Por Leonard Read (Publicado el 29 de septiembre de 2011)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/5653.
[To Free or Freeze (1972)]
El
diccionario define al plagio: “Tomar o hacer pasar como propias las ideas,
escritos, etc. de otro”.
A primera
vista, el plagiario parece ser un vil sinvergüenza: como mínimo un ladrón. Pero
tal vez sea un juicio demasiado precipitado.
Lo que
hace del plagio algo inmoral es hacer pasar conscientemente
como propias las ideas y escritos de otros, es decir, mentir conscientemente.
Pues es fácilmente demostrable que prácticamente cualquier idea que expongamos
y hagamos pasar por nuestra se toma conscientemente
de otros. En realidad, cuando no sea el caso, es decir, si tuviésemos que
operar exclusivamente con nuestras propias ideas y escritos (ideas nunca
pensadas por nadie más), la comunicación prácticamente se paralizaría. Unas
pocas observaciones sobre esto:
- La originalidad no es sino una imitación juiciosa.
Los escritores más originales se toman prestado unos a otros. La
instrucción que encontramos en los libros es como el fuego. La tomamos de
nuestros vecinos, la prendemos en casa, la comunicamos a otros y se
convierte en propiedad de todos.
- Uno no puede pasar por la vida cómodamente sin algo
de ceguera ante el hecho de que todo se ha dicho mejor de lo que podemos
decirlo nosotros.
- La gente siempre habla de originalidad, pero ¿qué
significa esto? Tan pronto como nacemos, el mundo empieza a operar sobre
nosotros y esto continúa hasta el fin. Y, después de todo, ¿a qué podemos
llamar nuestro, salvo la energía, la fortaleza y la voluntad? Si pudiera
dar cuentas de todo lo que debo a grandes predecesores y contemporáneos,
no habría sino un pequeño balance a mi favor.
- La originalidad es sencillamente un par de ojos
frescos.
- Si podemos realizar proposiciones tanto verdaderas
como falsas, son nuestras por derecho de descubrimiento, y si podemos
repetir lo que es antiguo más breve y brillantemente que otros, esto
también se convierte en nuestro, por derecho de conquista.
- Es casi imposible para quien lea mucho y reflexione
bastante, ser capaz de determinar, en todas las ocasiones, si una idea es
suya o de otro. ¡Muchas veces he citado frases de mis propios escritos
para apoyar mis propios argumentos en conversaciones, pensando que las
estaba basando en alguna autoridad superior!
- Aquellos escritores que mienten buscando novedades
pueden tener pocas esperanzas de grandeza, pues las grandes cosas no
pueden haber escapado a observaciones anteriores.
- No es raro que las ideas que se recuerdan deban
habitualmente tomar ventaja de la masa de pensamientos y pasen como
originales. Los pensadores honrados siempre están robando inconscientemente
a otros. Nuestras mentes están llenas de ideas vagabundas que pensamos
nuestras. El plagio inocente aparece en todas partes. La literatura está
llena de coincidencias. Siempre hay pensamientos fuera en el aire que
requieren más sabiduría para evitarlos que para toparse con ellos.
- Los plagiarios tienen al menos el mérito de la
conservación.
El
trasfondo de estas nueve observaciones nos da unas explicaciones interesantes. Al
decidir investigar este tema, me dirigí a El
diccionario del pensamiento, seleccionando las citas que más o menos se
ajustaban a mi propio pensamiento sobre la originalidad y el plagio, opiniones
que creía que eran más o menos mías. No estoy seguro de haber leído previamente
ninguna de estas observaciones. Ahora, si no hubiera descubierto lo que otros
habían escrito y hubiera puesto los mismos pensamientos con mis propias
palabras, habría estado tomando inconscientemente
de otros. No hay nada malo en eso, nada en absoluto: habría tenido “al menos el
mérito de la conservación”. Por otro lado, supongamos que después de haber
descubierto estas observaciones hubiera utilizado las expresiones exactas y las
expusiera como mías. ¡Menudo mentiroso! Esa táctica no hubiera hecho ningún
daño a aquellos autores que solo viven en nuestro recuerdo ni ofendido a mis
lectores. ¡Solo sería una autolesión!
