Por William L. Anderson. (Publicado
el 29 de junio de 2000)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/449.
Después de haber escrito un
artículo apuntando que las leyes antitrust son malas para nuestra economía,
recibí la siguiente carta:
Mr. Anderson,
Leí su columna publicada en Mises.org
titulada “Economistas y antitrust”.
Aunque su argumento es sólido aparentemente, me gustaría que me diera una breve
explicación de cómo un negocio de propiedad privada/pública, utilizando el
poder de sus superiores recursos económicos, no se convertiría en monopolista y
destruiría la atmósfera competitiva de un mercado de libre empresa.
Tengo sentimientos encontrados sobre
la tendencia monopolística de empresas que se aproximan al tamaño del Leviatán
para controlar el mercado en el que se encuentran sus intereses. Podría
asimismo añadir que me opongo a la división de Microsoft Corporation como un
ataque a la propiedad privada. Solo necesito más claridad sobre los beneficios
de abolir la Ley Sherman Antitrust.
Bill.
Querido Bill:
Gracias por tu carta. Tus
preocupaciones se repiten mil veces diariamente en la prensa, en las oficinas
del gobierno y en las aulas. El escenario imaginado es como sigue: La Empresa
X, que empieza como un pequeño negocio, con el tiempo se convierte en un
gigante. A medida que la Empresa X se hace más grande. Empieza a obtener cada
vez más control sobre el mercado en el que vende.
Desgraciadamente, en algún momento
este negocio en un tiempo pequeño se ha convertido ahora en un gigante que
dicta casi todo a los consumidores a los que una vez sirvió. La transformación
se ha completado. La empresa “controla” precios, producción y precios de los
recursos que afectan a su mercado. En ese punto, salvo que intervenga el
gobierno para detener esta locura, los compradores estarán a merced de la
Empresa X.
El estado de cosas precedente me
recuerda algo que dijo una vez Will Rogers sobre Herbert Hoover: “¡No es lo que
no sabe lo que me preocupa, sino lo que sabe que no es así!” Una y otra vez
creemos que hemos observado estas acciones en una empresa, pero, en realidad,
la verdad es muy diferente. Me gustaría explicar por qué es así.
Los economistas Ludwig von Mises y
Murray N. Rothbard, ambos de la Escuela Austriaca, apuntaron muchas veces en
sus escritos y discursos que las empresas solo pueden prosperar en un mercado
libre si sirven a sus consumidores. Una empresa que no proporcione a sus
clientes lo que quieren mirará a otro lado, algo que pronto se mostrará en los
lamentables balances de la empresa.
Mises llamó a este fenómeno la
“soberanía del consumidor”, pero Rothbard dio la descripción superior al
llamarlo la “soberanía del individuo”. Es decir, los individuos en un mercado
libre son libres de hacer elecciones que satisfagan sus necesidades y deseos.
Sin embargo, podrías añadir, ¿qué
pasa cuando una empresa se hace tan grande que “controla” el mercado en el que
vende? De hecho, el gobierno utiliza ese miedo para justificar su intervención
en el mercado bajo el disfraz de la acción antitrust. Aquí el gobierno dice que
está usando sus poderes coactivos para obligar a competir en una situación
económica en la que el monopolio sería de otra forma la norma. Estoy en
desacuerdo y explicaré por qué.
Primer, déjame cuestionar esta idea
de que una empresa pueda “controlar” un mercado. Por ejemplo, tomemos el hecho
de que alrededor del 70% de todos los televisores a color vendidas en este país
se venden a travésd e Wal-Mart o su subsidiaria Sam’s Club. Podemos describir
ese fenómeno de una de estas dos maneras: (1) Wal-Mart controla el 70% del
mercado de los televisores a color en este país; (2) Alrededor del 70% de los
estadounidenses que compran televisores a color eligen libremente comprarlos a
Wal-Mart.
Ambas frases describen el mismo
hecho. Sin embargo, ¿cuál describe mejor las elecciones y hábitos de los
consumidores. Wal-Mart, en realidad, no “controla” ningún aspecto de ese
mercado. Por el contrario, la gente elige comprar más televisores a Wal-Mart
que a sus competidores porque los consumidores ven precios más bajos y mejor
servicio, por no mencionar la comodidad que supone Wal-Mart. Wal-Mart puede tener
la mayor porción del mercado actualmente, pero eso no significa mucho.
