Por Jörg Guido Hülsmann. (Publicado
el 28 de octubre de 2007)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/2732.
[Este
artículo se ha extraído del capítulo 19 de Mises: The Last Knight of Liberalism]
Introducción
Los años de guerra habían sido
duros para Mises y si alguna vez se hizo alguna ilusión acerca del estado de la
mentalidad estadounidense antes de llegar a Estados Unidos en 1940, sin duda la
perdió al acabar la guerra.
La opinión pública estadounidense
estaba ya bajo el influjo del estatismo. Y en consecuencia las viejas
libertades estadounidenses estaban en su punto más bajo de la historia. Como
escribía Mises a un corresponsal alemán: “Desgraciadamente, uno también puede
conocer aquí en Estados Unidos los frutos de la economía planificada”.
Igualmente escribía a un prometedor
joven economista en Austria que la literatura estadounidense en economía era
igual o peor que la europea:
Hay un gran entusiasmo por los
presupuestos desequilibrados, el gasto en déficit, los bajos tipos de interés y
todo tipo de reglamentación. Quienes se atreven a mostrarse en desacuerdo son
sencillamente ignorados por “ortodoxos y reaccionarios”.
Y sobre el mismo tema:
Los estragos intelectuales del
keynesianismo son devastadores. Por ejemplo, aquí todo el mundo está encantado
de que la renta nacional haya aumentado de 77.600 millones de dólares en 1940 a
161.000 millones en 1945.
Pero estaban apareciendo lentamente
las fuerzas de la resistencia. Había un semillero de oposición libertaria, una
red de líderes (pensadores y organizadores, a veces unidos personalmente) que
estaban preparando el contraataque. Un historiador ha llamado a estos años “el
nadir del pensamiento individualista y jeffersoniano en Estados Unidos”.
Aún así, el nadir lo era solo en la práctica
política. El pensamiento ya no estaba
desordenado, sino en la fase inicial de un resurgimiento a largo plazo. Es
verdad que estos pensadores y organizadores seguían estando desperdigados. Solo
tenían que encontrarse.
Había periodistas como Henry
Hazlitt, Lawrence Fertig, Frank Chodorov, Suzanne LaFollette, Garet Garrett,
John Flynn y John Chamberlain. Había escritores como Albert J. Nock, Isabel
Paterson, Rose Wilder Lane, Ayn Rand y Felix Morley. Había organizadores como Leonard
Read, Frederick Nymeyer y Loren Miller. Había empresarios dispuestos a
patrocinar aventuras educativas para promover políticas de laissez faire como Jasper
Crane, Harry Earhart, Alfred Kohlberg, Howard Pew, Claude Robinson y William
Volker. Y había profesores universitarios como Benjamin Anderson, H.J.
Davenport, Fred Fairchild, Leo Wolman, Frank Knight, Henry Simons y Ludwig von
Mises. Estos hombres y mujeres cambiarían el curso de los acontecimientos en
solo quince años. No eran lo suficientemente fuertes como para librar a Estados
Unidos de su progresivo estatismo, pero consiguieron ponerle freno y reorientar
el debate público.
Al principio de la década de 1960,
el liberalismo clásico había renacido de sus cenizas y lo había hecho bajo el
decisivo impacto y liderazgo intelectual de Mises.
Estos quince años de su vida vieron un último gran florecimiento de sus poderes
creativos, que abrieron el camino hacia una nueva libertad en el mundo
occidental. Durante este periodo, el impacto de Mises se amplió y profundizó a
través de varias nuevas organizaciones que unieron a un público hasta entonces
dispar e inconsciente alrededor de la bandera de la libertad. Y por primera vez
en su vida, Mises trabajó de forma permanente con un grupo de alumnos que
habían aprendido ciencia económica a través de sus escritos. Estos primeros
misesianos pronto se hicieron aún más coherentes y radicales defensores del
laissez faire que el propio maestro, algo sin precedentes para Mises: en sus
seminarios en Viena, había estado en la incómoda posición de ser más radical
que sus alumnos.
Semilleros libertarios
Muchos estadounidenses habían crecido
hartos del New Deal durante el segundo mandato de la administración del
Presidente Roosevelt. Cada vez más gente se daba cuenta de que si presidente
había generado una revolución en el sistema estadounidense de gobierno. Pero la
mayoría dio a FDR un tercer mandato. El presidente prometió mantener a Estados
Unidos fuera de la nueva guerra europea que se acabaría convirtiendo en la
Segunda Guerra Mundial. Cuando Roosevelt incumplió su palabra, la mayoría
empezó a declinar. La población seguía tras el comandante en jefe en tiempo de
guerra, pero el desencanto con las políticas del New Deal se hacía cada vez más
manifiesto. La gente empezaba a escuchar las voces críticas y estas voces
podían ahora oírse por todas partes.
Isabel Paterson en The God of the Machine (1943) y Rose
Wilder Lane en The Discovery of Freedom
(1942) habían realizado acusaciones apasionadas y ampliamente divulgadas al
estado omnipotente que socavaba la libertad individual. John T. Flynn había
puesto al descubierto el programa socialista y el impacto de las intervenciones
del gobierno federal en The Roosevelt
Myth y As We Go Marching (1945). A
principios de 1944, Felix Morley, John Chamberlain y Frank Hanighen fundaron la
revista semanal Human Events. Su
objetivo era educar al público estadounidense acerca del incómodo hecho de que
su gobierno federal había sido tomado como rehén por ideólogos socialistas y
comunistas. La gente también escuchaba por primera vez la voz de dos emigrantes
austriacos. Mises publicó dos libros en 1944: Gobierno omnipotente y Burocracia,
pensados ambos para disminuir la fe en la necesidad y eficacia de resolver
problemas sociales con la fuerza brutal del poder estatal. Y en el mismo año, Friedrich
August Hayek publicaba Camino de
servidumbre, el libro que le haría famoso.
Los intelectuales no tenían ningún
monopolio de la investigación crítica acerca de la naturaleza y ámbito del
gobierno de Roosevelt. Ciudadanos normales sin pretensiones científicas
redescubrieron entonces la antigua virtud estadounidense de desconfiar de su
gobierno. Dondequiera que miraran, encontraban confirmados sus peores temores.
Y ahora no solo los advertían, sino que los registraban y divulgaban sus
hallazgos. Un ejemplo ilustra la situación: Un empresario de Houston que tenía
una pequeña imprenta se empezó a preguntar cuántas agencias federales se habían
creado en realidad bajo el New Deal. No había referencia disponible para la
información, así que decidió crearse una. Realizó una lista alfabética de todas
las agencias, cuya longitud debió ser asombrosa, al menos en aquel tiempo. Al
principio solo imprimió un pequeño número de carpetas para sus amigos,
familiares y gente en su lista local de correos. La respuesta fue abrumadora.
Después de unos pocos meses, había vendido casi 200.000 copias, todas a
solicitud.
El punto de inflexión más visible
para la fortuna del liberalismo clásico se produjo el 18 de septiembre de 1944.
En este día, apareció en Estados Unidos el libro de F.A. Hayek Camino de servidumbre y tuvo un éxito
enorme e inmediato. El Reader's Digest
resumió el libro y se distribuyeron más de un millón de ejemplares por el Club
del Libro del Mes. De la noche a la mañana,
Hayek se convirtió en una celebridad mundial.
A nadie le sorprendieron más estos
acontecimientos que a Hayek y a su editor. Hubo cuatro factores importantes en
este éxito inesperado. Primero, Hayek no había dado ningún argumento nuevo,
sino que daba una presentación particularmente elocuente y elaborada de una
postura que, antes de la guerra, ya había conseguido una amplia aprobación
entre el público estadounidense. El argumento central de Camino de servidumbre era en realidad que los poderes aumentados
del gobierno equivalían a una reducción de la soberanía de los ciudadanos
individuales y que el control total del gobierno convertía a los ciudadanos en
esclavos, independientemente de si el estado totalitario era fascista o
comunista. Segundo, los años de guerra habían acelerado dramáticamente este
aumento de los poderes del gobierno federal de EEUU y por tanto aumentado la
conciencia los recelos por este hecho entre un mayor número de gente. Tercero,
también haciéndose eco de otros neo-liberales, Hayek defendía lo que parecía
ser una solución pragmática intermedia que atraía a la mentalidad
estadounidense. Destacaba que no defendía el laissez faire, sino un nuevo tipo
de liberalismo. Cuarto y último, Hayek
contaba con la completa autoridad de un economista académico que era bien
conocido y respetado en Reino Unido, un hecho que hasta el día de hoy puede
aprovechar el complejo de inferioridad intelectual de los estadounidenses.
