La imposibilidad de un juicio justo

Por Clarence Darrow. (Publicado el 28 de julio de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5494.

[Resist Not Evil (1903)]

 

Las leyes naturales gobiernan el mundo. Es un error creer que la conducta del hombre está fuera de la ley natural. Le gobiernan las leyes del ser que mueven todo el mundo sensible. Su primer impulso es preservar su vida y el siguiente preservar la especie. La naturaleza implantó estos instintos tan profundamente en su ser que ninguna civilización puede arrancarlos. Destruir estos instintos sería destruir la raza humana.

El primer instinto del hombre es preservar su vida. Para hacerlo, debe obtener el alimento, refugio y vestido que le permiten vivir. Su esfuerzo constante ha sido obtener estas cosas con el menor gasto de tiempo y fuerzas. En un estado semicooperativo como el nuestro los más fuertes eligen las ocupaciones más fáciles y remunerativas que puede otorgarle la sociedad. Los menos afortunados, las siguientes mejores y así sucesivamente en la escala. En el lugar más bajo algunos se ven forzados a realizar trabajos abyectos, a la esclavitud en la práctica, a la mendicidad, al delito.

Los hombres no robarían ovejas si tuvieran terreno donde criar ovino. Los hombres no explorarían las casas de sus vecinos al caer la noche si las suyas estuvieran llenas y las mujeres no venderían sus cuerpos si la sociedad les dejara cualquier otra forma de vida suficientemente decente y agradable.

Incluso si los castigos por parte del estado pudieran justificarse, ningún hombre es lo suficientemente sabio o bueno como para administrar el castigo. Es la teoría del derecho la que por medio de su sabiduría mágica es capaz de fijar un código enumerando los actos que son suficientemente malvados como para constituir un delito y para cada uno de estos actos enumerados establece una sanación que se presume que es suficientemente severa y drástica para que de una forma misteriosa expíe, excuse, absuelva o al menos haga, de alguna manera, correcta, o indudablemente mejor, la comisión del acto.

El castigo debe derivar de la teoría de que hay quien es voluntariamente malo, está poseído por demonios, y el malo debe ser castigado cuando se comporta mal, para impedir que otros que son malos cometan delitos. Los hombres solo podrían ser castigados porque fueron voluntariamente malos. Si los hombres son en parte buenos y en parte malos no hay que castigarlos. ¿Cómo podrían la ley o los tribunales fijar la línea exacta de lo malo que podría ser un hombre como para merecer un castigo y de lo bueno para excusarlo? Tampoco es el acto el que debería castigarse, pues sería un código cruel y extraño de ética negativa el que dijera que un hombre debería ser castigado por un acto malo y no recompensado por uno virtuoso e incluso los jueces podrían encontrar difícil sopesar lo bueno y lo malo, y además ¿no dice la ley en su sabiduría que una acto malvado será castigado independientemente de sus consecuencias?

Puedo robar en la tienda de mi vecino por la noche y devolver lo robado por la mañana. Sin embargo soy un ladrón y mi lugar está en la cárcel. Puede reventar una caja fuerte y descubrir que está vacía, pero el delito se ha consumado y merece la penitenciaría. En cualquier caso merezco la penitenciaría porque mi corazón es malo. Así que la vieja teoría es la única en la que el creyente en el castigo podría basarse por el momento, en que algunos hombres son malos y algunos son buenos (al menos algunos son malos).

A la ley no le preocupan los buenos. Su cometido no es recompensar, sino castigar, no es el amor sino el odio. ¿Cómo puede el juicio humano determinar qué corazón es malo? Las vidas de los hombres son una extraña mezcla de pensamiento, motivo y acción: una mezcla infinita de bondad y maldad, ya que se supone que el hombre finito conoce la bondad y la maldad. Ninguna vida es completamente buena y ninguna vida es completamente mala. Una vida de grandes virtudes puede verse intercalada de vez en cuando con un acto malo. La ley saca lo malo e ignora lo bueno. Una vida yerma de bondad afirmativa real puede seguir estando libre de cualquier pecado positivo serio y así escapar a la condena del hombre y sus tribunales. La conducta que cae bajo la observación de otros no se debe tanto a la bondad o maldad del corazón como a la emoción o placidez de la naturaleza.

