Por Michel Accad. (Publicado el 9 de septiembre
de 2011)
Traducido
del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5582.
* Traducción de Carlos Santana.
Los
economistas neoclásicos como Kenneth
Arrow y Joseph Stiglitz, nos dicen que el Mercado de la atención sanitaria es
imperfecto (o “Pareto ineficiente”), lo que significa que la asignación de los
servicios no es óptima desde el punto de vista del bienestar social. Apuntan a
la asimetría de la información como
una causa importante de esta imperfección: los pacientes no pueden distinguir
por su cuenta entre un médico y un charlatán, el cirujano y el carnicero, el
remedio y el aceite de serpiente, el hospital y la cooperativa. Esto puede
llevar al riesgo moral, donde quien
tenga más conocimiento puede proveer servicios de inferior calidad impunemente.
Para
proporcionar la necesaria contrapartida a esta “brecha del conocimiento”, los
expertos deben estar a cargo de las instituciones sociales, para que indiquen a
los pacientes adónde ir, a quién acudir, cómo debe ser tratado y a qué
costo. Este ha sido el principal y
prácticamente indiscutible argumento de la legislación de salud en los últimos
100 años. En un famoso artículo que
escribió sobre el tema en 1963, Arrow declaraba: “Es el conceso social general,
claramente, que la solución de
laissez-faire para la medicina es intolerable.”
Pero para
quienes se pregunten cómo se estableció firmemente el “consenso social”, o lo
intolerable de la “solución del laissez-faire”, un breve folleto escrito en
1926 puede ser instructivo. El Sketch of
the History of Mayo Clinic and Mayo Foundation [Bosquejo de la historia de la Clínica Mayo y la Fundación Mayo], es
un relato un producido por Mayo “simplemente para registrar en orden
cronológico los hechos principales de las dos instituciones”.
Un hecho
que llama la atención es la carrera profesional de William W. Mayo, fundador de
la clínica. Mayo comenzó a practicar de en Minnesota en 1855 y, durante un
tiempo, fue cirujano con un grupo de colonos, con frecuencia ocupado en la
guerra de guerrillas con los indios sioux. La propia señora Mayo, al parecer, no vaciló en utilizar la horca
para disuadir a los nativos americanos de atacar a su pueblo. Cuando los
combates disminuyeron, los Mayo se trasladaron a Rochester, donde William Mayo
estableció su consulta privada. Mayo había estudiado química en Manchester con
el famoso John Dalton, pero después de mudarse a Estados Unidos, su formación
médica consistió en un aprendizaje de dos años en Indiana y uno de cuatro años
de educación formal de medicina en la Universidad de Missouri.
Mayo
estaba interesado en aplicar los últimos descubrimientos de la ciencia médica.
Fue el primer médico en occidente en utilizar el microscopio para el trabajo
clínico. En 1871 realizó un posgrado en el Bellevue Medical College de Nueva
York, y se convirtió en un pionero de la cirugía abdominal. Era un ávido lector
y contribuyó con frecuencia a la literatura médica sobre una variedad de temas.
Sorprendentemente, sin embargo, el patrono de la famosa clínica no tenía una
licencia médica.
Un
aspecto singular de la medicina estadounidense de la segunda mitad del siglo XIX
es la ausencia casi completa de regulación. Si bien las normas de concesión de
licencias de manera moderada habían sido adoptadas por la mayoría de estados de
la Unión después de la revolución, estos débiles requisitos desaparecieron finalmente
durante la expansión del país hacia el oeste. En el libro Medical
Licensing in America, el historiador Richard Shryock atribuyó este
“deterioro” en parte al “anti intelectualismo” jacksoniano y lamentaba que
Para la
década de 1850, cuando las autoridades alemanas estaban estableciendo normas
uniformes y cuando el gobierno británico estaba dando los primeros pasos hacia
el control nacional, la situación en Estados Unidos parecía estar llegando a su
punto más bajo.
