Por Thorsten Polleit. (Publicado el
25 de abril de 2008).
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/2944.
Los seguidores cercanos de la obra
de Ludwig von Mises (1881-1973), uno de los principales pensadores de la
Escuela Austriaca de Economía, mantienen que la economía es una ciencia a
priori, “una ciencia a cuyas proposiciones puede darse una justificación lógica
rigurosa, lo que distingue a los austriacos, o más en concreto a los
misesianos, de todas las demás escuelas económicas actuales”.
De hecho, ese punto de vista
contrasta sobremanera con la situación actual de la economía de la corriente
principal, que ha caído víctima del hechizo del positivismo: en un intento por investigar la verdad de hipótesis en el campo de las ciencias sociales, los
positivistas declaran que haría falta medir las acciones de la gente y hacer
continuas pruebas empíricas (de
acuerdo con expresión “si-luego”), que permitieran así el progreso científico.
Sin embargo, la aproximación
positivista-empirista no cumple, ni puede cumplir, esta premisa. Promueve
doctrinas económicas falsas, al entender mal el estado lógico de la ciencia de la
economía. El positivismo-empirismo fomenta, hablando intelectualmente, una
deriva del orden del mercado, abriendo camino al colectivismo, el socialismo e
incluso el totalitarismo.
El positivismo-empirismo fomenta el
relativismo moral: niega cualquier verdad a priori de la realidad social de
la acción humana, adoptando la opinión de que “vale todo”. Como tal, el
relativismo social da ventajas a los enemigos del orden social libre. No hay
nada que pudiera, por norma, impedir que las recomendaciones derivadas de la
doctrina positivista-empirista violen los derechos
de propiedad de los individuos.
En 1945, Friedrich August von Hayek
(1899–1992) formuló las consecuencias de una filosofía social que ignore los
principios:
La aversión a principios generales y
la preferencia por proceder en cada caso particular, es el producto del
movimiento que con la “inevitabilidad del gradualismo” nos lleva de vuelta de
un orden social que se basa en el reconocimiento general de ciertos principios
a un sistema en el que el orden se crea por órdenes directas.
En prácticamente todos los países
desarrollados, la actividad del gobierno (medida, por ejemplo, en términos de
gasto público como un porcentaje de la renta total y el ámbito de la regulación
autoritaria) se ha venido expendiendo a costa de la libertad individual y el
orden del libre mercado, consentido (o incluso defendido públicamente) por
economistas de la corriente principal.
Por eso la obra de Mises sobre la
condición lógica de la ciencia de la economía ha de volver a recibir atención
pública: su obra realmente constituye el bastión intelectual contra la
degeneración del libre orden social. Así que, en lo que sigue, se revisarán
brevemente los fundamentos metodológicos de la economía austriaca.
Nuestro punto de partida es, y ha de ser necesariamente, el campo de la epistemología.
La epistemología como punto de partida
La epistemología es la rama de la filosofía que se ocupa del origen,
posibilidad, ámbito y base general del conocimiento
humano. Una de las cuestiones epistemológicas clave es ¿de dónde viene nuestro
conocimiento?
El racionalismo sostiene la opinión de que nuestro conocimiento está
basado en la razón. El conocimiento no nos llega a través de la experiencia (percepción sensorial). Se deduce
únicamente desde principios que posee previamente la mente humana.
El empirismo mantiene que nuestro conocimiento se basa en la
experiencia. Tiene su base en la idea de que todo lo que podemos conocer del
mundo es lo que el mundo se preocupa por contarnos y debemos observarlo
cuidadosamente.
El racionalismo no mantendría que
no podamos obtener ningún conocimiento de la experiencia. Sin embargo, cuando
uno empieza a ser científico, cuando hay que identificar reglas y leyes que se
apliquen universalmente, un racionalista argumentaría que la experiencia no
tiene la misma validez que el razonamiento
deductivo.
Dicho esto, uno puede confirmar
reglas y leyes por experiencia, pero se obtienen por deducción lógica de leyes superiores (generales), que ya están
contenidas en la razón. Aquí tenemos que echar un vistazo al gran filósofo Immanuel Kant (1724–1804)
y su revolucionaria Crítica
de la razón pura.
