por parte de los europeos cultos de la época). El concepto geográfico de un viaje viable hacia poniente recibió incluso más credibilidad en Europa cuando aparecieron ediciones impresas del Ptolomeo en la década de 1470, el Imago Mundi de D’Ailly en 1483, los Viajes de Marco Polo en 1485 y la Historia Rerum de Eneo Silvio (el papa Pío II) en 1477. Colón se vio asimismo animado en su proyecto por su correspondencia con el científico florentino Paolo dal Pozzo Toscanelli.

Entretanto los portugueses habían reanudado la exploración de África al sur del ecuador bajo el mando de Diego Cao, que descubrió el Río Congo en 1483. Tras el retorno de Cao en 1484, los portugueses prepararon una actividad exploradora más vigorosa, nombrando la Corona una Junta dos Mathematicos, compuesta por el obispo Diogo Ortiz y dos médicos judíos, para decidir sobre cuestiones de navegación y exploración. A finales de 1484, Colón presentó sus planes a la Junta para un viaje hacia poniente a China y Japón; sin embargo, como Cao estaba a punto de iniciar su segunda expedición, se esperaba que descubriera la ruta hacia las Indias alrededor de África, así que la Junta decidió esperar al retorno de Cao antes de aceptar el proyecto de Colón. Cao expandió inmediatamente la exploración portuguesa en 1.500 millas, llegando al Cabo da Cruz en 1986; también exploró el Río Congo y estableció relaciones diplomáticas con los gobernantes del Bajo Congo. En el verano de 1487, se envió una expedición bajo el mando de Bartolomé Díaz para descubrir la ruta marítima a la India; Díaz navegó cruzando en Cabo de Buena Esperanza a principios de 1488, dejando claro que se encontraría pronto un paso oceánico a las Indias.

Ninguneado por Portugal, Colón había ido a España a buscar ayuda para su viaje proyectado y aunque fue bien recibido, España tampoco tomó ninguna decisión de darle su apoyo. Colón reanudó entonces sus negociaciones con los portugueses y volvió a Lisboa a finales de 1488. Pero cuando Díaz regresó a Portugal en diciembre de 1488 con noticias de su sensacional descubrimiento, Portugal perdió interés en el plan de Colón. Colón retornó luego a España, enviando entretanto a su hermano Bartolomé a Londres para presentar su plan de Enrique VII de Inglaterra. Después de no recibir ningún apoyo en Inglaterra, Bartolomé Colón fue a la corte francesa en 1490, donde recibió un trato mejor y permaneció como cartógrafo. Cuando la corte española rechazó su propuesta en 1491, Cristóbal se preparó para reunirse con Bartolomé en Francia, pero se le volvió a llamar a la corte española, en parte porque su conquista del reino moro de Granada se completó en enero de 1492.

El acuerdo entre Colón y la Corona Española se completó en abril de 1492, ofreciendo financiación española para la mayoría de los gastos del vieja, así como nombrando a Colón “Almirante de la Mar Océana” y gobernador de cualquier tierra que pudiera descubrir en la ruta. El 3 de agosto, Calón partió de Palos con tres barcos. Navegando hacia las Canarias y luego hacia poniente, Colón descubrió las Islas Bahamas en 12 de octubre de 1492 y exploró las Grandes Antillas: Cuba y La Española. Colón estaba convencido de que había descubiertotas costas de Asia, así que bautizó a los nativos que encontró como “indios”. Pero a pesar de su error, el Nuevo Mundo se había abierto al ámbito de la sociedad europea.

Colón abandonó América a principios de enero de 1493, llegó a las Azores en febrero y llegó a Lisboa a principios de marzo. Aunque Díaz estaba ocupado supervisando la construcción de los barcos necesarios para el viaje alrededor de África hasta la India, el rey portugués tuvo el descaro de reclamar las nuevas tierras como una extensión de las Azores. Cuando Colón presentó su informe a la corte española a mediados de marzo de 1493, buscó proteger su reclamación frente a la invasión portuguesa. Basándose en el descubrimiento y el tratado de 1480, España apeló al papa para que se determinaran sus derechos.

Como tercer poder neutral, el papado hizo un otorgamiento diplomático, reconociendo la reclamación de España de la posesión en monopolio del descubrimiento de Colón. Los respectivos descubrimientos de Portugal en África y de España en occidente se protegieron dibujando una línea fronteriza entre España y Portugal al oeste de las Azores portuguesas. Las respectivas rutas a las Indias fueron reconocidas limitando a los españoles a la ruta occidental y sur y a los portugueses su ruta al este y sur alrededor de África. Los portugueses consideraron las opiniones papales como una base útil de negociación, pero rechazaron cumplirlas. Para obtener el reconocimiento portugués por sus reclamaciones, el gobierno español se vio obligado a realizar concesiones a Portugal y en junio de 1494, el Tratado de Tordesillas, extendió la frontera 270 leguas más al oeste de la mediación papal, lo que produjo el efecto no pretendido de permitir a Portugal controlar la aún no descubierta costa de Brasil. Como las disputa era estrictamente entre España y Portugal, el tratado y la frontera se referían solo al área que habían explorado, y por tanto no recibieron reconocimiento internacional por las demás potencias hasta que se confirmaron con la ocupación efectiva de sus respectivas reclamaciones. Como la reclamación territorial española se limitó al oeste y sur del descubrimiento de Colón, es decir, las Indias occidentales y América Central y del Sur, no excluía Norteamérica a otros estaos, como atestiguan las exploraciones inglesas, portuguesas y francesas: solo hubo conflictos cuando se dirigieron a las Indias Occidentales.

Entretanto, en septiembre de 1493 Colón había navegado de nuevo a las Indias Occidentales con 1.500 colonos a bordo en diecisiete barcos aparejados por su amigo, el comerciante florentino de Sevilla, Gianneto Berardi. Después de explorar las Pequeñas Antillas, se estableció una colonia en La Española como un poblado minero que se autoabastecería agrícolamente y que proporcionaría a España el muy necesario oro que se creía que allí abundaba. Después de otras exploraciones, Colón partió a España en marzo de 1496, dejando a su hermano Bartolomé como gobernador.

En marzo de 1496, Enrique VII de Inglaterra otorgó una concesión a Juan Caboto, un capitán y mercader genovés recientemente instalado en Bristol, Inglaterra, que había navegado para Venecia y Portugal, para explorar el oeste o el norte, indicando así que Inglaterra no intervendría en las colonias españolas o portuguesas. A Caboto se le otorgaba un monopolio de comercio con cualquier territorio que descubriera y reclamara para la Corona, compartiendo con el gobierno los beneficios de éste  y se hizo de Bristol un monopolio o puerto “staple” para todos los viajes desde o hacia las regiones recién exploradas.

En mayo de 1497, Caboto y su hijo Sebastián navegaron hacia poniente de Bristol a Asia, llegando a la Isla del Cabo Bretón y navegando siguiendo la costa del Atlántico tal vez  hasta Maine. En la primavera de 1498, Caboto fue a Lisboa y Sevilla para contratar marineros que hubieran navegado con Cao, Díaz o Colón y pretendió navegar hasta Japón y las Islas de las Especias en mayo de 1498: tuvo éxito en explorar la costa de Norteamérica hasta la Bahía de Delaware o de Chesapeake. Joao Fernandes, llamado Labrador, un portugués que había asesorado a Caboto, recibió una concesión portuguesa de descubrimientos en el norte y el oeste y exploró Groenlandia.

Desde 1501, un grupo de mercaderes de Bristol y portugueses, incluyendo a Fernandes, exploraron Norteamérica bajo concesiones inglesas, mientras que muchos portugueses, como los hermanos Corte-Real, navegaron a Terranova a principios del siglo XVI.

Sin embargo, los portugueses se estaban concentrando en el viaje a la India alrededor de África para el que Díaz empleó casi una década preparando una flota. En julio de 1497, partió la flota, mandada por Vasco da Gama y llegó a la costa Malabar de la India en mayo de 1498, volviendo a Lisboa en septiembre de 1499 con una carga de pimienta y canela. Los portugueses por fin habían encontrado su ruta oriental marítima a la India. A principios de 1500 se envió una segunda expedición a la India bajo el mando de Pedro Cabral; desviada de su curso, Cabral descubrió y reclamó Brasil para Portugal. En 1501, las especias portuguesas llegaron a Amberes, que inmediatamente se convirtió en el mayor centro de especias de Portugal, a pesar de que entonces era el centro financiero de Europa.

A los mercaderes italianos no les preocupó en un primer momento el desarrollo de la nueva ruta de las especias, pues consideraban asegurada su posición competitiva por su capital, su habilidad comercial y la seguridad de sus rutas establecidas. A falta de oro o productos especializados, los portugueses no eran capaces de vender por debajo de los precios de los mercaderes árabes y venecianos. Un gran viaje portugués de 1505 fue, en realidad, financiado por banqueros genoveses, florentinos y del sur de Alemania, aunque las complicaciones de la burocracia les llevaron a proveer el capital indirectamente a través de la inversión en cargos “futuros”. Igualmente, los mercaderes y banqueros italianos en España proveían el capital riesgo para la exploración y el descubrimiento.

