Por Wendy McElroy. (Publicado el 14 de septiembre
de 2011)
Traducido
del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5651.
El mes
pasado, un tribunal internacional de derechos humanos abofeteó a Estados Unidos
con una resolución de cara a la galería sin fuerza legal. La Comisión
Interamericana de Derechos Humanos entendía que Jessica Lenahan podía demandar
al departamento de policía de Castle Rock, Indiana, por su rechazo en 1999 a
aplicar una orden de alejamiento contra su esposo separado. Los tribunales
estadounidenses habían rechazado su demanda.
La
decisión del tribunal ha reiniciado la discusión de una tragedia de décadas.
Pero el tema se
presenta como una exposición de las políticas de violencia doméstica de
Estados Unidos. Es más apropiadamente un ejemplo de la extrema desconexión
entre el público y la policía en lo que se refiere a prevenir la violencia. El
público grita: “¡Es vuestro trabajo!” La policía replica: “Díganselo al juez”.
Y los jueces estadounidenses han decidido constantemente que la policía no
tiene obligación de protegerte.
La
resolución del tribunal revela una confusión común acerca del propósito de las
fuerzas de orden público en Estados Unidos. Lenahan reclama que la policía tiene
una obligación legal de protegerla de la violencia y por tanto que fue
delictiva en su tarea. En realidad, proteger a la gente no es la misión de las
fuerzas de orden público. Su propósito es aplicar la ley, administrar la
voluntad del estado.
¿De donde
procede esta visión casi esquizofrénica de las fuerzas de orden público? El
caso Lenahan ofrece algunas pistas.
Historial del caso
El 22 de
junio de 1999, el marido separado y padre Simon Gonzales secuestró a sus tres
hijas a pesar de una orden de alejamiento activa contra él. Frenéstica, su
esposa Jessica (entonces Gonzales) telefoneó a la policía siete veces y acudió
a la comisaría pidiendo ayuda. A pesar de que había una orden de alejamiento es
ésta había sido violada, la policía rechazo prestarle más atención que la
simbólica, creyendo que Simon no era violento. 24 horas después, se encontraron
los cadáveres de tres niñas en la parte trasera de su furgoneta y Simon moría
en un tiroteo con la policía.
Jessica
presento una demanda de 30 millones de dólares contra la ciudad de Castle Rock,
acusando a la policía de violar su derecho a un proceso debido de la
Decimocuarta Enmienda. La cláusula de proceso debido de la Enmienda reza, en
parte:
Ningún
Estado podrá crear o implementar leyes que limiten los privilegios o
inmunidades de los ciudadanos de los Estados Unidos; tampoco podrá ningún
Estado privar a una persona de su vida, libertad o propiedad, sin un debido
proceso legal; ni negar a persona alguna dentro de su jurisdicción la
protección legal igualitaria.
Esencialmente,
Jessica argumentaba que la negación del departamento de policía a aplicar una
orden de alejamiento violaba un derecho constitucional a la protección.
El caso
siguió su curso hasta el Tribunal Supremo de EEUU. E 27 de junio de 2005, el
Tribunal Supremo rechazó Castle Rock vs.
Gonzales basándose en que no había ningún derecho constitucional a la
protección policial.
Según la
ley de Colorado, la policía ha de “usar todos los medios razonables para
aplicar una orden de protección”. Sin embargo, el Tribunal Supremo sentenció
contra la ley estatal. La mayoría sostuvo que:
La ley de
Colorado no ha creado un derecho personal a la aplicación de órdenes de
alejamiento. No parece que la ley estatal haya hecho realmente obligatorio esa aplicación. Una
tradición bien establecida de discreción policial ha coexistido desde hace
mucho con leyes sobre arrestos aparentemente obligatorios.
Así que
el centro de Castle Rock vs. Gonzales
es una disputa policía vs. pueblo. ¿Existe la policía para protegerte? La
respuesta clara es que no. Desde la sentencia de 1856 del Tribunal Supremo en South
vs. Maryland hasta Castle Rock,
los tribunales han decidido que “no hay un derecho constitucional a ser
protegidos por el estado contra ser asesinados por criminales o locos”. (Bowers vs. DeVito, 1982).
¿Entonces cuál es el propósito de la policía?