Las proposiciones
sintéticas a priori de Kant
Kant trató de resolver el problema
epistemológico demostrando que el conocimiento del ser humano de los objetos, o
de la realidad natural en general, no depende de los propios objetivos. Mantuvo
que los objetos empíricos dependen (algo paradójicamente) de nuestro
conocimiento sobre ellos.
Kant mantenía que la constitución
mental de los seres humanos revelaría el conocimiento. Ese conocimiento no nos
llega mediante la experiencia y al observación de la realidad. En realidad,
deriva de principios generales, que
poseen las mentes de los seres humanos antes de cualquier experiencia.
Kant hizo una distinción entre a priori y a posteriori. Lo primero se refiere a un juicio que expresa
conocimiento adquirido antes de cualquier observación, mientras que lo segundo
se refiere al conocimiento que se adquiere a través de la experiencia.
Es más, Kant marcó una distinción
entre juicios sintéticos y analíticos. Un juicio analítico se limita a la información ya contenida en la
definición de un concepto, mientras que un juicio
sintético significa que un juicio acerca de objetos ofrece información
sobre el sujeto bajo revisión.
Sus distinciones permiten las
siguientes cuatro combinaciones:
- Los juicios analíticos a posteriori no
pueden producirse, ya que nunca hay una necesidad de recurrir a una
experiencia en apoyo de una afirmación puramente explicativa.
- Los juicios sintéticos a posteriori son
las asuntos relativamente no discutibles que conocemos por medio de
nuestra experiencia sensorial.
- Los juicios analíticos a priori
incluyen todas las verdades lógicas y asuntos directos de la definición:
son necesariamente ciertos.
- Los juicios sintéticos a priori son el
caso crucial, ya que solo ellos podrían ofrecer nueva información que sea
necesariamente cierta.
Los juicios sintéticos a priori ni repiten el contenido de información
de las definiciones ni ofrecen nueva información acerca del asunto sobre la
base de la experiencia. Se refieren a características que la mente humana posee
antes de la experiencia y generan conocimiento derivado empíricamente,
contándonos la naturaleza del mundo, basándose en la propia razón
investigadora.
Así que la cuestión clave es cómo
podemos identificar la verdad de dichas proposiciones sintéticas a priori, dado
que la lógica formal no es suficiente y las observaciones son innecesarias.
Según Kant, la verdad de las proposiciones
sintéticas a priori puede establecerse definitivamente por axiomas materiales evidentes por sí mismos.
Una proposición es evidente por sí misma cuando no podemos negar su verdad sin
entrar en una contradicción: un intento de negar la verdad de una proposición
sintética a priori equivaldría a admitir que es cierta.
El axioma de la
acción humana de Mises
El “axioma de la acción” de Mises
(la proposición de que los humanos actúan) es una proposición sintética a priori verdadera. La proposición de que los
humanos actúan no puede refutarse, ya que tal negación es en sí misma una
acción. La verdad de la declaración no puede evitarse.
Todas las categorías a las que se
refiere la propia economía (valor, fines, medios, elección, costes, etc.) están
afectadas por el axioma de la acción de Mises. Solo pueden interpretarse si
suponemos que los seres humanos actúan. Son una verdad a priori, deducida
lógicamente del axioma de la acción.
Para Mises, la ciencia de la
economía sigue la disciplina de la lógica
aplicada y por tanto aplicó el término praxeología
(la ciencia de la lógica de la acción humana) para caracterizar la teoría de la
lógica de la acción humana.
Mises concluía acerca de la ciencia
de la economía:
Sus declaraciones y proposiciones no
derivan de la experiencia. Son, como las de la lógica y las matemáticas, a
priori. No están sujetas a verificación o falsificación basándose en la
experiencia y los hechos. Son ambas lógica y temporalmente antecedentes a
cualquier entendimiento de hechos históricos. Son un requisito necesario para
cualquier comprensión de acontecimientos históricos.
