La flexibilización cuantitativa está hundiendo el estado de la Fed

Por Robert P. Murphy. (Publicado el 18 de noviembre de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4851.

 

Oh, oh, Mr. Bernanke, los nativos empiezan a encontrarse incómodos. Ahora no son solo Sarah Palin y Glenn Beck, o los banqueros centrales extranjeros, sino cada vez más economistas estadounidenses que están empezando a cuestionar abiertamente la segunda ronda de “flexibilización cuantitativa”.

Es duro gobernar el mundo y a veces a las masas ignorantes se les suben los humos. El primer retroceso sorprendente se produjo en el verano de 2009, durante las reuniones “informales” sobre la atención sanitaria, que asustaron a muchos legisladores a su vuelta al DC. Más recientemente los funcionarios de la Transportation Security Administration (TSA) parecieron no preparados para los cacheos invasivos y los escáneres de cuerpos.

En el ámbito de la política monetaria, los defensores de la Fed están haciendo un círculo con los carros contra los críticos ostensiblemente poco complejos de la “QE2”, que no quieren tomar su medicina inflacionista- En el presente artículo apuntaré algunos de los últimos (y más divertidos) giros del debate.

Ataques intelectuales y populares contra Bernanke

Esta carta abierta al presidente de la Fed Ben Bernanke en la WSJ ha obtenido mucha publicidad. Su mensaje es bien directo:

Creemos que el plan de compras de activos a gran escala de la Reserva Federal (la llamada “flexibilización cuantitativa”) debería reconsiderarse y abandonarse. No creemos que un plan así sea necesario o recomendable bajo las circunstancias actuales. Las compras de activos planeadas generan un riesgo de envilecimiento de la moneda e inflación y no creemos que consigan el objetivo de la Fed de promover el empleo. (…)

Estamos en desacuerdo con la opinión de que la inflación tenga que aumentar y nos preocupa otra ronda de compras de activos, con los tipos de interés aún cerca de cero durante un año de recuperación, distorsionará los mercados financieros y complicará mucho los futuros esfuerzos de la Fed por normalizar la política monetaria.

Como apuntaba Jeffrey Tucker, la carta resulta refrescante porque no se limita a advertir sobre la inflación de precios, sino que asimismo reconoce que los 600.000 millones de dólares planeados para nuevas compras “distorsionarán los mercados financieros”. Lo que hace a la carta particularmente inspirador es que la firmaron algunos economistas respetables.

Para quienes prefieren críticas desordenadas, podríannvaler estos divertidos dibujos de Xtranormal (con algunas palabrotas). Aunque su autor probablemente no tenga un doctorado en economía por el MIT, no importa, porque la mayoría de sus descargas dan el blanco.

Los defensores de la Fed ponen sus carros en círculo

Naturalmente, los defensores de la QE2 acudieron raudos en su defensa. Pero en muchos casos,  fue una defensa muy desganada. A este respecto, mi favorita fue la de Tyler Cowen:

No estoy seguro de que vaya a funcionar, porque no arreglará en mercado inmobiliario, puede no restaurar la demanda de bienes de riqueza elástica de una forma sostenible, puede no restaurar el flujo normal del crédito en las pequeñas empresas y puede no arreglar la desconexión general entre las expectativas y la realidad. Los efectos en los tipos de interés a largo plazo resultan turbios. (…)

Aún así, la QEII puede hacer algún bien. El dinero importa, aunque no siempre sepamos cómo o por qué, y una moneda excesivamente rígida nunca ha hecho ningún favor a la economía orientada al mercado. Pensemos en la QEII como un maquillaje para algunos errores anteriores de política monetaria. (…)  La QEII no algún terrible estallido de potencial hiperinflación.  ¿El mercado de TIPS está pronosticando algo en el rango de una inflación del 2% y ha subido (vaya) sesenta puntos básicos desde agosto? Eso no es el fin de la república. (…) he pensado en otros “modelos de disparo” para aumentar rápidamente la inflación, pero no me dan mucho miedo.

Otra reacción divertida viene del economista monetario Scott Sumner. Recuerda que el Presidente Obama explicaba las elecciones de 2010, no diciendo que el pueblo estadounidense rechazaba lo esencial de su programa, sino diciendo que esos idiotas no comprendían lo mucho estaba haciendo para ayudarles. Lo que tenemos aquí, decía Obama, es un fracaso en la comunicación.

Bueno, Sumner sigue exactamente esa táctica al explicar por qué todos los paletos (y economistas inferiores) están consternados por la QE2. Sumner piensa que Bernanke sufre un problema de mercadotecnia. En lugar de llamarlo “inflación”, Bernanke debería sencillamente decir que está tratando d e impulsar las rentas. Así el pueblo estadounidense no caería en tontas animaciones criticando el plan.

Un posible cisne negro

El autor económico superventas Nicholas Nassim Taleb (que conoce la crítica hayekiana a la planificación central y ha escrito ataques cáusticos sobre la economía matemática), como es habitual, ofrece una perspectiva interesante de este segundo estallido de inflación. En cierto sentido, Taleb es el anti-Cowen: donde Cowen decía en realidad: “Bueno, probablemente no funcione, pero aún así podríamos intentar la QE2”, Taleb realmente argumenta: “Bueno, podría hacer estallar el sistema financiero del mundo, así que no intentemos la QE2”.