De hecho,
apenas algo más que unos meses de aprendizaje se necesitan para presentar
cualquier persona que tenga la credibilidad necesaria para colocar una teja y
empezar a practicar. Es más, el siglo XIX vio el surgimiento de una serie de
escuelas de medicina alternativa como la homeopatía, el grahamismo, el vegetarianismo,
el eclecticismo, y así sucesivamente, cuyos practicantes demandaban un status
terapéutico igual a las personas capacitadas en escuelas “regulares”. Este caos
de “doctor come a doctor” fue verdaderamente único en la historia de la
medicina occidental, pues todo el resto del mundo desarrollado, la producción
de los médicos siempre había sido más rígidamente controlada por el estado o la
iglesia.
La
familia Mayo experimentó de primera mano los desafíos de este mercado altamente
competitivo. La clínica tuvo su inicio después de que un ciclón devastara la
ciudad de Rochester. El protestante Dr. Mayor se asoció con las monjas
católicas del convento de las Hermanas de San Francisco para construir un
hospital, el de Santa María, que más tarde se convertiría en el núcleo de la
institución. En el momento de su inauguración en 1889, sin embargo, el hospital
tuvo que lidiar con las crecientes tensiones entre católicos y protestantes, y
algunos años más tarde los Mayo se encontraron con la construcción de un
hospital homeopático rival, que tenía el respaldo de la ciudad y la prensa.
Como
apuntaban los autores del Bosquejo:
En 1893,
casi al mismo tiempo de que se concluyera y abriera a los pacientes la primera
sección de la Santa María, la propaganda de la American Protective Association
recorrió otra vez el noroeste. Varios ministros protestantes y sus
congregaciones en Rochester entraron a la campaña. El Hospital Santa María fue
anatematizado como una agencia católica y a los pacientes se les aconsejó no ir
allá para recibir tratamiento. Los médicos homeópatas de la ciudad, que se
habían hecho visibles como defensores de la propaganda, iniciaron la
construcción de un hospital conocido como el Hospital de Riverside. Los
periódicos locales estaban llenos de noticias sobre el nuevo hospital, su
comité, funcionarios y personal. En medio de la excitanción, la atención del
público volvió a los doctores Mayo, que se habían negado a asociarse al nuevo
hospital o a operar a los pacientes que insistieran en ir allí. Como era de
esperar, esto trajo sobre sus cabezas una avalancha de abusos.
Pero a pesar de la “avalancha de abusos” los Mayo y las
monjas continuaron trabajando duramente, sirviendo a la comunidad en la medida
de sus capacidades. Debido a que era la política comercial de William W. Mayo
que “cada paciente debería pagar de acuerdo a sus medios” el 30% de los
pacientes de la clínica fueron tratados de forma gratuita, y otro 25% “casi al
costo”.
Con infatigable energía, conocimiento o aplicado de las ciencias emergentes y
genuina preocupación por los seres humanos, los Mayo construyeron una
institución cuya reputación creció a un ritmo sorprendente, mientras que el
hospital rival poco a poco salió del negocio. Con el cambio de siglo, la Clínica
Mayo se había convertido en un importante centro médico al que acudían
pacientes de todo el estado y el país.
Pero, ¿qué milagro se hizo en las comunidades agrícolas de
la atrasada Minnesota para encontrar una manera de cerrar la brecha del
conocimiento sin ayuda de consejos médicos, licencias del estado, normas de
seguridad, organismos de certificación, certificaciones de calidad o activismo
multicultural? El fenómeno es inexplicable según la economía del bienestar, que
pasa por alto que es precisamente en el
ámbito del laissez-faire donde la habilidad, la innovación y la caridad, son las
mejores oportunidades contra de la codicia, los prejuicios y la incompetencia.
Pero para aquéllos que invierten en la teoría y la práctica de la ingeniería
social, esta perspectiva optimista puede ser demasiado difícil de soportar.
Michel Accad es medico cardiólogo y de medicina interna en
una clínica privada en San Francisco. Vea su blog, Alert & Oriented.