Hans-Hermann Hoppe explicó
sucintamente la gran idea de Mises:
La gran idea de Mises fue que el
razonamiento económico tenía su fundamento precisamente en esta comprensión de
la acción y que la condición de la economía como un tipo de lógica aplicada
deriva de la condición del axioma de la acción como una proposición sintética a
priori verdadera.
Algunos ejemplos de juicios a priori en economía
Consideremos algunas implicaciones
que pueden deducirse lógicamente del axioma de la acción humana de Mises.
Sabemos que los humanos actúan: es una proposición
a priori verdadera, ya que uno no puede lógicamente pensar que los humanos
no actúan.
La acción humana implica
lógicamente intercambio, ya que la
acción como tal es cambiar un estado de cosas por otro estado de cosas.
La acción humana tiene lugar en el tiempo. La mente humana no puede pensar
otra cosa. Si el hombre pudiera alcanzar sus fines deseados instantáneamente en
el presente, no habría ninguna razón para que actuara, pero, como sabemos,
actuar es necesario para la naturaleza humana: uno no puede pensar en un hombre
que no actúe.
El
tiempo es escaso, ya que el hombre es mortal. Y como hombre debe hacer uso
del tiempo para alcanzar sus fines, el
tiempo es un medio para alcanzar un fin deseado.
Al ser el tiempo un bien escaso, aparece
la necesidad de elegir una alternativa
entre diversos fines: la escasez significa que un fin solo puede alcanzarse
renunciando a otros fines.
Cuando decide buscar ciertos fines,
el actor debe asignar prioridades de
valor a los fines, lo que representa un proceso
de valoración.
El hombre que actúa debe tener una idea de cómo alcanzar sus fines
deseados. Si el hombre piensa que no puede alcanzar sus fines, no puede actuar.
Como, como se ha visto antes, no existe un hombre que no actúe.
Es más, la causalidad (que es el enlace entre causa y efecto) es una categoría
de la acción humana. Si no hay relación causal, el hombre no puede actuar (lo
que es imposible).
El
futuro del hombre es incierto. Si el hombre conociera su futuro, su acción
no podría cambiarlo y por tanto la acción humana atestigua que el futuro es
incierto para el actor.
Otra verdad relacionada con el
axioma de Mises de la acción humana es que solo
los individuos actúan. Conceptos como “gobierno”, “grupos” y “colectivos”
no existen por sí mismos. No tienen ninguna realidad: simplemente se basan en
las acciones de individuos.
Hoppe ofrece buenos ejemplos de
proposiciones económicas a priori de Mises:
La acción humana es una búsqueda
resuelta fines valorados con medios escasos. Nadie puede resolver no actuar. Cada acción se dirige a
mejorar el bienestar subjetivo por encima del que abrís sido en otro caso. Una
mayor cantidad de un bien se valora más que una cantidad menor del mismo bien. Se
prefiere la satisfacción antes a la satisfacción después. La producción debe
preceder al consumo. Lo que se consume ahora no puede consumirse en el futuro.
Si se rebaja el precio de un producto, se comparará la misma cantidad o más que
en caso contrario. Los precios fijados por debajo de los precios de liquidación
de los mercados acabarán llevando a escaseces duraderas. Sin propiedad privada
de los factores de producción no puede haber precios en los factores, y sin
precios en los factores es imposible la contabilidad de costes. Los impuestos
son una imposición a los productores o a los propietarios de riqueza y reducen
la producción o la riqueza por debajo de la que habría habido en caso contrario.
El conflicto interpersonal solo es posible siempre y cuando las cosas sean
escasas. Ninguna cosa o parte de una
cosa pueden ser propiedad exclusiva de más de una persona a la vez. La
democracia (el gobierno de la mayoría) es incompatible con la propiedad privada
(propiedad y gobierno individual). Ninguna forma de tasación puede ser uniforme
(igual), sino que cualquier tasación implica la creación de dos clases
distintas y desiguales de contribuyentes frente a receptores-consumidores de impuestos. La propiedad y los títulos de
propiedad son entidades distintas y un aumento de los últimos sin un aumento
correspondiente de los primeros no aumenta la riqueza social sino lleva a una
redistribución de la riqueza existente.
