Por Pierre Lemieux. (Publicado el 25
de septiembre de 2008)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/3120.
La actual confusión financiera es
una “crisis del capitalismo”, dijo un portavoz del Partido Laborista Socialista
de Gran Bretaña, como han venido repitiendo durante más de un siglo los buenos
marxistas. “Un sistema financiero sin regulación es un desastre”, repetía Sheila
Rowbotham, profesora de historia de genero y laboral en la Universidad de
Manchester. Un candidato izquierdista a la alcaldía de Londres añadía: “El
capitalismo ha tenido su oportunidad y ha fracasado; ahora es el turno del
socialismo”.
Me pregunto qué han fumado.
Recordemos que la crisis financiera
empezó el pasado año con el desmoronamiento del mercado estadounidense de
hipotecas subprime. En ese momento, la mitad de las hipotecas residenciales en
Estados Unidos ya las tenían o garantizaban Fannie Mae o Freddie Mac, dos
“empresas patrocinadas por el gobierno” (EPG). Durante el pasado año, las dos
EPG han financiado cuatro de cada cinco hipotecas, Fannie Mae se creó con el
inicio de la Gran Depresión por Franklin D. Roosevelt; Freddie Mac por el
Congreso en 1970. Los inversores privados compraron alegremente títulos
emitidos por las dos EPG porque sabían que el gobierno federal nunca dejaría
quebrar estas empresas (lo que resultó cierto la pasada semana cuando
Washington se apropió completamente de ellas). Antes de que empezara la crisis,
el mercado hipotecario estadounidense era un dechado de socialismo, sin
paralelo en cualquier otro país occidental.
La Ley de Reinversión en la Comunidad de 1997,
que impide a los prestadores de hipotecas “discriminar” contra solicitantes
miembros de minorías, no ayudó a tomar decisiones financieras sensatas. En cada
caso de decisión financiera, acecha algún regulador.
El sistema financiero
estadounidense esta fuertemente regulado. Creado en 1934, la poderosa Securities
and Exchange Commission (SEC) aplica regulaciones a todo tipo de transacciones
financieras, desde el registro de títulos a la divulgación de información
corporativa. La Ley Sarbanes-Oxley extendió aún más el ámbito de intervención
de la SEC. El Departamento de Justicia de EEUU persigue a CEO y empresarios y a
los objetivos condenados se les imponen a menudo largas sentencias de prisión.
El jueves, el fiscal general de Nueva York (un aspirante a ser Eliot Spitzer o Patrick Fitzgerald)
anunció que ha empezado una “amplia investigación respecto de las ventas a
corto en el mercado financiero”.
Cuando el Secretario del Tesoro,
Hank Paulson dice: “No creo en un capitalismo salvaje sin regulación”, no está
dando una noticia. Está repitiendo lo que ha sido la política estadounidense
oficial del último siglo. El que el resultado sea un socialismo financiero con
un rostro humano capitalista o un capitalismo de estado con un fuerte aroma
socialista, es cosa de elegir entre un vaso medio vacío y un vaso medio lleno.
A exportación parcial de regulación
estadounidense a otros países ha llevado a una especie de estatismo financiero
global.
Otra fuente de confusión financiera
ha sido el rápido aumento en la oferta monetaria por parte del banco central de
Estados Unidos, el Sistema de la Reserva Federal, como indica la mayor
inflación y los menores tipos de interés. Durante años, economistas de la llama
Escuela “Austriaca” de economía (seguidores del premio Nobel Friedrich Hayek y
de Ludwig von Mises) nos han advertido de un inminente desastre si se inyecta
dinero en la economía impidiendo los ajustes necesarios. Esto, afirman, solo
empeorará la crisis.
No hay razón para confiar en que el
estado regule de forma eficiente. El estado está hecho de hombres (políticos y
funcionarios) que responden a sus propios incentivos e intereses. Si hay una
ganancia política a obtener extendiendo las hipotecas y postergando una crisis
para que se ocupen de ella los políticos del futuro, así se hará.
A pesar de esto, se ha desarrollado
una falsa confianza en el poder del estado para garantizar la estabilidad.
Algunos inversores han llegado a creer que, sea cual sea el error que cometan,
tienen derecho a sus beneficios y las autoridades lo harán cumplir. El rescate
de Bear Stearns, las dos EPG y AIG solo alimentarán esta creencia. Pero si
alguna gente ha realizado malas inversiones y se les libera de su
responsabilidad por sus propios errores, esto solo significa que el coste se
transferirá a otros, probablemente mediante una crisis peor.
Además, como han remarcado muchos
comentaristas, avalar a las grandes empresas financieras ante quiebras hará que
se reclame que se regulen más estrictamente. Es una vieja historia: las
intervenciones políticas pasadas crean las razones para otras nuevas.
La presente confusión financiera es
realmente un fracaso del estatismo global. El socialismo ha vuelto a fracasar.
Probemos en capitalismo.
Pierre Lemieux es economista del
Departamento de Ciencias de la Dirección de la Universidad de Quebec en Otawa y
miembro investigador del Instituto Independiente.