Por Robert P. Murphy. (Publicado el 6 de octubre de
2011)
Traducido
del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5743.
Desde
hace tiempo vengo advirtiendo a mis lectores austriacos acerca de la amenaza
inflacionista que viene, no del campo keynesiano, sino de los economistas de la
Escuela de Chicago, por otra parte defensores del libre mercado. Algunos de los
líderes de esta escuela “cuasi-monetarista” o “monetarista de mercado” son Scott
Sumner, Bill Woolsey,
David Beckworth
y Lars Christensen. Su postura
básica es que estamos en una severa depresión económica porque Ben Brnanke ha
sido demasiado firme en política
monetaria en los pasados tres años.
A pesar
de que sus conclusiones me sorprenden por absurdas, estos cuasi-monetaristas
son pensadores serios y sería una dura tarea criticar con detalle su postura.
(He hecho algunos modestos esfuerzos aquí
y aquí
cuando defendieron la QE2). Aún así, a pesar de sus complejas demandas para que
la Fed “se ocupe del crecimiento del PIB nacional”, cumpla expectativas y esas
cosas, en la práctica su mensaje se están filtrando de segunda mano como
reclamaciones de verdaderas entregas de papel moneda. Como veremos, no necesito
hacer una caricatura: expertos como Matt Yglesias y Martin Wolf están
reclamando abiertamente echar dinero desde un helicóptero como solución para
nuestros males económicos.
Es una
evolución muy preocupante. Igual que las intervenciones (que dificultaron la
recuperación) de la administración Hoover a principios de la década de 1930
llevaron a un aumento masivo del gobierno bajo el New Deal y el abandono del
patrón oro, también los paquetes de “estímulo” y otros programas fracasados de
las administraciones de Bush y Obama nos han llevado al punto en que se está
discutiendo seriamente la cruda impresión de dinero como una opción política.
Yglesias y Wolf, sobre la imprenta
Nuestra
primera prueba es de nuestro querido progresista Matt Yglesias, que comentaba
en el movimiento “Ocupa
Wall Street” publicando
en su blog:
Mi opinión
es que la mejor demanda de todas [sería] “dinero gratis para todos nosotros”.
Hay un montón de formas distintas de poder implantar esto, pero la forma
general que los poderes fácticos son grandes creyentes en la importancia del
canal del crédito para la recuperación económica y por tanto han estado
dispuestos a proporcionar todo tipo de dinero gratis a quienes participan en el
sistema bancario. La cancelación de la deuda es una forma de dinero gratis para
los deudores. ¿Pero por qué dar dinero gratis solo a los bancos? ¿Y por qué dar
dinero gratis solo a los endeudados? ¿Por qué no dinero gratis para todos? Por supuesto, “todos” incluye a los endeudados.
Pero también incluye a la gente normal que no aprovechó la borrachera de
crédito. Es una idea tan buena que suena casi a tontería. “Todos saben” que
sencillamente no puedes dar dinero gratis a todos. Salvo que realmente puedes.
La mayoría de las veces no sería recomendable
hacerlo. A largo plazo el dinero es neutral y fabricar más dinero no te hace
más próspero. Pero a corto plazo, el dinero gratis para todos impacta en los
precios. La mayoría de las veces lo haría de una mala forma dislocante, pero
bajo las circunstancias actuales, lo haría de una forma útil. No sé cuál es la
mejor manera de convertir esto en un eslogan, pero se trata de que si las
distintas instituciones que juntas constituyen “el gobierno” trabajaran juntas,
podrían poner más dólares en nuestras manos. A los acreedores no les gustaría
porque hacer esto devaluaría sus reclamaciones deudoras existentes, pero y qué.
Para el
ojo desentrenado podría parecer como si Yglesias estuviera completamente
privado de formación económica, pero realmente solo está dando un versión
popular de la visión del mundo de los cuasi-monetaristas. La recomendación de
Yglesias de que los manifestantes reclamen “dinero gratis para todos” es en
realidad coherente lógicamente con las opiniones mucho más matizadas de los
economistas académicos que he enlazado antes.
Cuando vi
el post de Yglesias, estaba descorazonado, pero me tranquilizó el hecho de que,
después de todo, era solo un joven disparando posts cortantes. Los miembros
“serios” de la intelligentsia (gente
por encima de los 50, que vuelan en jets privados y nunca han jugado al Grand Theft Auto) sin duda caerían en
ese burdo inflacionismo, ¿verdad? Salvo que el distinguido columnista del FT Martin Wolf escribía
recientemente:
Es la
política que no se atreve a decir su nombre: la imprenta. Ha llegado el momento
de emplear esta opción nuclear a gran escala. (…)
¿Qué hay
que hacer? La primera tarea es abandonar lo que Adam Posen, un miembro externo
del comité de política monetaria, llama “derrotismo político”. (…)
Por tanto,
es vital sostener la demanda. Con la política fiscal en un estado de rigidez
kamikaze y una política monetaria convencional casi agotada, eso nos deja la
“flexibilización cuantitativa”. (…)
Personalmente,
yo estaría a favor del “dinero en helicóptero” recomendado por ese economista
radical, Milton Friedman. Sería una operación casi fiscal. El dinero del banco
central podría pasar a través del gobierno a la gente. Alternativamente, el
gobierno podría financiarse por el banco central, directamente. Mejor aún, el
gobierno podría aumentar sus déficit, tal vez recortando impuestos y tomando
fondos del banco central. Bajo cualquiera de estas alternativas, el banco
central estaría actuando como cualquier otro banco, creando dinero por el acto
de prestar.