En 1495, tras la muerte de Gianneto Berardi, que había contratado el aparejamiento de doce barcos, Américo Vespucio, un florentino que era el director de la banca de los Médicis en Sevilla, asumió el contrato. En años sucesivos, Vespucio navegó en expediciones españolas y luego de 1501 en adelante en viajes portugueses para explorar el descubrimiento de Cabral, el Brasil. Vespucio escribió relatos de sus viajes, que se imprimieron de inmediato y se divulgaron ampliamente. Como consecuencia, los cartógrafos unieron irrevocablemente el nombre de Américo al continente recién descubierto.

La sucesión de los Habsburgo al trono español a principios del siglo XVI ocasionó de inmediato inversiones de los bancos del sur de Alemania en minas españolas y después en minas americanas. Los Fugger arrendaron minas en La Española y México, mientras que los Welser arrendaron Venezuela durante veinte años. Sin embargo, los italianos, especialmente los mercaderes genoveses de Sevilla, dominaron el comercio americano de España durante el siglo XVI, importando oro y productos tropicales a Europa y exportando bienes manufacturados, así como esclavos, mediante contratos o “Asientos”, a América.

En 1498-1500 y 1502-1504, Colón realizó dos viajes más a América, que creía aún que era parte de las Indias orientales. Finalmente llegó al territorio continental americano en 1498. Las expediciones al interior del territorio continental empezaron en 1513, cuando Ponce de León exploró Florida y Vasco de Balboa cruzó el istmo de Panamá para descubrir el Océano Pacífico, que creía que podría cruzarse fácilmente para alcanzar las Islas de las Especias y el Oriente.

La entrada de Portugal en el comercio de las especias había llevado a una mutua hostilidad con los mercaderes árabes e indios, pues estos comerciantes musulmanes temían la competencia que permitía la nueva ruta marítima. Se esperaba que la nueva ruta eludiera los altos costes e impuestos que habían aumentado grandemente el coste de la ruta a través del Levante. Al mismo tiempo, los portugueses temían que no podrían competir en el comercio de especias por falta de capital, oro o productos especializados.

En 1509, los portugueses derrotaron a una flota de musulmanes árabes e indios y, bajo Alfonso de Albuquerque, establecieron centros comerciales en Goa, en la Costa Malabar, y en Malacca, en Malasia. En 1513, el comercio portugués se había extendido a las Islas de las Especias del Este de la India y a Cantón, en China. Los ataques de Albuquerque a navíos y mercados musulmanes causaron una escasez de especias en Alejandría, mientras que la conquista de Egipto en 1517 por los turcos otomanos cortó temporalmente el suministro de especias a Venecia.

Durante la segunda década del siglo XVI, la mayoría de las especias para Europa llegaron en navíos portugueses a través de la ruta del Cabo de Buena Esperanza y los mercaderes venecianos se vieron obligados a comprar las especias en Lisboa para proveer a sus clientes. Sin embargo, Venencia llegó pronto a un acuerdo comercial con los turcos, el comercio de especias con el Levante volvió a l normalidad y el comercio levantino de especias y bienes mediterráneos se hizo mayor y más importante durante el siglo XVI que el comercio oceánico. Los venecianos compraban productos de mejor calidad, mientras que los gastos de los largos viajes, los naufragios y las fuerzas militares de Portugal y la falta de bienes para comerciar aumentaron los precios en el comercio portugués.

Los españoles finalmente alcanzaron las Indias Orientales en un viaje bajo el mando de Fernando Magallanes, un marinero portugués que había vivido en las Indias Orientales. Decidido a seguir una ruta hacia el oeste alrededor de Sudamérica, Magallanes, con una flota equipada con capital proporcionado por los Fugger, partió de Sevilla en el verano de 1519. Cruzó el Estrecho de Magallanes, que separa a Sudamérica de Tierra de Fuego el siguiente verano y llegó a las Islas Filipinas, donde murió en una guerra entre nativos en abril de 1521.

En septiembre de 1522, un barco, mandado por Juan Sebastián Elcano volvió a España a través de Cabo de Buena Esperanza y se convirtió así en el primero en circunnavegar el mundo. Entretanto, en 1519 Hernán Cortés pasó de Cuba a México y en 1521 había conquistado el imperio azteca y empezaba a buscar puertos para comerciar con las Indias Orientales. En 1532, Francisco Pizarro encabezó una expedición al Perú, donde, tras varios años, conquistó el imperio inca. En 1527, Sebastián Caboto iba a encabezar una expedición sobre la ruta de Magallanes a las Indias Orientales, pero en su lugar exploró en busca de oro el Río de la Plata en Sudamérica. Durante el principio de la década de 1540, los españoles exploraron el sur de Norteamérica. En 1539 Hernando de Soto desembarcó en Florida desde Cuba y viajó a lo largo del Golfo de México y el bajo Mississippi, que descubrió en 1541. Al mismo tiempo, Francisco Vázquez de Coronado atravesó la parte sur de Norteamérica hasta Kansas, mientras varias expediciones navegaron a lo largo de la costa del Pacífico de California a Oregón en 1542-43.

También Francia realizó exploraciones activas en el Nuevo Mundo. En 1524, el capitán florentino Giovanni da Verrazano exploró virtualmente toda la costa este de Norteamérica. Una década más tarde, Jacques Cartier navegó hasta Terranova (1534). Un segundo viaje le encontró explorando el Golfo y el Río de San Lorenzo (1535-36), que pensaba que le llevarían a China. Una dudosa tradición dice que dio nombra a las cataratas de Montreal, La Chine, un gesto amargo indicador de su fracaso en alcanzar China. Cartier estableció temporalmente una colonia cerca de Quebec en 1541-42, pero los españoles fueron los únicos en establecer asentamientos importantes en el Nuevo Mundo en la primera mitad del siglo XVI.

Colonización y conquista

El patrón de la colonización española se basaba en las condiciones en España en la Baja Edad Media. Al contrario que en la generalidad de Europa, donde las agresiones contra territorios no europeos se habían eliminado por el crecimiento del poder turco, los españoles e ingleses aún podían buscar la conquista de territorios y personas contra los árabes españoles en Granada y los celtas en Irlanda. Así que las dos mayores potencias conquistadoras y colonizadoras, España e Inglaterra, precedieron sus respectivas conquistas transatlánticas con la conquista de pueblos vecinos: los moros de Granada por parte de España a finales del siglo XV y los irlandeses por parte de los ingleses, particularmente durante el siglo XVI. En estas agresiones tanto los españoles como los ingleses no solo adquirieron las habilidades y apetitos de una mayor violencia, sino que establecieron las actitudes y políticas a aplicar a los pueblos extranjeros mediante la conquista, el exterminio o la esclavización.

Debido a las condiciones geográficas y políticas, España retuvo el espíritu militar del feudalismo durante más tiempo que otros países europeos. El clima árido y las guerras fronterizas con los musulmanes hicieron que la clase gobernante española fueran esencialmente caballeros, quienes en lugar de una agricultura se dedicaba a las ovejas y el vacuno, ocupaciones en las que los jinetes podían ser utilizados y entrenados para la guerra. Este estilo de vida tuvo una profunda influencia en la colonización española. Los granjeros cristianos y musulmanes conquistados por los nobles españoles se mantuvieron en una servidumbre feudal para proveer alimentos a la clase dirigente, a quien se había otorgado sus villas. Este sistema feudal, que se había impuesto en los territorios conquistados de Granada y las Islas Canarias, se aplicó luego a las islas mayores de las Indias Occidentales y después a México, Venezuela y Perú. Las villas nativas se otorgaban a los conquistadores españoles, que iban a gobernarlas para vivir del trabajo de los nativos. Los desgraciados nativos se veían obligados a proporcionar alimentos, algodón y trabajos forzados para la construcción de las grandes ciudades en las que vivían los españoles y desde las que gobernaban y para trabajar en las grandes actividades mineras de los españoles. Junto con la agricultura de los indios, los conquistadores desarrollaron la cría de ovejas, vacas, caballos y mulas para obtener beneficios, así como trabajo y carne suficiente para sus cuidadores. En general, los colonos españoles no realizaron trabajo productivo: en su lugar, entraban en puestos privilegiados y del gobierno, en los cuales vivían del trabajo de los nativos a los que esclavizaban.

El derecho de conquista, la conversión forzosa y la esclavización de los nativos del Nuevo Mundo estuvieron sujetos a intensas críticas en una serie de lecciones en 1539 en la Universidad de Salamanca por parte del gran filósofo escolástico dominico Francisco de Vitoria. En el derecho internacional basado en la ley natural, insistía Vitoria, los pueblos nativos, igual que los pueblos europeos, tienen una completa igualdad de derechos. Ningún derecho de conquista por parte de los europeos podía derivar de crímenes o errores de los nativos, ya sean tiranía, asesinatos, diferencias religiosas o rechazo del cristianismo. Al tener serias dudas del derecho de los españoles a cualquier gobierno de los nativos, Vitoria defendía un comercio pacífico, en la justicia y la práctica, frente a la conquista, la esclavización y el poder político, se dirigieran estos últimos o no al beneficio individual, la recaudación de impuestos o la conversión al cristianismo. Aunque el gobierno español prohibió seguir discutiendo estos asuntos, las lecciones de Vitoria influyeron en las Leyes Nuevas de 1542, que daban una mayor protección legal a los nativos de América.

