Por Hans-Hermann Hoppe (Publicado el 18 de
noviembre de 2011)
Traducido del inglés. El artículo original
se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5817.
[Lo que sigue
es la transcripción de un discurso pronunciado en el Simposio Edelweiss
Holdings acontecido en Zurich, Suiza, el 17 de Setiembre de 2011]
* Traducción de Matt Martínez
Déjenme empezar con una breve descripción
de lo que hace un capitalista-emprendedor, y luego explicar cómo se modifica el
trabajo del capitalista-emprendedor bajo condiciones estatistas.
Lo que el capitalista hace es esto: ahorra
(o pide prestado fondos previamente ahorrados), contrata personal, compra o
alquila bienes de capital y tierras y compra materias primas. Entonces procede
a producir su producto o servicio, el que sea, y espera con esto realizar un
beneficio.
El beneficio se define simplemente como un
exceso de los ingresos de las ventas sobre el coste de producción. Los costes
de producción sin embargo, no determinan los ingresos. Si los costes de
producción determinaran el precio y los ingresos, todo el mundo sería un
capitalista. Nadie fracasaría jamás. Más bien, son los precios e ingresos
previstos los que determinan los costes de producción que el capitalista puede
permitirse.
El capitalista no sabe cuáles serán los
precios futuros o qué cantidad de su producción se comprará a dichos precios.
Eso depende de los consumidores, y el capitalista no tiene ningún control sobre
ellos. El capitalista debe especular con cuál será la demanda futura por sus
productos, y puede equivocarse en esta especulación, en cuyo caso no genera
ningún beneficio, sino una perdida.
Arriesgar tu propio dinero en anticipación
de una demanda futura incierta es obviamente una tarea difícil. Grandes
beneficios pueden esperarte, aunque también tu ruina total. Pocas personas
están dispuesta a correr el riesgo, y a menos aún se les da bien y consiguen
mantenerse durante algún tiempo.
De hecho, lo de ser capitalista tiene aún
más miga.
Todo capitalista está en permanente
competencia con los demás por la invariablemente limitada cantidad de dinero
que se puede gastar en sus productos y servicios por parte de los consumidores.
Todo producto compite con todos los demás productos. Cuando los consumidores
gastan más (o menos) en algo, deben gastar menos (o más) en otra cosa. Incluso
si el capitalista ha producido un producto exitoso y ganado un beneficio, nada
garantiza que esto continúe. Otros hombres de negocios pueden copiar su
producto, producirlo más barato, ofrecerlo a menor precio y sacarlo del mercado.
Para prevenir esto, el capitalista debe por tanto continuamente intentar
reducir sus costes de producción. Pero incluso tratar de producir lo que sea
que produzcas más barato puede no ser suficiente.
El mix de productos ofrecidos por varios
capitalistas está en constante cambio, y también la evaluación de estos
productos que hacen los consumidores. Continuamente productos nuevos o
mejorados se ofrecen en el mercado y los gustos del consumidor cambian
constantemente. Nada permanece constante. La incertidumbre sobre el futuro que
afronta cada capitalista nunca desaparece. El aliciente de los beneficios
siempre está presente, así como la amenaza de las pérdidas. Por eso entonces es
muy difícil ser continuamente exitoso como hombre de negocios y no retroceder
al rango de empleado.
Durante todo esto, realmente solo hay una
cosa con que el hombre de negocios puede contar, y es su propiedad real y
física - e incluso ni siquiera eso es seguro, como veremos.
Su propiedad viene en dos formas. Primero,
están los recursos físicos, los medios de producción, incluyendo la mano de
obra, que el capitalista ha comprado o alquilado por un tiempo y que combina
para producir lo que sea que produce. El valor de todos estos factores es
variable como ya hemos explicado. Depende en última instancia de las
valoraciones del consumidor. Lo que es estable es solo su carácter físico y sus
capacidades. Pero sin esta estabilidad física de su propiedad productiva, el
capitalista no podría producir.
Segundo, además de sus medios de producción,
el capitalista puede contar con la propiedad de su dinero real. El dinero no es
ni un bien de consumo ni un bien de capital. Es el medio común de intercambio.
