Por
Jeff Riggenbach. (Publicado el 10 de marzo de 2010)
Traducido
del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4161.
[Este artículo está transcrito del podcast Libertarian Tradition]
Cuando
pensamos en la tradición libertaria, tendemos naturalmente a pensar en
filósofos políticos y economistas del pasado. Pero sin duda una parte de la
tradición libertaria corresponde a novelistas y otros escritores de ficción.
En
anteriores podcasts
de esta serie, ya he comentado dos de estas figuras: Ayn Rand, cuya novela
de 1957, La Revolución de Atlas, es
seguramente una de la media docena de obras libertarias más importantes del
siglo XX, y John Ronald Reuel Tolkien, el profesor de filología de Oxford cuya
gigantesca novela de fantasía, El señor
de los anillos, publicada solo unos pocos años antes de La Revolución de Atlas, es seguramente
la novela más culturalmente influyente publicada en inglés en el siglo XX.
Esta
semana, me gustaría hablar de un escritor cuyo nivel de influencia ha sido
mucho más modesto, pero cuya influencia indirecta ha sido en todo caso
considerable. Los oyentes habituales de esta serie saben qué quiero decir con
influencia indirecta. Di un ejemplo de ésta la semana pasada, cuando expliqué
la vida y carrera de Isabel Paterson. El clásico libertario de Paterson, The God of the Machine, nunca ha sido
muy leído, pero, gracias a los esfuerzos de su protegida, Ayn Rand. La propia
Paterson ha influido en millones de lectores que nunca han visto un ejemplar de
The God of the Machine.
El
escritor del que estoy hablando hoy escribió una novela en la que un ciudadano
de un estado totalitario del futuro conoce a una mujer y se obsesiona con ella.
Empieza una relación sexual prohibida, reuniéndose con ella en un lugar muy
viejo de la ciudad donde la mirada intrusiva del gobierno omnipresente no
parece penetrar. A través de esta relación con ella, se implica en la oposición
clandestina organizada al gobierno omnipresente, una oposición de la que nunca
había tenido antes conocimiento .Él y la mujer acaban siendo capturados,
encarcelados y torturados. Al final, se arrepiente sinceramente de sus delitos
y se dedica en cuerpo y alma al gobierno omnipresente que le ha producido todo
este daño.
Una
historia familiar, ¿no? ¿Podéis decirme qué novela acabo de describir? Ah, veo
una mano allí al fondo del aula. ¿Sí? “1984,
de George Orwell”, gritas confiado. Y tu respuesta es correcta, pero solo hasta
aquí, lo que tal vez no esté tan lejos de lo que pensabais.
Es
una descripción de la trama de 1984,
que se publicó, como todos sabemos, en 1949. Pero Orwell adaptó la trama de 1984 de otra novela, publicada
originalmente 25 años antes, en 1924. La novela anterior se titulaba,
sencillamente, Nosotros [We]. Fue obra de un no muy conocido escritor
ruso, Evgeni Zamiatin. Zamiatin no era un escritor muy conocido fuera de Rusia
cuando Nosotros se publicó por
primera vez y seguía sin ser muy conocido en Occidente 25 años después, cuando
Orwell publicó 1984. Sigue sin ser
muy conocido hoy en Occidente.
1984, por el
contrario, es extremadamente conocida
hoy en Occidente, particularmente en Inglaterra y Estados Unidos, doned
palabras y expresiones como “neolengua”, “doblepensar”, “delito de pensamiento”
y “el Gran Hermano te está mirando” son familiares para millones que no han
leído la novela de la que proceden.
No
pueden evitarse las similitudes entre 1984
y Nosotros de Zamiatin. El líder del
estado totalitario se llama “el Benefactor, el lugar del “Gran Hermano”, pero
los acontecimiento básicos de la historia son fundamentalmente los mismos. Y
sabemos que George Orwell sí leyó Nosotros
varios años antes de escribir 1984.
Como dijo Natasha Randall, traductora de la edición actual de la novela de
Zamiatin para Modern Library, en una entrevista para la emisora pública de
radio de la ciudad de Nueva York WNYC en 2006, Orwell no mantenía en secreto su
admiración por Nosotros. Randall
explica:
Orwell
indudablemente la leyó. En realidad, la leyó creo que a principios de la década
de 1940, así que fue alrededor de 8 años antes de escribir su 1984. Había dicho que le fue de gran
inspiración para escribir 1984.
