Por Robert P. Murphy. (Publicado el 10 de octubre de
2011)
Traducido
del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5700.
En
septiembre participé en la magnífica Cumbre
de Simpatizantes, realizada en la prestigiosa Academia Nacional de Ciencias
de Viena, donde en su tiempo dio clases Eugen von Böhm-Bawerk. Después de mi
visita a Austria, aproveché para hacer una excursión a Eslovaquia donde me
sorprendió descubrir una gran cantidad de fans del Instituto Mises y Ron Paul.
Peter
Gonda, trabajando en Conservative Economic Quarterly Lecture Series, se las
arregló para que yo pudiera dar una conferencia: “Dinero y banca: El Estado
frente al Mercado”, a dos audiencias distintas. (Los vídeos de la conferencia y
las preguntas y respuestas están aquí). Mi conferencia fue
bastente teórica, explicando la perspectiva de Menger/Mises en la evolución
del dinero y la banca, así como la perspectiva
de Rothbard de los peligros de la banca centralizada y el dinero
fiduciario.
Sin
embargo, en el turno de preguntas y respuestas de la conferencia y durante mis
entrevistas con periodistas locales, la mayoría de la gente quería discutir la
crisis de la deuda griega y el destino del euro. Incluso aquí mostré la
relevancia de las ideas austriacas: Alemania, Eslovaquia y los demás países
frugales estaban en este embrollo solo porque el euro era una moneda
fiduciaria. Si hubiera estado respaldado al 100% por una materia prima como el
oro, entonces las deudas del gobierno griego serían irrelevantes para los
demás.
La crisis de deuda soberana de los PIIGS
Los
inversores están muy alarmados ante la posibilidad de que los gobiernos de los
llamados PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) impaguen sus bonos.
Al momento de escribir esto, la crisis se centra en Grecia, pero puede
extenderse pronto a otros países. El siguiente gráfico muestra cómo los locos
rescates y el gasto en estímulo, junto con las decrecientes recaudaciones por
impuestos, ponen a los gobiernos en problemas fiscales:
Deuda pública en
porcentaje del PIB, medias anuales
Fuente: http://www.economist.com/content/global_debt_clock
Cuando
estaba en Eslovaquia, el asunto candente era si su gobierno debería contribuir
al Fondo
Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), una entidad de 440.000 millones
de euros que compraría bonos, daría avales y realizaría otras transacciones
para reducir la incertidumbre sobre la deuda emitida por los atribulados PIIGS.
Los eslovacos eran históricamente un pueblo pobre pero frugal y a muchos les
dolía rescatar a los griegos que eran unos derrochadores a pesar de tener un
mayor nivel de vida. (A quienes no les gustan los estereotipos, no me manda
correos electrónicos irritados: solo repito lo que me dijeron los eslovacos).
El
eslovaco medio estaba en la misma desgraciada posición que el estadounidense
medio en el otoño de 2008: se le decía que tenía que pagar impuestos más altos
para rescatar a ricos que habían tomado malas decisiones financieras. Cuando se
dijo a los estadounidenses que tenían que pagar los 700.000 millones de dólares
del TARP, el secretario del Tesoro Paulson y otros advertían que no hacerlo
llevaría a un desplome del sistema bancario. En la misma línea, hoy se advierte
a los europeos que necesitan rescatar a los gobiernos de los PIIGS si no
quieren que se desplome el euro, arrastrando con él a los bancos.
Reglas de deuda y moneda fiduciaria
Cuando se
introdujo inicialmente el euro, la gente era consciente de este gran peligro.
Por eso el Tratado de
Maastricht contenía reglas para los países que desearan incorporarse a la
unión monetaria del euro. En concreto los déficits presupuestarios públicos no
debían exceder el 3% del PIB y la deuda pública total no debía exceder del 60%
del PIB.
Evidentemente,
las reglas del Tratado de Maastricht eran tan obligatorias como la Declaración
de Derechos en Estados Unidos. Ayudado en parte por manipulaciones que incluían
swaps de moneda diseñados
por Goldman Sachs, el gobierno griego incumplió los límites de los déficits
durante años. Y así estamos donde estamos, en el mismo escenario de pesadilla
del que advirtieron algunos economistas (como Milton
Friedman) en el momento de la concepción del euro.
