Por Llewellyn H. Rockwell Jr. (Publicado el 28 de abril de
2010)
Traducido
del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4316.
Dejemos
clara una cosa. Una persona que decide renunciar a su ciudadanía de EEUU no es
culpable de deslealtad a Estados Unidos, sino todo lo contrario. Bien podría
ser más leal a los principios estadounidenses de lo que el régimen está dispuesto
a tolerar.
Tampoco
significa que esté perdiendo la esperanza en la libertad: puede tener una gran
esperanza en la libertad, de forma distinta y en un lugar distinto.
En todo
caso, al aumento de la emigración, al expatriación y la renuncia a la
ciudadanía es una tendencia que no está desapareciendo. Está aumentando y se
hará más significativa. En cierto modo, es algo completamente esperable. Cuando
los regímenes sobrecontrolan, sobregravan, sobrerregulan, corroen el
sentimiento innato del derecho a ser libre. Cuando empeora más y más, la gente
tiende a buscar a su alrededor mejores entornos.
Todos
conocemos a gente que habla abiertamente de ello. Se está convirtiendo en una
conversación en los cócteles, algo impensable que es ahora normal. No es solo
una impresión. Los registros del Departamento de Estado muestras que 502
personas renunciaron a la ciudadanía solo en el último trimestre de 2009. Es
más del doble del total de 2008. Podría no parecer mucho, pero lo que se ve en
la tendencia, que está aumentando. También he oído acerca de retrasos
burocráticos de años en su aprobación y, por supuesto, mucha gente se va sin
permiso.
Los
factores motivadores en este caso no son culturales o sociales: son económicos.
El gobierno de EEUU está haciendo cada vez más difícil a los estadounidenses
vivir en el extranjero, gravándoles donde los burócratas puedan encontrarles.
El gobierno hace muy difícil incluso tener una cuenta bancaria en Estados
Unidos sin que el titular de la cuenta pueda aportar un domicilio en EEUU
(gracias a la Patriot Act). Y cuando el gobierno encuentra un error en la
información sobre la renta ganada en el extranjero, puede imponer una multa del
50%.
Incluso
cuando una persona renuncia a la ciudadanía estadounidense y establece una
ciudadanía en un país más libre, el gobierno de EEUU aún puede perseguirle con
continuas obligaciones impositivas y demandas de servicio militar. Como mínimo,
hay una enorme sanción de salida. Cualquier régimen que haga cosas como éstas
inspira a la gente a querer estar lejos de su alcance.
Mucho más
aterradora es la sensación de que la calamidad financiera está a la vuelta de
la esquina. Una mirada a los datos
parece sugerirla. Hay vastas reservas en el sistema bancario, esperando a
desatarse para crear lo que podría ser la destrucción total del dólar. El
déficit está aumentando tan rápido que es difícil poner en un gráfico.
La
situación laboral es terrible, especialmente para los jóvenes (y los adultos a
menudo toman decisiones basadas en lo que es mejor para el futuro de sus
hijos). Las rentas personales caen cada vez más. La inversión no se está
recuperando después de su caída por el precipicio en 2009. El estado social del
bienestar está quebrado. La deuda privada está aumentando a pesar de que ni
siquiera los préstamos se han reanudado.
Las
políticas de las autoridades fiscales y monetarias son absolutamente
terroríficas. La Fed está manteniendo los tipos a cero. El gobierno está
gastando y gastando increíblemente. Los ingresos fiscales están cayendo como
nunca antes, desatando la mano avariciosa de estado depredador para extraer
hasta el último centavo.
Y
fijémonos en lo que el Congreso y el presidente de EEUU están haciendo respecto
de este terrible lío: están trabajando para socializar la atención sanitaria,
empezar una guerra con Irán, imponer aranceles a China y además gravar,
regular, inflar y controlar cada vez más y más. Una economía que esté altamente
capitalizada y dirigida por el espíritu empresarial puede soportar una
sorprendente cantidad de abusos. Pero ese capital de reserva se está dirigiendo
a nuevas burbujas y el espíritu empresarial
está siendo aplastado a cada momento.
Basándonos
en estos hechos, es difícil de evitar la sensación de una condena inminente. Y
consideremos que la mayoría de la gente solo piensa en hoy, este mes y este
año. Pero entre los ricos y los empresarios, encontramos una clase de gente que
se especializa en pensar de forma original y a plazos muy largos. Es entre las
filas de esta gente donde vemos que tiene lugar esta tendencia a la renuncia.
El dinero inteligente está renunciando al sistema político de EEUU.
¿A qué
renuncia exactamente una persona cuando entra en un consulado de EEUU y firma
una declaración de renuncia? ¿El derecho
de voto? Sí, pero ¿cuánto valor se supone que damos al derecho a elegir entre
tonto y tontito y ver nuestros votos anulado por el tipo que te sigue en la
cola? Ninguna persona viviente ha cambiado una elección importante.
Difícilmente sorprende que la gente dé tan poco valor a seguir los movimientos
de la democracia.
Hay mucho
a lo que renunciar en un sentido cultural y social. No es una decisión que haya
que tomar a la ligera. Es definitiva y da miedo por esa razón. Lo que impulsa a
mucha gente a hacerlo ahora en lugar de esperar es la sensación de que en algún
momento podría no ser posible renunciar a la ciudadanía. A medida que los
controles se hacen cada vez más estrechos, lo mismo pasa con la regulaciones sobre
los que traten de escapar.
Todo régimen
socialista y fascista en la historia ha levantado muros para impedir que huya
la gente y el capital. Por eso la gente y el capital se ven ahora, mientras
pueden. Al hacerlo, están inspirados por los escritos de los revolucionarios
estadounidenses. La diferencia que éstos han decidido que vivir en la tierra de
los libres y el hogar de los bravos significa no ser un esclavo del gobierno de
EEUU.
La forma
de frenar la sangría de cerebros y capital está al alcance de la mano.
Renunciar a los controles. Dejar de poner impuestos a la gente en el
extranjero. Adoptar el laissez faire. Reinstituir la libertad. Rechazar el
militarismo y el nacionalismo. Solo ese camino inspirará optimismo en el futuro
de este país. Hasta que ocurra eso, podemos esperar que continúe esta
tendencia. A las familias jóvenes y de éxito que pidan nuestro consejo, les
decimos: “¡Iros mientras os vaya bien!”
Llewellyn H. Rockwell, Jr es Presidente del Instituto Ludwig
von Mises en Auburn, Alabama, editor de LewRockwell.com, y autor de The
Left, the Right, and the State.