Para los defensores radicales de la
libertad, el neo-liberalismo de Hayek por supuesto resultaba demasiado blando
con el gobierno. El programa positivo de Camino
de servidumbre dejaba al gobierno el control de la vida económica. La
economía iba a seguir siendo una economía planificada, con el gobierno al cargo
de toda la planificación. Hayek simplemente sugería que esta planificación
fuera para la competencia en lugar del control detallado de todos los
participantes en el mercado. Era una postura ingenua desde cualquier punto de
vista político realista y algunos pensaron que era indefendible también desde
el punto de vista intelectual. Comentando el programa de Hayek, Frank Chodorov
exclamó: “¡Qué tontería!” y dejo claro que pensaba que el programa bordeaba la
cobardía intelectual.
A Mises le alegró mucho el éxito
del libro. Sin embargo, también pensaba que Hayek había realizado su defensa en
términos equívocos. Hayek había distinguido a la planificación económica como
la raíz de las distintas políticas que amenazaban la libertad política y
económica. Pero no hay ningún peligro en la planificación por sí misma. La
cuestión real es: ¿quién debería
hacer la planificación y cómo deberían aplicarse los planes? ¿Debería haber
solo un plan impuesto por el poder del estado sobre todos los ciudadanos? ¿O
debería haber muchos planes diferentes, hechos por cada individuo o cabeza de
familia? Mises destacaba esta distinción crucial en un discurso realizado el 30
de marzo de 1945 en la American Academy of Political Science. Dejaba implícito
el hecho de que su discurso era una crítica del libro de Hayek.
Pocos días después, el 3 de abril,
Hayek llegaba a la ciudad de Nueva York para empezar una gira de promoción de Camino de servidumbre. Fue la primera
vez que vio a su antiguo mentor en América.
El libro y la gira anunciaban la llegada de una nueva era. La venta de miles de
ejemplares indicaba a todos que la población estadounidense aún albergaba un
fuerte afecto por las ideas liberales y que este sentimiento tenía un enorme
potencial político.
La iniciativa más trascendental
para explotar este potencial fue, como podemos ver en retrospectiva, la
decisión de Leonard Read de renunciar a su lucrativo puesto en la cámara de
comercio de Los Ángeles a finales de abril de 1945 y mudarse a Nueva York como
Vicepresidente Ejecutivo del Consejo de la Conferencia Industrial Nacional.
Read notaba el potencial de un enorme interés por el liberalismo del laissez
faire y sus soportes científicos en una ciencia económica al estilo de Mises. Y
entendía que la libertad tenía que defenderse como un todo integrado, no de una
forma asistemática con muchas concesiones. Pero al mirar a su alrededor en
1945, le asombró descubrir que no había ninguna institución para satisfacer su
demanda de información e indudablemente nadie dispuesto a apoyar o promover a
los intelectuales y estudiosos del liberalismo clásico. Muchos años más tarde,
resumiría sus descubrimientos en cuatro puntos:
Número uno, [la filosofía de la
libertad] no procede de ningún ligar en la faz de la tierra. Número dos, no
había ninguna revista en el país que recogiera alguno de nuestros artículos.
Tres, no había ninguna editorial que se ocupara de alguno de nuestros libros. Número
cuatro, solo hace treinta y seis años [en 1945] no existía una literatura
coherente de esta filosofía escrita en lenguaje estadounidense moderno. Hasta
ahí se había secado esta filosofía.
El Consejo de la Conferencia
Industrial Nacional era una institución educativa cuyo propósito era ofrecer
información acerca de la ciencia económica y el funcionamiento de la economía
estadounidense a los maestros de escuela de todo el país. Read había sido
contratado junto con Garet Garrett y otros para establecer un nuevo programa
educativo para toda la nación. El fin expreso del nuevo programa era informar a
maestros, periodistas e intelectuales (los “vendedores de segunda mano de las
ideas”, como los llamaba Hayek)
acerca de la importancia de la libertad individual para la prosperidad
económica y la sociedad en general. La misión de Read era conseguir los fondos
necesarios.
Mises conocía el trabajo de Read.
Cuando en mayo de 1945 recibió una solicitud de Mr. Allman, vicepresidente de
la compañía de remolques Fruehauf, preguntándole qué podía hacerse en términos
de trabajo organizativo para dar apoyo político a la “forma de vida y de hacer
negocios de la empresa privada individual”, Mises le contestó que unos amigos
estaban elaborando un plan de acción inminente.
Probablemente habló de nuevo con Read acerca de su proyecto: el establecimiento
de una revista libertaria de opinión. Human
Events había aparecido el año anterior, pero a Mises no le agradaba su
único enfoque contra el comunismo. El problema no era el aumento del
intervencionismo del gobierno en nombre de ideales comunistas: el problema era
que el gobierno interviniera. Una revista libertaria de opinión tendría que
educar al público acerca de las leyes económicas básicas.
Visitante en la Universidad de Nueva York
Una gran limitación de la
efectividad de Mises en divulgar el evangelio de la libertad fue la falta de
una base académica. Como la mayoría de los demás defensores del libre mercado,
daba frecuentemente conferencias a empresarios y otros líderes civiles. Pero no
tenía un impacto directo en futuros intelectuales, que estudiaban en las
universidades. Muchos otros intelectuales libertarios podían haber dado
conferencias públicas del tipo que daba Mises, pero nadie podía igualársele
como intelectual. Para él era demasiado a menudo una experiencia frustrante
enseñar a audiencia estadounidenses normales. En una carta a Machlup escribía:
Una y otra vez diversas
organizaciones me invitan a refutar el marxismo y la doctrina sindical (que se
consideran idénticas) y como añadido también a Keynes y Hansen, en un breve
escrito que pueda leerse en no más de treinta minutos y que cualquier bachiller
pueda entender fácilmente. “Refute a Marx, pero no use términos complejos como
valor, materialismo dialéctico, tipo medio de beneficio, etc. Refute a Keynes,
pero no hable del multiplicador, de la preferencia de liquidez, etc.”
Al contrario que muchos antiguos
alumnos y socios, Mises había sido incapaz de obtener un puesto apropiado en
una de las grandes universidades.
Tuvo oferta de facultades menores, pero no se decidía por instituciones de
segunda clase. Así que, en algún momento de 1944, algunos de sus amigos y
admiradores en Nueva York tomaron la iniciativa de conseguirle un puesto de
profesor visitante en la Universidad de Nueva York (NYU).Liderados por Lawrence
Fertig, consejero de la NYU, estos hombres acabaron llegando a un acuerdo con
la Escuela de Grado de Administración de Empresas de la NYU: la Escuela
invitaría a Mises a dar un seminario de economía y el salario de Mises se
pagaría con fondos privados.
Este acuerdo se repetiría regularmente. Mises empezó sus clases en febrero de
1945.
Acabó “visitando” la NYU durante más de veinte años.
A pesar de las humillantes
circunstancias, el seminario resultó ser un enorme éxito. Desde el principio no
solo acudieron estudiantes de empresariales de NYU, sino que atrajo a un
variopinto grupo de personalidades externas: periodistas, empresarios,
escritores y estudiantes de otras universidades. De una forma que recordaba a los
seminarios de Mises en Viena, se convirtió en un punto de concentración de
intelectuales residentes en Nueva York interesados por la defensa científica
del laissez faire, así como un punto de atracción para visitantes del
extranjero. En Viena, el Círculo Mises se trasladaba de las oficinas de la Kammer de Mises a Ancora Verde para
cenar, luego al Café Künstler para continuar la conversación hasta la
madrugrada. En Nueva York, los participantes en el seminario de Mises de la NYU
podían seguir la sesión del aula reuniéndose con el profesor en el Child's
Restaurant y luego en el Café Lafayette.
Alumnos de la NYU como Hans
Sennholz, William Peterson, George Reisman, Israel Kirzner y Ralph Raico
acabaron formando (junto con Murray Rothbard) el núcleo duro de misesianos que
aguantaron contra todo pronóstico las décadas de 1960 y 1970, preparando así el
alba de las ideas misesianas de las décadas de 1980 y 1990. Mises les inspiraba
para contribuir a un gran proyecto de forjar un filosofía libertaria
sistemática y comprensiva, un proyecto que había atraído a pensadores valientes
e innovadores desde los tiempos de los escolásticos tardíos españoles del siglo
XVI hasta la Escuela de Manchester. Mirando atrás, los resultados solo pueden
calificarse como asombrosos. Una cosa es que los alumnos sigan el ejemplo de un
profesor apasionados y estimulante. Otra distinta es producir realmente algo de
valor. Un sorprendente número de alumnos de la NYU de Mises se convirtieron
después en importantes investigadores e incluso en pioneros en economía,
historia y filosofía.
