Por Anthony Gregory. (Publicado el 4
de octubre de 2011)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5746.
El movimiento “Ocupa Wall Street”
es está extendiendo. Se han producido manifestaciones en Los Ángeles y
Washington DC. El dramatismo se ha hecho palpable, incluyendo una marcha al
ayuntamiento de LA, enfrentamientos con la policía y arrestos masivos.
A la luz de dicho espectáculo,
quienes valoran alto el papel de las ideas en el cambio social se ven tentados
de decantarse por un lado u otro. Quieren ver reflejada su propia ideología en
gente e instituciones prominentes y en cada enfrentamiento resulta tentador
buscar un héroe. No es divertido ser neutral cuando se está haciendo historia.
Los que vean a los manifestantes
como una banda de jóvenes quejicas izquierdistas que se oponen a los grandes
símbolos del capitalismo estadounidense, estarán tentados de alinearse
circunstancialmente con Wall Street. Aún así, mucha de la rabia contra Wall
Street esta justificada, aunque mal dirigida, incluso reflejando una conciencia
de clase vagamente liberal clásica. Confabulados con los políticos, estas
empresas gigantes están realmente arruinando a las clases medias y a los
estadounidenses más pobres. La economía política actual parece más alguna forma
de fascismo que un sistema de libre empresa, y de los negocios en confabulación
con el estado para avanzar en el corporativismo, los atacados por los
manifestantes con especial hostilidad, probablemente estén entre los más
culpables. Algunos de los activistas, agitando pancartas oponiéndose a
rescates, guerras y abusos policiales, llevan un mensaje libertario.
Pero en general el mensaje de los
manifestantes es demasiado vago y heterogéneo (en el mejor de los casos) como
para suscitar mucho entusiasmo. Como en las tea
parties con las que se ha comparado, muchos en este movimientos están
condenando una concepción nebulosa del status quo sin muchas visiones
alternativas inspiradoras.
Es peor. Aunque no hay una sola
ideología que unifique el movimiento, parece tener un impulso filosófico
general y no una demasiado bueno. OccupyWallStreet.org tiene una
lista de demandas y aunque el sitio web no representa a todos los
manifestantes, uno podría apostar con seguridad que se alinea con la mayoría de
ellos: Una garantía de “salario vital” para trabajadores y desempleados,
sanidad universal, escolarización gratis para todos, prohibición de los
combustibles fósiles, un billón de dólares en nuevas infraestructuras, otro
billón en “restauración ecológica”, “derechos” de raza y género, reforma
electoral, condonación universal de la deuda, prohibición de las agencias de
informes de créditos y más poder para los sindicatos. De más de una docena de
demandas, solo hay una con la que estoy de acuerdo (apertura de fronteras) y,
curiosamente, probablemente muchos en Wall Street también estén a favor.
En general, esta lista de deseos es
una receta terrible para avanzar por el camino hacia el socialismo. Serían
necesarios controles totalitarios de la población durante el camino para
alcanzar estos objetivos. Algunas de estas
demandas son meramente ideas horribles que dañarían seriamente la economía
(como la enorme expansión de las infraestructuras públicas). Pero otras son tan
caprichosamente utópicas (como una salario vital garantizado para todos,
especialmente combinado con la libre inmigración) que intentar implantarlas
generaría los muchos desastres y horrores que hemos visto en toda nación que ha
probado seriamente el socialismo. Esas políticas expandirían enormemente el
gobierno, incluyendo sus manifestaciones como estado corporativo y poder
policial que estos manifestantes encuentran tan desagradables. Toda la
corrupción y brutalidad a la que creen oponerse son síntomas de la misma
ideología política esencial de la que están a favor.
En realidad, los verdaderos miembros
de la clase dirigente no tienen nada que temer de estas protestas, que en
conjunto fortalecen a la élite en el poder, se atiendan o no las demandas de
los activistas. Porque no tienen un programa coherente para una verdadera
libertad. El mismo principio que hay detrás de vivir libremente donde y como
quieras y expresar tu opinión sin verte acosado por el gobierno, subyace en la
libertad de comprar a corto, de hacer compras hostiles, de las fusiones y la
especulación. Igualmente importante es que estos manifestantes no consiguen
entender que el economía de mercado que quieren que conquiste el estado es el
principal motor de la prosperidad.
Para ser justo, algunos de los
manifestantes probablemente no firmarían este tipo de lista de deseos. Pero hay
también muchos entre ellos que irían incluso más allá en la dirección del
estado socialista. En todo caso, todo movimiento lleno de gente que quiere
tanto del gobierno está condenado a equivocarse en apuntar lo que está mal en
el sistema actual.
