Por Doug French. (Publicado el 11
de noviembre de 2011)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5813.
* Traducción de Sandra Cifuentes
Dowling
Todos nosotros actuamos, en algún
momento u otro, como "mano de obra en la sombra". No importa en qué
forma se gana la vida un individuo: ya sea negociando con su tiempo, con su
talento o con su productividad a cambio de una mercancía más comercializable
como es el dinero, con el fin de utilizar tal bien indirecto para satisfacer
necesidades, entre otras aplicaciones. Sea cual sea el caso, en una economía
moderna, prácticamente todo individuo carga su automóvil con gasolina por sí
mismo, conduce personalmente al trabajo y escoge directamente de un aparador lo
que desea comprar.
En su artículo del New York Times titulado “Our
Unpaid, Extra Shadow Work”, Craig Lambert afirma que el término "mano
de obra en la sombra" fue acuñado hace 30 años por el filósofo y crítico
social austríaco Ivan Illich en su libro Shadow
Work publicado en 1981. Según Illich, todo trabajo por el cual no recibimos
remuneración directa es lo que se conoce como “shadow work” o mano de obra en
la sombra.
Lambert puntualiza que, para salir
adelante, todos nosotros debemos asumir en algún momento de nuestra vida
diversas tareas no remuneradas. Conducir nuestro automóvil hasta el trabajo
implica que no sólo debemos conducirlo propiamente tal, sino también llenarlo
con gasolina, pagar el seguro, hacerle manutenciones mecánicas periódicas,
etc. Incluso si no somos nosotros mismos
quienes cambiamos el aceite, aceptamos la función gestionadora que nos incube
mientras observamos cómo una tercera persona lo hace por nosotros.
El mundo digital actual ha generado
cientos de horas de mano de obra en las sombras. Los agentes de viajes, por
ejemplo, ya casi siguen la senda de extinción del pájaro dodo, mientras
nosotros, los clientes, accedemos a Internet, reservamos nuestro vuelo,
arrendamos el automóvil que necesitamos y coordinamos las reservaciones
hoteleras. Una vez en el aeropuerto, nos acercamos a máquinas de autoatención
para chequearnos sin ayuda de terceros, hasta que llega el momento de pasar por
aduana, donde una mano humana nos atiende, aunque no la deseemos.
Muy pocos ejecutivos dictan cartas
hoy en día. Es mucho más eficiente escribirlas personalmente, dado el alto
costo de mantener empleados específicos para dicha tarea.
"La opinión general es que
Estados Unidos se ha convertido en una “economía de servicios”, comenta
Lambert, "pero, en realidad, en muchos sectores tal ‘servicio’ está más
bien desapareciendo". El editor ayudante de Harvard Magazine culpa a las corporaciones de la desaparición de
este tipo de labores. "La tecnología ha posibilitado esta artimaña la cual
permite, por ejemplo, a las gasolineras reducir gastos por pago de nómina, tras
asimilar sus patrones de gestión al cumplimiento de ciertas labores sin mediar
pago alguno".
Empresas como Wal-Mart y Target,
afirma Lambert, no llenan de personal sus locales con el solo objeto de que los
clientes recorran detenida y libremente el lugar y compren cosas que no tenían
intenciones de comprar.
Sin embargo, lo que Lambert no
contempla es que esta mano de obra en la sombra corresponde a uno de los
efectos de la inflación, sumado a iniciativas gubernamentales permanentes en
beneficio del costo de la mano de obra por medio de regulaciones y salarios
mínimos.
Es gracias a ello que cientos de
adolescentes pierden la posibilidad de conseguir su primer empleo llenando
tanques de automóviles con gasolina, revisando el nivel de aceite o inflando
neumáticos. Si no pueden efectuar labores como éstas, lo que terminan haciendo
es asomar sus cabezas en los talleres contiguos a las gasolineras y aprender de
los mecánicos.
Ya no encontramos empleados
gasolineros esperando atendernos. Somos nosotros mismos quienes cargamos el
estanque del vehículo, pagamos nuestra propia cuenta sin la presencia de un
cajero o, si tenemos hambre, ingresamos al local respectivo y nos servimos un
bocadillo, una hamburguesa o un helado a nuestro antojo. En algunas gasolineras
de Las Vegas, por ejemplo, es posible llenar el estanque y luego ingresar al
local y jugar póquer en máquinas.
Quienes trabajan en el negocio
minorista de las gasolineras ganan alrededor de 10 centavos por galón. Por lo
tanto, pagarle al dependiente un sueldo mínimo significa para ellos vender más
de 80 galones por hora sólo para cubrir gastos de salario e impuestos
laborales, entre otros.
Los aumentos del salario mínimo a
lo largo de los años han vuelto más rentable el negocio gasolinero si se
incluye tal mecánica de pago.