Perdidas
entre todos los análisis de la teoría del “área monetaria óptima”, las
posibilidades de un impago estructurado, las consecuencias de un desplome del
euro, etc., hay dos preguntas sencillas: ¿Por qué el comportamiento del gobierno
griego tiene algo que ver con los contribuyentes en Alemania? ¿Por qué tenía el
Tratado de Maastricht original reglas acerca de la política fiscal como parte
de los criterios para la unión monetaria?
La
respuesta es que el euro es una divisa fiduciaria
y, como tal, siempre generará gobernantes con la tentación de monetizar
déficits fiscales. Por eso los ciudadanos de la tradicionalmente halconera
Alemania (que crecieron con cuentos de terror sobre hiperinflación) serían muy
cautelosos a la hora de incorporarse a una unión monetaria con gente que elige
a gobiernos derrochadores y tiene banqueros centrales que son palomas
inflacionistas.
Traté de
explicarme a mis audiencias eslovacas con un experimento mental: Supongamos que
en lugar de la aproximación fiduciaria, el euro se hubiera respaldado desde el
primer día l 100% con reservas de oro. En este caso, una organización en
Bruselas tendría una impresora y una gran caja fuerte. Cualquiera en todo el
mundo (ya fueran ciudadanos privados o bancos centrales extranjeros) podría obtener
euros siempre que depositara en la caja fuerte la cantidad de oro fijada. Así
que, en cualquier momento, cada euro en circulación estaría respaldado por el
oro correspondiente en la caja de Bruselas.
En este
escenario, la gente que emitiera los euros no tendría que hacer una
verificación del perfil de la gente que pida billetes nuevos. Mientras las
solicitudes se hagan en oro real, a la gente que imprima euros no le preocupará
si el solicitante es el gobierno alemán o Bernie Madoff. Incluso si algún país
hubiera adoptado el euro (respaldado por oro) como su propia divisa y luego el
gobierno impagada sus bonos, no habría repercusiones en las demás regiones que
utilicen el euro como moneda. La gente sabría que sus propios euros están respaldados
al 100% por oro en la caja de Bruselas, igual que siempre.
Para una
audiencia estadounidense, tengo otra forma de explicar esto. Ahora mismo hay
una posibilidad de que estados como California e Illinois impaguen sus bonos.
Aún así, esto actualmente no supone ningún problema para otros estados, ni hace
que los inversores se preocupen acerca del “destino de la dolarzona”. Porque poca
gente espera que la Fed realice una intervención masiva para impedir impagos a
nivel estatal.
Sin
embargo, supongamos que la Fed sí
actúa y empieza a comprar cantidades masivas de bonos emitidos por California,
Illinois, Michigan, etc. En ese momento (una vez que quede claro que los
déficits a nivel estatal influirían en la política de la Reserva Federal) bien podríamos ver algo similar a la crisis
actual en Europa. Podríamos ver cómo el tipo de cambio del dólar varía en
relación con otras divisas en respuesta a los informes de cambio en las
condiciones fiscales de los gobiernos estatales estadounidenses.
Conclusión
Desde que el mundo abandonó los últimos vestigios del
patrón oro en 1971, la economía global ha ido a la deriva. Los tecnócratas
siguen asegurándonos que pueden dirigir la economía mucho más eficientemente
que con el “obsoleto” patrón oro, aunque una serie continua de crisis sugieren
otra cosa. Podemos alcanzar el sueño del euro (una unión monetaria integrada en
la que personas y negocios planean sus actividades abarcando varios países sin
miedo a un riesgo de tipo de cambio) sin sus correspondientes escollos, pero
solo si la gente vuelve a usar un dinero genuinamente metálico.
Robert Murphy es investigador adjunto del Instituto Mises, donde
enseña en la Mises Academy. Gestiona
el blog Free Advice y es autor de The Politically Incorrect
Guide to Capitalism, Study Guide to Man, Economy,
and State with Power and Market, Human Action Study Guide, The Politically Incorrect
Guide to the Great Depression and the New Deal y su nuevo libro Lessons for the Young
Economist.