El acertijo del capitalista

Por Stephen Mauzy. (Publicado el 2 de deptiembre de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5572.

 

El capital empresarial es el ticket de entrada a las riquezas. Verdad. Después de todo, el capital empresarial conlleva cambio de valor inferior a superior para acabar satisfaciendo la demanda del consumidor. Cuanto más capital tengas, más demanda satisfarás y más dinero llegará a tu bolsillo. Sencillo.

¿Pero qué capital empresarial deberías tener? Es asombroso cómo se arrincona esta sencilla pregunta por parte de profesores universitarios y economista que hacen proselitismo sobre la necesidad de rebajar los tipos de interés para estimular la demanda empresarial. Como si invertir fuera algo insignificante, si no un sinsentido. Para el papanatas, cualquier inversión es una buena inversión.

Para el inverso real, la pregunta esencial es dónde y en qué invertir: el capital empresarial en manos erróneas es más un pasivo que un activo. Una reducción al absurdo mostrará lo que quiero decir: Pido prestados 400.000$ para comprar una cosechadora John Deere 9870 STS. Desde fuera, parece que tuviera un activo de 400.000$ en mi contabilidad, compensado con un aumento de 400.000$ en deuda a largo plazo. Desde el interior, no hay compensación. Tengo una deuda de 400.000$. No soy un granjero. No tengo ni idea de cómo emplear rentablemente la cosechadora.

Este “insignificante” asunto de la adecuación del capital que tanto molesta a los keynesianos es la misma base del éxito o fracaso en el mercado. Un granjero con suficiente terreno y suficiente densidad de trigo podría convertir la John Deere 9870 STS en una máquina de hacer dinero. En mis manos, una John Deere 9870 STS es en el mejor de los casos una violación del acuerdo de la HOA y mas probablemente un hito en el camino hacia la bancarrota.

El capital empresarial por sí solo es insuficiente para garantizar la prosperidad: el capital empresarial debe combinarse con la sagacidad emprendedora. ¿Pero qué es la sagacidad emprendedora? Puede decir lo que no es.

Un habitante de la ciudad que compre una cosechadora y un banco que dé dinero para la compra es una tontería, hasta que se bajen las cortinas y se entiendan los motivos. ¿Qué pasaría si se generara una escasez mundial de alimentos por el grano desviado hacia el etanol subvencionado por el gobierno? ¿Qué pasaría si la Reserva Federal inundara la economía con dinero barato? ¿Qué pasaría si el lobby de la maquinaria agrícola hubiera persuadido al gobierno de que había poca inversión en maquinaria agrícola, por lo que se necesitaban rebajas de 50.000$ y avales para préstamos en cosechadoras? ¿Qué pasaría si las cosechadoras se estuvieran revaluando un 14% anualmente?

Vemos el efecto dominó de malas decisiones empresarios convertidas en racionales pero bajo pretensiones falsas como las mencionadas antes: se produce demasiada inversión en cosechadoras; se contratan demasiados trabajadores para fabricar cosechadoras; demasiados especuladores principiantes compran cosechadoras; se producen demasiadas quiebras. (Sustituyamos ahora cosechadoras por casas).

Sin embargo, para los conectados políticamente, misión cumplida. Se ha producido más inversión: una cosechadora en manos de un urbanita, una clasificadora de papel en manos de un granjero, un lavadero de coches en manos de un dentista. No importa en realidad: todo es capital, capital que generó un brote de ingresos fiscales adicionales y aumentó permanentemente la marea de gasto público mientras creaba una horda de miseria para los engañados por falsas señales del mercado.

Los austriacos saben que la asignación importa y que la asignación con éxito difícilmente está asegurada, incluso cuando predomina la prudencia y la lógica.

Pensemos en el mercado bursátil: la versión original de value investing de Benjamin Graham y David Dodd, Security Analysis, escrita en 934 revelaba que una estructura financiera conservadora junto con el aumento en dividendos y ganancias y una baja relación entre precios y ganancia es más probable que produzca resultados remunerativos. Graham y Dodd llegaban a esa conclusión después de examinar miles de informes empresariales y realizar laboriosamente la aritmética para ver dónde se encontraban las empresas.