Como tal, es el bien más y más fácilmente demandado. Y se usa como unidad de
cuenta. Para calcular beneficios y pérdidas, el capitalista necesita recurrir
al dinero. Los factores productivos, los productos que produce, son
inconmensurables, como manzanas y naranjas. Se hacen medibles solamente cuando
pueden ser expresados en términos monetarios. Sin dinero, el cálculo económico
es imposible, como ha explicado mejor que nadie Ludwig von Mises. El valor del
dinero también es variable, como el valor de todo lo demás. Pero el dinero
también tiene características físicas. Es dinero no fiduciario, como el oro y
la plata, y beneficios monetarios los que están reflejados en un incremento de
la oferta de estos elementos, oro o plata, a disposición del capitalista.
Lo que podemos decir entonces acerca de
los medios de producción del capitalista y su dinero es esto: sus
características físicas no determinan su valor pero sin sus características
físicas no tendrían valor alguno, y los cambios en la calidad física y cantidad
de sus propiedades afectan al valor de su propiedad, cualesquiera otros
factores (tales como las volubles valoraciones del consumidor) pueden afectar
también el valor de su propiedad.
Ahora déjeme introducir al estado y
veremos cómo afecta el negocio del capitalista.
El estado se define convencionalmente como
una institución que posee un monopolio territorial en la toma de decisiones en
caso de conflicto, incluyendo conflictos que involucran al estado y sus
agentes, y por añadidura, el derecho a cobrar impuestos – es decir, a determinar
unilateralmente el precio que sus súbditos deben pagar por desarrollar esta
tarea de tomar decisiones últimas.
Actuar bajo estas restricciones - o mejor
dicho, falta de restricciones - es lo que constituye la política y la acción
política, y debería estar claro que la política entonces por su propia naturaleza
siempre implica malicia.
Más específicamente podemos hacer dos
predicciones interrelacionadas sobre el efecto del estado en los negocios.
Primero, y más fundamental, bajo
condiciones estatistas la propiedad real se transformará en lo que llamaremos
propiedad fiduciaria. Y segundo y más específicamente, el dinero real se
transformará en dinero fiduciario.
Primero, al ser el estado el árbitro
último en todo caso de conflicto, incluyendo los conflictos en que está
involucrado, el estado se ha convertido en el propietario último de toda
propiedad. Por principio, puede provocar un conflicto con un hombre de negocios
y entonces decidir en su contra y expropiarle quedándose el estado (o alguien
de su esfera) con la propiedad física del empresario. O puede, si es que no
quiere llegar tan lejos, hacer leyes o regulaciones que supongan una
expropiación solo parcial. Puede reducir los usos que el empresario puede hacer
de su propiedad física. Algunas cosas ya no le estarían permitidas al
empresario de hacer con su propiedad.
El estado no puede incrementar la calidad
y cantidad de propiedad real. Pero puede redistribuirla como le plazca. Puede
reducir la propiedad real a disposición del empresario o puede limitar su grado
de control; y puede entonces con ello incrementar su propiedad (y la de sus aliados)
e incrementar su grado de control sobre todas las cosas físicas existentes.
La propiedad del empresario solo es
suya sobre el papel. Se les garantiza
por el estado, y existe solo mientras al estado no se le antoje otra cosa.
Constantemente, la espada de Damocles cuelga sobre las cabezas de los
empresarios. La ejecución de sus planes de negocios está basada en la
presunción de la existencia, a su disposición, de ciertos recursos físicos con
sus capacidades físicas, y todas sus especulaciones sobre el valor se sustentan
en esto. Pero estas presunciones sobre estas bases físicas pueden tornarse
incorrectas en cualquier momento - y cálculos de valor también viciados – en cuanto
el estado decida cambiar su actual legislación.
La existencia del estado por tanto aumenta
la incertidumbre que afronta el empresario. Hace que el futuro sea más incierto
de lo que sería en caso de no existir. Al comprender esto, mucha gente que
podría convertirse en empresario, decide no intentarlo en absoluto. Y muchos
hombres de negocios verán sus planes fracasar - no por no anticipar
correctamente la futura demanda del consumidor, sino porque las bases físicas
sobre las cuales sus planes estaban hechos, fueron alteradas por un cambio
inesperado en la legislación.
Segundo, más que meterse con el capital
productivo del empresario confiscándolo y regulándolo, sin embargo el estado
prefiere meterse con el dinero. Como el dinero es el bien con más mercado,
permite a los operadores del estado la mayor libertad para gastar sus ingresos
como quieran. De ahí que el estado prefiera cobrar impuestos en dinero, también
la confiscación de ingresos dinerarios y beneficios monetarios. El dinero real
se confisca a diferentes tasas. Así es
como el dinero se vuelve fiduciario bajo las condiciones del estado. La gente
solo posee su dinero siempre y cuando y mientras que el estado les deje
conservarlo.