El dualismo
metodológico de Mises
En su libro Teoría e historia, Mises, al principio, se ocupa del asunto del dualismo metodológico: la idea de que
las acciones humanas no pueden analizarse de acuerdo con los métodos aplicados
a las ciencias naturales, en los que el positivismo-empirismo se ha convertido
en la postura dominante.
Murray N. Rithbard apuntaba que los
objetos de las ciencias naturales (piedras, planetas, átomos, etc.) deferirían
radicalmente de los seres humanos, ya que “la esencia de los seres humanos es
que tienen objetivos y propósitos y que tratan de alcanzar esos objetivos.
Piedras, átomos y planetas, no tienen objetivos ni preferencias; por tanto, no eligen entre cursos alternativos de
acción”.
Y posteriormente:
puede investigarse átomos y piedras, cartografiar
su curso y marcar y predecir sus rutas, al menos en principio, hasta los detalles
cuantitativamente más minuciosos. Con la gente no se puede; cada día, la gente
aprende, adopta nuevos valores y objetivos y cambia de ideas; la gente no puede
clasificarse y predecirse como se puede hacer con los objetos sin mente o sin capacidad
de aprender y elegir.
La aproximación metodológica que
sigue hoy la economía de la corriente principal (siguiendo a las aplicadas en
el campo de las ciencias sociales) es el empirismo. Mises rechazaba esta
aproximación basándose en la incompatibilidad de las materias sujeto de las dos
disciplinas.
Las ciencias naturales se basan en
experimentos de laboratorio: el efecto de los cambios de un elemento individual
en otros elementos puede observarse aisladamente. El investigador hace una
hipótesis y hacen falta observaciones para descubrir si tiene razón o no.
La aproximación empírica equivale a
dedicarse a un inacabable procedimiento de prueba y error. Una aproximación así
rechazaría la idea de un vez establecida de una vez y para siempre en las
proposiciones, lo que hoy se expone probablemente de la mejor manera en el
(casi nihilista) razonamiento de Sir Karl Raimund Popper
(1902–1994).
Popper sugería que una hipótesis no
puede verificarse (que es criticable mediante la observación) de una vez y para
siempre, ya que ninguna cantidad finita de observación podría nunca demostrar
su corrección. Puede mantenerse provisionalmente una teoría hasta que acabe
falsándose: en ese sentido, el verdadero
conocimiento es provisional.
Sin embargo, esta postura es
incompatible con la economía, ya que “no puede realizarse ningún experimento de
laboratorio respecto de la acción humana, Nunca estamos en disposición de
observar el cambio solo en un elemento, permaneciendo inalterables todas las
demás condiciones del evento”.
Primero, las pruebas empíricas se
basan en datos históricos, que deben formar las bases de la aproximación
empírica a la ciencia social. Estos datos son contingentes ya que siempre son resultados de fenómenos complejos.
Segundo (y esto es categóricamente
distinto de las leyes naturales), la gente puede aprender y aprende de la
experiencia y tiende a cambiar sus escalas de valores y preferencias. En
consecuencia, uno no puede suponer relaciones invariables en el tiempo entre
causas y efectos, como pueden observarse en las ciencias naturales.
Si la economía en un ciencia
lógicamente deductiva a priori, como estableció Mises, ¿entonces cuál es el
papel de las pruebas empíricas, un procedimiento que ha obtenido un estatus
central en las ciencias económicas actuales? Cualquier esfuerzo de probar
empíricamente verdades deducidas lógicamente sería ilustrativo de una confusión
intelectual.
Tomemos una proposición sintética a
priori como el teorema de Pitágoras: a2 + b2 = c2.
¿La prueba empírica de este teorema deducido lógicamente produciría algún
conocimiento adicional? No, cualquiera de esos trabajos será en vano y una
señal de un estado de desorientación intelectual. Esto es también cierto para
trabajos dirigidos a probar proposiciones económicas derivadas lógicamente.
Tomemos, por ejemplo, la ley de la utilidad marginal decreciente.