Un ejemplo de la significación
internacional del seminario fue el caso de los estudiantes japoneses elegidos
para acudir a él. La obra de Mises anterior a la guerra había sido recibida
favorablemente en Japón y varios profesores de este país de extremo oriente
habían participado en el seminario de Viena. Después de la guerra, un
corresponsal del Yasuda Bank escribía a Mises que su Teoría del dinero y del crédito había “acusado una gran impresión
en los círculos financieros japoneses y tenía la máxima consideración”.
El impacto aumentaría cuando apareció una edición japonesa en mayo de 1949,
justo a tiempo para ofrecer munición intelectual contra la ola de keynesianismo
que arrasó el país con las fuerzas estadounidenses de ocupación.
Un liberal clásico de Japón recordaba más tarde la cadena de acontecimientos en
su país.
Los nombres de von Mises y Hayek son
muy conocidos en Japón. El Camino de
servidumbre de este último se publicó durante la guerra aproximadamente cuando
Japón empezó a experimentar con el socialismo de estado: mi propia experiencia
confirma completamente la exactitud de los pronósticos del profesor. Cuando se
acabó la Guerra, teníamos que echar todo por la borda y yo esperaba una vuelta
a la libre empresa. Luego ocurrió algo curioso: ¡los estadounidenses que
llegaban a Japón con las fuerzas de ocupación empezaron a aplicas políticas que
eran apenas distinguibles del socialismo de estado!
Leonard Read y la Fundación para la Educación Económica
Aproximadamente un año después del
inicio de las clases de Mises en la NYU, se fundaría otra institución que
resultaría ser un pilar del renacimiento liberal clásico y dio mayor apoyo a
las ideas de Mises. Leonard Read había llegado a la conclusión de que su relación
actual con el Consejo de la Conferencia Industrial Nacional era una pérdida de
tiempo y dinero. Una de las principales razones para esta inefectividad era que
el Consejo estaba comprometido con una política de “escuchar a ambas partes”.
El la práctica esto significaba, por ejemplo, que en las conferencias públicas
bimensuales que patrocinaba el Consejo en el Waldorf-Astoria se otorgaba igual
tiempo a presentar su alegato a los defensores del libre mercado y a los de la
intervención pública. Leonard Read creía que esta política se basaba en una
grave incomprensión de lo que significaba verdaderamente escuchar a ambas
partes en el contexto actual. En palabras de su biógrafo:
La “otra parte” estaba en todas
partes: en el gobierno, la educación y la comunicación. Incluso los empresario
habían llegado a confiar en el gobierno para restricciones de la competencia,
para contratos y órdenes públicos, dinero y crédito fáciles y otros favores.
(…) ¿Cómo presentas a “ambas partes” cuando “una parte” esta todo a tu
alrededor, anticipando el debate público y la “otra parte” es apenas audible
ante el ensordecedor ruido de la primera?
Read pensaba que cualquier dinero
gastado en otra presentación más de la visión estatista era dinero tirado a la
basura y sentía que no podía, en conciencia, justificar este gasto. Al final de
1945, dimitió de su cargo y empezó a visitar a los donantes para disculparse.
Un de ellos, el empresario neoyorquino David Goodrich animó a Read a fundar su
propia organización. Dos meses después, Read fundaba la Fundación para la
Educación Económica (FEE), que en julio de 1946 se mudaría a las bonitas
instalaciones en Irvington-on-Hudson, a varios kilómetros al norte de
Manhattan, donde aún está ubicada.
Read movilizó bastante respaldo
empresarial para esta aventura. Tenía una agenda llena y conocía personalmente
a muchos directivos y propietarios de grandes empresas, algunos de las cuales
también se unieron a la FEE como consejeros.
La principal actividad de la FEE
era publicar panfletos y cartas explicando las “tesis de la libertad” a unas
30.000 familias. El propio Read dio una
gran cantidad de discursos públicos y junto con el resto del personal pronto
empezaría a ofrecer seminarios de fin de semana y otros programas formativos.
Los panfletos y conferencias atrajeron a estudiantes de todo el país en
contacto con los escritos de Mises y otros defensores del liberalismo clásico.
El propio Mises fue uno de los primeros economistas contratados para
conferencias y seminarios en las instalaciones de la FEE y seguiría siendo su
centro intelectual durante más de dos décadas.
Sería difícil exagerar el
significado de la aparición de la FEE. Aunque sus actividades no fueron
advertidas por una gran audiencia nacional, la misma existencia de esta
organización daba enfoque y orientación a las dispersas fuerzas liberales
clásicas. Les daba lo que no habían tenido desde el apogeo del liberalismo del
siglo XIX: un hogar. La FEE proporcionaba el material y la infraestructura para
un retorno entusiasta a los ideales de los liberales del laissez faire del
siglo XIX. A la pregunta clave de las funciones apropiadas del gobierno, la
respuesta manchesteriana de la FEE era que el gobierno debería limitarse
estrictamente a la prevención de la “fuerza agresiva” o la violencia física.
Lo que es más importante es que
atrajo a jóvenes interesados por la defensa intelectual de la libertad y en
definitiva puso a Mises en contacto con un selecto grupo de estudiantes que
eran mucho más receptivos a la implicaciones políticas de sus ideas que muchos
de los que acudían a su seminario de la NYU. Muchos de los estudiantes que
conoció en las conferencias de la FEE se unieron posteriormente al seminario
semanal en la NYU donde Mises podía entrar en muchos más detalles.
Por fin, la FEE ofreció un
contrapeso intelectual a la ortodoxia neo-liberal que estaba apareciendo en el
departamento de economía de la Universidad de Chicago. En 1947 y 1948
respectivamente, Frank Knight y Henry Simons (póstumamente) habían publicados
recopilaciones de artículos defendiendo un libertarismo que era tan tibio que
resultaba indistinguible de la socialdemocracia.
Otros miembros de la Escuela de Chiacgo fueron Aaron Director y Milton
Friedman. El impacto de la FEE fue por supuesto comparativamente menor, pero sin
ella la Escuela de Chicago habría monopolizado el escenario del libre mercado
estadounidense.
Fredrick Nymeyer
Aproximadamente el mismo tiempo que
Read estaba fundando la FEE en Nueva York, Mises conoció a otra persona que
acabaría convirtiéndose en un aliado a largo plazo. En mayo de 1946, el
empresario de Chicago Fredrick Nymeyer había acabado de leer la Teoría del dinero y del crédito de
Mises, lo que le hizo escribir al autor para preguntarle sobre otros escritos
sobre el tema. Durante los siguientes
meses, Nymeyer leyó Gobierno omnipotente
y otros escritos del profesor austriaco disponibles en inglés. Fue el lector
que necesitaba Mises. Había recibido su formación económica a principios de la
década de 1920, luego trabajado durante un tiempo como representante sobre el
terreno del Índice del Ciclo Económico de Harvard. Conocía bien el pensamiento
monetario que prevalecía el Estados Unidos. Encontraba que la Teoría del dinero y del crédito “era una
aproximación radicalmente diferente a la mecánica teoría cuantitativa” y por
tanto “tenía alguna dificultad en ajustar en ajustar todo mi pensamiento a su
exposición”. Parte de la dificultad parecía ser el distinto uso de los términos
y Nymeyer empezó así a plantear preguntas acerca de uno de los conceptos cruciales
de la teoría: la demanda de dinero.
Mises taba de acuerdo en que la forma en que lo había escrito (siendo la
demanda de dinero la demanda de poder adquisitivo) era ambigua y en que una
mejor forma de decirlo era decir que los participantes en el mercado tenían una
demanda de existencias de efectivo. Prometía revisar sus escritos de acuerdo
con ello y considerar este punto en su futuro tratado de economía.
Este intercambio fue el principio
de una alianza duradera (aunque no de una amistad más personal). Nymeyer empezó
pronto a leer otras obras austriacas disponibles en inglés, en particular Capital e interés de Böhm-Bawerk.
Lentamente, se convirtió en admirador de la escuela austriaca. También era un
declarado calvinista y afirmaba: “Böhm-Bawerk ha superado a Adam Smith tanto
como Calvino superó a Lutero”.
