Por Doug French. (Publicado el 3 de
octubre de 2011)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5698.
Mientras los políticos en Europa
piensan interminablemente cómo ocultar sus crisis financieras, “cercar” los
planes de austeridad aprobados por Grecia y los demás PIIGS y además ser reelegidos, hay
quien especula que tal vez China aparecerá para rescatar la Eurozona.
En años recientes, una serie de
gurús de la inversión han promocionado a China como nuevo centro neurálgico
financiero, al tiempo que el país sirve como saco de arena para políticos
estadounidenses actuales y futuros. El Senador Charles Schumer afirma que los
chinos están manipulando el yuan, haciendo que millones de personas pierdan sus
empleos en Estados Unidos. “Más que cualquier programa de estímulo que podamos
aprobar como ley, obligar a China a revaluar su divisa sería el mejor paso que
podemos dar para proteger los empleos estadounidenses”, dijo
Schumer. “No se trata de atacar a China. Se trata de defender a Estados
Unidos”.
Donald Trump lanzó esta
diatriba en el programa Situation Room de la CNN, presentado por Wolf
Blitzer:
Están manipulando su divisa. Los
derechos de propiedad intelectual y todo eso son allí una broma. Hacen cosas
que ves vender constantemente en la Quinta Avenida, copiando varios, ya sabes,
puede ser Chanel o lo que sea, la marcas y vendiendo hasta, hasta la náusea.
Quiero decir, es un país que está robando a Estados Unidos como nadie ha hecho
antes desde la OPEP.
¿Pero es China el centro neurálgico
capitalista que todos piensan que es? Las palabras sobre China conquistando el
mundo hacen que uno se pregunte si los miembros del Politburó del Partido
Comunista Chino han estudiado detenidamente La acción humana,
implantando una mejor ratonera capitalista misesiana.
Sin embargo, el crecimiento
económico chino ha explosionado sobre los más inestables de los sistemas
financieros, apuntan Carl E. Walter y Fraser J.T. Howie en Red Capitalism:
The Fragile Financial Foundation of China's Extraordinary Rise. Los
planificadores centrales del país hacen lo que pueden para mantener empleados a
la mayor cantidad posible de las 1.300 millones de personas: construir ciudades
vacías y docenas de enormes proyectos de infraestructuras, junto con
publicar asombrosas
cifras “oficiales” de PIB. Todo esto ha llevado a algunos observadores a creer
que China utilizará cada barril de petróleo, metro de cemento y kilo de óxido
de uranio que el mundo pueda ofrecer.
Sin embargo, la lectura del
revelador libro de Howie y Walter hace que el lector se pregunte cómo no se ha
desmoronado aún toda la economía china. Los chinos has desarrollado mercados
bursátiles y de deuda, fondos de pensiones, préstamos para viviendas y tarjetas
de crédito. Desde la distancia, parece una especie de capitalismo, que ofrece
seguridad a los inversores. Sin embargo, apuntan los autores: “[Los inversores]
no se sentirían así si China hubiera confiado explícitamente en un sistema financiero
de inspiración soviética, a pesar de que, en realidad, eso es en buena parte lo
que queda de China”.
Red
Capitalism está escrito muy claro, pero al mismo tiempo está tan lleno de
acrónimos referidos a las distintas entidades públicas que componen el matorral
de organizaciones estatales que constituyen el sistema financiero chino que el
lector se ve constantemente confundido. Ver por ejemplo esta frase:
En 2005, Huijin se había convertido
en el accionista de referencia en nombre del estado y disfrutaba de la
representación mayoritaria en los consejos de dirección de la CCB y el BOC y,
junto con el MOF, el ICBC, CDB, ABC y una serie de otras instituciones
financieras.
¿Entendido?
Lo que resulta de seguir la sopa de
letras en entidades creadas para conceder préstamos al sector público y amigos
del estado, es que cuando los préstamos van mal, lo que ocurre en un porcentaje
extraordinario, entonces, se crean nuevas entidades a las que trasladar las
deudas: de los bancos buenos a los bancos malos a los bancos peores.
“Es un hecho sencillo que el
sistema financiero de China y sus mercados de acciones, bonos y préstamos solo
alimentan al sector estatal, del cual los ‘campeones nacionales’ representan lo
más rojo de lo rojo”, escriben Howie y Walter, que continúan apuntando que
“China es un negocio gestionado familiarmente”.
Olvidemos la oferta y la demanda:
en China, el sistema sirve a la élite política del país. Aunque los oligopolios
que dominan la economía parecen ser privados, estas entidades están en realidad
controladas por el estado y operan bajo un sistema clientelar que afecta a
todos los aspectos de la economía china.
Los campeones nacionales, explican
los autores, junto con “sus asociados familiares y criados saquean los grandes
mercados interiores del país y amasan enormes fortunas. Con monopolios o, en el
peor de los casos, oligopolios nacionales, estos grupos empresariales no
quieren cambiar no creen que se necesite la participación extranjera”.