Sin embargo, a pesar de sus
problemas ideológicos, la mayoría de estos manifestantes ha sido pacífica, lo
que no lleva al siguiente actor en el drama al que indudablemente no podemos
alabar: la
policía. En Nueva York, han acorralado a la gente en áreas acotadas, se les
ha rociado con pimienta indiscriminadamente sin provocación y se ha golpeado al
menos a un manifestante pacífico contra un coche. Setecientos manifestantes
marcharon sobre el Puente de Brooklyn, muchos o la mayoría de ellos
aparentemente pensando que la policía quería que fueran por este camino, solo
para verse arrestados.
Mientras que los manifestantes ven su causa como algo contra la violencia y la
explotación institucionales, la policía está haciendo más por reafirmar esto
que los propios activistas.
Hicieron falta esas atrocidades
para que los grandes medios de comunicación dieran gran cobertura a estas
manifestaciones y tal vez esto no hubiera ocurrido nunca si no estuviéramos en
una época de medios sociales y ubicuas cámaras en los teléfonos celulares. Sin
duda la prensa ha sido otro actor que no merece nuestro apoyo. Dada la
mezcolanza de partidismos en los medios (normalmente se da una cobertura
favorable al colectivismo económico, el estatus quo político y los reformistas
de izquierda, así como a la policía) la mayoría verá cualquier cobertura con la
suposición preconcebida de que está sesgada para hacer que la gente que no le
gusta parezca mejor de lo que es.
Respecto de la administración
Obama, hasta ahora ha guardado silencio sobre todo este asunto. Sus
partidarios, sin embargo, han empezado a utilizar estos incidentes para ganar
apoyos para un programa de democracia social e impuestos más altos. MoveOn.org,
esencialmente una rama del Partido Demócrata, ha estado tomando
parte en las manifestaciones, igual que instituciones ligadas a los
republicanos han tomado parte en las tea
parties, en ambos casos ofreciendo muy pocas razones para creer que sus
políticos favoritos lleven realmente a cabo reformas de una naturaleza
radicalmente diferente del programa del partido opuesto. Aunque Obama pueda
promover más impuestos, más regulaciones, más gasto y más gobierno, los
manifestantes no se sentirán definitivamente satisfechos con esto. Para quienes
ven el gobierno como un fin en sí mismo, incluso Obama es un socialista de
estado demasiado moderado en su opinión. Y para quienes buscan utilizar la
democracia social como un medio para un fin noble (abolir los privilegios, el
corporativismo, el imperialismo o la violencia policial) supondrán una gran
decepción los años que vienen, ya que Obama, una activo de Goldman Sachs y un belicista
entusiasta, encarna la mayoría de lo que desprecian del sistema
estadounidense. Más esencialmente, como el ideal de la democracia social
contiene las semillas de la misma explotación a la que se oponen, están
impulsando una agenda política contradictoria que nunca podrá satisfacerles.
Hay quienes han pedido a los
conservadores del tea party que se
unan a los manifestantes en Nueva York y en todo el país. Si un único punto de
unión fuera la oposición sin dirección al status quo, esto no sería suficiente
como para animar a los libertarios, y mucho menos una fórmula para un cambio
positivo. Idealmente, habría suficientes liberales clásicos en las calles,
opuestos a la guerra, al corporativismo estatal, al socialismo de estado, a la
brutalidad policial, a todo el programa interno de Obama y a la política
exterior de EEUU. Podríamos imaginarnos como un punto de convergencia de
populistas de izquierdas y conservadores para participar. Pero dado el paisaje
ideológico de Estados Unidos, sería solo eso: una imaginación.
Un movimiento correctamente
centrado en resistir el corporativismo y los rescates de Washington podría ser
sin embargo potencialmente mucho más fuerte y amplio, uniendo al menos a parte
de la derecha anti-Obama, elementos de la izquierda anti-Wall Street y también
libertarios. Los conservadores tendrían que estar de acuerdo en dejar en casa
sus pancartas anti-emigrantes y pro-guerra y los izquierdistas dejar aparte sus
demandas de sanidad nacional y prohibiciones respecto de la gasolina.
Un movimiento así, implicando a los
mejores de ambos bandos, tal vez podría ser diferente, pero haría falta un
espíritu mucho más cooperativo del que veamos probablemente pronto. Con los
progresistas alineados firmemente con Obama cuando éste demoniza las tea parties y los conservadores alabando
a los policías cuando golpean a los ocupantes de Wall Street para que se
rindan, parecería que es más que una teoría económica lo que separa a estos
grupos de disidentes desafectos. Llamémoslo guerra cultural o partidismo, sea
lo que sea es lo que divide a los estadounidenses entre sí (distrayéndoles del
problema real en Washington DC), tampoco es ningún héroe en esta historia.
Anthony Gregory vive en Oakland,
California. Es editor de investigación en el Independent Institute. Ves su sitio web para más artículos e
información personal.