En las
circunstancias actuales, debería recomendarse a monetaristas y keynesianos una
política de financiación directa del gobierno por el banco central. Los
primeros tienen que preocuparse por el hecho de que el dinero amplio (M4) de
Reino Unido disminuyó un 1,1% este año hasta julio. A los segundos tendría que
agradarles que los gobiernos pudieran tener déficits aún mayores sin aumentar
su deuda pública.
Hasta
aquí ha llegado la discusión de la política monetaria: ya estamos discutiendo
abiertamente hacer que el banco central imprima nuevo dinero para pagar las
facturas del gobierno, y esto se supone que es estupendo porque no costará nada
a los contribuyentes.
Esta
situación resulta irónica porque durante los últimos tres años, los analistas
han dicho cosa como “Ahora los inversores se contentan con bajos rendimientos
en bonos a largo plazo, porque confían en que la Fed cumpla con su objetivo de
inflación. Pero si pensaran en algún momento que la Fed está empezando a
monetizar la deuda del gobierno (como ocurrió en Zimbabue) las apuestas serán
inútiles y veremos un súbito aumento en las expectativas de inflación y
rendimientos de los bonos”.
Esto nos
sorprendía a algunos por ridículo, ya que por
definición las QE1 y QE2 ern operaciones en las que la Fed creaba cientos
de miles de millones de la nada para comprar deuda del Tesoro.
Sin
embargo, al menos antes se podía perdonar a los analistas por no ver lo
evidente. Después de todo, los funcionarios de la Fed hicieron un gran trabajo
ocultando lo que estaban haciendo. Lo hacían parecer sensato como si el Tesoro
público solo pasara por ahí, ocupándose de sus propios asuntos y la Fed dijera:
“Eh, necesitamos comprar cientos de miles de millones de bonos de alguna
organización para alcanzar nuestros objetivos de tipo de interés. ¿Alguna
idea?”
Ahora que
Martin Wolf (y un creciente coro de otros inflacionistas) está reclamando
abiertamente que los bancos centrales moneticen los déficits, me pregunto si al
menos clasificaremos la operación como monetización de déficits. Sería un
avance.
Los austriacos y la elección pública contra Chicago
Entre
otras lecciones, esta última evolución ilustra la importancia de tener distintas
escuelas de pensamiento, incluso entre aquéllos que están generalmente a
favor del libre mercado. Wolf está siendo completamente justo cuando cita a
Milton Friedman, pues fue Friedman (junto con Anna Schwartz) quien es conocido
que echó la culpa de la Gran Depresión a una política monetaria rígida. No
podemos saber lo que diría hoy el propio Friedman si estuviera vivo, pero gente
como Sumner ha dado una explicación convincente de que Friedman reclamaría más
inflación.
En estas
páginas he argumentado muchas veces que los tipos de interés artificialmente
bajos y la inflación monetaria asignan incorrectamente recursos y en realidad
dejan lista la economía para una crisis mayor; no voy a repetir aquí la
argumentación. Déjeme solo repetir que es algo extraño echar la culpa de
nuestros males actuales a una política monetaria “rígida”, cuando la base
monetaria y el agregado monetario M1 se muestran así:
He tenido antes estas discusiones
con los cuasi-monetaristas y siempre llegamos a un punto muerto: ellos se
centran en cosas como los “precios inflexibles”, la demanda de dinero y el
“crecimiento esperado de la renta total”, mientras que yo me centro en el papel
coordinador de los precios de mercado y la estructura del capital.
A la vista de las reclamaciones de
“dinero gratis” (para todos o para los gobiernos, respectivamente) de Yglesias
y Wolf, tal vez la escuela económica de la elección pública tendría algo que
decir. Una vez que dejamos que el genio de la inflación salga de la botella
(aunque fuera “lo correcto” en estos tiempos inusuales) ¿no podrían ver los
economistas del libre mercado que nunca volverá a ella?
Por ejemplo, si la Fed realmente
garantizara una renta básica a todos los estadounidenses (como explicaba
Yglesias en un post
anterior de su blog) ¿no sería esa política tan difícil de eliminar como la
Seguridad Social? Si la Fed empezara a hace préstamos directamente a empresa de
tamaño pequeño y mediano (como explica Wolf en su artículo), ¿no se vería
irremisiblemente politizada la asignación de capital?
Conclusión
El mundo
ha estado en un entorno extraño en los últimos tres años, en los que
expansiones masivas en los balances de los bancos centrales no han llevado una
gasolina a 10$ y a barras de pan a 5$. Independientemente de que qué escuela de
pensamiento pueda explicar mejor estos acontecimientos, todos vamos a lamentar
el hecho de que la gran lección que produce este episodio es que la impresión
de dinero puede producir prosperidad. Ahora que esta idea ha enraizado
firmemente, hará falta una gran caída en el poder adquisitivo del consumidor
que recuerda a todos por qué “inflación” solía ser una palabrota.
Robert Murphy es investigador adjunto del Instituto Mises, donde
enseña en la Mises Academy. Gestiona
el blog Free Advice y es autor de The Politically Incorrect
Guide to Capitalism, Study Guide to Man, Economy,
and State with Power and Market, Human Action Study Guide, The Politically Incorrect
Guide to the Great Depression and the New Deal y su nuevo libro Lessons for the Young
Economist.