Los depositantes de los bancos chinos
proporcionan el capital para financiar a los internos. Pero cuando los
préstamos van mal y los bancos quiebran, se deja al partido la realización de
continuos rescates. “En resumen, los gigantes bancarios chinos de 2010 estaban
infracapitalizados, mal gestionados y, a todos los efectos, quebrados desde
hace 10 años”.
A medida que los préstamos
impagados se trasladan de los bancos buenos a los malos, con el Ministerio de
Finanzas de China ofreciendo su garantía a la par de los malos préstamos, la
vida bancaria continúa y el milagro económico sigue vivo, retenido por el
prestamista de último recurso, el Banco Popular de China, apalancado a 1.233 a
1. La consecuencia son activos subyacentes que nunca se liquidan y que se deje
desperdiciar capital a bancos zombis y empresas clientelares.
El sistema financiero chino
parecería estar construido sobre la arena de un reloj de arena de los inventos
del TBO.
Geithner, Paulson y Bernanke no
hicieron nada nuevo a este lado del Pacífico en 2008, pero utilizaron una
página del libro de instrucciones de resolución de problemas chino: “cambiar el
dinero de un bolsillo al otro y dejar que el tiempo y la memoria que se
desvanece hagan el resto”. Los ministros de finanzas europeos están ahora
intentando el mismo truco.
Aunque China parece ser una máquina
en constante crecimiento, como apuntan los autores, su economía ha sido una
serie de auges y declives. En lo que sería sorprendentemente familiar para los
estadounidenses, Howie y Walter escriben: “Poner dinero en depósito en bancos o
entrar en el mercado de bonos difícilmente merecen el esfuerzo: los tipos de
interés se establecen a favor de los prestatarios estatales, no de los
prestamistas, así que no ofrecen un rendimiento real por encima de la tasa de
inflación”.
La oferta monetaria creció a una
tasa del 13,5%
en agosto, mientras que el precio del cerdo (la carne preferida por la
mayoría de los chinos) aumentó en más del 45% desde el pasado año. Y aunque el
gobierno chino dice que los precios subieron un 6,2%, el precio de todos los
alimentos subió
en 13,4% en agosto desde 2010.
Así que los chinos juegan en los
mercados bursátiles y de propiedades, esperando dar en la diana. “La historia
china y la amarga experiencia enseñan que la vida es demasiado volátil e
incierta como para pensar a largo plazo”, escriben los autores. Hans-Hermann
Hoppe sostendría que es la prevalencia de la fuerza del gobierno (robando
mediante impuestos, regulaciones e inflación) la que ha aumentado las
preferencias temporales.
Los inversores de EEUU han
arremetido contra las acciones de grandes empresas chinas con algún éxito, pero
los autores se preguntan: “¿cómo puede un inversor mirar a PetroChina y
compararla con ExxonMobil cuando está controlada en casi un 85% por el estado y
seguirá así mientras el Partido siga en el poder?”
Muchos de los estadounidenses son
ahora conscientes de lo profundamente en deuda que está su gobierno. Y sin duda
los problemas de Europa son bien conocidos. Pero China también tiene un problema
de deuda. Los autores añaden obligaciones de deuda de distintos tipos
incluyendo préstamos morosos ahora garantizados por el gobierno chino. El total
alcanza casi el 76% del PIB, superando el estándar internacional, y la carga
probablemente aumente.
Escribiendo para el Casey Report, James Quinn describía la
economía china como “un castillo de naipes” y apuntaba: “Fitch rebajó la
clasificación del crédito del país y advirtió que había un 60% de posibilidades
de que el sistema bancario chino necesitara un rescate en los próximos dos
años”.
En el mismo número, Doug Casey
escribía:
No son solo Europa, EEUU y Japón los
que se dirigen al desastre, sino también los chinos. Lo que está por venir, en
otras palabras, es un cataclismo financiero y económico mundial. Esperemos que
la debacle política, social y militar de desplome económico-financiero no sea
demasiado severa.
Entonces, ¿pueden los chinos
rescatar a los europeos? Difícilmente.
“No podemos sencillamente ir a
salvar a alguien”, dijo Gao Xiqing, presidente de China Investment Corp., el
enorme fondo soberano chino. “No somos salvadores. Tenemos que salvarnos a
nosotros mismos”, dijo
en un una comisión de discusión de fin de semana.
“La interferencia del estado en la
vida económica, que se hace llamar ‘política económica’ no ha hecho sino
destruir la vida económica”, escribió Ludwig von Mises.
El milagro económico chino no sino
una versión más roja del keynesianismo. Igual que cualquier intervencionismo,
el sistema chino está destinado a una dura caída.
Douglas French es presidente del Instituto
Mises y autor de Early
Speculative Bubbles & Increases in the Money Supply y Walk
Away: The Rise and Fall of the Home-Ownership Myth. Es doctor en economía de la Universidad
de Nevada-Las Vegas, dirigido por Murray Rothbard, con el Profesor Hans-Hermann
Hoppe en su tribunal de tesis. French enseña en la Academia Mises.