Orwell también dijo que Huxley estaba mintiendo cuando dijo que no la había
leído, porque Huxley sí mantuvo que nunca había leído Nosotros, aunque de las dos (Un
mundo feliz y 1984), Un mundo feliz es muy similar en muchas
cosas.
Un mundo feliz,
de Aldous Huxley, publicada por primera vez en 1932, es extremadamente similar
a Nosotros en muchas cosas. He aquí
una: el Estado Mundial en Un mundo feliz
es tecnocrático, dedicado a la eficiencia industrial y la producción en masa.
En palabras de un crítico:
El
Estado Mundial se construye sobre los principios de las líneas de montaje de
Henry Ford: producción en masa, homogeneidad, predictibilidad y consumo de
bienes de consumo desechables. Al tiempo que el Estado Mundial no tiene ninguna
religión basada en lo sobrenatural, el propio Ford es reverenciado como una
deidad y los personajes celebran el Día de Ford y prestan juramentos en su
nombre (por ejemplo: “¡Por Ford!” El calendario del Estado Mundial cifra los años
en la era d. de F. (“después de Ford”) siendo el año 1 d. de F. equivalente a
1908 d de C., el año en que el primer Ford T salió de su línea de montaje.
En Nosotros de Zamiatin, la eficiencia
industrial y la producción en masa son los compendios de la vida en el
tecnocrático Un Estado. El narrador y personaje principal de la historia de
Zamiatin, el ingeniero D-503, nos dice que “incuestionablemente, el mayor genio
de los antiguos” fue Frederick Winslow Taylor, el “experto en eficiencia” original
en fábricas y oficinas, que invento los estudios de tiempo y movimiento y se enorgullecía
de aumentar la producción de cualquier lugar de trabajo a través de lo que
llamaba la “dirección científica”. El único defecto de Taylor, según D-503, fue
que “su pensamiento no llegó lo suficientemente lejos como para extender su
método a toda la vida, a cada paso, a las veinticuatro horas del día”.
Otro
ejemplo, en el Estado Mundial de Huxley, el sexo está disponible gratuitamente
y, de hecho, se estimula. Pero está lejos del sexo monógamo que aún
consideramos como la norma en nuestra propia sociedad. Un lema popular de
Estado Mundial es “todo pertenecen a otro”. Esto se repite incesantemente, se
desanima la formación de familias, el matrimonio se considera antisocial y,
como describe un agudo crítico de Un
mundo feliz, tanto “la competencia sexual como las relaciones románticas
emocionales están obsoletas”.
En
el Un Estado del Nosotros de Zamiatin,
impreso por primera vez ocho años antes que Un
mundo feliz, las cosas son notablemente parecidas. “Todos pertenecen a
otros”. Si quieres tener sexo con alguien, todo lo que tienes que hacer es
registrarse para esa persona en el Un Estado y esa persona aparecerá en tu
habitación a una hora predeterminada con un billete rosa que has de cortar por
la mitad antes de ponerte a la tarea. Tienes 30 minutos para la tarea y
descubrirás que cualquier tipo de privacidad tiene una oferta bastante corta.
He
aquí cómo describía la traductora Natasha Randall la apariencia física de Un
Estado en esa entrevista de 2006 en la WNYC:
El
mundo que crea en Nosotros es muy
limpio y muy azul, donde esencialmente toda la humanidad se ha recluido dentro
de un gran muro verde. Y toda la naturaleza se ha constreñido al exterior de
esos muros, así que no encontrarás ninguna flor o animal dentro de ellos. Y
todos los edificios en Un Estado (que es este estado urbano) son transparentes,
así que una de las mejores escenas del libro describe una mirada a estos edificios
transparentes donde ves a la gente andando en el piso 20 y parece que están
nadando, porque no hay suelo a sus pies.
Como
dice D-503: “vivimos en una visión completa, perpetuamente cubiertos de luz,
dentro de nuestras paredes transparentes, tejidas con aire brillante. No
tenemos nada que esconder a los demás”. Sin embargo, incluso los ciudadanos de
Un Estado, sienten la necesidad de un poco de privacidad de vez en cuando. Como
apunta Natasha Randall, en la novela de Zamiatin
Hay
realmente momentos en que a los individuos se les permite bajar las persianas
en sus habitaciones. Y es cuando alguien llega con un billete rosa.