Security Analysis ofrece una sólida base investigadora, pero es incapaz de construir la estructura real, que es más a menudo inclinada que vertical. Si Security Analysis pudiera ofrecer más que una base, la riqueza de muchos inversores se aproximaría a la del pupilo más prolífico de Ben Graham, Warren Buffett. Se han dedicado a Buffett millones de palabras (tanto hagiografías como exégesis) y nadie aún ha reproducido su éxito.

Tampoco nadie reproducirá el éxito de Buffett, porque el éxito de Buffet no es más reproducible que el éxito de Graham, que Buffett ni siquiera intentó reproducir. Los detalles exactos de la vida de Bueffett son exclusivos, sus pensamientos exactos son exclusivos. No hay dos zeitgeist similares. Si Warren Buffett hubiera nacido en 1830 o en 2030 es poco probable que reprodujera él éxito del Warren Buffett nacido en 1930.

El pasado es imposible de repetir y aún así el gobierno y la hegemonía empresarial se centran principalmente en el pasado: nadie es capaz de descifrar el futuro o lo invisible, así que a ambos les preocupa afianzar más lo que se sabe que garantiza la sobreinversión en lo que se conoce: fabricación de automóviles, banca, agricultura, energías alternativas.

Por suerte, la supervivencia a través de la búsqueda de rentas y el corporativismo acaba fracasando. Por desgracia, prolonga la agonía y aleja al capital de la asignación empresarial dirigida por el mercado y anclada a la vida real (mucha de la cual también fracasará, pero de una forma mucho menos destructiva).

En resumen, el problema es confundir probabilidad de caso y probabilidad de clase. El emprendimiento es lo primero, pero la asignación de capital a menudo se promueve como lo segundo. Los profesores universitarios obligan habitualmente a los estudiantes a realizar análisis de escenarios, lo que implica crear falsas probabilidades de éxito. Los antiguos CEO de muchas grandes empresas han llevado a muchos mandos intermedios a creer que tienen una presciencia divina sencillamente porque tuvieron una racha de buena suerte. Sus autobiografías de encargo no son solo contenedores para su autoengrandecimiento, sino de ruinosas prácticas gestoras.

En Blink: The Power of Thinking Without Thinking [Publicado en España como Blink: el poder de pensar sin pensar (Madrid: Taurus, 2005)], Malcolm Gladwell cuenta una historia del hijo de George Soros que decía: “Mi padre se sentará y te dará teorías de por qué hace esto o aquello. Pero me recuerdo viéndolo de niño y pensando: Al menos la mitad de esto es una chorrada. Quiero decir, sabes que cambia su postura en el mercado o en lo que sea porque le empieza a doler la espalda”.

La cita es perspicaz (el éxito empresarial no puede atribuirse al cálculo de probabilidad de clase) pero también equívoca. Gladwell no diferencia el análisis reglamentado de los neófitos de la intuición de los profesionales expertos. Muchas decisiones intuitivas de éxito están respaldadas por años de experiencia y conocimiento, que no están documentados.

La imposibilidad de documentar y reproducir el éxito se pierde demasiado a menudo en incipientes directores, burócratas y empresarios. De hecho, cuanto más intentes copias las acciones de un empresario de éxito, más probable es que fracases. Tiempo, circunstancias, coincidencias, tecnología, épocas que permitieron a un emprendedor acumular una fortuna no existirán para el próximo emprendedor.

No hay nada seguro, pero el emprendimiento es menos incierto cuando los empresarios siguen al mercado, no a sus manipuladores en busca de retrasos.

Mises reconocía que poseer capital no es bastante: el capital deben dirigirlo los empresarios y a los empresarios deben dirigirlos las fuerzas del mercado. Igual de importante es que no debería engañarse a los empresarios para que crean (como hacen tantos economistas, analistas, académicos, burócratas y directivos) que el éxito en los negocios está asegurado a través del análisis de la probabilidad de clase. Cada aventura empresarial es única y cada posibilidad de éxito en incuantificable.

Esto me devuelve a la pregunta de qué es la sagacidad empresarial. El éxito empresarial, más a menudo que no, es sencillamente cosa de hacer lo que no están haciendo otros y hacerlo mejor de lo que lo hacen otros: repito que hacerlo mejor que el status quo es una tautología, porque hacerlo mejor es también hacer lo que otros no hacen.

 

 

Stephen Mauzy es analista financiero colegiado, escritor financiero y director de S.P. Mauzy & Associates.

Published Mon, Sep 5 2011 6:45 PM by euribe