Sin embargo, hubo defensores del imperialismo en España que rechazaron el derecho internacional y el individualismo escolástico y volvieron a las teorías esclavistas de los autores clásicos. Basándose en la teoría de la servidumbre natural (que la mayoría de la humanidad es inferior y debe someterse al gobierno de la clase dirigente, por supuesto en interés de la mayoría), estos apologistas del imperialismo proponían que se enseñara una mejor moral a los nativos, se les convirtiera y se les presentaran las bondades del desarrollo económico al ser divididos entre los conquistadores, para quienes deben trabajar.

A la servidumbre de los indios se opuso con la mayor fortaleza y celo el misionero dominico y obispo Bartolomé de las Casas. Cansado de tratar de influir en la opinión pública europea contra las prácticas de los funcionarios españoles en América, Las Casas argumentó que todos los hombres deben tener libertad para que la razón, que inclina naturalmente a los hombres a vivir en paz, justicia y cooperación, pueda permanecer libre y sin obstáculos. Por tanto, concluía Las Casas, ni siquiera la búsqueda del gran objetivo de la conversión al cristianismo puede utilizarse para violar estos derechos. No solo era mala toda esclavitud, sino que los nativos tenían un derecho a vivir independientemente del gobierno europeo. El papado condenó en 1537 como herética la idea de que los nativos no fueran hombres racionales o fueran naturalmente personas inferiores. Estas opiniones progresistas también se reflejaron en la abolición del feudalismo conquistador en las Leyes Nuevas de 1542, aunque esta abolición fue revocada por la corona española tres años después.

El control político de las colonias españolas se ejercitó primero con un comité del Consejo de Castilla y luego, desde 1524, con el Consejo de las Indias. En el Nuevo Mundo, se crearon gobiernos provinciales, ascendiendo los dos más importantes, México y Perú, a la categoría de virreinatos. El control económico de las colonias se otorgó a la Casa de Contratación, fundada en 1503 para licenciar, supervisar y gravar a mercaderes, bienes y barcos dedicados al comercio en el Nuevo Mundo. En 1508, se estableció una Oficina de Pilotos dentro de la Casa que aconsejaba al gobierno en asuntos marítimos y supervisaba la navegación y a los navegantes: su primer piloto mayor fue Américo Vespucio. Sebastián Caboto mantuvo ese cargo durante cerca de treinta años, después de estar al servicio del inglés y pasar al del español, ya que los intereses marítimos de Inglaterra habían cambiado de la exploración al desarrollo de una armada gubernamental.

El cambio de los intereses ingleses de la exploración a la construcción naval se reflejó en 1510, cuando el gobierno inglés empezó  construir un astillero para fabricar navíos para una armada. En 1512, el director de la armada organizó una asociación de pilotos que proporcionaría navegantes experimentados para la armada a cambio de privilegios en el control de los navíos ingleses, privilegios similares a los otorgados a la Oficina de Pilotos de España. Con el director de la armada como primer maestre, esa asociación fue bautizada como “el maestre, guardianes y asistentes del gremio de la Trinidad”. La Trinity House Corporation asesoraba al gobierno en asuntos marítimos y controlaba la navegación y a los hombres de mar.

Igual que España había hecho de Sevilla el puerto principal por el que había que canalizar obligatoriamente todo el comercio colonial, se hizo de Bristol el puerto principal que monopolizaba en comercio inglés con el Nuevo Mundo. La experiencia de Bristol con el comercio colonial había empezado con el otorgamiento de Dublín como colonia a los mercaderes de Bristol cuando Inglaterra inició su ocupación de irlanda; esa experiencia aumentó durante el siglo XV, cuando se extendió el comercio oceánico de Bristol con los países ibéricos a las colonias azucareras de Madeira y las Canarias.

Liberalizando el mercado en Inglaterra y Holanda

Al deprimir artificialmente el precio de la lana en Inglaterra y aumentarlo en el exterior desde mediados del siglo XIV, los Merchant Staplers no solo habían dañado la expansión y exportación de la lana inglesa, sino que habían estimulado inintencionadamente el establecimiento de fabricantes de lana y textiles en Inglaterra. Porque los fabricantes de productos laneros podían ahora comprar lana a precios significativamente más bajos que sus competidores en el extranjero. Esta pujante industria textil se organizó en distritos rurales y villas, donde podía estar libre de las restricciones y los precios y salarios excesivamente altos impuestos por los monopolios privilegiados de los gremios urbanos. Además, los mercaderes de Bristol ahora eran capaces de traer lana mejor lana española que era la materia prima para la producción del “nuevo paño”, una tela más ligera y barata que la tejida con la más pesada lana inglesa. Como la técnica de fabricación del nuevo paño era nueva, no quedó bajo los controles y monopolios de los gremios urbanos, que fabricaban la tradicional tela pesada. El periodo de paz de mediados del siglo XV en adelante fue testigo de un rápido aumento en la población, pero las rígidas restricciones de cártel de los gremios urbanos condenaron a muchos al desempleo. De ahí la expansión al campo tanto del nuevo paño como de las tradicionales industrias de telas pesadas de Inglaterra. Descargada de las regulaciones gremiales en producción, precios y trabajo, la nueva industria lanera rural era lo suficientemente elástica como para responder a las demandas de tela sencilla barata de los mercados de exportación a gran escala, al desarrollar una organización de la producción a gran escala prohibida por los gremios.

De hecho, desde la mitad del siglo XV, había empezado a producirse una gran transformación de toda la economía en Europa occidental. El estancamiento y la depresión dieron paso al progreso económico, el sistema de protección y regulación encabezado por el estado se vino abajo y el capital se acumuló e invirtió fuera de los controles que habían rodeado a la economía. En particular, en Holanda se produjo una evolución similar a la de Inglaterra: la súbita aparición de una industria textil rural, libre de regulaciones e impuestos gremiales y municipales. Además, los controles y altos impuestos al comercio en Brujas desviaron el comercio a Amberes, donde, libres de legislación, privilegios e impuestos obstaculizadores, los negocios fueron capaces de organizarse basándose en el nuevo espíritu del progreso capitalista y el crecimiento económico. Durante un siglo, Amberes se convirtió en la capital comercial de Europa, atrayendo con su libertad no solo a los tradicionales comercios de la lana y las telas inglesas, el grano y la madera bálticos y los bienes de lujo mediterráneos, sino también el creciente comercio de especias y azúcares de las Indias (Orientales y Occidentales). Amberes se convirtió en el principal centro de importación no solo de la lana inglesa sino también de las telas laneras inglesas, ya que las telas se enviaban a Amberes para su tintado y acabado. Como ha señalado Pirenne:

Nunca ningún otro puerto, en ningún periodo, disfrutó de tanta importancia mundial, porque ninguno ha estado tan abierto a todo el comercio ni ha sido, en el sentido completo de la palabra, tan cosmopolita. Amberes se mantuvo fiel a la libertad que hizo de sus ferias un éxito en el siglo XV. Atraía y daba la bienvenida a capitalistas de todas las partes de Europa y a medida que aumentaban sus cifras, también lo hacían las oportunidades de hacer fortuna (…). No había supervisión, ni control: los extranjeros hacían negocios con otros extranjeros libremente, igual que con los burgueses y nativos del país en sus reuniones diarias. Compradores y vendedores se buscaban unos a otros y llegaban a acuerdos sin intermediarios.[1]

El ascenso de Amberes como el gran centro del comercio europeo fue complementado con el crecimiento de la marina mercante holandesa, pues los librecambistas holandeses eran los principales transportistas de bienes hacia y desde el puerto progresista e irrestricto de Amberes y estaban igual de motivados por el espíritu de la libertad y el capitalismo como la estaba Amberes. Durante el siglo XV, el arenque, con cuyo comercio se había fundado el comercio hanseático, migró del Báltico al Mar del Norte y se convirtió en la piedra angular del desarrollo comercial holandés. Holanda y Zelanda se convirtieron en las principales pesquerías de arenque de Europa: mejoraron las técnicas de curado y lo transportaron a todos los puertos de Europa, refinando al tiempo los métodos de construcción naval y pesca. De ahí que los holandeses fueran capaces de competir con éxito con los comerciantes hanseáticos en el Báltico, el Mar del Norte y el Atlántico, desde Burdeos hasta Lisboa.

Demasiados historiadores han caído bajo el hechizo de la interpretación de los historiadores económico germanos de finales del siglo XIX (por ejemplo, Schmoller, Bucher, Ehrenberg): que el desarrollo de un estado-nación centralizado y fuerte era un requisito para el desarrollo del capitalismo al principio del periodo moderno. Esta tesis no solo se ve refutada por el florecimiento del capitalismo comercial en la Edad Media en las ciudades no centralizadas del norte de Italia, la Liga Hanseática y las ferias de Champaña, por no mencionar la desastrosa retrogresión económica impuesta por el creciente estatismo del siglo XIV. También se ve refutada por el excelente crecimiento de la economía capitalista en la libre y localizada Amberes y en Holanda en los siglos XVI y XVII. Así los holandeses sobrepasaron al resto de Europa manteniendo la autonomía local medieval y evitando la construcción de un estado, el mercantilismo, la participación del gobierno en las empresas… y la guerra agresiva.[2]

Los Tudor

A pesar del auge naval rival holandés, la importancia de la Liga Hanseática en la vida económica de Inglaterra se refleja en el tratado de Utrecht (1474), que confirmaba los privilegios comerciales de los hanseáticos en Inglaterra, incluyendo el pago de cargas más bajas que los mercaderes ingleses. Pero el acceso de la dinastía de los Tudor al trono inglés en 1485 marcó el inicio de un constante crecimiento del poder del gobierno inglés. La formas mediales fueron transformadas por los Tudor en una maquinaria eficiente y completa de represión, especialmente al regular aquellas actividades económicas que habían alcanzado la prosperidad evadiendo libremente las regulaciones, controles e impuestos públicos. En 1486 se otorgó a la Hermandad de Aventureros Mercantes de Inglaterra derechos de monopolio en todo el comercio con Holanda, excepto en la lana; especialmente importante era la exportación de tela a los centros de acabado y tinte de Holanda. Además, las leyes marítimas limitaban a los barcos ingleses las importaciones de vinos, en la vana expectativa de aumentar así el número de marinos y barcos ingleses en lo suficiente como para desarrollar una fuerte fuerza naval gubernamental.

