Dinero por chatarra: Una visión personal

Por James E. Miller. (Publicado el 4 de octubre de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5662.

 

En un intento desesperado por segurar al Congreso y a los cansados votantes que el gasto del estímulo keynesiano sigue funcionando, el Presidente Obama reveló recientemente una iniciativa laboral dirigida a arrancar la economía. Sorprendentemente, los modelos econométricos que calculaban que el primer programa de estímulo mantendría la tasa de paro por debajo del 8% eran inexactos. No fue una sorpresa para los austriacos. Paro tampoco lo fue la burbuja inmobiliaria. El gasto público en estímulo es habitualmente de corta duración e ineficiente en generar un crecimiento sostenido pasado el próximo ciclo electoral. La “inyección” keynesiana no es mejor que gastar mucho dinero en una comilona.

Con Obama atravesando el país tratando de convencer a la gente de continuar con un nuevo gasto de medio billón de dólares más, es una estupenda oportunidad para mirar atrás a un programa de estímulo en concreto y las desastrosas consecuencias que produjo.

El Car Allowance Rebate System, más conocido como “dinero por chatarra”, fue un programa del gobierno federal de 3.000 millones de dólares dirigido a incentivar a los estadounidenses a cambiar sus vehículos actuales por otros con mejor eficiencia energética. El programa daba 4.500$ por cada coche que se entregara. El programa duró del 24 de julio de 2009 al 25 de agosto de 2009. Según un portavoz del Departamento de Transportes, “dinero por chatarra” fue responsable de 250.000 ventas de automóviles en los cuatro primeros días de implantación. El sitio web de análisis de ventas de vehículos Edmunds.com estimaba que cada vehículo vendido debido al “dinero por chatarra” costaba a los contribuyentes 24.000$.

Aunque se ha documentado el fracaso de “dinero por chatarra”, una visión externa y macroeconómica del programa no muestra el efecto real que esos esfuerzos de estímulo tienen en las vidas de los individuos. Así que voy a compartir mi propia experiencia personal con “dinero por chatarra”.

En el verano de 2009, empecé a trabajar en un concesionario de Hyundai en Harrisburg, Pennsylvania. Como estudiante universitario de vacaciones, tenía un trabajo a tiempo parcial como detallista/reacondicionador. Mi trabajo era limpiar y preparar los coches recién vendidos. Empecé en el mes de mayo y antes de la implantación de “dinero por chatarra” las ventas eran constantes. De media, se vendían entre tres y cuatro coches entre semana.[1] Los sábados, se vendían unos seis o siete coches. Por ley, en Pennsylvania los concesionarios deben cerrar los domingos, un caso de claro más de: el gobierno sabe lo que es mejor.

Una vez se puso en marcha “dinero por chatarra” las ventas de coches nuevos se dispararon. Las ventas medias entre semana aumentaron a niveles de sábados. Los sábados se convirtieron en un zoo con cerca de diez nuevos coches vendidos a lo largo del día. Con tantas ventas de coches, no tenía ningún momento de respiro esos fines de semana. Normalmente el concesionario cerraría a las 8 de la tarde salvo que hubiera alguna venta pendiente. Fue normal quedarse hasta las 10 o las 11 en los días en que estuvo en marcha “dinero por chatarra”, ya que los clientes esperaban que se aprobaran las solicitudes de crédito y los coches tenían que limpiarse.

Desde la perspectiva del consumo inmediato, “dinero por chatarra” fue un éxito rotundo. Trabajar tantas horas seguidas produjo un aumento sustancial en mi nómina. Los vendedores aumentaron sus comisiones. La venta fue muy rentable. Pero, como todos los esfuerzos de estímulo del gobierno, este efecto duró poco.

En torno al momento en que acabó “dinero por chatarra”, empecé el semestre de otoño. Seguía volviendo a trabajar los viernes y sábados pero las ventas empezaron a disminuir sustancialmente tras el fin del programa. A lo largo de septiembre, las ventas en sábado cayeron a solo cuatro o cinco coches vendidos cada día. Por lo que oí, las ventas entre semana habían disminuido significativamente. Durante octubre, tenía suerte si limpiaba dos o tres coches recién vendidos un sábado. Hubo algunos sábados en noviembre con cero coches vendidos. Se empezó a despedir vendedores. El vicedirector del concesionario se fue, igual que muchos de los mecánicos y personal que se encargaban del departamento de recambios. Como yo solo trabajaba un día y medio y se me pagaba un dólar a la hora menos que los demás detallistas con experiencia, seguí ahí. Una vez llegó diciembre, el concesionario acabó cerrando para siempre. Fue casi un regalo de navidad.

El propósito del gasto público en estímulo es engañar a la economía maquillando una falta de demanda agregada. Los consumidores no gastan bastante, así que los burócratas deben recoger el testigo, o al menos eso es lo que afirman los defensores del keynesianismo. Sin embargo, esto queda fuera del orden natural de funcionamiento de una economía. Consumidores y empresas no gastan debido a una serie de factores, incluyendo lo que Robert Higgs llama la “incertidumbre de régimen” y una preferencia temporal más baja para el ahorro y el consumo futuro.

Así que aunque “dinero por chatarra” aceleró el consumo en el mes de agosto, dejo un agujero de demanda tras el fin del programa. Como dijo un vendedor de coches, “dinero por chatarra se llevó toda la demanda que podía haberse extendido el otoño y la trasladó a agosto”.[2]

El único defecto en “dinero por chatarra” no fue un cambio en la demanda. En una escena propia de El señor de las moscas, todos los coches aceptados por el programa tenían que quedar inservibles. Esto implicaba el uso de un componente químico llamado salicato de sodio, que debía aplicarse al motor. Con la oferta de coches usados disminuyendo en aproximadamente 700.000, el precio de los coches usados ha aumentado desde entonces.

Debo ser sincero, “dinero por chatarra” no fue la única razón por la que cerró el concesionario. Había problemas internos con la dirección y la satisfacción de los clientes no estaba precisamente a niveles de récord.[3]

En todo caso, ser testigo de los efectos de “dinero por chatarra” muestra cómo son realmente los miopes programas de estímulo keynesiano. El gobierno es incapaz de crear riqueza; solo altera el consumo y la preferencia temporal con programas de gasto financiados con fondos despilfarrados y dirigidos a apaciguar los intereses especiales.

Al final, hubo una consecuencia positiva e irónica de la mala política económica conocida como “dinero por chatarra”. En esos fines de semana de noviembre en que había poca actividad, leí buena partes del estupendo tratado de Mises: Socialismo, recomendación de un amigo, mientras esperaba a que se vendieran coches. Fue mi primer contacto con la obra de Mises y la Escuela Austriaca de pensamiento económico.

El resto, incluidos los escombros dejados por los esfuerzos de estímulo del gobierno como “dinero por chatarra”, es historia.

 

 

James E. Miller es licenciado en administración pública con especialización en negocios en la Universidad de Shippensburg, Pannsylvania. Fue columnista del Shippensburg Slate y contribuye actualmente en el periódico de su pueblo natal, el Middletown Press and Journal. Vea su blog.



[1] Debo señalar que esta estimación y las ventas posteriores se basan en la memoria y no en un estudio empírico.

[2] De nuevo cito de memoria y puede no haberlo dicho así palabra por palabra.

[3] Aunque cualquier negocio puede tener este problema, es importante en la venta de coches debido a una serie de factores incluyendo la naturaleza de alto ritmo del negocio y las oportunidades de recompensa aumentadas mediante el pago basado en comisiones.

Published Tue, Oct 4 2011 6:52 PM by euribe