Ésta sostiene que si la oferta de un bien aumenta en una unidad, el valor
asociado a esta unidad nacional debe necesariamente
decrecer, porque esta unidad adicional solo puede emplearse como un medio para
alcanzar un objetivo que sea menos
valioso que el objetivo manos valorado satisfecho por una unidad de tal
bien si la oferta fuera una unidad menor.
La doctrina empirista-positivista lleva al relativismo social
Basar la economía en la doctrina de
empirismo es, de hecho, una empresa errónea que lleva a resultados falsos ya
que el empirismo sufre de serias deficiencias lógicas. El empirismo sostiene
que nada puede conocerse antes de realizar pruebas empíricas. ¿Pero cómo
podemos llegar a esa conclusión?
No puede deducirse de hacer
observaciones de la realidad: el empirismo es supuestamente la única fuente de
conocimiento. Si suponemos que la premisa del empirismo es categóricamente
verdad (esto significa que podemos decir algo que es verdad a priori acerca de
cómo se relacionan ciertos eventos) traicionamos la tesis empirista, que es que
todo conocimiento es hipotético por naturaleza. El empirismo no puede
proporcionar conocimiento a priori, como (implícitamente) profesa hacer.
Es más, el empirismo afirma ser
capaz de observar y medir la acción humana. Sin embargo, estos conceptos no
pueden deducirse de la propia acción, como dice el empirismo. De hecho,
requieren una comprensión al observar y medir a la gente. De nuevo, el
empirismo debe admitir que echa mano de conocimiento que se basa en la
comprensión en lugar de en la observación.
De hecho, el empirismo lleva una
semilla destructiva: al rechazar la posibilidad de cualquier verdad a priori,
el empirismo fomenta poner en práctica todo tipo de hipótesis, por muy mal
ideadas que estén. Para los positivistas, no hay razón para rechazar ninguna
hipótesis desde el principio: se adscribe al lema “vale todo” y quiere dejar
que la experiencia decida. En ese sentido, la doctrina empirista-positivista
lleva a un dañino relativismo social.
Mientras que la aproximación
empirista podría ser relativamente inocua en el campo de las ciencias naturales,
sus consecuencias en las ciencias sociales son un asunto completamente
distinto. Por ejemplo, si una hipótesis predice efectos que se consideran
ampliamente como deseables, los defensores del empirismo en el campo de la
economía tienen una justificación para probarla y ver qué pasa.
Sin embargo, si el resultado no es
el predicho, el empirismo no permite rechazar la hipótesis como errónea. De
hecho, el empirismo inmuniza la hipótesis al decir que el experimento falsado
fue accidental, sugiriendo que continuar experimentando probaría su verdad. O
alternativamente, el positivista sostendría que el fracaso de la hipótesis se
debió a factores (incontrolados (omitidos), reclamando por tanto apoyo para
continuar en lugar de detener la experimentación
social.
Puede esperarse que los defensores
de la doctrina empirista-positivista provengan predominantemente del campo de
los ingenieros sociales: el grupo de
personas (que son el gobierno y todos
sus defensores intelectuales) que
quieren aumentar su poder por encima de otros miembros de la sociedad.
Ingeniería social en la oferta monetaria – Un buen ejemplo
Tomemos, por ejemplo, la verdad a
priori de que cualquier aumento en la oferta monetaria reduce el valor de
intercambio del dinero, como se deduce del axioma de la acción, y que una
política pública dirigida a estabilizar el valor del dinero es una empresa
imposible con consecuencias desastrosas.
Para empezar, el dinero es un bien,
y, como cualquier otro bien, está sujeto a la ley de la utilidad marginal decreciente. Esta última sostiene que
la utilidad marginal de una unidad monetaria en manos de un agente del mercado
disminuye siempre y cuando las existencias de moneda aumenten (siendo igual
todo lo demás).
Como consecuencia, bajo un régimen
de oferta monetaria que permita un aumento en el tiempo de dicha oferta
monetaria (ya sea un dinero en libre mercado o dinero controlado por el
gobierno) el valor de intercambio del dinero no puede permanecer estable. Los humanos
actúan.