El agnosticismo de Mises no
disminuyó la admiración de Nymeyer por el economista austriaco. Y no impidió al
mismo Mises cooperar abierta y productivamente con libertarios cristianos en
Estados Unidos. En Austria, esa cooperación estaba casi totalmente fuera de
cuestión, pues los socialistas cristianos habían llevado a la iglesia católica
a un callejón intelectual sin salida. Solo personalidades destacadas como
Monseñor Seitz pudieron superar los resentimientos socialistas contra el
liberal Mises. Pero en Estados Unidos las cosas eran distintas. Una buena parte
de los clérigos protestantes en Estados Unidos amaban la libertad individual y
el libre mercado y consideraban este amor como un resultado bastante natural de
su religión cristiana. Muchos de ellos sentían que las teorías de Mises
complementaban su fe.
En una correspondencia con un
importante clérigo de la Iglesia de Inglaterra en Canadá, que había leído La acción humana, Mises escribía:
Estoy completamente de acuerdo con su
afirmación de que los Evangelios no defienden políticas anticapitalistas. Me
ocupé de este problema hace años en mi libro Socialismo (…) Además estoy completamente de acuerdo con su idea de
que uno no encuentra en La acción humana
“una palabra que se oponga a la fe cristiana”.
Mises dio la bienvenida con
entusiasmo a la revista mensual Faith and
Freedom, de Spiritual Mobilization, una organización ubicada en Los Ángeles
en diciembre de 1949. Por supuesto, sabía muy bien que la mayoría de los
líderes protestantes defendía alguna forma de socialismo o intervencionismo, y
que aunque la iglesia católica “lucha valientemente contra el comunismo”, no
luchaba contra el socialismo. Pero estos problemas estaban fuera de su ámbito:
“Creo que solo los teólogos han de ocuparse del asunto”.
Ésta era también la opinión de Frederick
Nymeyer. Una de sus fuentes de inspiración de motivación para divulgar los
escritos de Mises era precisamente la relación complementaria que percibía
entre capitalismo del laissez faire y cristianismo.
Mises y Nymeyer probablemente se
reunieron por primera vez a finales de enero de 1948. Nymeyer empezó entonces a
pensar por qué la Escuela Austriaca de economía no prevalecía en Estados Unidos
y llegó a la conclusión de que las obras austriacas no eran suficientemente
conocidas. En otoño de ese año estaba listo para ponerse en acción, confiando
en particular en su enorme agenda (“Conozco a varios de los principales
empresarios del país. Estoy en algunos Consejos de Dirección importantes”).
Al final de enero de 1949, después de varios encuentros más con Mises, Nymeyer
trazó un plan: La idea era fundar un “Instituto Liberal” bajo el liderazgo de
Mises en la Universidad de Chicago (Nymeyer era amigo del decano de la Escuela
de Negocios) o en alguna universidad apropiada del área de Chicago. Nymeyer
ya se había ganado a su socio Robert W. Baird y a su amigo John T. Brown,
vicepresidente de la J.I. Case Company. En mayo de 1949 había hablado con otros
muchos empresarios del área.
A finales de abril, la universidad
habían dicho a Nymeyer que apoyaban que la “donaciones no condicionadas” se
utilizaran con “libertad académica”, lo que significaba que la Universidad
elegiría el personal del propuesto Instituto Liberal. Mises comentó:
Basándose en ese lema [“la libertad
académica”], las universidades están boicoteando a todos aquellos economistas
que ponen objeciones desde otro punto de vista distinto del socialismo. La
pregunta de la libertad académica hoy no es: ¿deberían tolerarse los profesores
comunistas? Más bien es: ¿deberían nombrarse solo comunistas, socialistas e
intervencionistas?
Pero la resistencia no provenía
solo de dentro de las universidades. Pocos años después (y más sabio), Mises
reconocía la existencia de otro factor:
Una de las peores características del
presente estado de cosas es la equivocada lealtad de los antiguos alumnos. Tan
pronto como alguien se atreve a criticar algo respecto de una universidad,
todos los antiguos alumnos vienen al rescate de su alma mater. Así tenemos el
espectáculo de grandes empresas defendiendo el boicot lanzado por las
facultades contra todos los que no simpatizan con el intervencionismo, la
planificación y el socialismo.
En todo caso, el plan de un
“Instituto Liberal” con sede en Chicago bajo el liderazgo de Mises no se
materializó. Pero Nymeyer y sus amigos tuvieron alguna influencia en traer a
Hayek a Chicago y en los primeros año de la década de 1950 éste desempeñó un
importante papel en la recaudación de fondos para las reuniones de la Sociedad
Mont Pèlerin.
Mises debate con los libertarios estadounidenses
Con el seminario de la NYU y
organizadores y editores individuales como Nymeyer, Mises disfrutó por primera
vez en su vida de una red verdaderamente amigable de alumnos y simpatizantes.
Siempre había sido un intelectual respetado, pero pocos de sus lectores y
socios apreciaban realmente la esencia antiestatista radical de sus teorías.
Esto resultaba cierto en particular en el caso de los neo-liberales, que se
enorgullecían de sus posturas pragmáticas y en su bien sentido de querer que el
gobierno se encargara de crear competencia. Estos hombres acusaban a Mises de
una argumentación exageradamente lógica en la batalla intelectual por la
libertad. Si es una acusación válida, entonces sin duda Mises era culpable.
Como dijo un historiador, luchó “con un rigor lógico supremo que incluso sus
amigos consideraban a veces excesivo”.
Aun ejemplo de un amigo así fue el profesor de economía de Chicago Henry C.
Simons, que alababa a Mises como “el mayor profesor vivo de economía” y “el más
duro viejo liberal o manchestariano de su tiempo”. Pero aún así, añadía: “tal
vez sea el peor enemigo de su propia causa libertaria”.
Las cosas fueron completamente
distintas en círculo de sus nuevos amigos. Mucha de la nueva gente que llegaba
a Mises a través de su seminario de la NYU y la FEE eran incluso más
libertarios que él. Repentinamente era Mises el que en varias ocasiones
resultaba representar la postura más estatista en su seminario. Libertarios
estadounidenses como Leonard Read y R.C. Hoiles ponían un gran énfasis en la
definición de la libertad política en términos de no iniciación de fuerza. Por
ejemplo, después de la publicación de La
acción humana, Hoiles criticaba a Mises en correspondencia privada por
haber admitido que la educación pública “puede funcionar muy bien” en países
monolingües si se limita a la lectura, escritura y aritmética. Hoiles veía en
esto una concesión innecesaria. La educación pública, incluso limitada al caso
bajo discusión, era injustificable:
(…) el hecho de que a alguna gente se
le obligue a pagar y no quiere que se enseñe a sus hijos o no tiene hijos, se
enseña como un ejemplo de que la mayoría tiene un derecho a coaccionar a la
minoría a pagar lo que quiera la mayoría. Si no es el peor tipo de intervención
pública, no sé lo que significa intervención, (…)
Cuando haces esta concesión estás
negando que nuestro gobierno esté limitado en lo que tiene derecho a hacer. Me
parece que la intervención del gobierno es justamente lo mismo que iniciar
fuerza. Entiéndeme, no me opongo al uso de la fuerza para impedir que alguien
inicie fuerza, pero el gobierno no tiene derecho a iniciar fuerza. El único
propósito de un gobierno es impedir que la gente intervenga en un mercado no
intervenido y detener a la gente que inicie fuerza para hacer que alguien pague
por algo que no quiere pagar.
Esta perspectiva estaba
completamente fuera de la aproximación utilitaria de Mises a los problemas
políticos. Creía que la cuestión de quién iniciaba la fuerza era irrelevante,
porque uno difícilmente podría llegar a un acuerdo sobre ello. La única
cuestión relevante era si la iniciación de la fuerza era apropiada para
alcanzar el fin de la persona que actuaba, aunque su acción sea incorrecta de
alguna manera desde un punto de vista ético. Una carta de dos frases que envió
unos diez años después a un corresponsal estadounidense, un editor de
Wisconsin, lo dice todo: “He leído su estimulante carta con gran interés. Tal y
como lo veo, el principal argumento a favor del sistema capitalista es que ha
aumentado el nivel de vida del hombre común de una forma sin precedentes”.
Otro punto de desacuerdo, aún más
sustancial, entre Mises y muchos libertarios estadounidenses era la cuestión de
la democracia. Pocos meses después de que la FEE abriera sus puertas, Baldy
Harper se vio en la necesidad de escribir un memorando confidencial de cuatro
páginas defendiendo las opiniones de Mises sobre la democracia contra las
críticas de Orval Watts, que puesto a la democracia en conflicto con el
liberalismo al estilo estadounidense.