Al comparar la maldad de una vida contra la bondad, nadie puede dar el peso exacto de cada una, pues ningún hombre sopesa la dignidad o turbiedad moral con las mismas escalas. Tampoco puede determinarse la postura de un hombre hasta que acaba su vida. Actos que parecen malos, si se les deja desarrollarse, son a menudo medios para suavizar el corazón o desarrollar amor y caridad y humanidad, de construir realmente la moral digna de un hombre.

Pero ninguna persona puede ser juzgada ni siquiera por su conducta. La bondad y la maldad están ambas latentes en el hombre y este hecho demuestra el mal de la resistencia y la fuerza. Uno puede ser intrínsecamente bueno y vivir una larga vida y aún así no verse nunca tocado en el sitio correcto como para desarrollar su carácter y revelar al mundo su ser real. Hacen falta circunstancias, oportunidades y el atractivo adecuado para desarrollar lo mejor en el hombre, igual que para desarrollar lo peor en el hombre. Juzgar el carácter de un alma humana por un acto aislado sería tan imposible como juzgar su salud física probando solo su vista u oído.

Las primeras impresiones de cada persona demuestran lo a menudo que son realmente erróneas y lo mucho que dependen de las circunstancias de tiempo y lugar. Juzgar realmente el carácter de otro requiere un conocimiento casi infinito, no solo de sus acciones, sino de sus pensamientos y aspiraciones, sus tentaciones y entorno y toda circunstancia que constituya su vida.

Pero si la administración del castigo ha de depender de la bondad o maldad del hombre, entonces cada persona debe ser juzgada desde su propio punto de vista. El mérito o demérito de uno no depende de lo que hace, sino de su propósito y fin, de su deseo de hacer el bien o el mal. En resumen, de la condición de su corazón, que solo puede decirse en parte por sus actos aislados.

Cada persona tiene sus propias reglas de conducta y vida. Lo mejor que puede hacer cualquier alma humana es vivir y prosperar de acuerdo con su mejor concepción de la vida superior. A un hombre le parece inocuo un acto que para otro es un crimen horrible. Un hombre blasfemaría, pero bajo ninguna circunstancia pegaría a un perro o mataría una mosca. Uno podría cometer robos o incluso asesinatos por la misma fuerza de su amor. Repito que el carácter real (el mérito y demérito) no puede juzgarse excepto a la vista de la capacidad, la oportunidad, las enseñanzas de la vida. Ningún juicio honrado de la dignidad de ningún alma puede medirse sin un conocimiento completo de todas las circunstancias que han compuesto su vida y con este conocimiento el hombre que acuse no hará sino condenarse a sí mismo.

Pero incluso si todos los actos de la vida humana estuvieran abiertos a la vista del hombre, esto no serviría de guía alguna para el carácter verdadero. La misma tentación no atrae a todos por igual. Un hombre puede no ser tentado por la bebida y puede no caer nunca. Otro con un apetito procedente de algún ancestro remoto puede luchar con todas sus fuerzas y caer. La tentación de tomar propiedad por la fuerza no atrae a alguien que puede obtenerla por herencia o donación o fraude. El deseo de matar nunca remueve el alma del hombre plácido. Saber lo que significa requiere un conocimiento íntimo e infinito de toda emoción del alma, de toda fibra del cuerpo y la comprensión, no de cómo las tentaciones o inducciones que afrontó afectarían al juicio, sino cómo afectarían al hombre.

La ciencia ha determinado una forma de medir la estatura y anchura de una persona, de decir el color de sus ojos y pelo, de determinar la forma y contorno de su osamenta. Aún no ha encontrado la forma de mirar debajo de la osamenta y sopesar las acciones y responsabilidades de ese misterio oculto y enrevesado (el cerebro humano) o de mirar al hombre real, al alma humana, y juzgar si el Creador Infinito la hizo blanca o negra. Si todo hombre que realizara un juicio injusto sobre su igual debe ser condenado, ¿cuántos jueces se encontrarían tan vanidosos y locos como para revisar y condenar la obra de su Creador?

 

 

Publicado originalmente como capítulo 9 de Resist Not Evil (1903; 2011).

 

Published Fri, Jul 29 2011 5:49 PM by euribe