Por Doug French. (Publicado el 9 de
noviembre de 2011)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5796.
Los avatares de la vida llevan a
una persona por caminos que nunca imaginó. Un niño de la Kansas rural creciendo
donde la gente habla con franqueza, sin tener la elegante elocuencia que ofrece
la persona supuestamente mejor educada en la ciudad, no podría imaginar una escuela
de economía ofrecida clara y sencillamente,
De hecho, la tradición austriaca de
economía clara y sensata es muy larga. A principios del siglo XIX, el francés Frédéric
Bastiat reanudó lo que dejaron los escolásticos españoles. Como explica Jima
Grant, brillante mago de la palabras y analista de Wall Street:
Como nadie puede entenderles, los
economistas modernos hablan entre sí. Cotillean en álgebra y discuten en
cálculo diferencial. Y cuando la mordaz ecuación matemática correcta no se les
ocurre, vuelven torpemente al inglés, como un estadounidense de mediana edad
tratando de recordar su español del instituto. El economista Frédéric Bastiat,
que vivió en la primera motad del siglo XIX, escribía en francés, no en
símbolos. Pero sus palabras (fuertes, claras y sensatas) perviven hoy.
El decano moderno de la Escuela
Austriaca, el propio Murray Rothbard, escribió:
Bastiat era de hecho un lúcido y
soberbio escritor, cuyos brillantes y agudos ensayos y cuentos hoy resultan
demoliciones notables y devastadoras del proteccionismo y toda forma de
subvención y control públicos. Fue verdaderamente un defensor brillante de un
mercado absolutamente libre.
Se ha hecho caso omiso de la
sabiduría de Bastiat. El mundo moderno es cualquier cosa menos un mercado
libre. Esta cubierto de tomos de regulaciones mientras se obliga a operar bajo
el régimen de dinero fiduciario, establecimiento de tipos de interés por parte
del banco central e inyecciones monetarias. La economía da bandazos a través de
un continuo laberinto de distorsiones (aparición de burbujas de activos
seguidas por dolorosos declives) y un alto desempleo e inflación persistentes
enmascarados por estadísticas oficiales descafeinadas emitidas por las agencias
públicas.
Mientras que la mayoría de la gente
ve y cree y que el gobierno quiere que vea, los austriacos siguen fielmente a
Bastiat y Rothbard lo deja claro:
De esta forma, el “economista”, el
observador al tercer nivel de Bastiat, reivindica el sentido común y rebate la
apología de la destrucción de los pseudo expertos. Considera lo que no se ve al
tiempo que lo que se ve. Bastiat, el economista, es el verdadero analista
experto.
Llevaba 12 horas en mi curso de
maestría en economía en la UNLV cuando Rothbard entró por la puerta ya hablando
(como si hubiera empezado su lección en el vestíbulo) acerca de los estúpidos
políticos que amenazaban a las malvadas petroleras que estuvieran aumentando
los precios de las gasolinas. A partir de ese pensamiento, se limitó continuar
su clase de historia del pensamiento económico. No pasó lista ni dio un
programa. Murray no tenía tiempo para eso: tenía siglos de historia a cubrir.
A medida que Murray avanzaba
rápidamente en su primera lección de ECO742, yo supe que así era como debería
enseñarse la economía. Olvidar gráficos, ecuaciones y otras bobadas que había
aguantado en mis dos primeros semestres; esto era lo real: buenos contra malos, relatos de acción humana contados al
ritmo de un monólogo de Robin Williams, salpicados con alguna broma y como una
docena de recomendaciones de lectura por noche: título del libro, autor, año de
publicación y normalmente el nombre de la editorial.
Las clases de historia del
pensamiento en el otoño de 1990 tenían un énfasis en la historia financiera que
picaron mi interés por las burbujas financieras y los crashes. Ése sería al
final el sujeto de mi tesina de maestría y me dio una comprensión del mayor
desplome financiero en la historia moderna, que pronto viviría en mi vida
profesional.
El mentor de Rothbard, Ludwig von
Mises, desarrolló la teoría austriaca del ciclo económico hace más de 100 años.
Mises se convirtió en economista tras leer los Principios
de economía política de Carl Menger, publicados en 1871. “Hasta el
final de los setenta no había ninguna ‘Escuela Austriaca’. Solo había Carl
Menger”, explica Mises. No sorprende que el fundador de la Escuela Austriaca
empezara como periodista y escribiera comedias y novelas.
A través de la lente austriaca,
investigué la tulipomanía
y las burbujas
del Mississippi y los Mares del Sur al escribir la tesis bajo la dirección
de Rothbard y Hans-Hermann Hoppe. Pero en mi trabajo diario, se perdió la
lección de Mises mientras estaba ocupado prestando al calor de la burbuja
inmobiliaria de principios de la década de 2000. Las burbujas financieras son
mucho más fáciles de ver desde el exterior mirando hacia dentro que desde el
interior mirando hacia fuera, siendo imposible calcular los tiempos.
Tras los ataques del 11-S, la
Reserva Federal recortó los tipos de interés, con los tipos de los fondos
federales rebajados al 1% en 2003, respecto del 6,5% en 2000. Mantener los
tipos bajísimos durante un año generaría un auge especulativo inmobiliario sin
parangón visto en Estados Unidos. Y la ciudad en la que enseñó Rothbard hasta
su muerte en 1995 (y Hoppe hasta su jubilación en 2006) era una olla de
especulación inmobiliaria en ebullición.