Mises también llegó a saborear el peculiar
sabor estadounidense de hostilidad a la democracia en un intercambio de
cartas con Rose Wilder Lane en 1947. Aparentemente se habían conocido en un
almuerzo con Hoiles y otros y Lane tuvo la impresión de que Mises creía que
compartían la misma visión fundamental. En la reunión ella pensó que no era el
momento adecuado de empezar una discusión sobre el tema, pero le escribió
posteriormente para dejar las cosas claras:
(…) como estadounidense, por supuesto me
opongo esencialmente a la democracia y a cualquiera se abogue o defienda la
democracia, que en la teoría y la práctica es la base del socialismo.
Es precisamente la democracia la que
está destruyendo la estructura política, la ley y la economía estadounidenses,
como dijo Madison que haría y como profetizó Macauley que haría de hecho en el
siglo XX.
Mises ni siquiera se preocupó del
asunto, pero observó que nunca había conocido a gente que calificara a sus
escritos como “cosas” y “sinsentidos”, como había hecho Lane en una crítica de
sus libros. Y por eso durante más de dos años, después de los cuales se reanudó
el debate en términos más civilizados, probablemente a causa de la amistad de
Lane con Howard Pew. La principal objeción de Mises a Lane era que ella le
había entendido mal. Él nunca había defendido ningún régimen concreto de
democracia parlamentaria. Simplemente destacaba el hecho de que todos los
sistemas políticos dependen en último término de la opinión de la masa.
Los amigos estadounidenses de Mises
estaban en desacuerdo y la discusión y correspondencia entre ellos quedó
inconclusa. Pero la confrontación entre el intelectual austriaco y sus lectores
y alumnos estadounidenses sería una fuerza motora en el desarrollo de la teoría
libertaria. El alumno de Mises, Murray Rothbard, acabaría resolviendo las
implicaciones radicales de la economía misesiana con mucho cuidado, combinando
el criterio de no iniciación de la fuerza con el típico enfoque misesiano en
los derechos de propiedad privada. Así Rothbard creó la mezcla de economía
libertaria y ética de la propiedad privada que continúa atrayendo hasta hoy a
muchos intelectuales.
El nuevo entorno radical contrataba
agudamente con la mentalidad de los viejos socios de Mises, que habrían sido
libertarios bajo lo patrones de Europa central, pero eran intervencionistas
moderados en un contexto estadounidense. Un buen ejemplo fue Fritz Machlup. En
una carta de 1946 a Mises la pedía a su antiguo maestro que bendijera su forma
evasiva de dirigirse a la audiencia a favor de los sindicatos. Escribía:
Me gustaría que me aconsejaras: Debo
dar pronto una conferencia para la Cámara de Comercio de EEUU sobre “Determinación
monopolística de los salarios como parte del problema general del monopolio”.
La conferencia se publicará y probablemente reciba más atención de la que me
gustaría. Si fuera a presentarse en un foro científico, podría ir a la historia
de las ideas, y en particular a Mill y otros. Pero para la Cámara debo ser
práctico y político. No tengo otra alternativa que decir que los salarios de
monopolio son el único propósito de los sindicatos y que sindicatos fuertes
significa desempleo e inflación y llevan a un estado autoritario. ¿Puede un
hombre honrado evitar estas declaraciones? ¿Hay alguna alternativa? (…)
Si es políticamente impensable
prohibir los sindicatos (y asumo que es así hoy día) ¿puede uno considerar
limitaciones públicas en aumentos a los salarios privados? Por supuesto, no
estoy pensando que el estado fije los salarios, sino en una interdicción
general para aumentar os salarios (…) en más de un 10% en tres años, o algo
así. Por supuesto, todo esto es una completa fantasía. ¿Sería más sensato no
mencionar en absoluto esas soluciones improvisadas? No tienen ninguna
posibilidad de ser aceptadas.
Mises replicó que él diría a la
Cámara: “Antes que nada, libérense de ideas falsas. Estudien economía. Luego vayan a convencer a otros”. Y destacaba:
“Rechazo cualquier prohibición o limitación a la libertad de asociación. No son
las libertades las que deban abolirse, solo la coacción”.
La correspondencia entre ambos ya
se había hecho bastante infrecuente y se enfriaría aún más. Mises consideraba a
Machlup un oportunista y un cobarde. Su amistad se rehizo antes del ochenta
cumpleaños de Mises, pero se hundiría al máximo a mediados de la década de
1960.
Caos planificado
Montes de Oca ya había hablado con
Mises en 1943 acerca de escribir un epílogo a la edición en español de Socialismo, pero Mises probablemente no
se dedicó a ello antes de 1945. Hasta entonces, el ritmo de progreso de la
traducción no estaba claro y Mises bien pudo recelar en dedicarse a otro
proyecto para Montes de Oca, que hasta entonces no había completado ninguno de
los proyectos que habían discutido en 1942. Mises ni siquiera había recibido el
pago de un estudio sobre México. Los susceptibles editores mexicanos de Socialismo pedían un epílogo que se
ocupara del experimento soviético, tanto porque ocuparse del asunto era algo
interesante por sí mismo como porque pondría al día el libro. Mises contestó
con evasivas, sugiriendo que la mejor solución sería escribir un introducción
especial a el edición en español.
A principios de enero de 1946,
Mises recibió por fin el pago por el estudio sobre México que había escrito en
1943. También trabajó a toda velocidad para completar el epílogo que le habían
pedido sus compañeros mexicanos. El texto mecanografiado se terminó
probablemente al final del mes.
En julio y agosto de 1946, Mises
conferenció de nuevo en la ciudad de México. En los últimos días de julio,
Hayek se le unió.
En la segunda mitad de agosto, viajaron por el Altiplano y estuvieron unos días
en el lago Chapala.
Montes de Oca actuó como traductor para atraer una mayor audiencia.
Uno de los propósitos de la visita
de Mises era discutir el proyecto pendiente desde hacía tiempo de un Instituto
de Ciencias Sociales. Esta perspectiva debe haberse enterrado en esa ocasión:
el asunto no aparece de nuevo en ninguna correspondencia posterior. Pero otro
proyecto tomó ahora una forma cada vez más concreta. Hayek estaba tratando de
aunar a los intelectuales liberales clásicos de ambos lados del Atlántico para
establecer una sociedad investigadores internacional dedicada a la promoción de
la libertas individual. Planeaba hacer una reunión al año siguiente y buscaba
asegurar la participación de Mises.
Al acabar el año, Montes de Oca
había sido nombrado como director general del banco central de México. Su grupo
invitó posteriormente a Hazlitt (principios de enero de 1947), así como Hansen
y Harbeler para dar conferencias (enero de 1947). El propio Mises fue invitado
de nuevo para agosto de 1947 para dar una serie de discursos analizando
críticamente el marxismo.
Tras su vuelta a Nueva York, Mises
supo que Henry Hazlitt había tenido que abandonar el New York Times. No era la primera vez que la política de Hazlitt le
dejaba sin empleo. En 1933, había renunciado a su cargo como editor literario
de The Nation, que no acogió bien su
hostilidad al New Deal. Abandonar el New
York Times era un paso atrás serio, pero Hazlitt encontró inmediatamente un
nuevo empleo en Newsweek, donde
disfrutó de la misma libertad de opinión que tuvo una vez en el Times. Escribiría su columna del Newsweek durante exactamente veinte
años, hasta que tuvo que abandonarla, de nuevo por razones ideológicas.
Mises se las arregló mucho mejor y
continuó con sus “visitas” a la NYU, donde dio un curso sobre reforma monetaria
en la primavera de 1947. En el otoño de 1946, Mises también se reunión a un
gran número de economistas europeos como Rueff, Perroux, Hoff, Pinson, Novoa y
otros, que habían viajado a Estados Unidos y estaban dando clases en la FEE y
otras instituciones.
Un probable objeto de discusión fue el plan de Hayek de una sociedad
internacional de intelectuales liberales clásicos.
Una conferencia en Mont Pèlerin
Exactamente un año después de la
fundación de la Fundación para la Educación Económica en Nueva York, nació otra
organización para ofrecer un foro para el intercambio y desarrollo de ideas
desde una perspectiva liberal clásica. A contrario que la FEE, esta
organización no tenía ningún cuartel general permanente, se concebía como un
sociedad de intelectuales académicos y consistía principalmente en reuniones
anuales, que tenían lugar en distintas ciudades del mundo. Sin embargo lo más
importante era que esta sociedad se basaba en el espíritu del neo-liberalismo y
desde entonces intelectuales, políticos y periodistas neo-liberales han
representado el grueso de sus miembros.
