Por Robert Higgs (Publicado el 5 de octubre
de 2011)
Traducido del inglés. El artículo original
se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5565.
[The
Transformation of the American Economy, 1865–1914]
Este libro mío, el primero, se escribió en
su mayor parte en 1969 y 1970 y se publicó en 1971, hace exactamente cuarenta
años. En ese momento tenía menos de treinta años y acababa de terminar mi tesis
de doctorado en economía en la Universidad Johns Hopkins.
En la Hopkins, me había formado
completamente siguiendo los parámetros de la síntesis neoclásica que, en ese
momento, tenía la supremacía en las mejores universidades de EEUU. Esta
aproximación al análisis económico se basa en un fundamento epistemológico
positivista: la teoría sirve como fuente de hipótesis empíricamente testables
y, en el caso de que los datos no refuten la hipótesis, como un marco para
entender las observaciones empíricas. Esta comprensión metodológica no se
enseñaba tanto como se supone y los estudiantes la absorbían por ósmosis de sus
profesores y de artículos y libros que les asignaban sus profesores.
Los argumentos presentados en este libro
se basan explícitamente en esa aproximación. De hecho, su joven autor hace
orgullosamente aportaciones a la economía neoclásica, sin ninguna señal de
remordimiento acerca de la aproximación como tal, sino solo advertencias acerca
de su mala aplicación o conclusiones injustificadas deducidas de ella. Incluso
en mi Juventus, había aprendido a tener cuidado con los datos utilizados en
pruebas empíricas y cuidarme de afirmar demasiado en las conclusiones
alcanzadas en dicho análisis. Aun así, en ese momento, no albergaba ninguna
duda (en realidad, mis profesores nunca me dieron ninguna razón para dudar)
acerca de lo correcto de esta manera de hacer análisis económico.
De ahí que el libro rebose de afirmaciones
acerca de teorías de las que pueden deducirse hipótesis testables y acerca de
las pruebas realizadas para determinar si los datos refutan la hipótesis y por
tanto ponen en cuestión la teoría subyacente o “modelo”. Aunque el libro no
presenta casi ninguna econometría formal, mucho de su contenido representa mi
traducción de los descubrimientos formales econométricos a un lenguaje
comprensible para lectores no versados en teoría económica e inferencia
estadística.
Cuando se escribió el libro, estaba muy de
moda entre los historiadores económicos académicos la Nueva Historia Económica
o cliometría y yo estaba orgulloso de presentarme como uno de los jóvenes
caballeros que batallaba en la cruzada por rehacer el estudio de la historia
económica siguiendo líneas más científicas, por hacer de la historia económica
no la pobre hijastra de la economía, como había sido hasta entonces, sino un
campo de la economía aplicada con completo derecho a estar en pie de igualdad
con otras materias bien establecidas, como la economía laboral, las finanzas
públicas y el comercio internacional. Los cliómetras buscábamos corregir los
muchos errores cometidos a lo largo de los años por historiadores sin formación
económica. Aunque es verdad que muchos de esos errores reclamaban una
corrección, luego entendí al mirar atrás que estábamos demasiado pagados de
nosotros mismos y teníamos (yo, sin duda) aún mucho que aprender sobre muchas
cosas.
Tan pronto como empecé mi carrera
académica, empecé a aprender estas lecciones. En parte, esta autoformación tomo
la forma de aprender cómo trabajar como un artesano más hábil en el taller
cliométrico. Pero en otra parte mi aprendizaje me llevó a seguir una larga
trayectoria que me alejó de mi formación inicial y compromiso con el fundamento
epistemológico positivista de la economía neoclásica. De hecho acabaría
concluyendo que mi aceptación inicial de esta aproximación fue un error y
llegaría a ver la práctica metodológica del análisis neoclásico de la corriente
principal, no como una forma de ciencia, sino de cientifismo (una aplicación
incorrecta de métodos apropiados para estudiar la naturaleza material, pero
inapropiados para el estudio de la acción humana). Mi trayectoria de
alejamiento de la epistemología neoclásica empezó con mi lectura de pbras de
F.A. Hayek, lo que en su momento me llevó a las obras de Ludwig von Mises y
otros economistas que escribían siguiendo la tradición austriaca. Aquí descubrí
una aproximación al análisis económico que encontré mucho más convincente que
el que había seguido en los primeros años de mi carrera.
Así que al leer mi Transformation of the American Economy después de 40 años tengo la
inquietante sensación de que a pesar de su familiaridad fue escrito por otro.
Ya no defiendo los pronunciamientos metodológicos del libro ni mucho de lo que
éste presenta como “teoría económica moderna”. Aún así, no quiero pedir
demasiado perdón. Una buena parte del análisis económico me sigue pareciendo
sólida: después de todo, en el área conocida como microeconomía aplicada, los
neoclásicos y los austriacos tienen posturas similares respecto de su
comprensión básica de cómo están interrelacionados muchas acciones y
acontecimientos. E incluso en relación con la econometría en la que confié
durante los primeros 15 o 20 años de mi carrera, he llegado a creer que no toda
mi obra (y la de otros en la misma línea) no valiera para nada. Sin embargo
ahora creo que las estadísticas inferenciales (“pruebas de hipótesis”
econométricas) no tienen un lugar defendible en la economía o las demás
ciencias humanas. Sin embargo, si uno ve las conclusiones econométricas no como
medio para realizar inferencia al probar hipótesis, sino sencillamente como
estadísticas descriptivas, puede hacer un uso valioso de esas conclusiones al
escribir historia económica. Pido al lector que entienda la presentación del
libro bajo esta perspectiva.
Robert Higgs es socio distinguido en
economía política en el Independent Institute y editor de The
Independent Review. En 2007 recibió el premio Gary G. Schlarbaum por una
vida dedicada a la causa de la libertad.