El dinero hace posible la división
del trabajo. "El gran logro de la razón es el descubrimiento de las
ventajas que conlleva la colaboración social y su corolario, la división del
trabajo” afirmaba
Ludwig von Mises.
Guido Hulsmann, por su parte, señala
que el dinero amplía la división del trabajo y “de esta forma contribuye al
progreso material, intelectual y espiritual del individuo".
Sin embargo, aumentar la oferta
monetaria socava la división laboral.
Resultado directo de la inflación
es, por ejemplo, cuando los fabricantes de caramelos disminuyen el tamaño de la
golosina pero siguen cobrando el mismo precio. Cobrar 3,50$ por un galón de
gasolina que el propio cliente carga en su vehículo es menos productivo que
cobrar igual precio pero si el servicio de atención lo presta la propia
gasolinera. En definitiva, el cliente paga más por un trabajo que él mismo
realiza.
Es el alto costo de la mano de obra
lo que obliga a un individuo común y corriente a sumergir sus dedos en el agua
helada de un estanque de baño para cambiar él mismo el tapón de descarga. El
tapón de descarga es un mecanismo de goma ubicado al interior de un estanque de
baño que mueve parte de la válvula de descarga, hace ingresar agua al estanque
y permite expulsar el agua cuando se jala la cadena.
Los tapones de descarga se
deterioran con el uso, por lo tanto, deben cambiarse con cierta
regularidad. Sin embargo, yo al menos
nunca recuerdo el tamaño del tapón que necesito (sin contar que mis cuatro
salas de baño usan uno de distinto tamaño cada una), por lo tanto, comprar el
tapón adecuado en Home Depot se vuelve todo un juego de adivinanzas. Una vez
que consigo el tapón adecuado, dedo retirar el tapón gastado, lo cual, a estas
alturas, equivale a intentar atrapar una tortuga de caparazón blando en una
charca musgosa.
Luego hay una cadena que debe adjuntarse
en el lugar correcto a la varilla que se extiende desde la manilla del estanque
o, de lo contrario, éste no hará fluir el agua de manera correcta.
Evidentemente, no estoy describiendo un proceso de física cuántica ni mucho
menos, pero manos más expertas que las mías de seguro se manejan mejor en los
estrechos confines de la cisterna de un baño. Además, cambiar el tapón cada
cierta cantidad de años simplemente no le otorga a la persona en cuestión la
práctica necesaria para ser bueno en ello.
Los tapones no son caros (entre 5$
y 7$), pero el punto es ¿quién está dispuesto a pagar un fontanero que venga a
casa y nos cobre una hora de trabajo por una tarea que es posible hacer en 5
minutos? Es así como, en tales
circunstancias, prosperan grandes tiendas para el mejoramiento del hogar como
Lowes y Home Depot. Compramos entonces los materiales que necesitamos y hacemos
nosotros mismos un trabajo bastante ineficiente.
Sin embargo, en un mundo sin
intervención gubernamental, encontraríamos fontaneros por todas partes
dispuestos a hacer pequeños trabajos específicos como éste.
Tal como explica
Mises:
La mayor productividad laboral en
circunstancias de división del trabajo constituye una influencia aglutinante.
Lleva a los hombres a considerarse unos a otros como compañeros en una lucha
común por conseguir riqueza y no como competidores en una lucha por la
existencia. Genera amigos a partir de enemigos, la paz a partir de la guerra,
la sociedad a partir del individuo.
Lambert llega, por su parte, a una
conclusión similar:
Hacer cosas unos por otros es, de
hecho, característica esencial de toda comunidad de seres humanos. En algún
momento de la historia, una serie de trabajos de naturaleza trivial se extendió
por el mundo; prestar servicios tan específicos unos a otros llegó a ser
incluso señal de civilidad. Esos tiempos ya forman parte del pasado.
No se
trata de que corporaciones son rostro nos engañen como clientes obligándonos a
cumplir labores “en la sombra”. Lo que ocurre es que las empresas simplemente
entienden que los consumidores son sensibles a los precios. Y en la medida que
los costos aumentan, éstas venden sus productos con autoatención incluida,
permitiendo así que los propios clientes absorban tales aumentos, pagándole al
empresario con su trabajo en lugar de con su dinero. Sin embargo, el tiempo que invertimos
cumpliendo estas pequeñas tareas nos impide dedicarnos a aquello que realmente
nos importa e interesa, haciendo nuestra vida mucho menos plena.
La
división del trabajo construye una sociedad civil. La emisión de moneda y las
regulaciones gubernamentales en materia laboral la destruyen.
Douglas French es presidente del Instituto Mises y autor de Early
Speculative Bubbles & Increases in the Money Supply y Walk
Away: The Rise and Fall of the Home-Ownership Myth. Es doctor en economía de la Universidad
de Nevada-Las Vegas, dirigido por Murray Rothbard, con el Profesor Hans-Hermann
Hoppe en su tribunal de tesis. French enseña en la Academia Mises.