La sociedad era un seguimiento del
Coloquio Lippmann de 1938 que había organizado Louis Rougier en París. Esta
vez, la iniciativa recayó bastante naturalmente en las manos de Hayek, que era
bien conocido a ambos lados del Atlántico, debido al éxito de Camino de servidumbre y también porque
estaba entre los primeros intelectuales occidentales en renovar contactos con
sus colegas continentales tras la guerra.
En estas reuniones apareció lentamente la idea de una asociación libertaria.
Hayek indudablemente discutió el asunto cuando se reunió con Mises a finales de
julio de 1946 en México, pero en ese momento no había aún ningún plan concreto.
Desde México viajó a Oslo, donde Trygve Hoff organizó una reunión preparatoria
para discutir planes bastante vagos para el establecimiento de una asociación
neo-liberal de intelectuales europeos. Ahí debe haber tomado forma el plan de
una “Sociedad Acton-Tocqueville”.
Al final del año, había recabado los fondos necesarios para patrocinar en
evento de fuentes suizas (a través de Hunold) y estadounidenses (Fondo Volker)
y mandó una carta de invitación a unas cincuenta personas para una conferencia
de diez días en los Alpes suizos, a los pies del monte Pèlerin en el lago de
Ginebra.
Probablemente Hayek preveía
problemas con Mises: en la carta de invitación a Mises, Hayek añadía una
petición manuscrita por no haber tenido tiempo para explicarle con detalle su
plan. Su aprensión resultó cierta. Mises se puso furioso, escribiendo a Hayek
que no podía abandonar la NYU en abril y que “aborrecía la idea de ir a Europa.
Ya he visto suficiente decadencia”. A
solicitud de Hazlitt, había escrito un memorando de cuatro páginas conteniendo
sus “Observaciones sobre el Plan del Profesor Hayek”. Ahí indicaba que se
habían realizado muchos planes similares para detener la ola de totalitarismo
en las últimas décadas (él mismo había estado implicado en algunos de estos
proyectos) y el plan siempre había fracasado porque estos amigos de la libertad
ya estaban infectados por el virus estatista: “No se daban cuenta de que la
libertad está inextricablemente ligada con la economía de mercado. Aceptaban en
general a parte crítica de los programas socialistas. Buscaban un solución
intermedia, el intervensionismo”. Al final del memorando, indicaba su principal
objeción:
El punto débil del plan del Profesor
Hyek es que se basa en cooperación de muchos hombres que son conocidos por su
apoyo al intervencionismo. Es necesario aclarar este punto antes de que empiece
la reunión. Tal y como entiendo el plan, no es tarea de esta reunión discutir
de nuevo si tiene o no un decreto del gobierno o un dictado sindical el poder
de aumentar el nivel de vida de las masas. Si alguien quiere discutir estos
problemas, no necesita hacer una peregrinación a Mount Pèlerin. Puede encontrar
en su barrio amplias oportunidades de hacerlo.
En su carta a Hayek era más
concreto:
Me preocupa principalmente la
participación de Röpke, que es un intervencionista declarado. Creo que pasa lo
mismo con Brandt, Gideonse y Eastman. Los tres colaboran con la socialista
(aunque decididamente antisoviética) New
Leader.
Aún así, Mises no descartaba su
participación, pero sugería retrasar la conferencia hasta septiembre. Sin
embargo esto resultó ser imposible y Hayek realizó otro intento de convencer a
su antiguo mentor a principios de febrero. Rebajó la importancia de las
relaciones de Brandt, Gideonse y Eastman con New Leader, mencionando que él mismo había escrito para esta
revista. Pero lo más importante fue que argumentó que el programa de la
conferencia seguía estando bastante abierto y que el propósito principal de la
reunión en el Lago de Ginebra (y de las consiguientes reuniones) sería ganarse
especialmente a aquellos historiadores y científicos políticos que aún
albergaban ideas equivocadas en varios asuntos, pero estaban dispuestos a
aprender. Esto parece haber sido
suficiente para convencer a Mises para que acudiera. Por sugerencia de Hayek,
se puso en contacto con el principal patrocinador de la conferencia, el Fondo
William Volker ubicado en Kansas City y en una semana se organizó en viaje a
través de la FEE.
***
Fue probablemente la primera vez
que Mises se puso en contacto personalmente con Harold W. Luhnow y el rico
Fondo Volker. El contacto resultó ser muy beneficioso en el curso de los
siguientes quince años, hasta que se liquidó el fondo a principios de la década
de 1960.
William Volker (1859-1947), nacido
en Alemania, había hecho una fortuna con un negocio de muebles que fundó en
Kansas City en 1882.
En 1911, después de casarse por fin con 52 años, se convirtió en filántropo.
Acabó creando en 1932 un fondo privado para proteger su capital contra las
obligaciones del código fiscal, especialmente el nuevo impuesto de la renta de
1916. Puede haber sido el propio Volker el que aprobara el apoyo a la reunión
de la Sociedad Mount Pèlerin, que tuvo lugar unos siete meses antes de morir.
Pero es más probable que fuera ya la decisión de su sobrino, Harold Luhnow, que
se convirtió en director del fondo en 1944 y se convirtió en el principal
patrocinador de la intelectualidad libertaria.
Aparentemente, la principal fuente de inspiración libertaria de Luhnow había
sido Loren Miller, que de 1942 a 1944 había sido ejecutivo del Kansas City Civic
Research Institute (parte del Fondo Volker), antes de irse al Detroit Bureau of
Governmental Research, otra fuente de financiación del libertarismo de
posguerra.
La influencia del Fondo Volker
irradiaba mucho más allá de Estados Unidos. A finales de 1953, pagaba las
cuotas de prácticamente todos los miembros de la Sociedad Mont Pèlerin fuera de
EEUU.
La cooperación del Fondo con Mises fue muy cercana, especialmente después de
que Luhnow contratara a los antiguos empleados de la FEE, Herbert y Richard Cornuelle.
Todos los demás think tanks y
fondos libertarios se habían pervertido con el tiempo, alejándose de sus
principios iniciales. Solo el Fondo Volker escapó a este destino. Se liquidó a
principios de la década de 1960, cuando su dirección cayó en manos de quienes
no podían identificarse con la orientación libertaria de su fundador.
***
La Conferencia Mont Pèlerin empezó
el 1 de abril de 1947 y duró diez días. Mises salió de Nueva York el 25 de
marzo, curioso por ver Europa de nueva tras casi siete años. La reunión tenía
solo un programa mínimo y dejaba mucha libertad de acción a los participantes
para determinar los temas que quisieran discutir en el curso de los siguientes
días.
Mises y los otros seis
neoyorquinos, Read, Harper y Watts de la FEE, así como Hazlitt, Gideonse
(Presidente del Brooklyn College) y Davenport (Fortune Magazine) representaban la tendencia manchesteriana de la
reunión. Hayek, Friedman y Machlup eran neo-liberales; gente como Eucken, de Jouvenel,
Knight, Polanyi, Popper y Stigler eran demócratas social liberales y Allais,
Röpke y Robbins representaban la extrema izquierda de la Conferencia. Allais no
pudo siquiera permitirse apoyar la vaga “declaración de objetivos” que
aprobaron todos los demás participantes el 8 de abril.
En su discurso inaugural, Hayek
establecía el programa para la reconstrucción ideológica de posguerra del
movimiento liberal clásico. Incluía, explicaba Hayek, por un lado “purgar a la
teoría liberal tradicional de ciertas adiciones accidentales que se habían asociado
a ella en el curso del tiempo” y, por otro, “afrontar algunos problemas reales
que un había eludido un liberalismo excesivamente simplificado o se habían
hecho evidentes solo desde que se convirtió en un credo de alguna forma
estacionario y rígido”.
Como se demostraría posteriormente, el significado concreto de este programa
era (1) exculpar al liberalismo clásico de ciertas críticas ampliamente
extendidas, por ejemplo, de que las políticas que había inspirado hubieran
llevado a una miseria masiva; (2) distinguir al liberalismo “moderno” de su
predecesor de laissez faire.
