Por D.W. MacKenzie. (Publicado el 9
de noviembre de 2011)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí http://mises.org/daily/5791.
Barack Obama declaró recientemente
que si un republicano gana las próximas elecciones, los estadounidenses estarían
“solos”. La protección del gobierno ante cosas como la contaminación, las
tarifas ocultas y las ejecuciones hipotecarias desaparecerían y la gente no
sería capaz de confiar en otros para pagar cosas que no pueden permitirse.
Rush Limbaugh le respondió diciendo
“Estupendo, eso es lo que queremos,
estar solos”.
Obama y Limbaugh parecen mantener
una visión común del capitalismo como un sistema de “duro individualismo”: uno
condena la confianza en uno mismo, el otro la alaba. Ninguno de ambos parece
apreciar la verdadera naturaleza del capitalismo. No importaría si la confusión
sobre la naturaleza del capitalismo se limitara a solo estos dos individuos.
Por desgracia, los errores respecto de la forma en que funciona el capitalismo
están ampliamente extendidos.
Hay un aspecto en el que la gente
tratar de estar sola. La gente quiere evitar pagar impuestos. La reciente
discusión de las cargas fiscales ejemplifica la confusión sobre cómo funcionan
los mercados. El aumento en el gasto en déficit ha espoleado el debate sobre
quién debería soportar las futuras cargas fiscales. La gente en la izquierda
política quiere gravar a los ricos para hacerles pagar su “justa porción”. De
acuerdo con muchos en la derecha política, los estadounidenses de rentas altas
ya pagan la mayoría de los impuestos. El 1% superior de perceptores de rentas
pagan tanto como todos los demás y el 50% inferior no pagan ningún impuesto
(sobre la renta) en absoluto. La izquierda política responde apuntando que la
desigualdad ha aumentado. Los ricos se están haciendo más ricos y supuestamente
necesitamos más igualdad para alcanzar la justicia social.
El problema con todo el debate
popular sobre impuestos es que los esfuerzos por evitar los impuestos van más
allá de la competencia política por los tipos impositivos legales. Los
esfuerzos por evitar impuestos se extienden a los mercados. Si, por ejemplo,
los impuestos a las rentas superiores subieran un 20%. Los trabajadores de
altas rentas reaccionarían a esto negociando mayores salarios. Si los trabajadores de altas rentas tienen
éxito en aumentar sus salarios un 10%, cerca de la mitad de este impuesto lo
pagarían sus empresarios. El impuesto más alto reduce los salarios percibidos; los salarios más altos
aumentan los salarios pagados. En
este punto, la división exacta de la carga fiscal entre empresarios y empleados
depende de la posición negociadora relativa de toda esta gente en el mercado
laboral. La realidad es que los empleados de altas rentas pasarán parte, tal
vez incluso la mayoría, de cualquier impuesto progresivo a sus empresarios.
Los empresarios contratarán a menos
empleados de altas rentas y tratarán de pasar sus acrecentados costes laborales
a sus clientes. Esto depende ahora del poder negociador relativo del vendedor y
sus clientes. En la medida en que los propietarios de negocios puedan aumentar
los precios sin grandes pérdidas comparativas en el volumen de ventas, podrán
pasar la mayoría de los costes impositivos aumentados a los consumidores. Los
consumidores que compren aún a un precio mayor acaban pagando parte del
impuesto que se supone que solo afecta a “los ricos”. La derecha política se
equivoca en su opinión de que los inferiores no pagan impuestos sobre la renta.
Todos pagan impuestos a las ventas directamente, pero los estadounidenses de
rentas medias y bajas acaban pagando parte de los impuestos dirigidos a los estadounidenses
de rentas altas. La izquierda política también se equivoca. Las cargas actuales
de impuestos más altos no pueden aislarse en “los ricos”. Los estadounidenses
pobres y de rentas medias ya están pagando impuestos ocultos a través de
precios más altos. Lo aumentos adicionales en impuestos explícitos al 1% o 5%
superior aumentarían las cargas fiscales ocultas que todos los demás ya
soportan.
Uno podría argumentar que las
cargas fiscales ocultas antes mencionadas son a menudo pequeñas. Tal vez solo
un pequeño porcentaje de los impuestos que se pasan a los empresarios se pasan
a su vez a los consumidores en forma de precios más altos. Si los empresarios
sencillamente afrontan costes laborales marginales superiores sin ingresos marginales
superiores, disminuyen sus márgenes de beneficios. Las disminuciones en los
retornos en las inversiones empresariales inhiben el crecimiento futuro. Un
crecimiento económico lento se traduce en un crecimiento futuro lento en salarios
y rentas para casi todos. Los efectos de los impuestos en el crecimiento son
posiblemente, más sutiles que el precio.
Las economías de mercado son
sistemas complejos en los que los intereses de todos están entremezclados. Los
esfuerzos por cambiar los resultados de la competencia en el mercado
conllevarán consecuencias no pretendidas. El concepto de justicia social es en
sí mismo indefinido y arbitrario. Sin embargo, aunque consiguiéramos acordar
todos una noción de redistribución “socialmente justa” no hay forma práctica de
estructurar realmente los impuestos (o el gasto público) para alcanzar ese
objetivo. La imposición de nuevos impuestos cambia salarios y precios en formas
que son imposibles de predecir de antemano y difíciles de medir incluso después
del hecho.
Tanto derecha como izquierda
parecen haber abrazado el mito de que el estado es capaz de restringir los
efectos de los impuestos a personas concretas. Aunque no podemos medir con
precisión las cargas fiscales reales de cada uno, sí sabemos que las cargas
fiscales reales se desvían significativamente de las cargas fiscales
pretendidas. Las personas de rentas altas no pagan tanto como sugieren los
tipos impositivos oficiales. Los mercados dispersan las cargas fiscales más uniformemente
de lo que cree la mayoría de la gente. Esfuerzos por “hacer que los ricos
paguen su parte justa” aumentan por tanto la verdadera carga fiscal compartida
mediante impuestos indirectos y ocultos. Los beneficios de los recortes
fiscales también se comparten más extensamente de lo que cree la mayoría de la
gente.
Hay dos lecciones principales en
esto. Primera, ninguno de nosotros está nunca realmente “solo”, porque el
sistema de mercado es un sistema social. Segundo, los políticos no pueden usar
los impuestos para conseguir ninguna serie concreta de objetivo de “justicia”
en la renta, porque el sistema de mercado es extraordinariamente complejo y
adaptable, y los propios políticos son cualquier cosa menos omniscientes. Una
autoridad omnisciente y omnipotente podría imponer alguna idea de justicia
social. La realidad que afrontamos es que la justicia social es, al mismo tiempo,
arbitraria e inaplicable en la
práctica. Estas dos lecciones tienen implicaciones importantes.
Por suerte, hay una solución fácil
al problema de evitar los impuestos. Todos podemos evitar las cargas fiscales
pesadas si los funcionarios recortan el gasto federal innecesario o
desperdiciado. Un análisis detallado de todo el gasto público es evidentemente
una tarea muy complicada, pero mucho del trabajo ya está hecho. Pocos programas
federales se acercan a la definición económica de un bien público o están
conformes con los límites constitucionales del gobierno federal. Todos pagamos
impuestos innecesariamente altos. Todos podemos pagar menos.
D. W. MacKenzie es profesor
ayudante en el Carroll College.