En 1496, el gobierno inglés negoció con el gobierno de Holanda el Gran Tratado Comercial (Intercursus Magnus) que ofrecía unas condiciones comerciales favorables para los mercaderes ingleses en Amberes. La importante contribución del Intercursus Magnus al derecho internacional fue reconocer la libertad de los pescadores ingleses y holandeses en alta mar, especialmente en el Mar del Norte, que se había convertido en la principal área pesquera europea. Los pescadores iban a ser libres de pescar en cualquier lugar de de utilizar los puertos de ambos países en caso de emergencia. Durante un siglo y medio, el Intercursus Magnus fue el fundamento de las relaciones comerciales y marítimas anglo-holandesas. Sin embargo, por una ley de 1497, el gobierno inglés invocó su poder del tratado de monopolizar y controlar el comercio a otros países; en concreto, la ley excluía a los competidores ingleses de los Aventureros Mercantes del comercio holandés al otorgar a esa compañía un monopolio en el comercio con Amberes. El comercio textil con Holanda se convirtió entonces en el monopolio privilegiado de un número limitado de mercaderes londinenses, que acercaron cada vez más sus relaciones fiscales con el estado a través de préstamos y condiciones favorables para el gobierno.

Para una aplicación más eficaz del poder gubernamental bajo los Tudor, el poder ejecutivo era ejercitado por un grupo especialmente seleccionado de asesores del gobierno que, como se reunía en secreto, se llamaba el Consejo Privado. El Consejo Privado actuaba mediante decretos en lugar de por legislación del Parlamento. El poder judicial se otorgó al Tribunal de la Cámara Estrellada, un tribunal de privilegio que enjuiciaba las violaciones de los decretos por la mera fuerza y capricho del gobierno en lugar de por el tradicional derecho común, que garantizaba los derechos del pueblo. Al defender al gobierno de las críticas del pueblo (llamadas libelos), de conspiraciones y desórdenes (es decir, de cualquier reunión que protestara por la opresión del gobierno) y de infracciones en la acuñación, la Cámara Estrellada fue conocida por la imposición de multas arruinantes, prisiones crueles, palizas, marcas a fuego y mutilaciones de quienes caían bajo su poder. Para ayudar a su trabajo, el gobierno de los Tudor había dejado de lado la prohibición del derecho común del uso de la tortura.

También fueron los Tudor los que crearon la primera fuerza militar estatal permanente en Inglaterra, al haber establecido la fundación de una armada gubernamental. La fuerza militar se utilizó por lo general para someter a los irlandeses al gobierno inglés. La Ley de Poyning (1495), que establecía el modelo para el control de las colonias por parte del gobierno inglés, extendía a Irlanda las medidas represivas y absolutistas en vigor en Inglaterra y requería que toda la legislación del Parlamento Irlandés recibiera aprobación previa del Consejo Privado en Inglaterra. Cuando, un siglo más tarde, Inglaterra adquirió territorios transatlánticos y los ingleses huyeron allí para escapar a los efectos económicos del mercantilismo o la represión del Consejo Privado, la Cámara Estrellada o la voluntad privilegiada, fue el sometimiento y dominación inglés de Irlanda lo que creó los primeros precedentes y modelos de intentos de control imperial de los pueblos en América.

Durante el siglo XVI se desarrolló una oficina importante en el gobierno de los Tudor que posteriormente tendría la máxima importancia para las colonias inglesas en América. Era la secretaria de estado, un nombre de origen español, lo que indica en parte la fuerte influencia política y cultural derivada de las relaciones comerciales y diplomáticas de Inglaterra con España. En 1540 había dos secretarios de estado, teniendo cada uno completa autoridad para actuar en un amplio rango de asuntos relacionados con el rey y sus funcionarios y el rey y los gobiernos extranjeros. Los secretarios de estado se convirtieron en responsables de las áreas de expansión que el Consejo Privado puso bajo su jurisdicción: asuntos judiciales, gobierno interno, impuestos y controles económicos, liderazgo de las cámaras del Parlamento, asuntos militares y navales, asuntos exteriores y, finalmente, asuntos coloniales, cuando Inglaterra adquirió y gobernó colonias.

Durante la primera mitad del siglo XVI, mientras que el gobierno inglés olvidaba en Nuevo Mundo en pos de construir el estado y la armada, los pescadores ingleses empezaron a disfrutar tranquila pero progresivamente de la abundante pesca en las aguas de Terranova. Los pesqueros salían de los puertos del oeste, como Bristol y Plymouth, y luego vendían el pescado en España, Portugal e Italia. A su vuelta, traían bienes del Mediterráneo al norte de Europa, por con el declinar y el ceses de las flotas flamenco-venecianas que iban a Southampton, los mercaderes ingleses imitaron a los holandeses y trasladaban ellos mismos el comercio de Italia, España y Portugal a Amberes. Las flotas venecianas ya no podían competir en el comercio atlántico y de especias a causa de una creciente escasez y por tanto un alto precio en la madera en el Adriático, y porque la agresión portuguesa contra los árabes aliados de Venecia en los puertos del Golfo Pérsico cerraron sus rutas de las especias. Sin embargo, esos viajes oceánicos, no fueron en ese momento de interés para el gobierno inglés, que estaba promoviendo la construcción de grandes barcos y el mantenimiento de flotas pesqueras en el cercano Mar del Norte, donde podía haber disponibles regular e inmediatamente marineros para presionarles para que ingresaran en la armada para aventuras militares en Europa, en alianza con España. Para este fin, se presentó una ley de navegación en 1540 que requería el uso de barcos más grandes y caros y menos eficientes a los armadores y capitanes ingleses, en lugar de los barcos holandeses más pequeños y baratos. Sin embargo, estaban exentos los mercaderes privilegiados, como los Aventureros Mercantes, en el comercio con España o sus posesiones (por ejemplo, España y Holanda) y podían, empleando embarcaciones holandesas, obtener una ventaja competitiva sobre los mercaderes ingleses independientes. La disminución de la participación inglesa en la pesca de arenques en el Mar del Norte a causa de mayor eficiencia de los holandeses, así como de la Reforma, que redujo grandemente la demanda por razones religiosas de pescado en Inglaterra, alarmó mucho al gobierno inglés. Para mantener la fuente tradicional de reclutamiento de hombres en la armada pública, un estatuto de 1549 imponía a los ingleses una abstinencia política de carne para sanción de multa, en lugar de la previa abstinencia puramente religiosa.

La intensificación de la política mercantilista se aceleró con la intervención de Inglaterra en las guerras dinásticas del continente en la década de 1540. Para apoyar su actividad militar, el gobierno inglés inició una serie de grandes devaluaciones de la moneda como forma oculta de gravar a la gente. La depreciación de la moneda hizo que los bienes de Inglaterra resultaran más baratos a los extranjeros, que eran capaces de comprar más bienes ingleses por la misma cantidad de dinero. Estos impuestos mediante inflación produjeron así una expansión no natural en la fabricación de productos de exportación de lana y tela, dislocando la economía tanto en la agricultura como en la industria. En 1550 el gran aumento en los costes de producción producido por la inflación se unió a la caída del tipo de cambio en el exterior, acabando así con la ventaja competitiva artificial que causaba el aumento en la exportación textil. El inevitable final de la sobreexpansión de la industria exportadora, estimulada por la devaluación del gobierno en la década de 1540 generó una severa depresión, prolongada durante la década de 1550 por una intervención económica más restrictiva y monopolizadora por parte del gobierno. Así el Parlamento aprobó leyes para proteger el trabajo de los gremios y poner a la libre industria rural bajo el control de los patrones tradicionales de regulación e impuestos; al mismo tiempo, los Aventureros Mercantes, que se estaban convirtiendo en los mayores recaudadores de impuestos y prestamistas de dinero al gobierno, recibieron un monopolio más completo de la exportación de telas a Europa.