Sin embargo, algunas de las demás
tareas programadas eran más “neo” y menos “liberales”. Por ejemplo, el
economista alemán Walter Eucken explicó que la legislación antimonopolio no era
suficiente para combatir los monopolios. Se necesitaba más interferencia
legislativa en el campo del derecho empresarial, el derecho de patentes y las
leyes de marcas. Defendía dos máximas de política económica. Primero, aunque
hubiera libertad de contrato, esta libertad no debería permitirse que limitara
la libertad de contratar de otros. Segundo, los participantes monopolistas en
el mercado deberían ser obligados a comportarse como su estuvieran en
“competencia”, es decir, producir las mismas cantidades y venderlas a los
mismos precios que habría bajo “competencia”.
En resumen, Eucken ofrecía el mismo
programa intervensionista que ya había dominado el Coloquio Lippmann en 1938.
En ese momento Mises había estado de luna de miel en París, lo que podría explicar
por qué sus contribuciones al debate habían sido tan inusualmente dóciles.
Nueve años después, la luna de miel había pasado. Reaccionó con gran
determinación y defendió su postura de laissez faire tan vigorosamente que
muchos años después su amigo Lawrence Fertig aún recordaba el debate.
La discusión entre Mises y sus
oponentes neo-liberales establecieron el tono en la Sociedad Mont Pèleron
durante los próximos años. Aunque los libertarios que rodeaban a Mises eran una pequeña minoría, eran ellos los que
tenían el respaldo financiero de los principales patrocinadores estadounidenses
como el Fondo Volker, sin el cual la Sociedad habría muerto rápidamente en esos
primeros años. Por tanto, mientras Mises tomara parte activa en la reuniones,
era imposible continuar discutiendo los detalles técnicos de un
intervencionismo público aprobado. El laissez faire había vuelto. No era la
opinión mayoritaria, pero era una opción política debatible y debatida
(demasiado para algunos miembros iniciales como Maurice Allais, que abandonó
pronto la Sociedad precisamente por esta razón).
A pesar de los desacuerdos en los
fundamentos, la reunión fue un éxito. El 9 de abril, unos cuarenta
participantes fundaron la Sociedad Mont Pèlerin y eligieron a Hayek como
Presidente.
Preparando la contrarrevolución
En marzo de 1945, la Yale
University Press había decidido publicar una versión estadounidense de Nationalökonomie. La idea de una simple
traducción no fue nunca realmente un opción. Todas las partes estaban de
acuerdo en publicar una versión revisada, una edición cuyas revisiones
resultarían ser bastante a fondo.
Durante los siguientes tres años y medio, Mises trabajo afanosamente en este
proyecto. Las revisiones no iban a ser sustanciales. El propósito principal era
adaptar la obra al trasfondo intelectual de sus lectores estadounidenses. En
esta tarea, Mises se benefició enormemente de la experiencia de Henry Hazlitt y
el editor de Yale, Donald Robinson, sugiriendo ambos muchas áreas de de mejora.
Por ejemplo, Mises conocía ahora doctrinas y propuestas políticas que tenían
importancia concreta en Estados Unidos, como la teoría georgista del impuesto
sobre la tierra. Pero esencialmente
modificaba su explicación de los problemas filosóficos fundamentales de la
ciencia de la acción humana. Por ejemplo, en su libro en alemán Mises creía que
tenía que refutar con detalle la “economía universalista” de Othmar Spann;
ahora eliminaba esta explicación casi completamente y se centraba en su lugar
en la refutación del positivismo y el uso de métodos cuantitativos en teoría
económica.
Añadió un capítulo completamente
nuevo (el único capítulo sin equivalencia en Nationalökonomie) para explicar los problemas básicos de la teoría
de la probabilidad, que estaba en el centro de la aproximación cuantitativa que
dominaba el análisis económico en los países anglosajones. En este capítulo,
Mises aprovechaba la oportunidad para trabajar y desarrollar las obras de su
hermano Richard, que había sido el pionero en la llamada teoría de la
frecuencia relativa de la probabilidad. Mises simplificaba considerablemente la
exposición axiomática de la teoría y argumentaba, sin mencionar el nombre de su
hermano, que la cuenta estandarizada era redundante.
Más allá del aspecto investigador
de su contribución, la rectificación a su hermano fue una secuencia de un
típico retorcimiento literario “austriaco”. Doce años antes, Richard se había
adentrado en el campo de su hermano mayor y afirmaba en uno de sus libros que
las políticas de laissez faire no tenían ningún valor científico.
Ahora Ludwig le respondía demostrando lo que resultaba ser una exposición elegante
de la teoría de la frecuencia relativa.
La
acción humana casi se convierte en la primera obra póstuma de Mises. En
octubre de 1948, junto a Margit, tuvieron un muy serio accidente de carretera.
Pero la pareja sobrevivió y Ludwig dio los últimos toques al libro en la
primavera de 1949. Envió copias del manuscrito a editores y amigos receptivos,
entre ellos Jasper Crane, que dirigía la Van Nostrand Publishing Company y a
quien conocía bien a través de la FEE.
Un golpe neo-liberal en Alemania
La reunión de la Sociedad Mont
Pèlerin de 1947 fue bastante para satisfacer la curiosidad de Mises por Europa
y los investigadores europeos durante algún tiempo. Europa estaba hecha un
desastre, incluso París estaba harapiento. Ni siquiera deseaba pensar en viajar
a Austria. Todo lo que era bueno y memorable en Europa era pasado. No
necesitaba volver al viejo continente solo para ser testigo de la miseria
inducida por esos mismos locos estatistas a los que había dedicado toda su vida
a combatir. Cuando fue invitado a la siguiente reunión de la Sociedad Mont
Pèlerin, programada para julio de 1949 en el pueblo suizo de Seelisberg, se
excusó.
Pero sus amigos estadounidenses en
el Fondo Volker pensaban que era esencial tenerle a bordo, para que los
intervencionistas no tuvieran las manos libres. La Sociedad Mont Pèlerin daba a
los libertarios estadounidenses, no solo cierto estilo cosmopolita, sino que
asimismo les ponía en contacto con una masa de intelectuales afines a su causa
que no podían encontrarse en su casa.
Además, en una de las grandes
ironías de la historia, los principios liberales se estaban aplicando con un
éxito abrumador en Alemania y una gran afinidad con Ludwig Erhard y los líderes
intelectuales de las reformas alemanas prometían ayudar a los libertarios
estadounidenses en sus luchas en casa. Nadie en Estados Unidos conocía a los
reformistas y la curiosidad era grande. Ante las noticias desde Alemania,
Leonard Read preguntó a Mises acerca de Erhard. La respuesta:
El único hecho que conozco de Erhard
es que es el presidente del Consejo Asesor Económico. Este consejo es
moderadamente intervencionista y se opone al New Deal radical de los partidos
políticos alemanes y al abierto socialismo del gobierno militar británico. Es
posible que la firmeza del Consejo es esta materia sea un logro de la actitud
intransigente de Erhard y lo persuasivo de su exposición de los principios del
verdadero liberalismo.
Sin embargo, la única forma de
descubrirlo era ir a Europa y reunirse con el hombre y sus simpatizantes. Pero
desde el punto de vista de Luhnow, solo merecería la pena si se traía a hombres
como Mises para dar a las reuniones la orientación correcta. Con la mediación de
Herbert Cornuelle y Loren Miller, Luhnow pidió a Mises que acudiera a la
reunión de Seelisberg. Mises aceptó. Sería su segundo regreso a Europa después
de emigrar.
Dejó Nueva York en junio y estuvo
en Seelisberg del 3 al 10 de julio. La reunión se suponía que se ocuparía en
particular de cuestiones relativas al mercado laboral.
Pero, como se esperaba, se vio completamente ensombrecido por la discusión de
los recientes acontecimientos en Alemania Occidental.
En marzo de 1948, Ludwig Erhard
había sido nombrado director de administración económica de la zona de
ocupación británico-americana. Discípulo del sociólogo social-liberal Franz
Oppenheimer, Erhard era desconocido en el mundo del libertarismo… y
probablemente por eso obtuvo el cargo.
Pero Don Nadie no perdió tiempo en dar un golpe liberal. Tres meses después de
su nombramiento, tomó dos decisiones importantes. Contra las intenciones del
gobierno militar británico (1) derogó virtualmente todos los controles de
precios y (2) introdujo una nueva divisa: el deutschmark.
Al día siguiente, almacenes y
tiendas estaban llenos de mercancías. Los empresarios habían recortado la
producción durante los años de posguerra y los vendedores retenían los
productos, reservándolos para el mercado negro, donde podían obtener precios
más altos. Este lamentable estado de cosas, por supuesto, era consecuencia del
sistema nazi de control de precios, que había hecho imposible una producción
rentable y convertido el mercado abierto en mercado negro. Las fuerza aliadas
de ocupación habían mantenido este sistema sin sentido en beneficio de un
pequeño grupo de asesores económico influyentes de izquierdas, para quienes la
planificación centralizada y los controles públicos eran lo correcto.