Así
que sabemos que Orwell leyó y admiró Nosotros
antes de escribir 1984 y no sabemos
con seguridad si Huxley la leyó antes de escribir Un mundo feliz, pero parece probable.
Tampoco
sabemos con seguridad si Ayn Rand leyó la novela de Zamiatin antes de escribir
su propia historia de totalitarismo en el futuro, Himno, que se publicó por primera vez en 1938, catorce años después
de Nosotros. (Rand revisó ligeramente
Himno unos pocos años después para la
segunda edición, que apareció en 1946). ¿Leyó Nosotros antes de 1938?
En
un excelente artículo, “Zamyatin and Rand”, publicado en 2003 en el Journal of Ayn Rand Studies y ahora disponible en línea,
Peter Saint-Andre argumenta que Nosotros,
de Zamiatin fue “bastante
probablemente” una influencia formativa en Ayn Rand. Apunta que Nosotros se terminó en 1921, el mismo
año en que Rand entró en la Universidad de Petrogrado como estudiante de
historia, filosofía y literatura. Los años universitarios de Rand, 1921-1924,
fueron, como apunta Saint-Andre, “los años de mayor fama e influencia de
Zamiatin” en Petrogrado. “En aquel tiempo era”, escribe Saint-Andre,
un héroe
para escritores jóvenes y mayores, admirado por su fiera independencia e
individualismo literario, pues era
prácticamente la única figura literaria en Rusia que proclamaba su resistencia
al colectivismo y la conformidad. Zamiatin era en aquellos años una presencia
literaria y filosófica altamente pública en San Petersburgo y es bastante
probable que Rand leyera algunos de sus cuentos y ensayos [o] atendiera a una
de sus muchas conferencias públicas.
“También
parece probable”, continúa Saint-Andre, “que Rand leyera Nosotros, de Zamiatin, en la traducción al inglés de Gregory
Zilboorg publicada en 1924, pues en una carta de 1934 a su agente respecto del
manuscrito de Los que vivimos (…)
decía: ‘He revisado muy cuidadosamente toda la literatura sobre [la] nueva
Rusia que ha parecido en inglés”.
Si
realmente leyó Nosotros durante las
décadas de 1920 o 1930, probablemente Rand la leyó en inglés. En realidad no se
publicó en ruso hasta 1952. No se publicó en la Unión Soviética hasta 1988. Después
de acabar la novela en 1921, Zamiatin descubrió que ningún editor estaba dispuesto
a arriesgarse a publicarla. Circuló como manuscrito por Petrogrado, pero según
la traductora Natasha Randall, era improbable que una joven universitaria de
historia lo hubiera visto en ese formato.
Probablemente
se leía en el círculo de escritores en San Petersburgo en ese tiempo, pero no fue mucho más allá.
En
1924 la situación no solo no había mejorado: realmente había empeorado. El
gobierno bolchevique había prohibido Nosotros.
Ahora no era solo que los editores fueran demasiado cobardes como para poner el
libro en la calle: era seguro que el libro de Zamiatin no se imprimiría y
vendería en la Unión Soviética. Natasha Randall dice que es irónico, porque
Zamiatin había tenido problemas con la censura zarista al principio de su
carrera y se había convertido en bolchevique por su deseo de acabar con el
gobierno del zar.
Era un
revolucionario muy comprometido. De hecho, lo que era Zamiatin era una persona
que creía en una revolución permanente. Una vez la gente decida que ya no hace
falta cambiar nada, ahí empieza el problema. Así que cuando la revolución
empezó a estancarse fue cuando Zamiatin empezó a desencantarse y escribió estos
brillantes ensayos que realmente son legibles y superentretenidos acerca de
cómo uno debería ser un hereje permanente.
Silenciado
en su tierra natal por los bolcheviques, desesperado por conseguir lectores,
Zamiatin aceptó una oferta de publicar su novela en una traducción al inglés.
Fue esta edición en inglés, realizada en Londres en 1924, la primera aparición
impresa de Nosotros. Ayn Rand se
quedó unos pocos días en Londres en ruta hacia América desde Petrogrado en
1926. Podría haber conseguido un ejemplar de Nosotros mientras estuvo allí. O podría haber leído la misma
edición británica de la novela de Zamiatin en Estados Unidos más tarde en la
década de 1920 o principios de la de 1930.