El acceso al trono de Isabel I (1558-1603) vino seguido por la transformación de las intervenciones asistemáticas del gobierno en un programa coherente de restricciones, privilegios e impuestos. El reinado de Isabel llevó a su culminación la tendencia del gobierno absolutista, especialmente notable en el ejercicio del poder por tribunales privilegiados. Mediante el Estatuto de Trabajadores y Aprendices de 1563, el Parlamento extendía a toda la nación las restricciones que se habían limitado antes a los gremios urbanos. Para limitar y controlar la industria textil capitalista libre basada en el trabajo rural, el gobierno asignaba a los trabajadores rurales el trabajo agrícola y extendía los restrictivos requisitos de los siete años de aprendizaje y las tarifas de salario mínimo a la industria textil rural. De esta forma, obstaculizando la libre industria textil, el gobierno pasó a conferir privilegios especiales a dos grupos poderosos: los atrasados gremios urbanos, que se veían superados por los fabricantes textiles libres y avanzados, y los terratenientes casi feudales, que habían estado perdiendo trabajadores ante la industria textil que pagaba mejor. Como los acusados podían eludir las protecciones en juicios de derecho común, el Consejo Privado puso la sanción por violar las Nuevas Leyes en manos de los tribunales privilegiados, donde los prisioneros podían ser torturados y privarles de los beneficios del juicio con jurado. El Tribunal de la Cámara Estrellada también desarrolló la censura para control las lecturas del pueblo y las leyes de sedición y libelo difamatorio para proteger al gobierno ante las críticas.

Bajo la presión de la crisis financiera y del control de los mercados por las compañías comerciales monopolísticas, el único camino posible para la exportación textil resultaba ser la apertura de nuevas zonas de comercio. Como consecuencia hubo una reanudación de la exploración marítima inglesa en busca de mercados para las telas y fuentes de materias primas. El intento con más éxito empezó en diciembre de 1551, con la formación de “El Misterio y Compañía de los Aventureros Mercantes para el descubrimiento de Regiones, Dominios, islas y Lugares desconocidos”. Se nombró para ella gobernador con carácter vitalicio a Sebastián Caboto, socio y hermano de Juan Caboto y piloto mayor de España durante treinta años. Después de su evaluación por la Corporación de la Casa de la Trinidad, que tenía el poder de revisar peticiones de cartas de exploración y comercio, la compañía recibió su autorización. Organizada de acuerdo con la práctica italiana como una sociedad anónima, fue llamada la Compañía de Rusia o de Moscovia. La compañía recibió un otorgamiento de monopolio en 1553 para todo el comercio con Rusia, Asia Central y Persia a través del puerto de Arkángel en el Mar Blanco. Una expedición a Arkángel y Moscú volvió en 1554 con permiso para vender telas inglesas y comprar pieles rusas, además de las especias transportadas a lo largo del río Volga desde el centro de Asia y Persia. Los descendientes y parientes de los fundadores de la Compañía de Moscovia fueron importantes en posteriores exploraciones, la mayoría de las cuales se realizaron bajo los auspicios de la compañía.

Contrabandistas, piratas y filibusteros

Los ingleses también miraron hacia Hispanoamérica como un mercado para la exportación de telas y la compra de materias primas. Aunque España mantenía un sistema de monopolio comercial con el Nuevo Mundo, no podía proporcionar grandes cantidades de bienes a bajo precio debido a las regulaciones, impuestos y privilegios del sistema mercantilista. A mediados del siglo XVI, las minas de plata de México y Perú no solo estaban contribuyendo fuertemente a una inflación monetaria en Europa, sino asimismo haciendo que el comercio español con América la parte más valiosa de comercio transoceánico. Al tiempo que Europa tenía dificultades para vender bienes en Asia a cambio de especias y por tanto tenía que reexportar plata americana a cambio de especias, no podía proporcionar suficientes productos manufacturados a España para la compra de plata, obstaculizada como estaba por las restricciones, monopolios e impuestos fijados por el gobierno español. Estas restricciones e ineficiencias del monopolio español espolearon fuertemente el contrabando por parte de barcos de otros países europeos.

Se reexportaban grandes cantidades de bienes a las colonias españolas desde la colonia portuguesa de Brasil, que alrededor de mediados del siglo XVI se convirtió, debido a la ausencia de restricciones y altos impuestos, en el área de mayor producción azucarera del mundo. Igual que los metales preciosos de América en pago por bienes manufacturados y préstamos al comercio de esclavos desde África Occidental (a través del cual se hacía contrabando a las Indias Occidentales) por los genoveses, hacía ahora a Amberes la capital financiera de Europa, el comercio azucarero desde Brasil y Portugal por parte de los mercaderes judíos  que vivían en Holanda, hizo de Amberes el centro de la mejor y más barata industria de refinado de azúcar en la Europa del siglo XVI. Los ingleses, como los portugueses, fueron capaces de dedicarse al comercio ilegal con las Indias Occidentales con riesgos reducidos, a causa de las relaciones comerciales cercanas entre Inglaterra y España. En 1562, Sir John Hawkins de Plymouth, tras adquirir 300 esclavos en África Occidental, recibió permiso para venderlos en La Española, sedienta de esclavos y comprar un valioso cargo de azúcar. Hawkins realizó un segundo viaje en 1564 para vender telas inglesas. A cambio de una licencia para comerciar con las Indias Occidentales y promesas respecto de su comercio pacífico, Hawkins ofreció ayudar a los españoles en destruir la colonia establecida en Florida por los franceses, que eran asimismo los piratas jeadingi en las Indias Occidentales.

Sin embargo, los españoles decidieron hacer ellos mismos el trabajo. En 1564, un grupo de hugonotes franceses bajo el mando del Rene de Laudonnière se estableció en la desembocadura del río St. Johns en la costa este de Florida y allí construyeron Fort Caroline. Los españoles, preocupados por sus convoyes de metales preciosos y la amenaza de los bucaneros, y deseosos de aplicar sus reclamaciones de fuerza monopolística sobre Florida, enviaron a Pedro Menéndez de Avilés desde España para aplastar a los franceses. En 1565 Menéndez fundó la gran base de san Agustín, la primera ciudad permanente en el hemisferio occidental y cincuenta millas al sur del asentamiento francés. Después de que una flota francesa que se dirigía contra los españoles fuera destrozada en una tormenta, Menéndez, superando ampliamente en número a los franceses, marchó por tierra y masacró más de dos tercios del asentamiento, incluyendo espcialmente a prisioneros, salvo un centenar de colonos que se las arreglaron para escapar en algunas naves francesas que había en el puerto. Felipe II, rey de España, se alegró con la noticia: “Decidle [a Menéndez] que por los que ha matado, ha hecho bien y por los que ha capturado, deberían ser enviados a galeras [es decir, reducidos a la esclavitud]”.

En represalia, un noble francés, Dominique de Gourgues, preparó una expedición a su costa, que atracó a principios de 1568 cerca del fuerte (ahora rebautizado como San Mateo) y movilizó a muchos indios contentos de tomarse la venganza del odiado Menéndez. Gourgues acabó ahora con la guarnición española, tomándola completamente por sorpresa y conquistándola fácilmente. Todas las fuerzas españolas, también incluidos los prisioneros, fue a su vez pasada a cuchillo. Aunque el propio Menéndez escapó al castigo al estar ausente en España, Gourgues fue capaz de aplicar una justicia poética. Menéndez había colgado a varios prisioneros, publicando la noticia de que estaban colgados por protestantes, no por franceses. Esta vez Gourgues colgó a algunos de sus prisioneros en los mismos árboles y puso el cartel: “No por españoles, sino por mentirosos y asesinos”.

Debido a la intervención inglesa en las luchas constitucionales y religiosas en los Países bajos contra España, la actividad inglesa en las Indias Occidentales tendía cada vez más a la piratería contra las naves españolas. Los filibusteros ingleses eran animados en sus ataques por la Corona, que participaba en los beneficios de los viajes de saqueo. Sir John Hawkins y su primo Francis Drake fueron derrotados en Vera Cruz en 1568, pero en 1571 y 1573 Drake saqueó los almacenes de plata españoles en Panamá. En 1577-1580, Drake se atrevió a circunnavegar el globo: fue el primer inglés en desafiar la idea del Océano Pacífico como un gran lago español. Por el camino, saqueó Chile y Perú y compró toneladas de especias en las Indias Orientales. En 1585 Drake volvió a las Indias Occidentales; en este viaje su flota saqueó Santo Domingo, Cartagena y San Agustín. En 1587 atacó Lisboa y Cádiz y en 1588 participó en la derrita de la armada española, que había intentado vengarse de los ataques ingleses. Fue una victoria que trajo a Inglaterra el dominio de los mares.

Aunque la sustracción del oro español continuaría complicando las actividades coloniales inglesas en el futuro, la colonización real de Norteamérica se fundó en la búsqueda de comercio por la Compañía de Moscovia y la extensión de la conquista y especulación de terrenos de Irlanda a América. Un decidido defensor del monopolio, el privilegio especial y las prerrogativas reales, Sir Humphrey Gilbert, después de servir como oficial en la guerra de exterminio contra los irlandeses (1566). Había propuesto establecer colonias inglesas en los territorios irlandeses confiscados y fue nombrado gobernador del sur de Irlanda en 1569. Gilbert resultó el gran líder de la inútil búsqueda de un paso en el noroeste alrededor de Norteamérica hasta el Oriente. Publicó en 1564 su tratado a favor de esta búsqueda, Discourse of a Discovery for a New Passage to Cataia (es decir, a China). La Compañía de Moscovia, al tener un privilegio de exploración y comercio en el océano Atlántico al norte de Londres, deseaba encontrar un paso en el noroeste, así como estaciones para sus flotas balleneras para el aceite de ballena utilizado para la fabricación de jabón.  Así que la Compañía de Moscovia dio licencia a Martin Frobisher, sobrino de uno de los fundadores de la compañía, para explorar Groenlandia y Labrador a la búsqueda de un paso. Frobisher hizo tres viajes infructuosos, en 1576, 1577 y 1578.