Recuerdo que cuando estaba en el
instituto y la universidad, General Motors era la mayor vendedora de
automóviles del mundo. La gente hablaba de General Motors como un monopolio e
incluso reaccionaba con horror cuando el entonces presidente de la empresa
declaraba: “Los que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos”.
Mi maestro me aseguraba que GM tenía un dominio completo sobre todos nosotros y
tenía que ser detenida por un estado niñera.
Parece que mientras GM produjo
automóviles que quería la gente, GM estuvo en lo alto, pero a finales de la
década de 1970, los consumidores de EEUU declararon que sus preferencias iban
por otro lado, ya que compraban coches japoneses por un tubo. De repente, las
empresas automovilísticas de EEUU no eran gigantes monopolistas succionando la
sangre de todos sino que representaban un “industria en dificultades” acosada
por la “competencia depredadora” del exterior. El sector automovilístico
necesitaba nuestra ayuda en forma de exenciones fiscales, cuotas de importación
y requisitos de que las agencias públicas solo compraran vehículos nacionales.
Recordaba a 1984 de George Orwell
cuando el Gran Hermano informaba a los ciudadanos de Oceanía que Goldstein les
había engañado para creer que estaban en guerra son el enemigo equivocado.
¿Es teóricamente posible que sin
embargo una empresa pueda “controlar” un mercado entero y acaparar todos los
recursos que se necesitan para ese mercado? Ésa parece ser tu pregunta y puedo
responder con un sonoro ¡No!
De nuevo apelo a Murray Rothbard,
que observaba que una empresa que monopolizara todos los recursos relevantes
afrontaría lo que Mises llamaba el “problema del cálculo socialista”. Aunque
algunos recursos son especializados, otros pueden usarse para muchos fines.
Para que una empresa monopolice todos los recursos en un sector, debería tener
que eliminarlos de usos competidores. Este escenario es altamente improbable,
porque el proceso de oferta se convertiría en fiero, empujando al alza los
precios de los factores hasta niveles prohibitivos. Así que la única forma de
que empresa fuera entonces rentable sería que los consumidores estuvieran
dispuestos a pagar precios por los productos de la empresa que pudieran cubrir
todos los costes del factor. Esto requeriría una curva de demanda casi
vertical, lo que significaría que no habría absolutamente ningún sustitutivo
para el producto en cuestión.
Sinceramente, no conozco ninguna
situación como la que acabo de describir. Puedo pensar en la electricidad como
una necesidad, pero si tuviera que pagar 1.000$ al mes por el privilegio de
tener luz eléctrica en mi pequeño hogar, podría preferir usar velas en su lugar
o sencillamente irme a la cama en cuando haya oscuridad.
Si una empresa monopolística fuera
repentinamente capaz de apropiarse de todos los recursos relevantes, seguiría
afrontando el problema de dar precio a esos factores de producción. Sin un
mercado de factores (que sería el caso según se deduce de tu carta), la empresa
está literalmente volando a ciegas. Mises predijo que los países socialistas
afrontarían este problema del cálculo y tenía razón. Su alumno, Rothbard, fue
capaz de ver el derrumbamiento final del sistema socialista, que cayó por su
propio peso de incompetencia económica.
¿Puede una empresa informática
convertirse en el monopolio depredador puro que describes? Piensa en esto: el
material más importante en las telecomunicaciones modernas es la arena.
Internet como la conocemos hoy no sería posible sin fibras ópticas y el chip
informático de silicio y ambos se fabrican a partir de esa cosa común que se
mete en nuestros zapatos en la playa. ¿Realmente pensamos que una empresa pueda
monopolizar toda la arena del mundo?
A nuestros representantes políticos
no les interesa escuchar estas cosas, por supuesto. Por el contrario, les
gustaría que creyeras que su intervención en las actividades del mercado
generará mejores alternativas y precios más bajos para ti y para otros
consumidores. Espero que tomes sus palabras con pinzas. La intervención
política en la actividad del libre mercado no puede, por definición, aumentar
la competencia y generar precios más bajos.
Espero haber sido capaz de
responder a tus preguntas de forma satisfactoria. Hay por ahí numerosos mitos
económicos y espero haber dañado algo a algunos de ellos.
Atentamente,
William L. Anderson
Departmento
de Economía
North Greenville
College
William Anderson es investigador
adjunto del Instituto Mises y enseña economía en la Universidad de Frostburg
State.