Aunque hay una segunda manera, incluso más
malvada, en la que el dinero se vuelve fiduciario bajo condiciones estatistas.
Los estados en todas partes han
descubierto una manera incluso más sutil de enriquecerse a costa de la gente
productiva: monopolizar la producción de dinero reemplazando el dinero y el
crédito reales con dinero y crédito fiduciarios.
En
su territorio, por ley, solo al estado le está permitido producir dinero.
Aunque esto no es suficiente. Mientras que el dinero sea un bien real, por
ejemplo una materia costosa de producir, el estado no obtiene nada excepto
costes. Es importante pues que el estado use su monopolio para reducir el coste
de producción y la calidad de la moneda hasta prácticamente cero. En lugar de
dinero de calidad como oro y plata, al estado le interesa que pedacitos de
papel sin valor se conviertan en dinero.
En condiciones de competencia – es decir
si cualquiera es libre de producir dinero - una moneda que pueda ser fabricada
a coste cero, lo sería en cantidades tales que su utilidad marginal igualaría
su coste marginal. Y como el coste marginal es cero, su ingreso marginal, es
decir, el poder adquisitivo de este dinero, sería también cero. De ahí la
necesidad de monopolizar la producción de papel moneda, para poder limitar su
oferta y así evitar condiciones
hiperinflacionarias y la desaparición de este dinero del mercado para siempre (y
una huída refugio hacia "valores reales”)- y tanto más cuanto más barato
el dinero producido.
Habiendo monopolizado la producción de
dinero y reducido su coste de producción y calidad a prácticamente cero, el
estado ha conseguido algo fantástico. Crear dinero no cuesta casi nada y uno
puede comprarse con ello algo realmente valioso, como una casa o un Mercedes.
¿Cuáles son los efectos de tal dinero
fiduciario, en particular para los negocios? Primero y más general, más dinero
no afecta la cantidad o calidad de los demás bienes no monetarios. Más bien lo
que consigue la cantidad de dinero adicional es doble. Por una parte, los
precios serán más altos de lo que habrían sido y el poder adquisitivo por
unidad de dinero será menor. Y segundo, con la inyección de liquidez adicional,
la riqueza existente será redistribuida en favor de aquéllos que reciben y
gastan este dinero nuevo antes que nadie a expensas de aquéllos a los que les
llega más tarde o al final.
Y específicamente para el capitalista
entonces, el dinero nuevo le añade otra dosis de incertidumbre a su actividad.
Mientras que se use oro y plata como dinero, puede que no sea "fácil"
predecir la oferta futura y el poder de compra del dinero. Sin embargo,
basándonos en información de los actuales costes de producción y beneficios
industriales, es muy posible llegar a una estimación realista. En cualquier
caso, la tarea no es pura conjetura. Y mientras que es concebible que usando
oro y plata como dinero, los beneficios nominales puede que no sean siempre
iguales a los beneficios "reales", al menos es imposible que el
beneficio nominal llegue nunca a ser cero. Siempre queda algo: cantidad de oro
y plata.
En contraste con lo anterior, en caso del dinero fiduciario, la producción
del cual no está restringida por ninguna clase de limitación o escasez física
natural sino que depende exclusivamente de la voluntad subjetiva (del emisor de
moneda), entonces sí que la predicción de la futura oferta monetaria y su poder
adquisitivo se convierten en conjeturas. ¿Qué hará el emisor del dinero? Y no
es solo concebible sino una posibilidad muy real que los beneficios nominales
terminen representando literalmente nada más que montones de papel sin valor.
Además, de la mano del dinero fiduciario viene
el crédito fiduciario, y esto crea todavía más incertidumbre.
Si el estado puede crear dinero de la
nada, también puede crear crédito de la nada. Y porque esto es así, sin contar
con ahorros previos, puede ofrecer préstamos más baratos que cualquier otro, a
tipos de interés por debajo del mercado, incluso a tipo de interés cero. El
tipo de interés se distorsiona y falsifica, y el volumen de inversión se
desliga del volumen de ahorro. Se generan malas inversiones de forma
sistemática, inversiones que no respalda el volumen de ahorro. Comienza una
bonanza inversora, a la que sigue necesariamente una crisis, reveladora de
errores empresariales a masiva escala.