Entretanto, Gilbert percibía grandes posibilidades de poder y beneficio personal en la colonización de Terranova, tanto en la conquista de sus zonas de pesca como como base para la búsqueda del paso del noroeste. Para preparar una petición a Isabel I de una patente de monopolio de exploración y colonización de Norteamérica, Gilbert buscó el consejo del “Dr.” John Dee, matemático, mago, astrólogo y asesor místico de la reina. Dee era muy consultado en asuntos de exploraciones. Para apoyar la petición, Dee emitió informes extendiendo las antiguas fantasías históricas de que la Corono Inglesa tenía el derecho de origen divino a Norteamérica y la propiedad exclusiva de todos los mares remotamente adyacentes y toda la pesca que allí hubiera. Gilbert recibió la patente de exploración y colonización de Norteamérica en 1578. Humphrey Gilbert realizó varios viajes preparatorios a Terranova, igual que su hermano Adrian, su medio hermano y filibustero Walter Raleigh y su socio John Davis. Después de volverse a dedicar a la conquista y colonización en Irlanda, Gilbert preparó, entre 1582 y 1583, otro viaje de “plantación occidental” a Terranova para establecer una colonia pesquera. Se perdió en el mar en 1583. En febrero de 1584, se otorgó a Adrian Gilbert y Walter Raleigh una patente de exploración del noroeste bajo la cual John Davis hizo tres viajes (1585-1588) en una vana búsqueda del paso de noroeste, mientras que en los siguientes meses de 1584, la patente de monopolio de Humphrey Gilbert para la colonización norteamericana fue renovada en favor de Walter Raleigh.

Sir Walter Raleigh se había inspirado en el Reverendo Richard Hakluyt respecto de la colonización del Nuevo Mundo. Hakluyt, amigo suyo y de Gilbert, había escrito loas a la idea de la colonización inglesa. De hecho, Raleigh encargó a Hakluyt escribir el Discourse of Western Planting (1584), para enviárselo a Isabel I para inducirla a invertir dinero en sus planes de colonización. En su obra, Hakluyt prometía prácticamente todos los bienes al establecimiento inglés (especialmente para los comerciantes y la corona), mercados para sus productos (especialmente lanares), materias primas para sus compras, pieles, madera y suministros navales, salidas para su exceso de población y bases desde las que saquear los barcos españoles. Sir George Peckham, un socio de Gilbert y Raleigh, escribía en 1583 (apoyando el proyecto de Gilbert) que una colonia en Terranova ofrecería un puerto para aumentar la flota pesquera de Inglaterra, un suministro de pieles valiosas y un paso al noroeste. Pero toda la propaganda de Hakluyt y Peckham no pudo inducir a la reina a aflojar las cuerdas de su bolsa.

Los productos que Peckham y Hakluyt esperaban que produjera América y el comercio con países extranjeros que esperaban que reemplazara el comercio americano, no se llegó a estas expectativas accidentalmente. Su programa se basaba en la experiencia de la Compañía de Moscovia, que había establecido puestos comerciales en las inhóspitas costas y bosques de Rusia. Pero el proyecto no se describía solo para indicar las cercanas comparaciones entre América y Rusia, desde cuyos bosques habían venido pieles, madera y suministros navales y por cuyas rutas venían las especias y lujos de Oriente. Más bien el plan se ofrecía como una alternativa al comercio ruso que se necesitaba desesperadamente por parte de los mercaderes londinenses. Pues el comercio báltico de Inglaterra se había visto obstaculizado por conflictos con la Liga Hanseática y el gobierno inglés había otorgado a la recién creada Compañía del Territorio Este un monopolio de exportaciones a las áreas bálticas.

El conflicto entre holandeses y españoles en los Países Bajos había traído a Amberes una serie de calamidades que la arruinaron como el gran centro europeo del comercio. Además, cuando el rey de España accedió al trono de Portugal en 1580, los holandeses fueron eliminados de vital comercio de especias desde Lisboa, causando un aumento en los precios. Los más importe fue que en la década de 1580 el comercio de la Compañía de Moscovia con Rusia sufrió un terrible impacto cuando los cosacos interrumpieron la ruta del Volga, a través de la cual Inglaterra había recibido especias desde Persia y el Asia Central, y cuando Rusia perdió su costa báltica, incluyendo el puerto de Narva, en favor de Suecia. Para reanudar el comercio de especias, un grupo de importantes mercaderes de la Compañía de Moscovia formó la Compañía de Turquía y la Compañía de Venecia en 1581 para un comercio directo con el Levante en especias y bienes mediterráneos. A causa de las guerras en el Levante, estas compañías enviaron mercaderes por tierra a la India para establecer un comercio directo de especias. Cuando volvieron estos mercaderes, las compañías de Turquía y Venecia se reunieron en la Compañía de Levante (1592), con una carta de comercio con India a través del Levante y Persia.

Habiendo asegurado su monopolio de colonización, Sir Walter Raleigh “plantó” en 1585 la primera colonia inglesa en lo que posteriormente serían los Estados Unidos, en la Isla de Roanoke, junto a la costa de la actual Carolina del Norte. Esta área fue explorada en primer lugar por Ralph Lane y Richard Grenville bajo la dirección de Raleigh el año anterior y fue llamada Virginia en honor de la reina virgen de Inglaterra. Sin embargo, la colonia tuvo pocos colonos comprometidos y la gente volvió a Inglaterra dos años después. En 1587, otra expedición de Raleigh, encabezada por el pintor John White, trató de crear un asentamiento permanente en la Isla de Roanoke. De hecho, el primer niño inglés nacido en América, Virginia Dare, nieta de John White, nació ese verano en la colonia de Roanoke. Pero el interés y la comunicación inglesa con la diminuta colonia se interrumpieron durante la batalla con la armada española, y White, atrapado en Inglaterra, no pudo volver a Roanoke hasta 1591. No pudo encontrar ningún resto de los colonos. El primer intento de colonización inglesa de América había fracasado completamente.

Si Raleigh y Gilbert habían recibido su inspiración para colonizar de hombre como Hakluyt, su experiencia práctica se había obtenido en el curso del sometimiento y esclavización de Irlanda. Después de servir en el ejército que intentaba imponer el gobierno inglés en Irlanda, Gilbert había propuesto a finales de la década de 1560, establecer ingleses en el Ulster, desplazando por la fuerza a los irlandeses. Pocos años después, Gilbert se convirtió en gobernador de Munster, en el sur de Irlanda; en el curso de la “pacificación” de los irlandeses, desplazó a los campesinos irlandeses, reemplazándolos con ingleses del oeste. Aún en 11580, Gilbert y Raleigh lucharon juntos para suprimir los irlandeses en Munster y recibieron en recompensa grandes extensiones de tierra. Después de los fracasos de la colonización americana, Raleigh devolvió su atención a Irlanda. Allí trasladó colonos ingleses para cultivar tabaco en los cuarenta mil acres de tierra que había recibido en Munster. En 1589, Raleigh, que había gastado cuarenta mil libras en su fracaso americano y al no tener éxito en convencer a la reina para que le proporcionara más, estuvo encantado de vender su patente de colonización norteamericana a un grupo de socios y mercaderes de Londres, principalmente relacionados con la Compañía de Moscovia e incluyendo a John White, el Reverendo Richard Hakluyt y Sir Thomas Smith. Sin embargo, Raleigh se reservó el derecho de dominio sobre la posible colonia.

Así que círculos dentro y cercanos a la Compañía de Moscovia recuperaron el monopolio de los derechos de exploración y colonización de Norteamérica, monopolio que habían tenido brevemente hacía una década. Pero ahora tenían un incentivo mucho mayor para ejercer su privilegio y tratar de encontrar un contrapeso a los altibajos del comercio de especias y del Báltico y de Amberes durante la década de 1580. Por tanto se consideró el establecimiento de un comercio marítimo directo a las Indias orientales por parte de mercaderes ingleses y holandeses. Thomas Cavendish, que había participado en el viaje de Raleigh a América en 1585, había navegado alrededor del mundo entre 1585 y 1588 y había retornado con un cargo de especias. La guerra con España había cortado completamente a Inglaterra el comercio de especias con el Levante y en 1589 los mercaderes ingleses recibieron el permiso del Consejo Privado para enviar tres barcos las Indias orientales, llevando plata del país para pagar las especias. Cavendish y John Davis, otro antiguo socio de Raleigh, realizaron un intento sin éxito de circunnavegar el mundo. James Lancaster, que había sido mercader en Lisboa, había partido en 1591 con tres barcos a la India; volvió en 1594 con un barco y un cargo de especias. En 1593, las compañías de Moscovia y Levante dieron un paso al frente, enviando a George Weymouth a buscar un paso por el noroeste a la India siguiendo la costa de Norteamérica.

Los holandeses empezaron en 1594 a crear compañías para viajes lejanos alrededor de África hasta la India. Su primera flota regresó en 1597, dando así nuevos ímpetus a la actividad de los mercaderes ingleses. Solo en 1598, las compañías holandesas enviaron cinco flotas, totalizando veintidós naves; John Davis era el piloto mayor de la flota de Zelanda. En 1601, se habían enviado a las Indias Orientales más de una docena de flotas holandesas de casi setenta barcos. A causa de los renovados viajes y conflictos ingleses con los portugueses, los mercaderes holandeses que creaban las compañías que habían enviado las naves a las Indias Orientales, empezaron a mezclarse y en marzo de 1602 todas las empresas holandesas de mezclaron en la Compañía de las Indias Orientales Unidas.