Pero
aunque Rand hubiera estado en disposición de leer Nosotros en manuscrito cuando era alumna de la Universidad de
Petrogrado, indudablemente conocía a Zamiatin por su reputación. Como apunta
Saint-Andre, Zamiatin “era (…) una presencia literaria y filosófica altamente
pública” en Patrogrado a principios de la década de 1920, cuando Ayn Rand era
una universitaria que ya soñaba con escapar de la Unión Soviética y trasladarse
a América.
Pero
sea lo que sea que decidamos acerca de si Rand leyó Nosotros en las décadas de 1920 o 1930, no podemos eludir las
evidentes similitudes entre la novela de Zamiatin e Himno de Rand. Ambas se sitúan en un futuro lejano en una sociedad
totalitaria completamente colectivizada. Ambas son relatadas en primera persona
por sus protagonistas, en Nosotros
por el matemático e ingeniero D-503, el Himno por el ingeniero Igualdad 7-2521.
Himno es la única obra de ficción
escrita pro Ayn Rand narrada en primera persona. En Nosotros, D-503 conoce a una mujer, I-330 y sigue inexorablemente
un camino hacia la rebelión contra el gobierno de la sociedad en la que vive. En
Himno, Igualdad 7-2521 conoce a una
mujer, Libertad 5-3000 y sigue inexorablemente un camino hacia la rebelión
contra el gobierno de la sociedad en la que vive.
En
la sociedad en la que vive Igualdad 7-2521, el pronombre singular de la primera
persona (yo) ha dejado de existir. En la sociedad de D-503, en Nosotros, el pronombre sigue en uso.
Pero la mente de las dos sociedades futuras está cortada por el mismo
patrón. “Cada mañana”, escribe el D-503
de Zamiatin,
con la
precisión de un seis-ruedas, a la misma hora exacta, al mismo minuto exacto,
nosotros, los millones, los levantamos como si fuéramos uno. A la misma hora
exacta, los uni-millones empezamos a trabajar y los uni-millones dejamos de trabajar.
Y mezclados un solo uni-millón cuerpo, en el mismo segundo exacto anotado en la
mesa, llevamos las cucharas a nuestros labios, salimos a dar nuestro paseo y
vamos al auditorio, el Pabellón de Ejercicios Taylor, vamos a dormir (…) La
pequeña y brillante campana de cristal en el cabecero de la cama suena: las
7:00. Es hora de levantarse. A la derecha, a la izquierda, a través de las
paredes de cristal, es como si me viera a mí mismo, mi habitación, mi pijama,
mis movimientos, repitiéndose mil veces. Esto me anima: uno se ve a sí mismo
como parte de una unidad enorme y poderosa. (…) Caminamos (un cuerpo de
millones de cabezas) con una humilde alegría en cada uno de nosotros, similar,
imagino, la que experimentan moléculas, átomos y fagocitos. Los cristianos del
mundo antiguo (nuestros únicos predecesores, por imperfectos que fueran)
también entendían esto: la humildad es una virtud y el orgullo un pecado; ‘NOSOTROS’
es divino y ‘YO’ es satánico.
Evgeni
Zamiatin nació en la Rusia rural el 20 de febrero de 1884. Murió poco más de 53
años después en el exilio, en París, el 10 de marzo de 1937. Su única novela no
fue muy leída durante su breve vida, ni tampoco hoy. Se ha convertido en uno de
esos clásicos que la gente reconocería como un clásico que en realidad tiene
pendiente de leer. Pero ha ejercido una enorme influencia, especialmente en el
mundo en legua inglesa, gracias a escritores como George Orwell, que la leyó, y
como Aldous Huxley y Ayn Rand, que probablemente la leyeron. Al influir en las
novelas distópicas más famosas (1984,
Un mundo feliz e Himno), Nosotros ha
obtenido un puesto de privilegio en la tradición libertaria.
Jeff
Riggenbach es periodista, autor, editor, locutor y educador. Miembro de la
Organización de Historiadores Americanos, ha escrito para periódicos como The New York Times, USA Today, Los Angeles Times
y San Francisco Chronicle; para
revistas como Reason, Inquiry y Liberty y sitios web como LewRockwell.com, AntiWar.com y
RationalReview.com. Aprovechando sus cualidades vocales empleadas en radio
clásica y de noticias de Los Ángeles, San Francisco y Houston, Riggenbach
también ha narrado las versiones en audiolibros de numerosas obras libertarias,
muchas disponibles en Mises Media.
Este
artículo está transcrito del podcast
Libertarian Tradition.