Erhard acabó con este sistema, creando así los fundamentos económicos de la
República Federal de Alemania (occidental), que se establecería en el otoño de
1949. Más aún, puso en práctica una alternativa liberal clásica al Plan
Marshall para la reconstrucción de la posguerra.
Un año antes de las reforma de
Erhard, en 5 de junio de 1947, Marshall presentó su propuesta para la
reconstrucción económica de Europa a través de un gasto a gran escala de dinero
de los contribuyentes de EEUU.
En posteriores años y décadas, se ha contado y recontado la historia del Plan
Marshall desde el punto de vista de sus patrocinadores, convirtiéndose así en
parte de la mitología del estado de bienestar. Los estudiantes de bachillerato
de todos los países occidentales aprendieron que el gasto público de
financiación del Plan Marshall inició una nueva fase de crecimiento después de
la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, a la fría luz del
razonamiento económico, podemos ver que el Plan Marshall era en esencia un plan
para retrasar la quiebra del socialismo y el estado del bienestar. En su
correspondencia privada, Mises apuntaba que los países europeos ya habían
“nacionalizado ferrocarriles, telégrafos, energía eléctrica, telefonía, minas y
muchas fábricas” y continuaba:
Ya han expropiado mediante impuestos
todas las rentas más altas y no pueden esperar ningún ingreso adicional para
continuar con su política de saquear a los ricos. Así que quieren que el
contribuyente estadounidense pague la factura de los déficits en los que
incurrió su glorificada política de socialización. Llaman a este plan, el Plan
Marshall.
Aunque las reformas de Erhard se
comparaban muy favorablemente con el frustrado Plan Marshall, seguían estando
lejos de ser satisfactorias desde un punto de vista libertario. Además Erhard y
sus consejeros no eran defensores convencidos del laissez faire, sino
partidarios de políticas intermedias.
Esto era mucho más serio que cualquier incapacidad política de poner en
práctica un programa político más radical.
En diciembre de 1948, cuando
Leonard Read le pidió su opinión sobre Erhard, Mises no conocía al hombre. Sin
embargo, en años posteriores se familiarizó con los escritos de Erhard y
descubrió que reflejaban muy de cerca las opiniones de sus asesores: el
profesor de economía de Colonia, Alfred Müller-Armack, así como Wilhelm Röpke y
Walter Eucken. Durante la década de 1950, Mises se dio cuenta de que el mismo
éxito de las reformas de libre mercado de Erhard podían usarse contra la
economía de mercado, porque las reformas se “vendían” en términos de retórica
intervencionista. Así que honró a los reformistas alemanes con un largo
comentario en su libro más importante:
[Los] partidarios de la variedad más
reciente de intervencionismo, la “soziale Marktwirtschaft” alemana, destacan
que consideran a la economía de mercado como el mejor sistema posible y
deseable de organización económica de la sociedad y que se oponen a la
omnipotencia gubernamental del socialismo. Pero, por supuesto, todos estos
defensores de una política intermedia destacan con el mismo vigor que rechazan
el liberalismo manchesteriano y el laissez faire. Dicen que es necesario que
estado interfiera en los fenómenos del mercado siempre y cuando el “juego libre
de las fuerzas económicas” genere condiciones que parezcan indeseables
“socialmente”. Al realizar esta afirmación dan por sentado que es el gobierno
el que debe determinar en cada caso concreto si un hecho económico determinado
va ser considerado o no como reprensible desde el punto de vista “social” y por
consiguiente si estado del mercado requiere o no un acto especial de
interferencia del gobierno.
Todos estos defensores del
intervencionismo no se dan cuenta de que su programa implica así el
establecimiento de la plena supremacía del gobierno en todos los asuntos
económicos y en definitiva brinda un estado de cosas que no difiere de lo que
se llama el patrón alemán o de Hindenburg del socialismo. Si es jurisdicción
del gobierno decidir si unas condiciones concretas de la economía justifican su
intervención, no se deja ninguna esfera de operación al mercado. Así que ya no
son los consumidores los que en definitiva determinan qué debería producirse,
en qué cantidad, de qué calidad, por quién, dónde y cómo, sino que es el
gobierno. Pues el gobierno interfiere tan pronto como el resultado de la operación
del mercado no intervenido difiera de lo que las autoridades consideren
“socialmente” deseable. Esto significa que el mercado es libre siempre que haga
precisamente lo que el gobierno quiera que haga. Es “libre” de hacer lo que las
autoridades consideran que sea lo “correcto”, pero no de hacer lo “incorrecto”,
correspondiendo al gobierno la decisión de lo que es correcto e incorrecto. Así
que la doctrina y la práctica del intervencionismo acaba tendiendo a abandonar
lo que le distinguía originalmente del abierto socialismo y a adoptar
completamente los principios de la planificación totalitaria omnicomprensiva.
La reservas de Mises no se
debilitaron con el contacto personal con representantes de la escuela alemana
“Ordo” de neo-liberalismo. Muy al contrario: en correspondencia privada a
partir de la década de 1950 decía: “Tengo cada vez más dudas de si es posible
cooperar con el Ordo-intervencionismo en la Sociedad Mont Pèlerin”.
***
La reunión de la Sociedad Mont
Pèlerin de 1949 tuvo lugar, de nuevo, en Suiza, esta vez en uno de los lugares
míticos del libertarismo europeo: el pueblo de Seelisberg, ubicado a los pies
de la montaña del mismo nombre. Fue en el Rütliwiese,
uno de los prados cercanos donde a principios de agosto de 1291, los patriotas
suizos deliberaron en reuniones secretas para preparar la deposición del
régimen del emperador Rodolfo, que había impuesto una gran variedad de nuevas
leyes e impuestos. La Sociedad Mont Pèlerin se alojó más confortablemente en
instalaciones hoteleras y no todos sus participantes estaban dispuestos a
acabar con el floreciente nuevo estado del bienestar. Por ejemplo, a Wilhelm
Röpke le preocupaba más definir un papel para el gobierno en la lucha contra la
“proletarización”. Karl Popper trataba de hacer lo mismo en el campo de la
educación y la investigación.
Un neoyorquino
Después de un breve retorno a
Manhattan, Mises fue a la ciudad de México durante el mes de agosto para dar
una conferencia en la Asociación Mexicana de Cultura. Llegó con Margit la noche
del 29 de julio y pronto empezó su curso en doce lecciones sobre teoría
económica, sazonado con un análisis de los últimos 200 años de historia europea
y excursiones en la historia del pensamiento. Entre otras cosas, explicaba
“cómo Keynes había influido en los catedráticos socialistas alemanes y cómo les
superaba en muchos puntos”.
Los participantes en el seminario recibieron el privilegio de recibir
ejemplares de adelanto de La acción
humana.
Durante este viaje, Montes de Oca
planteó con cautela de nuevo si Mises se quedaría permanentemente en México.
Mises aparentemente replicó que ahora deseaba “permanecer en Nueva York, porque
se ha convertido en el centro intelectual del momento”. Montes de Oca habría
abandonado entonces, pero pocos meses después sintió la necesidad de plantearle
de nuevo la pregunta al escribirle:
Ha habido lo que podría calificarse
como un movimiento entre los empresarios mexicanos para invitarte a convertirte
en asesor de diversas organizaciones empresariales, más o menos en la posición
en la que desempeñaste esa función en la Cámara de Comercio de Viena.
Después de una seria reflexión,
Mises volvió a negarse, refiriéndose esta vez a su avanzada edad, que le
impediría obtener un conocimiento suficiente de la lengua española. Pero
destacaba que si “fuera veinte años más joven, no rechazaría vuestra amable
propuesta” y también decía que la invitación era muy tentadora desde otro punto
de vista: “Mis tres visitas a vuestro país me han demostrado que el estado de
opinión es hoy en México más favorable a la aceptación de ideas económicas
sensatas que ningún otro país”.
Pero esto no alteró su decisión.
Mises no solo se había convertido
en estadounidense: era ahora un neoyorquino.
Jörg Guido Hülsmann es miembro senior del Mises Institute y autor de Mises:
The Last Knight of Liberalism y The Ethics
of Money Production. Enseña en la Universidad de Angers, en
Francia.
Este artículo ha sido extraído del
capítulo 19 de Mises: The Last Knight of Liberalism
(2007).