¿Son productivos los trabajos públicos?

Por Ryan P. Long. (Publicado el 1 de noviembre de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5772.

 

La reciente réplica de Ron Paul a una pregunta que le planteó Wolf Blitzer revela una interesante prueba del algodón de si una persona acepta o no la premisa fundamental de la macroeconomía (keynesiana) moderna.

Como informa Politico:

Apareciendo en la CNN antes del discurso, Paul se vio presionado por Wolf Blitzer sobre cómo eliminar alrededor de 221.000 empleos públicos en cinco departamentos del gabinete haría mejorar la economía. Respondió: “No son trabajos productivos”, dijo.

¿Son o no son “trabajos productivos”?

Productividad

Debe apuntarse en primer lugar que el Dr. Paul no quiere decir que estos trabajos impliquen una baja productividad en el sentido económico del término, es decir, rendimiento por hora. El Dr. Paul sencillamente no estaba sugiriendo que los empleados públicos sean unos vagos. Lo que quería decir Paul era que los trabajos públicos no ofrecen a la sociedad un bien o servicio al consumidor.

Pensemos en el embajador de EEUU en Ruritania. Si fuéramos a medir la productividad del embajador en términos de rendimiento por hora, el denominador de esta ecuación consistiría simplemente en todas las horas que trabajó.

Pero pensemos en el rendimiento del embajador. El trabajo diario de un embajador consiste en buena parte en reunirse con diplomáticos extranjeros, negociar, escribir informes y memorandos y dedicarse a la gestión de proyectos diplomáticos. Sumar todas estas reuniones, informes y tareas de gestión de proyectos no daría alguna medición del “rendimiento” del embajador. Un embajador que realice un gran número de estas tareas sería más productivo que otro.

Eso nos da cierta medición de la “productividad” del embajador en el sentido de la jerga económica de la palabra.

Trabajos productivos

Ya debería resultar evidente que el Dr. Paul no tienen exactamente en mente la productividad económica cuando sugiere que los trabajos públicos no son productivos. En un sentido técnico, son igual de “productivos” que cualquier otro trabajo.

Por el contrario, el Dr. Paul (junto con la mayoría de los economistas de la Escuela Austriaca) sugiere que las tareas realizadas por un embajador (o cualquier otro empleado público) no proveen una función del mercado. Estos servicios no serían demandados por nadie en una economía de mercado.

Esencialmente, el gobierno crea de la nada una demanda de estos servicios: la existencia de embajadores es lo que lleva al trabajo realizado por embajadores. No llevan sus servicios al mercado para vendérselos a cualquiera que sea un comprador voluntario. El gobierno nombra embajadores para realizar servicios que ningún consumidor quiere comprar.

Comparemos esos servicios con los realizados por una persona para los cuales hay una demanda muy real, por ejemplo, un ingeniero industrial. Los ingenieros industriales son contratados por clientes que no pueden cumplir eficientemente las necesidades de sus clientes actuales sin tener una solución a un problema industrial, como mover grandes objetos del punto A al punto B, aumentar la velocidad a la que se fabrica el trasto X, etc. El ingeniero industrial diseña una solución a estos problemas a cambio de una tarifa que se corresponde con la cantidad de dinero que espera ahorrar el cliente al tener una nueva solución más eficiente.

El quid del asunto

Considerando que a los embajadores se les paga con dinero recaudado de ingresos públicos, mientras que a los ingenieros industriales se les paga con el capital acumulado por individuos y empresas, los trabajos públicos crean la siguiente situación:

  1. Lo gobiernos contratan y empiezan a pagar embajadores.
  2. El gobierno pone impuestos para pagar a los embajadores.
  3. La gente tiene menos ahorros, porque tiene que pagar más en impuestos.
  4. Al reducir los ahorros, la gente tiene menos dinero para invertir en proyectos de ingeniería.

Así que el impacto de pagar empleados públicos es la transferencia de recursos económicos de la producción de bienes económicos a la realización de servicios para los que no hay demanda de mercado.

Es a esto a lo que se refiere el Dr. Paul cuando dice que los trabajos públicos “no son productivos”.

La afirmación keynesiana y la prueba del algodón

Los economistas keynesianos argumentan que los salarios dados a los embajadores acaban en manos de la gente cuando éstos acuden al mercado a comprar sus propios bienes y servicios de consumo. Aunque se incurra en un coste inicial cuando se recaudan los impuestos, la economía en su conjunto no debería sufrir, ya que el dinero vuelve a la economía en forma de consumo por parte de los empleados públicos.

Si no llevamos el ejemplo más allá, no podemos decir que la afirmación keynesiana sea falsa. De lo que se trata no es simplemente de una cuestión de si los empleados públicos acaban gastando su dinero en bienes de consumo. Lo hacen.

La prueba del algodón es el grado en que una persona cree que el consumo de los empleados públicos vuelve a la economía tan igual y eficientemente distribuido como antes de que se recaudaran los impuestos. ¿Pasa sencillamente el dinero pagado a los empelados públicos a través del gobierno y vuelve a las personas dentro de una economía exactamente como antes? ¿O cambia la distribución total del dinero cuando el dinero se quita vía impuestos a los fabricantes que lo usarían como capital de inversión y se da a los embajadores que lo usan para consumo?

Los gastos públicos desde la perspectiva austriaca

En el ejemplo anterior, los partidarios de la Escuela Austriaca apuntarían lo siguiente:

  • Al contratar el gobierno un embajador, alguien, que de otra forma se dedicaría a otra actividad, realiza una función que no es de mercado y para la cual no hay demanda.
  • Al pagar el gobierno al embajador con dinero de impuestos a agentes del sector privado del mercado, los recursos que se utilizaron en algún caso en la producción de una serie de bienes se desvían ahora a la producción de bienes que no son de mercado para los cuales no hay demanda.

Por tanto, hay un cambio en la distribución de los recursos.

¿Qué hay de que los embajadores gastan su dinero en consumo? De nuevo, volviendo al ejemplo anterior, los partidarios de la Escuela Austriaca apuntarían lo siguiente:

  • El dinero que algunas personas habían querido gastar en ingeniería industrial se ha transferido a los embajadores.
  • Esos embajadores deben, antes de cualquier forma de consumo, comprar comida, ropa, alojamiento, sanidad y necesidades similares.

El consumo de los embajadores no vuelve a los ingenieros industriales que habrían sido los receptores originales de ese dinero. Por el contrario, se desvía a productores de comida, ropa, alojamiento, sanidad, etc. Si el dinero acaba volviendo a los ingenieros industriales, es una porción mucho menor del gasto de consumo de los embajadores.

Los economistas de la Escuela Austriaca se refieren a este fenómeno como la no neutralidad del dinero.

Conclusión

Estemos de acuerdo o no con la afirmación del Dr. Paul de que los trabajos públicos “no son productivos”, el grado en que estemos de acuerdo ofrece una idea valiosa de la medida en que creemos a la corriente predominante y keynesiana del dinero en la macroeconomía.

La perspectiva austriaca argumenta que todos los trabajos públicos desvían recursos a la producción de bienes o servicios que nunca existirían en el mercado libre o existirían un mucho menor grado.

En ese sentido, los trabajos públicos no son productivos.

 

 

Ryan P. Long es consultor y analista en Ottawa, Canadá. Ha sido autor y coautor de artículos para publicaciones comerciales y revistas e economía, dirección empresarial e investigaciones sobre salubridad.

Published Wed, Nov 2 2011 8:32 PM by euribe