El
sistema legal estadounidense deriva de la ley común inglesa y el policía
moderno estadounidense se remontan a los sheriffs ingleses, pagados por el
gobierno y responsables ante éste, no ante la comunidad. El propósito
fundamental del sheriff era aplicar lo que se llamaban las “decisiones del
gobierno”. Mantener el orden público era también una reocupación, pero el
“orden” lo definía el gobierno.
La
Inglaterra de finales del siglo XVIII es el periodo concreto de la historia al
que se remontan las fuerzas policiales estadounidenses. Inglaterra estaba
entonces convirtiéndose en un estado-nación moderno y se estaban creando muchas
de las instituciones que hoy conocemos. Una de las primeras “leyes de policía”
fue propuesta en 1785 por el Primer Ministro William Pitt el Joven. Habría
establecido una fuerza policial financiada con jurisdicción sobre Londres; la
propuesta fue rechazada. Pero en 1786, los ingleses establecieron en Dublín una
policía centralizada financiada por el municipio, con el propósito explícito de
acallar el “desorden”. Al inicio de la rebelión de 1799 en Irlanda la fuerza de
policía se centralizó y fortaleció aún más.
En esto
como en otras medidas sociales, Irlanda fue un campo de pruebas para lo que más
tarde se convertiría en la policía de Inglaterra. Por ejemplo, los ingleses
impusieron en Irlanda hospitales financiados por el estado mucho antes de que
existieran en Gran Bretaña. El establecimiento de las modernas fuerzas de policía en Irlanda se completó en 1814
bajo Robert Peel, secretario jefe del Lord Lugarteniente de Irlanda, que
estableció la Policía de Preservación de la Paz. Peel explicaba que la policía
era una “fuerza paramilitar” (es decir, era militar tanto en su organización
como en su formación). De acuerdo con su nombre, le propósito de la policía era
preservar la paz frente a elementos perjudiciales (es decir, contra los
rebeldes nativos irlandeses).
En su
ensayo “Call the COPS'
– But Not the Police: Voluntaryism and Protective Agencies in Historical
Perspective”, el libertario Carl Watner describía a Inglaterra como
convirtiéndose en “más receptiva” a la idea de una fuerza moderna de policía
Así que en
1829, Peel (ahora Secretario de Interior para Inglaterra) fue capaz de
persuadir al Parlamento para que aceptara su propuesta de una única policía
controlada por le gobierno para Londres; la nueva Policía Metropolitana [era]
(…) una versión rebajada y britanizada de la policía que había establecido
antes en Irlanda.
¿Qué
había cambiado desde 1785? Al menos dos factores tuvieron un peso específico. En
su libro Police and Protest in England
and Ireland 1780–1850 (1988), Stanley H. Palmer describía uno de ellos:
La
experiencia de organizar y reclutar la policía irlandesa sin duda informó a la
élite política inglesa central de la viabilidad de una policía, su utilidad de
tiempos de desorden, las ventajas de un profesionalismo disciplinado. (p. 376).
En su libro Criminal
justice: an introduction to philosophies, theories and practice (2004), Ian
Marsh, John Cochrane y Gaynor Melville describían un segundo factor:
¿Por qué
aparecieron las modernas fuerzas de policía en este momento, al principio del
siglo XIX? Hasta entonces la amenaza a la libertad individual se había
utilizado como argumento contra la policía organizada. Sin embargo, la llegada
del capitalismo industrial llevó a un gran número de trabajadores empobrecidos
(desempleados o subempleados) a trasladarse a los centros urbanos en expansión.
Esto, junto con el crecimiento general de la población, llevó a temer (…) a las
“clases peligrosas”. (p. 135).
En
resumen, las raíces de las modernas fuerzas de policía en Inglaterra, como en
Irlanda provenían de una necesidad percibida de control social.
Como en
Inglaterra, lo mismo pasó en Estados Unidos. El modelo de Peel fue en buena
medida adoptado por las ciudades estadounidenses durante el siglo XIX. Como
apuntaba Carl Watner:
Uno de los
temas dominantes en la historia de la policía en Estados Unidos ha sido la
lucha por ver qué facción política controlaría la policía. Bajo la Constitución
de EEUU, el poder policial no era una responsabilidad federal, sino más bien
una obligación del estado, el condado o los gobiernos locales. Como el control
de la policía era una responsabilidad local, tenía que oscilar “entre
autoridades electiva de la ciudad o el estado. Así que en ningún lugar la
relación de policía y política iba a ser más fuerte que en Estados Unidos”.