No es
posible encontrar el origen de una idea concreta. Por ejemplo, en octubre de
1970 se publicó un libro mío titulado Talking
to Myself. Unos pocos mese después, se anunció el célebre Talking to Myself de Pearl Bailey. Hay
una certidumbre razonable de que ninguno de ambos tomó el título del otro,
sencillamente se nos ocurrió a ambos al mismo tiempo. Es la naturaleza
sincrónica de ideas que se producen en mentes distintas simultáneamente. La
historia está tachonada de ejemplos. El psiquiatra suizo Carl Jung escribió un
libro sobre este fenómeno: Sincronicidad.
Igualmente
fenomenológica es la manera en que se desarrollan las ideas. Oímos o leemos una
idea nueva para nosotros. Se insinúa en el subconsciente o en algún rincón de
la mente, sigue un periodo de gestación de días, meses o años y, si no muere en
su embrión, aparece como tal (algo “original”). He sido capaz de identificar
esos “originales” en mi experiencia propia, variando los periodos de gestación
de seis meses a treinta años.
De hecho
no hay manera de resolver las reclamaciones de propiedad de una idea, que es
espiritual, como hacemos con las cosas materiales (a pesar de las leyes de
autor y la jerga legal en contrario). Igual podríamos tratar de dibujar líneas
de propiedad alrededor de una nube o un deseo o un sueño o la Creación. Las
ideas están siempre en un proceso de fusión y flujo y desafían a cualquier
marcaje preciso.
Uno
podría concluir que esta evaluación está en desacuerdo con la forma de vida del
libre mercado y la propiedad privada, que, por supuesto, pone énfasis en el
motivo del beneficio (y muy apropiadamente). Sin embargo, esto es quitarle
importancia al hecho de que hay dos tipos de beneficio: psicológico y
monetario, siendo el primero no menos motivador de una acción creativa que el
segundo. ¡Y no menos satisfactorio!
Robert
Louis Stevenson nos dio este aforismo: “Tomo mi leche de muchas vacas, pero
hago mi propia mantequilla”. Y yo hago precisamente lo mismo, siendo mi “mantequilla”
una filosofía no prescriptiva: ninguna restricción ideada por el hombre contra
la emisión de energía creativa.
¿Me quejo
de la toma y uso de mis ideas por otros? Por el contrario, cuantas más adopten
otros, mayor es mi satisfacción: beneficio psicológico. Supongamos que mis
ideas sobre la libertad fueran tan ampliamente aceptadas que las libertad pueda
prevalecer como nuestro modo de vida. Preferiría esto por encima de todos los
dólares de la cristiandad. Y respecto del mérito, no podría preocuparme menos.
La fama personal es una consecuencia pequeña comparada con la libertad
individual y la igualdad de oportunidades para todos, incluso desde el punto de
vista del puro interés propio. Me va bien precisamente porque a otros también.
Por
ejemplo, una de mis aficiones es cocinar. He tomado mi leche de muchas vacas
(artistas culinarios), pero de vez en cuando a mi aire, añadiendo una especia o
hierba o un toque de esto y aquello que produce una novedad gastronómica.
Cuando un invitado agradecido muestra interés por la receta, lo recibo con el
mayor placer, nunca me lo guardo como mi monopolio. Primero, hay un beneficio
psicológico en esta entrega, suficiente por sí mismo. Y, segundo, si ceno en la
mesa del otro, se me servirá su mejor comida.
El mismo principio
de intercambiar y compartir eleva las ideas igual que mejora la calidad de la
comida. Cuantas más ideas comparta con otros, más y mejores serán las mías y
mejores las que se me ofrezcan. Es el proceso de poner la mejor comida.
No
sabemos de dónde vienen las ideas: son de naturaleza espiritual. Cuando las
recibimos y entendemos son nuestras o quizá sea más apropiado decir que son
suyas. En todo caso, las buenas ideas no han de guardarse sino compartirse,
entregarse tan gratuitamente como se recibieron.
Leonard
E. Read fue el fundador de la Foundation for Economic Education, el primer
think tank libertario moderno en los Estados Unidos, y en buena medida
responsable del resurgir de la tradición liberal en los Estados Unidos tras la
Segunda Guerra Mundial. Mises.org pondrá todos sus libros en línea gratis.
Véalos todos aquí.
Este artículo
aparece como capítulo 18 en To Free or Freeze
(1972).