Por último, bajo condiciones estatistas,
es decir, bajo un régimen de propiedad y dinero fiduciarios, el carácter de los
empresarios y su manera de emprender cambian, y este cambio introduce otro
elemento de riesgo en el mundo.
Sin intervención estatal, los consumidores
determinan lo que se va a producir, en qué calidad y cantidad, y quiénes entre
los empresarios tendrán éxito o fracasarán. Con intervención estatal, la
situación de los empresarios cambia completamente. Es ahora el estado y sus
operadores, no los consumidores, los que determinan finalmente quién sale
adelante y quién no. El estado puede mantener a cualquier empresario vivo
subsidiándolo o rescatándolo, y también puede arruinar a quien quiera
investigándolo o simplemente encontrándolo culpable de no cumplir las
regulaciones estatales o federales.
Además, el estado está a rebosar de
impuestos y dinero fiduciario y puede gastar más dinero que nadie. Puede hacer
a un empresario rico (o arruinarlo). Y el estado tiene un patrón de consumo
diferente del de los consumidores normales. El estado no gasta su dinero sino
el dinero de los demás, y en la mayoría de casos, no para sus propósitos
personales sino los de terceros anónimos. De forma acorde, se comportan de
forma frívola y derrochadora en su gasto. Ni el precio ni la calidad de lo que
compran les preocupa demasiado.
Además de esto, el estado puede hacerse
empresario a sí mismo. Y como no necesita obtener beneficios y evitar pérdidas,
ya que siempre puede compensar sus ganancias con impuestos o dinero recién
creado, está en disposición de competir mejor que cualquier productor privado
del mismo bien o servicio.
Finalmente, gracias a su capacidad de
legislar, el estado puede garantizar privilegios a algunas empresas,
blindándolas de la competencia, y conseguir así expropiar parcialmente a otras.
En este entorno, es imperativo para todo
hombre de negocios prestar atención constante a la política. Para sobrevivir y
a lo mejor prosperar, debe gastar tiempo en estos asuntos que no tienen nada
que ver con la satisfacción de sus consumidores, sino con el politiqueo. Y
basándose en su comprensión de la naturaleza del estado y la política debe
entonces hacer una elección: una elección moral.
Puede unirse y convertirse en parte de la
empresa criminal que es el estado. Puede untar políticos, partidos políticos o
empleados públicos, con dinero o en especie (incluyendo promesas de un futuro
empleo en el "sector privado" como "miembros del consejo" o
"consultores”), para granjearse ventajas con respecto a otras empresas. O
lo que es lo mismo, puede pagar sobornos para asegurarse contratos y subsidios
del gobierno excluyendo a la competencia. O puede pagar sobornos para que se hagan
o se mantengan leyes que le aseguren sus privilegios y beneficios
monopolísticos (y ganancias de capital) a la vez que expropian y dañan a su
competencia. No hace falta decir que innumerables empresarios han escogido este
camino. En particular la gran banca y las grandes corporaciones se han
involucrado con el gobierno y muchos empresarios ahora ricos deben su fortuna
más a sus habilidades políticas que a la satisfacción de sus clientes.
O bien el empresario puede escoger el camino
honorable pero al mismo tiempo duro. Este empresario es consciente de la
naturaleza del estado. Sabe que el estado y sus operadores van a intentar
intimidarlo, confiscar su propiedad y su dinero e incluso peor, sabe que son
arrogantes, inmorales, altaneros y pagados de sí mismos. Basándose en este
entendimiento, esta clase de empresario intenta entonces anticipar y adaptarse a los maliciosos
jugadas del estado lo mejor que puede. Sin unirse a la banda. No paga sobornos
para asegurarse contratos o privilegios del estado. En vez de eso, intenta lo
mejor que puede defender lo que le queda de su propiedad y derechos de
propiedad y obtener beneficios con su actividad empresarial.
Hans-Hermann Hoppe, economista de la
Escuela Austriaca y filósofo anarcocapitalista, es profesor emérito de economía
en la UNLV, miembro distinguido del Instituto Ludwig von Mises y fundador y
presidente de The Property and Freedom Society.
Este artículo, originalmente publicado en LewRockwell.com,
es el texto de de un discurso pronunciado en el Simposio Edelweiss Holdings
acontecido en Zurich, Suiza, el 17 de Setiembre
de 2011.