Actuar implica cambio en las
preferencias y en las valoraciones de la gente de los bienes y servicios. El
dinero no es una excepción. De hecho, incluso si las existencias de dinero
permanecen invariables, debemos esperar que su valor frente a otros bienes cambie
con el tiempo, debido al innegable hecho de que los humanos actúan.
Mises, partiendo de la obra de Carl Menger (1840-1921), demostró
lógicamente con su teorema de la regresión
que el dinero solo puede originarse a partir del trueque en un mercado libre,
que el dinero tiene un componente histórico. Por tanto, el dinero puede
remontarse a la acción humana. No puede establecerse
por acción coactiva del gobierno.
Esta idea tiene consecuencias
importantes para el orden monetario.
Mises era consciente de que todo lo
que hace falta para el cálculo económico
(para el que el dinero es una herramienta indispensable) es evitar
fluctuaciones grandes y abruptas en la oferta monetaria. Ofrecía una base
lógica de que el mercado puede proveer dicho medio de intercambio, sin ninguna
necesidad de intervencionismo del gobierno.
Sin embargo, la doctrina
positivista-empirista apoyaba la idea de reemplazar el orden monetario del libre
mercado por un monopolio público de oferta monetaria: hizo popular la idea
ilusoria de que el dinero estable
sería un requisito deseable e indispensable para el cálculo económico y que
solo el gobierno, y no el libre mercado, podría ofrecer dicho dinero.
Sin embargo, el dinero estable es,
sin ninguna duda lógica, incompatible con el axioma de la acción humana:
La idea de hacer estable el poder
adquisitivo no deriva de esfuerzos por hacer más correcto en cálculo económica.
Su origen es el deseo de crear una esfera ausente del flujo incesante de
actividades humanas, un ámbito al que no le afecte el proceso histórico.
Como se deduce del axioma de la
acción, no puede haber dinero estable. El control público de la existencia de
dinero no solo fracasa en el cumplimento de sus promesas, sino que también se
convierte en la misma fuente de crisis económicas, abriendo el camino hacia
dosis cada vez mayores de interferencia del gobierno con el orden del libre
mercado (como se indica en la teoría monetaria austriaca del ciclo económico).
Si el dinero debe derivar de un
producto que sea dinero, el control del gobierno sobre la oferta monetaria no
puede establecerse lógicamente sin una violación de los derechos de propiedad y
solo a costa de eficiencias económicas:
Un plan del gobierno respecto de la
determinación de la cantidad de dinero no puede ser nunca imparcial y justo
para todos los miembros de la sociedad. Cualquier cosa que haga el gobierno en la
búsqueda de influir en el grado de poder adquisitivo depende necesariamente del
juicio personal de los gobernantes. Siempre antepone los intereses de algunos
grupos de gente a costa de otros. Nunca sirve a lo que se llama la riqueza
común o bienestar público.
Mises era muy consciente de las
consecuencias de las desigualdades y crisis económicas que crea el gobierno,
ambas resultado directo de teorías que ignoran el apriorismo en la ciencia de
la economía: es decir, gente desencantada del capitalismo. Ésta vería el
intervencionismo económico (muy ayudada por el sentimiento anti libre mercado
de la gente) como una solución a las crisis en lugar de su misma causa,
invitando a dosis aún mayores de control público sobre el individuo.
La necesidad de volver al apriorismo de Mises
La doctrina positivista-empirista,
que forma el núcleo de la economía actual de la corriente principal no es solo
un fracaso intelectual: también fomenta (realmente provoca) el relativismo
social, abriendo así la puerta a políticas contra el libre mercado, que, una
vez puestas en marcha, son difíciles de refrenar. En ese sentido, el
positivismo es, puesto en práctica, una doctrina anticapitalista.
Una vuelta a la gran idea
intelectual de Mises (es decir, que puede darse a la economía un fundamento
rigurosamente lógico, como epitomiza su praxeología) parece ser necesaria para
impedir mayores daños al ideal de la sociedad libre.
Thorsten Polleit es Profesor Honorario
en la Escuela de Finanzas y Gestión de Frankfurt.