En septiembre de 1599, los mercaderes londinenses pertenecientes a distintas compañías comerciales, especialmente la Compañía de Levante, formaron una asociación siguiendo el modelo de las exitosas compañías holandesas y pidieron al gobierno conceder a una compañía de mercaderes londinenses un monopolio del comercio marítimo con las Indias Orientales. La concesión a la Compañía de las Indias Orientales se otorgó el 31 de diciembre de 1600, bajo el título de “El Gobernador y Compañía de Mercaderes de Londres Comerciando con las Indias Orientales”; se otorgó a la Compañía de Levante una nueva concesión para distinguir las áreas de monopolio de las dos empresas. El gobernador nombrado en la concesión de la Compañía de las Indias Orientales fue Sir Thomas Smith (o Smythe). El abuelo de Smith, Andrew Judd, había sido un importante fundador de la Compañía de Moscovia. Su padre le había precedido como importante recaudador de impuestos y había sido un funcionario real clave para crear la estructura del absolutismo real, los altos impuestos y el restriccionismo económico durante la era isabelina. Smith fue también gobernador de la Compañía de Moscovia y la Compañía de Levante, de la que era fundador y fue asimismo el principal miembro de los mercaderes de Londres a quienes Raleigh había asignado en 1589 su patente para la colonización americana. De hecho, Smith fue el gobernador de todas las compañías privilegiadas inglesas entonces interesadas en el comercio internacional y la colonización. A Smith se han referido como el mayor “príncipe de los mercaderes” de su época, pero está claro que su estatus y riqueza no provenían del comercio privado, sino de los privilegios del gobierno de recaudación de impuestos y otorgamientos de monopolios.

El primer viaje de la Compañía de las Indias Orientales se realizó bajo la dirección de James Lancaster y John Davis en 1601,  y vino seguido al año siguiente por el segundo viaje de George Weymouth a lo largo de la costa de Norteamérica, patrocinado por las compañías de las Indias Orientales y de Moscovia. Entretanto, Sir Walter Raleigh recuperó su interés en el Nuevo Mundo en 1602, enviando otra expedición inútil en busca de supervivientes de la colonia de Roanoke. Pero al año siguiente, las actividades colonizadoras de Raleigh fueron cortadas sin miramientos con el acceso del rey Jacobo I al trono de Inglaterra. Uno de los primeros actos de Jacobo I fue imponer a Raleigh una prisión indefinida en la Torre de Londres y dejar libre repentinamente su dominio sobre Virginia. Entre los motivos del rey estaba el deseo de dar a España una prueba tangible del deseo del nuevo rey de cerrar una paz entre los dos países en guerra. Como Raleigh era entonces tal vez el más ardiente guerrero y saqueador de barcos españoles y sus actividades colonizadoras  buscaban bases para agredir a España, su encarcelamiento era por tanto una prueba especialmente apropiada de paz entre las dos naciones. De hecho, la paz se concluyó al año siguiente, en agosto de 1604, después de lo cual, el rey Jacobo tomó enérgicas medidas contra los célebres capitanes piratas y filibusteros.

Neofeudalismo americano

El Tratado de Londres de 1604 proporcionaba libertad de comercio entre Inglaterra y España, como había existido antes de la guerra. Como Inglaterra había tenido el derecho a navegar a España y Portugal, ahora reclamaba que sus barcos pudieran navegar también a las Indias Orientales y Occidentales. Hispanoamérica era la fuente del tabaco y su uso en Inglaterra aumentó grandemente una vez que se restauró el comercio regular, a pesar de que Jacobo desaprobaba su uso por ser una hierba venenosa. Aunque los mercaderes de Londres esperaban monopolizar el renovado comercio con España, las protestas de los mercaderes de los puertos occidentales, especialmente de Bristol y Plymouth, forzaron al gobierno a echarse atrás. Primero trató de incluir a los mercaderes occidentales en el monopolio y luego decretó la libertad de comercio de todos los mercaderes ingleses con España, Portugal y el Mediterráneo Occidental, una política que iba a aplicarse luego a los mercaderes americanos. Al mismo tiempo, los mercaderes privilegiados de las compañías de Levante y Moscovia estaban sufriendo más pérdidas a causa de dificultades locales, especialmente las invasiones extranjeras de Rusia.

Mientras que la presión económica estaba desviando la atención de los mercaderes ingleses de nuevo a posibles mercados y proveedores de materias primas en Norteamérica y la paz renovaba la atención hacia el Nuevo Mundo que había desviado la guerra contra España, el tratado de paz también acababa con el empleo permanente previo de muchos oficiales militares y navales dedicados a la guerra. En 1605 Weymouth exploraba de nuevo la costa de Nueva Inglaterra, esta vez en nombre de un grupo de soldados-cortesanos, incluyendo a Sir Ferdinando Gorges, el Conde de Southampton y el cuñado de éste, Sir Thomas Arundel. La vuelta de Weymouth en julio de 1605 llevó a varios proyectos de comercio y colonización en América y en septiembre de ese año, se presentaron peticiones en el Consejo Privado para la formación de compañías que dedicarse a estas actividades. Aunque el Consejo Privado estaba entonces considerando un proyecto para ubicar colonos ingleses en los territorios tomados a los irlandeses en el Ulster, el valor de las colonias norteamericanas para los armadores y la armada ingleses llevaron a la Corporación de la Casa de la Trinidad y al Consejo Privado a aprobar sus peticiones. Finalmente, en abril de 1606, el antiguo dominio de Raleigh sobre Virginia se otorgó a dos grupos de mercaderes poderosos, que incluían a los mercaderes a los cuales había vendido Raleigh sus derechos de comercio.

La nueva patente dividía los poderes de monopolio del gobierno de Virginia entre dos compañías anónimas de mercaderes. La Compañía del Sur de Virginia tenía derechos sobre los terrenos entre el paralelo treinta y cuatro y el treinta y ocho, más o menos desde el Cabo Fear al norte del río Potomac. La Compañía del Norte de Virginia iba a gobernar entre el paralelo cuarenta y uno y el cuarenta y cinco, más o menos de Long Island a Maine. Para estimular la competencia y ofrecer incentivos a la colonización, la zona intermedia quedaba abierta a establecimientos de ambas compañías, con la estipulación de una no podría asentarse a menos de cien millas de otra. Como la Compañía del Sur de Virginia estaba encabezada por los principales mercaderes de Londres, pronto fue conocida como la Compañía de Londres, mientras que la Compañía del Norte de Virginia, centrada en torno a mercaderes de Plymouth, fue llamada Compañía de Plymouth. Cada compañía tenía poderes para asignar sus territorios como quisiese, reservándose el rey el entonces habitual diezmo de un cinco por ciento de todo el oro o plata que se extrajera del nuevo territorio. Para insistir en el control y dominio real general sobre las concesiones de monopolio de esa era, el rey mostraba un control supervisor de las dos compañías en un Consejo Real de Virginia, que era nombrado por el rey y que a su vez iba a nombrar los consejos locales residentes de gobierno de ambas colonias. Se suponía que los colonos y sus descendientes iban a disfrutar de todas las “libertades, franquicias e inmunidades” de los ingleses en casa, una cláusula inmediatamente contradicha por la ausencia de cualquier previsión de elecciones o gobierno local.

La Compañía de Plymouth para el Norte de Virginia estaba compuesta por mercaderes, nobles y soldados del occidente de Inglaterra y estaba encabezada por el gobernador de Plymouth, Sir Ferdinando Gorges, que deseaba establecer una colonia pesquera y comerciante de pieles independiente de los financieros y mercaderes de Londres. También estaban incluidos en el grupo Raleigh Gilbert, un hijo de Humphrey, y Sir John Popham, juez principal del Tribunal del Rey; Sir John había desempeñado un papel protagonista en obtener la concesión. La Compañía de Plymouth envió una expedición exploratoria en octubre de 1606 y envió colonos a América en mayo de 1607 bajo el mando de Raleigh Gilbert y George Popham, un pariente de Sir John. Se estableció un asentamiento en el río Kennebec en lo que hoy es Maine, pero a causa del duro invierno y las malas cosechas y la muerte de los dos Popham, la colonia fue abandonada en septiembre de 1608. Posteriormente, la Compañía de Plymouth no intentó ninguna colonización más, sino que se concentró en las pesquerías de Terranova y en algún comercio de pieles.

La Compañía de Londres para el Sur de Virginia estaba compuesta por miembros de las principales familias políticas. El miembro principal era el ubicuo Sir Thomas Smith, el líder del grupo que había comprado los derechos de comercio a Raleigh y el gobernador de las compañías de las Indias Orientales, Moscovia y Levante. Otros miembros importantes eran: el Reverendo Richard Hakluyt; Robert Rich, Conde de Warwick, un líder en las compañías con concesiones de monopolio de las Indias Orientales, Birmania y Guinea y los principales mercaderes londinenses implicados en las compañías de Moscovia, Levante y las Indias Orientales. E igual que la Compañía de Levante la habían fundado miembros de la Compañía de Moscovia y una cuarta parte de los accionistas de la Compañía de las Indias Orientales eran miembros de la Compañía de Levante, más de cien miembros de la Compañía de las Indias Orientales eran ahora inversores de la Compañía de Londres para Virginia, cuyo principal propósito es proporcionar una fuente de materias primas, como productos tropicales, especias y pieles. Otro importante miembro de la Compañía de Londres fue Sir Edwin Sandys, un eminente puritano y amigo del favorito real, el Conde de Southampton.

