La especulación y el rescate inmobiliario

Por Mark A. Pribonic. (Publicado el 13 de junio de 2008)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/2995.

 

Recordando a un joven aceptando atreverse a hacer algo estúpido, el presidente del Comité Bancario del Senado, el Senador Christopher Dodd, alardeó ante los periodistas el pasado día de que los miembros del comité habían hecho algo que muchos pensaban que era imposible: el comité acordó una legislación que rescataría a los propietario de viviendas que afrontaran un desahucio.

No es por decepcionar al senador de Connecticut, pero pocos dudamos nunca de la habilidad de los políticos para diluir los riesgos y recompensas del intercambio voluntario.

La base de la legislación propuesta es la creación de un nuevo proceso burocrático que ofrecería garantía pública de 300.000 millones de dólares en nuevas préstamos vivienda para prestatarios en riesgo. Para solicitar esta garantía, los prestamistas tendrían que acordar rebajar los balances de préstamos que estén por debajo del valor acordado de la casa. Al llegar al acuerdo, el senador de Alabama, Richard Shelby declaraba que los contribuyentes no tendrían ningún riesgo. Pero como el gobierno no crea riqueza por sí mismo, los contribuyentes siempre tienen riesgo de correr con los gatos de un programa público, ya sea mediante impuestos o precios más altos debidos al dinero creado por el gobierno. La premisa del Senador Shelby sobre el riesgo soportado es el primero de varios puntos de lógica fallida en este plan.

Los factores que causaron los préstamos impagados siguen existiendo. La incapacidad de pagar dentro del plazo normalmente es el resultado de un exceso de exposición al riesgo o pérdida de rentas, que puede deberse al desempleo o a un divorcio.

Para muchos de los que afrontan un desahucio, la deuda no se limita a una sola hipoteca. En muchos casos, se realizaron múltiples préstamos en forma de segundas hipotecas y créditos hipotecarios sobre el valor hipotético de la propiedad. Esto pone en cuestión la parte de la legislación que requiere que se reduzcan los balances crediticios. ¿Incluye los balances existentes para préstamos de segundo o tercer nivel? Por supuesto, la deuda no se limita a los préstamos inmobiliarios. Según algunos datos, la deuda en tarjetas de crédito en este país supera el billón de dólares. Sería seguro suponer que los que afrontan un desahucio tienen grandes deudas en sus tarjetas de crédito como consecuencia de tratar de cumplir con los plazos.

Una de las grandes mentiras acerca de la naturaleza de los desahucios es que las causas del peligro financiero son las revisiones al alza de préstamos inmobiliarios solo de intereses, que naturalmente hacen que aumente la cuota mensual. La mayoría cree que si esta gente tuviera hipotecas fijas normales, entonces la desesperación de perder sus casas sería una pesadilla pasajera. El adjetivo posesivo “sus” es en sí mismo una mentira, ya que implica un declaración de propiedad en la que se ha invertido poco o ningún dinero. Pero los creyentes en este teoría del tipo de interés ajustable no aprecian la alta probabilidad de que muchos de los que están en morosidad no estuvieran mejor bajo una hipoteca normal. Por ejemplo, hoy una hipoteca fija a 30 años con un tipo de interés del 6% sobre un principal de 250.000$ requeriría un pago mensual de 1.490$ y esta cifra no incluye impuestos a la propiedad y seguros, que aumentarían la cuota mensual en unos cientos de dólares más, una cantidad equivalente a la de los préstamos solo de intereses impagados.

En el otro lado de la ecuación, una pérdida de empleo o un divorcio que acusara una caída inesperada de los depósitos familiares mensuales es más que probable que siga presente. Nuevos plazos de hipoteca no tendrán en absoluto ningún efecto en tu empleo o estado civil. Si el Congreso se diera cuenta de esto, no resultaría una sorpresa ver mayor legislación inmobiliaria que obligara a renovar los contratos de empleo y los votos maritales.

Para que cualquier plan de rescate inmobiliario reciba la sanción presidencial, la legislación no debe rescatar a especuladores o prestamistas. Pero la especulación es propia de cualquier transacción que incluya una deuda. Cuando se asume una deuda, especulamos que seremos capaces de cumplir con las cuotas y la liquidación final del préstamo. Por tanto, especulamos sobre el futuro estado de nuestra renta, que consiste en factores como salud, empleo y estado civil. Sin especulación, nunca se prestará dinero y se construirían pocas casas.

Aún así, este o cualquier otro plan de garantías públicas se basa exactamente en las fuerzas económicas que aborrecen públicamente los políticos en sus poses. Nos obliga a todos a poner nuestra confianza en quienes fracasaron con su propio dinero en atender sus compromisos con el dinero de un extraño. Si el Congreso quiere acabar con la especulación, debería sugerir empezar con los negociantes de la Reserva Federal.

 

 

Mark A. Pribonic es profesor adjunto de economía y trader en una institución financiera. Su blog es ScrambledEggconomics.com.

Published Tue, Oct 18 2011 7:12 PM by euribe