Por Llewellyn H. Rockwell Jr. (Publicado el 19 de mayo de
2011)
Traducido
del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/2182.
[Prólogo
a la nueva edición de For a New Liberty:
The Libertarian Manifesto (Instituto Mises,
2006)]
Hay hoy
muchas variedades vivas de libertarismo, pero la rothbardiana sigue siendo su
centro de gravedad intelectual, su musa y conciencia principal, su centro
estratégico y moral y el punto focal de debate incluso cuando no se reconoce su
nombre.
La razón
es que Murray Rothbard fue el creador del libertarismo moderno, un sistema
político-ideológico que propone una vía de escape definitiva de las trampas de
la izquierda y la derecha y sus planificaciones centralizadas de cómo debería
usarse el poder del estado. El libertarismo es la alternativa radical que dice
que el poder del estado es impracticable e inmoral.
Se llamaba
a Murray N. Rothbard “Mr. Libertario” y “el mayor enemigo vivo del estado”.
Sigue siéndolo. Sí, ha tenido muchos predecesores de los que ha bebido: toda la
tradición liberal-clásica, los economistas austriacos, la tradición antibélica
estadounidense y la tradición del derecho natural. Pero él fue quien reunió
todas estas piezas en un sistema unificado que parece impracticable a primera
vista pero inevitable cuando Rothbard los define y defiende. Las piezas
individuales del sistema son sencillas (autopropiedad, derechos estrictos de
propiedad, mercados libres, anti-estado en todo aspecto concebible), pero las
implicaciones son demoledoras. Una vez expones la imagen completa (y For a New Liberty ha sido el medio
principal de exposición durante más de un cuarto de siglo), no puedes
olvidarla. Se convierte en la lente indispensable a través de la cual podemos
ver los acontecimientos en el mundo real con la máxima calidad posible.
Este
libro explica más que cualquier otro por qué Rothbard parece crecer cada año
(su influencia ha aumentado enormemente desde su muerte) y por que el
rothbardismo tiene tantos enemigos en la izquierda, derecha y centro.
Sencillamente, la ciencia de la libertad que puso claramente de relieve es tan
emocionante en la esperanza que crea respecto de un mundo libre como hostil al
error. Su coherencia lógica y moral, junto con su músculo explicativo empírico,
representa una amenaza a cualquier visión intelectual que busque utilizar el
estado para rehacer el mundo siguiendo algún plan programado previamente. Y en
cierto modo impresiona al lector con una visión esperanzadora de lo que podría
ser.
Rothbard
se puso a escribir este libro poco después de recibir una llamada de Tom
Mandel, editor en Macmillan, que había visto un artículo de Rothbard en The New York Times que apareció
en la primavera de 1971. Fue el único encargo que recibió nunca Rothbard de una
casa editorial comercial. Viendo el manuscrito original, que es tan consistente
en su tipografía y casi completo después de su primer borrador, parece que le
hubiera resultado una diversión sin esfuerzo el escribirlo. Es acabado,
implacable y enérgico.
El contexto histórico muestra algo
que se olvida a menudo: el libertarismo moderno no nació como una reacción
contra el socialismo o el izquierdismo, aunque es indudablemente
anti-izquierdista (como se entiende habitualmente el tñermino) y
antisocialista. Por el contrario, el libertarismo en el contexto histórico
estadounidense aparece en respuesta al estatismo del conservadurismo y su
alabanza selectiva de una planificación centralizada al estilo conservador. Los
conservadores estadounidenses pueden no adorar el estado de bienestar o la
excesiva regulación empresarial, pero aprecian el poder ejercitado en nombre
del nacionalismo, el belicismo, las políticas “pro-familia” y la invasión de la
libertad y privacidad personal. En el periodo histórico estadounidense
posterior a Lyndon B. Johnson, han sido más los presidentes republicanos que
los demócratas los que han sido responsables de las mayores expansiones del
poder ejecutivo y judicial. Fue la defensa de una libertad pura contra los
compromisos y corruptelas del conservadurismo (empezando por Nixon, pero
continuando con las presidencias de Reagan y Bush) lo que inspiró el nacimiento
de la economía política rothbardiana.