La Compañía de Londres para Virginia envió a sus primeros colonos en diciembre de 1606. Fueron entonces transportados, como lo serían en años posteriores, en barcos de favoritos privilegiados. Así que la pregunta crucial resulta ser: ¿Pasaría el territorio tras un tiempo a manos de los colonizadores o permanecería permanentemente en manos de terratenientes privilegiados que dominaran a los colonizadores?

Inglaterra, el mayor soberano sobre los territorios de Norteamérica, había estado sometida al feudalismo desde al menos la conquista normanda del siglo XI. Después de la conquista de Inglaterra en 1066, los conquistadores parcelaron grandes zonas de terreno y las dieron en propiedad a sus principales señores de la guerra y esta nobleza recién creada se convirtió en señorío feudal del campesinado sometido. Como la mayoría abrumadora de ingleses se dedicaba aún a la agricultura, el feudalismo se convirtió en el hecho esencial de la sociedad inglesa (al igual que de otras sociedades europeas). Los principales atributos del sistema feudal eran: el otorgamiento de enormes propiedades a señores del guerra terratenientes, la fuerza coactiva sobre los campesinos (siervos) en sus terrenos y de ahí el gobierno de sus señores y la posterior potenciación por parte del estado de estatus feudal a través de la primogenitura (la entrega de la propiedad por herencia solo al hijo mayor) y la propiedad obligatoria (que prohibía al terrateniente deshacerse de sus terrenos, por venta, segregación, etc.). Este proceso paralizaba la propiedad de tierras entre las familias nobles existentes e impedía que cualquier mercado natural o las fuerzas genealógicas dividieran las enormes propiedades.

Algo que animó concretamente a imponer el feudalismo en las colonias del Nuevo Mundo fue la experiencia inglesa al someter a Irlanda. En el proceso de conquista de Irlanda durante el siglo XVI, los ingleses concluyeron que los “indómitos irlandeses” no eran más que “salvajes” y “bestias irracionales” y por tanto debían ser tratados como tales, una previsión significativa del trato inglés al indio americano. Como resultado, los ingleses decidieron que, como en Irlanda, tenía que “plantarse” una colonia bajo la dirección de una organización monopolística centralizada dirigida con criterios militares, también decidieron favorecer imponer en una colonia un sistema feudal de ocupación de la tierra. No fue una coincidencia que los líderes de los primeros proyectos colonizadores ingleses en América hubieran estado profundamente relacionados con la implantación de ingleses (principalmente un supuesto excedente de pobres) y tenencia feudal de tierras en Irlanda. De hecho, muchos de los fundadores activos de la Compañía de Virginia tenían intereses importantes en las plantaciones irlandesas.[3]

En realidad, aún en 1603 una derrota aplastante de los irlandeses había animado a una colonización renovada en el Ulster por parte del gobierno inglés. Se declaró que los desgraciados campesinos irlandeses no tenían derecho a poseer tierras; por el contrario, sus tierras fueron entregadas por la Corona en grandes parcelas a cortesanos privilegiados y compañías monopolísticas, disfrutando todos de poderes feudales sobre el nuevo dominio.

Los irlandeses fueron exterminados o expulsados de sus tierras deliberadamente y se asentó obligatoriamente en los terrenos vacantes un supuesto excedente de ingleses pobres, que ahora eran poco más que siervos. El trato a los irlandeses y a irlanda ofrecía un modelo que servía directamente de ejemplo a los caballeros que colonizaban Virginia.

El que los primeros asentamientos ingleses en el Nuevo Mundo no fueran organizados directamente por la corona, sino por compañías privadas monopolistas, significaba que la compañía propietaria estaría interesada en subdividir el territorio otorgado tan rápido como fuera posible a colonos individuales, para obtener ganancias rápidas para sus accionistas. La situación, por supuesto, no era la de un mercado libre: si lo hubiera sido, el gobierno británico (a) habría evitado reclamar la soberanía sobre el dominio americano no utilizado o, especialmente, (b) habría otorgado propiedad de los títulos de los terrenos a los colonos reales en lugar de a la compañía. Estos privilegios de las empresas concesionarias no resultaron sin embargo ser desastrosos a largo plazo: las empresas estaban ansiosas por inducir a los colonos a sus tierras y por tanto les entregaban las tierras con un beneficio. El ácido limpiador del beneficio iba a disolver el incipiente feudalismo y monopolio territorial. Es verdad que el hecho del otorgamiento de tierras a la empresa absorbió terrenos por un tiempo y aumentó su precio para los colonos, restringiendo así el asentamiento respecto del que habría tenido lugar en libertad, pero los efectos cuantitativos no fueron muy graves.[4]

Breve ensayo bibliográfico

Al recomendar libros y referencias, el historiador está en una posición más feliz que sus colegas de filosofía política o ciencias sociales. Frente a estas otras disciplinas, un trabajo de historia no pierde la mayoría de su valor por errores en ideología o puntos de vista. Una obra histórica puede ser extremadamente valiosa a pesar de grandes diferencias en puntos de vista políticos e incluso históricos básicos, siempre que se centre en la cuestiones correctas y que su erudición sea sólida. Porque un libro así puede proporcionar los datos factuales, que son lo vital de la historia. Las siguientes referencias, por tanto, no constituyen en modo alguno apoyo a los puntos de vista básicos de los autores.

De hecho es la creciente pérdida de lo histórico lo que proporcionó mucha de la inspiración para el presente libro. Es raro en estos días encontrar una obra general de historia estadounidense que mantenga la riqueza de la narrativa y el registro vital de los hechos. En su lugar, aunque los historiadores hayan escrito excelentes monografías en áreas concretas, las obras más globales han sido o bien ensayos breves que presentan el punto de vista del autor o libros de texto notables por la creciente roñosería de su material. Tal vez se espere que los estudiantes universitarios de hoy en día sepan cada vez menos historia real en sus cursos. El resultado es una serie de opiniones no probadas, ad hoc, de los historiadores. Ese producto no presenta al estudiante o lector los datos factuales que apoyen las conclusiones del historiador o permitan al lector hacerse su composición de lugar con el material.

Como resultado de estas tendencias, el lector interesado en la historia estadounidense ya no está en disposición de encontrar esas obras de varios volúmenes tan completas del pasado, obras que no solo presentaban el punto de vista y conclusiones del autor, sino asimismo proporcionaban al lector los acontecimientos narrativos, las cosas de la propia historia que permitían al lector encontrar un punto de vista integrador respaldado por los datos y hacerse su composición de lugar acerca del pasado estadounidense. La presente obra trata de empezar a rellenar este hueco.

Siguen siendo útiles para el trasfondo europeo Edward P. Cheyney, European Background of American History, 1300–1600 (1904), así como J.H. Parry, The Age of Reconnaissance (1963) y Wallace Notestein, England on the Eve of Colonization, 1603–1630 (1951).

También la última obra de Carl Bridenbaugh, Vexed and Troubled Englishmen, 1500-1642 (1968).

La literatura sobre el puritanismo inglés y la Guerra de Secesión es enorme; tal vez los más útiles para ideas sobre el escenario de Nueva Inglaterra son las pro-puritanas The Century of Revolution, 1603–1714 (1961), de Christopher Hill [Publicada en España como El siglo de la revolución (Madrid: Ediciones Endymion, 1992)] y God's Englishman: Oliver Cromwell and the English Revolution (1970), también de Hill [Publicada en España como La revolución inglesa: 1640 (Barcelona: Anagrama, 1978)]  y el libro pro-niveladores de H.N. Brailsford, The Levellers and the English Revolution (1961).

 

 

Murray N. Rothbard (1926-1995) fue decano de la Escuela Austriaca. Fue economista, historiador de la economía y filósofo político libertario.

Este artículo está extraído del prólogo y primer capítulo de Conceived in Liberty, Volumen I, Parte I



[1] Henri Pirenne, A History of Europe (Nueva York: University Books, 1955), pp. 524–25.

[2] Ver Jelle C. Riemersma, “Economic Enterprise and Political Powers After the Reformation”, Economic Development and Cultural Change (Julio de 1955), pp. 297-308.

[3] Ver la penetrante explicación en Howard Mumford Jones, O Strange New World (Nueva York: Viking Press, 1964), pp. 162-179.

[4] Los defensores de la especulación con los terrenos antes de la colonización han afirmado que los especuladores (como las primeras compañías concesionarias) estimulaban el asentamiento con la esperanza de beneficios. Es verdad, pero no compensa la restricción neta de asentamientos en virtud de los otorgamientos de terrenos y el consiguiente aumento en el precio de territorio que habría sido gratuito en otro caso para los colonos. En un mercado libre, las mismas empresas podrían sencillamente haber prestado dinero para el asentamiento de los colonos y este crédito productivo podría así haber estimulado el asentamiento y producido un beneficio son las restricciones arbitrarias impuestas por los otorgamientos de terrenos.

Published Thu, Jul 21 2011 6:02 PM by euribe