Dejadme dibujar un posible escenario en el que los actuales defensores de la Fed miraran atrás y dijeran “¡Vaya!” Supongamos (frente a Paul Krugman) que la inflación de precios continúe acelerándose en los próximo0s 12 meses. (Después de todo, en los 12 meses anteriores, el Índice de Precios del Productor ha subido al 4,3% mientras que el Índice de Precios del Consumo ha subido un 1,2%, muy lejos de un abismo inflacionista).

Al aumentar las expectativas de inflación de precios, los rendimientos de los distintos bonos empezarán también a aumentar. En algún momento, algunos bancos comerciales encontrarán más atractivo empezar a prestar su casi billón de dólares en reservas extraordinarias, en lugar de mantenerlas en depósito en la Fed, donde actualmente rinden un 0,25%.

Al mismo tiempo, supongamos que la economía sigue naufragando- El desempleo sigue estando por encima del 8% y el gobierno a todos los niveles sigue previendo tener grandes déficits hasta donde alcanza la vista.

Luego supongamos que un comentario causal de un funcionario chino se traduce mal. Los traders en todo el mundo piensan repentinamente que los chinos se están deshaciendo de buena parte de sus existencias en el Tesoro. Temiendo un desplome del dólar, todos corren a deshacerse los primeros de sus títulos, llevando así a un desplome del dólar.

Los tipos de interés de la deuda del Tío Sam se disparan. En lugar de rendir un 2,85% como hacen actualmente los títulos a 10 años de repente rinden un 8%, lo que pasaba a mediados de la década de 1990.

En este punto, el genio de la inflación está fuera de la botella. Las reservas extraordinarias empiezan a salir de los bancos comerciales. En lugar de embolsarse el tipo más bajo de interés que les paga Bernanke. Los bancos buscan mayores retornos ahora disponibles incluso en bonos públicos relativamente seguros. Bernanke intenta detener el éxodo implantando algunas de sus nuevas “herramientas”, incrementando el tipo de interés a pagar por las reservas extraordinarias del 0,25% al 5%. Sin embargo, después de unos pocos días el mercado vuelve a entrar en el pánico. Finalmente los inversores caen en la cuenta (y todos se dan cuenta de que todos se dan cuenta) de que Bernanke en realidad no puede resolver el problema de que haya demasiadas reservas extraordinarias al hacer que crezcan exponencialmente.

Viendo la diferencia entre los rendimientos de los bonos normales frente a los TIPS, Bernanke y sus colegas se dan cuenta de que el mercado está previendo índices anuales de inflación por encima del 10% en la próxima década. Bernanke decide que no tiene otra alternativa salvo empezar a relajar la expansión masiva del balance de la Fed, aunque la “recuperación” siga siendo frágil y el movimiento destruya algunos grandes bancos así como el mercado inmobiliario.

Aún así Bernanke debe empezar a vender los activos de la Fed para absorber parte de las reservas extraordinarias restantes antes de que los bancos comerciales las presten y multipliquen la cantidad de nuevo dinero. Pero para su horror, Bernanke de se da cuenta enseguida de que, aunque esté dispuesto a hacer retornar el balance de la Fed a su nivel de 2007, no será suficiente como para contener la inflación.

El problema es que Bernanke tiene enormes pilas de deuda pública de EEUU, que acaban de ser diezmadas en el mercado de los bonos. Por ejemplo, si Bernanke en 2010 había creado 1.000 millones de dólares de nuevas reservas comprando 1.000 millones adicionales en deuda del Tesoro, esos títulos valdrían hoy (digamos) solo 650 millones. Así que aunque Bernanke los devuelva a manos privadas, solo será capaz de eliminar el 65% de las nuevas reserva que creó antes. Las operaciones en el mercado abierto no le permitirán drenar el sistema.

Bernanke y sus inteligentes colegas serían capaces de retrasar la crisis unos pocos meses más, tal vez incluso un año, intentando todo tipo de nuevos programas y “herramientas” de emergencia. Por ejemplo, la Fed podría emitir su propia deuda y “pedir prestadas” las reservas de los bancos por un periodo extendido. Pero esto solo sería una variante del truco de pagar intereses directamente y no resolvería el problema directamente y no resolvería el problema que pensaron una vez los inversores a través de sus ramificaciones.

En este punto, Estados Unidos sufriría una estanflación en dobles dígitos, con algo peor en el horizonte en dependiendo de cuántas reservas extraordinarias permanezcan en el sistema en el punto en que Bernanke (o su sucesor) pierda finalmente el control. Paul Krugman et al. declararían entonces: “Miren esto, para que ya no estamos en una trampa de liquidez. Sería mejor que el gobierno aumentara los tipos y adoptara nuevas regulaciones en el sector financiero antes de que se recaliente la economía”.

Conclusión

El sistema financiero mundial es increíblemente complejo. Como advierte Taleb, la política de flexibilización cuantitativa es similar a tratar de sacudir la botella de Ketchup. En los primeros intentos no parece pasar nada. Pero luego una sacudida sin cuidado puede llevar al desastre.

 

 

Robert Murphy es investigador adjunto del Instituto Mises, donde enseña en la Mises Academy. Gestiona el blog Free Advice y es autor de The Politically Incorrect Guide to Capitalism, Study Guide to Man, Economy, and State with Power and Market, Human Action Study Guide, The Politically Incorrect Guide to the Great Depression and the New Deal y su nuevo libro Lessons for the Young Economist.

Published Mon, Dec 12 2011 7:03 PM by euribe