También resulta sorprendente cómo
Rothbard decide no andarse con miramientos en su argumentación. Otros
intelectuales al recibir una invitación así habrían tendido a entibiar la
argumentación para hacerla más digerible. ¿Por qué, por ejemplo, defender que
no exista el esto o el anarquismo cuando una defensa del gobierno limitado
podría haber atraído más gente al movimiento? ¿Por qué condenar el imperialismo
de EEUU cuando hacerlo solo puede limitar el atractivo del libro para conservadores
antisoviéticos que de otra forma podrían apreciar la inclinación hacia el libre
mercado? ¿Por qué ocuparse tan en detalle de la privatización de tribunales y
carreteras y aguas cuando haciéndolo podría arriesgarse a alejar a la gente?
¿Por qué entrar en la procelosa área de la regulación del consumo y de la
moralidad personal (y hacerlo con tal desorientadora coherencia) cuando
indudablemente habría conseguido una mayor audiencia dejarla de lado? ¿Y por
qué ir tan al detalle acerca de los asuntos monetarios y la banca central y
similares cuando una defensa más tibia de la libre empresa hubiera agradado a
tantos conservadores de las cámaras de comercio?
Pero achantarse y contemporizar
para adaptarse a los tiempos o la audiencia sencillamente no era su estilo.
Sabía que tenía la única oportunidad de su vida de presentar el paquete
completo del libertarismo en toda su gloria y no pensaba dejarla pasar. Y así
leemos aquí: no solo una defensa del recorte del gobierno, sino de eliminarlo
completamente, no solo un argumento para asignar derechos de propiedad, sino
para dejar al mercado incluso las cuestiones de aplicación de los contratos y
no solo una defensa del recorte del bienestar, sino de la prohibición de todo
el estado de bienestar y guerra.
Mientras que otros intentos de
defensa libertaria, tanto antes como después de este libro, podrían normalmente
pedir medidas transitorias o intermedias o estarían dispuestos a conceder lo
más posible a los estatistas, no es esto lo que obtenemos de Murray. No son para
él planes como los cheques escolares o la privatización de los programas
públicos que no deberían de existir en absoluto. Por el contrario, presenta y
desarrolla lo que puede ser la libertad con toda su fuerza y vigorosa visión.
Por eso muchos otros intentos similares de escribir el Manifiesto Libertario no
ha soportado el paso del tiempo y este libro aún sigue siendo muy demandado.
Igualmente, ha habido muchos libros
sobre libertarismo en los años intermedios que se han ocupado únicamente de la
filosofía, o de la política, o de la economía, o de la historia. Los que han
puesto juntas todas estas cosas han sido normalmente compilaciones de diversos
autores. Solo Rothbard tuvo la maestría en todos los campos que le permitía
escribir un manifiesto integrado, uno que nunca se ha visto superado. Y aún así
su aproximación es típicamente modesta: apunta constantemente a otros autores e
intelectuales del pasado y de su propia generación, Además, se escriben algunos
prólogos de este tipo para facilitar el lector el acceso a un libro difícil,
pero no es éste el caso. Nunca habla condescendientemente a sus lectores, sino
siempre con claridad. Rothbard habla por sí mismo. Evitaré al lector una
enumeración de mis partes favoritas o especulaciones sobre en qué pasajes podía
Rothbard haber hecho aclaraciones si hubiera tenido la posibilidad de publicar
una nueva edición. El lector descubrirá por sí mismo que cada página exuda
energía y pasión, que la lógica de la argumentación es imposiblemente
convincente y que el fuego intelectual que inspiró esta obra arde ahora tan
brillante como en todos los años anteriores.
Al libro se lo considera aún como
“peligroso” precisamente porque, una vez que uno se expone al rothbardismo, ya
no puede leerse ningún otro libro sobre política, economía o sociología de la
misma manera. Lo que fue una vez un fenómeno comercial se ha convertido
verdaderamente en una declaración clásica que predigo que será leída por las
próximas generaciones.
Llewellyn H. Rockwell, Jr es Presidente del Instituto Ludwig
von Mises en Auburn, Alabama, editor de LewRockwell.com, y autor de The
Left, the Right, and the State.