Igual que Mises había predicho una
depresión durante el apogeo de los felices 20, austriacos como Mark Thornton
veía el peligro que asomaba detrás del auge, escribiendo “Housing: Too
Good to Be True” en junio de 2004.
En Las Vegas, los precios de los
terrenos se multiplicaron por ocho y los de las viviendas se triplicaron. Más
de 200 personas diarias se mudaron a la nueva ciudad del auge y se empezaron
nuevas urbanizaciones de hoteles y casinos por 40.000 millones de dólares
mientras los auges inmobiliario y bursátil se extendían por todo el país.
La ciudad que tenía medio millón de
habitantes cuando llegamos Rothbard, Hoppe y yo en 1986 había crecido a 2
millones pocas décadas más tarde, con los expertos afirmando que Las Vegas
crecería hasta los 4 millones en otros 20 años.
Los austriacos sabían que la
manipulación de los tipos de interés de la Reserva Federal había generado el
auge, pero el presidente de la Fed, Alan Greenspan había desdeñado en 2002 la
idea de una burbuja en toda la nación:
El actual fortalecimiento del mercado
inmobiliario ha creado preocupación acerca de la posible aparición de una
burbuja en los precios de la vivienda. Sin embargo, la analogía habitual con la
creación y estallido de una burbuja bursátil es imperfecta.
Tres años después, al ser
preguntado, fue el turno de Ben Bernanke de negar que hubiera una burbuja
inmobiliaria:
Bueno, creo que no acepto su premisa.
Es una posibilidad bastante remota. Nunca hemos tenido una bajada en los
precios inmobiliarios a nivel nacional. Así que lo que pienso que es más
probable es que los precios de la vivienda se ralenticen, tal vez se
estabilicen: podría ralentizar un poco el gasto en consumo. No ceo, sin
embargo, que vaya a alejar demasiado a la economía del camino al pleno empleo.
Sin embargo, la presidencia de la
Fed ya había empezado a aumentar los tipos para enfriar un mercado al rojo.
Como predeciría la teoría austriaca del ciclo económico, los precios de las
viviendas llegaron al máximo en 2006, con la bolsa, los locales comerciales y
los precios de los terrenos siguiéndoles un año después. A pesar de una
respuesta furiosa por parte del banco central inyectando liquidez en el
sistema, la limpieza de las malas inversiones producidas por un excesivo
crédito del banco central continúa a regañadientes mientras escribo esto. La
Fed, junto con otras intervenciones del gobierno federal, impide el proceso de
recuperación con tipos de interés por los suelos, junto con programas que
intentan aumentar los precios de activos que en realidad requieren una mayor
corrección en los precios.
Los austriacos han explicado el
crash y la falta de recuperación el lenguaje llano y sencillo. Rothbard deja
claro que el gobierno debe retirarse, permitiendo que las preferencias del
consumidor dicten lo que ha de producirse, no la política del gobierno. La
preferencia temporal colectiva debe dictar los tipos de interés, no los bancos
centrales del gobierno. Pero aún así, seguimos empantanados. El gobierno no
quitará sus manos del timón.
Una nueva generación de estudiantes
quiere que se le diga la verdad llanamente, utilizando palabras claras y
lógica, en lugar de gráficos confusos, ecuaciones incomprensibles y doble
lenguaje. Los estudiantes están listos para asombrarse como yo hace 20 años por
la sabiduría y agudeza de Rothbard, amplificada por la lógica láser de Hoppe.
Mientras keynesianos, monetaristas
y similares se comunican entre sí mediante un código indescifrable impreso en
revistas académicas que solo existen para coger polvo en las vacías bibliotecas
universitarias, los austriacos continúan explicando lo que está pasando en el
mundo real. El mundo que importa. Donde los individuos buscan una vida mejor
mediante la acción consciente. Donde el intercambio mutuo beneficia a ambas
partes. Donde el gobierno distorsiona y destruye mientras, a la vez, empresas
privadas y emprendedores trabajan incansablemente para hacer nuestra vidas más
ricas y plenas.
La gran tradición y pensamiento que
empezaron en Viena hace tanto años son ahora un movimiento mundial que no solo
educa a millones de estudiantes de todas las edades, sino asimismo proporciona
esperanza en una vida mejor a millones de personas en todo el mundo. El marco
austriaco ofrece una hoja de ruta para un mundo próspero: un mundo libre,
pacífico y productivo, que cree una existencia tan pródiga que es imposible
imaginarla. No se hace aplicando la cantidad correcta de fuerza pública aquí o
allí o la cantidad correcta de regulación o estableciendo el tipo de interés
adecuado, sino dejando que los mercados funcionen.
Douglas French es presidente del Instituto Mises y autor de Early
Speculative Bubbles & Increases in the Money Supply y Walk
Away: The Rise and Fall of the Home-Ownership Myth. Es doctor en economía de la Universidad
de Nevada-Las Vegas, dirigido por Murray Rothbard, con el Profesor Hans-Hermann
Hoppe en su tribunal de tesis. French enseña en la Academia Mises.