Así, la
decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos en Castle Rock no debería haber sorprendido a nadie. Si el tribunal
hubiera decidido que las órdenes de alejamiento eran derechos constitucionales a la protección, entonces el
propósito fundamental de la aplicación estadounidense de las leyes habría
cambiado del servicio a la ley al servicio a los individuos. Además, un
precedente judicial como ése habría desencadenado una oleada paralizadora de
demandas con los departamentos de policía. También esto podría haber cambiado la
“descripción del trabajo” de la aplicación de las leyes en Estados Unidos.
Una visión competitiva genuinamente estadounidense
¿Por qué
persisten los estadounidenses en creer que los policías están ahí para
protegerles?
Una
razón: Al contrario que la mayoría de las naciones, Estados Unidos tiene un
precedente histórico para la creencia. Se llama el Viajo Oeste. Como explicaban
Terry L. Anderson y P.J. Hill en su ensayo “An American Experiment in Anarcho-Capitalism: The
Not So Wild, Wild West”, la imagen
del sheriff del pueblo de Oeste personificada en el Marshal Dillon es la de una
fuerza privada de policía que sí
protegía a las personas y la propiedad. Escribían:
Se percibe
a menudo el Oeste de este tiempo como un lugar de gran caos, con poco respeto
por la propiedad o la vida. Nuestra investigación indica que no fue el caso:
los derechos de propiedad estaban protegidos y prevalecía el orden civil. Las
empresas privadas ofrecían la base necesaria para una sociedad ordenada en la
que la propiedad estaba protegida y los conflictos se resolvían.
Estas
empresas normalmente no podían considerarse como gobiernos porque no tenían un
monopolio legal del “mantenimiento del orden”. Pronto descubrieron que la
“guerra” era una forma costosa de resolver disputas y se crearon métodos de
acuerdo (arbitraje, tribunales, etc.) de menor coste. En resumen, este trabajo
argumenta que una caracterización del Oeste Americano como caótico resultaría
ser incorrecta.
Anderson
y Hill ofrecen una visión revisionista convincente del “salvaje Oeste” que se
mostraba de acuerdo con cómo se retrata en las novelas de Zane Grey. Escribe:
Sin
embargo, recientemente exámenes más cuidadosos de las condiciones existentes
hacen que dudemos de lo adecuado de esta percepción. En su libro Frontier Violence: Another Look, W.
Eugene Hollon indicaba que créis “que la frontera del Oeste era mucho más
civilizada, más pacífica y más segura que la sociedad estadounidense actual”.
La leyenda del “salvaje Oeste” persiste a pesar de la conclusión de Robert
Dykstra de que en cinco de los principales pueblos ganaderos (Abilene,
Ellsworth, Wichita, Dodge City y Caldwell) para los años que van de 1870 a
1885, se reportaron solo 45 homicidios: una media de 1,5 por temporada de
comercio ganadero.
En Abilene,
supuestamente uno de los pueblos vaqueros más salvajes, “no se mató a nadie en
1869 o 1870. De hecho, no se mató a nadie hasta la llegada de agentes de la
ley, empleados para evitar asesinatos”.
Hubo un
tiempo en que una parte significativa de lo que hoy es Estados Unidos estuvo
protegida por policías privados que eran pagados (y por tanto eran
responsables) por la comunidad en la que servían. Los sheriffs del Oeste sí protegían a personas y propiedades, sí rescataban maestras y castigaban a
los cuatreros. Su misión era mantener la paz evitando la violencia.
Los
policías modernos aún disfrutan del brillo de ese legado aunque lo traicionen recibiendo
salarios del estado e institucionalizando una indiferencia por la persona y la
propiedad de quienes afirman servir. El policía moderno es de hecho la
antítesis del Marshal Dillon y una expresión del estereotipo del sheriff
británico: un funcionario civil responsable solo ante el gobierno y la policía
pública.
Conclusión
Así que
la moraleja real de la tragedia Gonzales es ésta: Protégete tú mismo, porque a la policía no se le paga para cuidarte.
Wendy McElroy es autora de varios libros. Mantiene activos dos sitios
web: WendyMcElroy.com e ifeminists.com.