Poner impuestos es destruir

Por Fred Buzzeo. (Publicado el 28 de abril de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5234.

 

El hito de la sentencia de McCulloch vs. Maryland (1819) del Tribunal Supremo ha tenido un enorme impacto en los poderes del gobierno federal. De hecho, esta sentencia, más que ninguna otra, es la responsable del increíble crecimiento de la autoridad federal a lo largo de los años. Hoy en día, Washington lleva un rígido control de todos los aspectos de nuestras vidas y mucha de esta intrusión federal se debe a la doctrina de los “poderes implícitos” que emanaba de esta sentencia judicial.

En el caso, el cajero del Banco de Estados Unidos, James McCulloch, demandó al estado de Maryland. Frente al banco nacional, Maryland había fijado un impuesto al Banco de Estados Unidos, esperando hacerlo desaparecer mediante impuestos. McCulloch adoptó la postura de que un impuesto así era una interferencia constitucional con las actividades del gobierno federal por parte de un estado (en este caso, Maryland). Por tanto, McCulloch reclamaba que se detuviera a Maryland en su intento de hacer desaparecer mediante impuestos al banco nacional.

Defendiendo el caso en representación de McCulloch, el ilustre jurista Daniel Webster argumentaba que Maryland no tenía autoridad para gravar al banco. Lo esencial de su argumento era muy sencillo: “Un poder ilimitado de poner impuesto implica, necesariamente, un poder de destruir”.

El tribunal estuvo de acuerdo. En nombre de un tribunal unánime, el Juez Principal John Marshall repitió las palabras de Webster. Escribió: “El poder de poner impuestos implica el poder de destruir. Si los Estados pueden gravar un instrumento, ¿no pueden gravar todos los demás instrumentos (…)? El pueblo estadounidense no pretendía esto”.

Por consiguiente, con la ayuda de estos dos muy ilustres juristas, hemos resuelto de forma concluyente un punto de desacuerdo entre muchos intelectuales: que el poder ilimitado de poner impuestos es el poder de destruir, lisa y llanamente. Y sin duda, el gobierno tiene un poder ilimitado a este respecto.

Examinemos ahora algunas de las muchas formas en que el poder de poner impuestos destruye.

El poder de poner impuestos destruye la libertad

Para que tengan algún efecto, las leyes han de aplicarse. El mecanismo de aplicación es la burocracia. Sin un sistema burocrático de aplicación, la ley sería una mera recopilación de palabras restrictivas sobre un elegante pergamino. Por eso dijo el Presidente Jackson en otro caso ante el tribunal de Marshall: “John Marshall ha dictado sentencia. Que la aplique ahora”. Era una referencia al hecho evidente de que el juez principal no tenía un ejército de aplicadores burocráticos para poner en marcha sus palabras.

Que quede claro que no defiendo la abolición de todas las leyes. Sin embargo, debemos definir las leyes legítimas como las que prohíben un acto que es malo en sí mismo. Un ejemplo de este tipo de ley es la que prohíbe infligir daño corporal a otro. Aquellas leyes que hacen ilegal una actividad que de otro modo sería inocente son sencillamente políticas en su naturaleza. Son lo que el filósofo Trasímaco, conocido por ser un personaje en la República de Platón, calificaba “la ventaja del más fuerte”.

Para aplicar la “ventaja del más fuerte”, se necesita una burocracia cada vez mayor. Y para financiar esta vigilancia burocrática, hace falta dinero. Sin dinero, no habría burocracia y no habría un ejército de personal legislador con carretadas de leyes dirigidas a limitar tus “derechos inalienables”.

¡El dinero para alimentar a este Goliat burocrático viene de vuestros impuestos! Desde la adopción del impuesto de la renta, la intrusión del gobierno en nuestras vidas ha crecido a pasos agigantados. Según el Tax Policy Center, el 57% de los ingresos fiscales federales provienen de los impuestos de la renta y de sociedades. Un 36% adicional se obtiene por las retenciones en nómina. Desde 1950, el impuesto individual a las rentas ha sido la mayor área de crecimiento de ingresos fiscales del gobierno federal.

Según la Oficina del Censo de EEUU, hay 2,8 millones de funcionarios trabajando para el gobierno federal y pagados con nuestros impuestos. Los gobiernos estatales dan empleo a 5,3 millones de funcionarios adicionales. Estos empleados están dispersos en incontables agencias, oficinas y divisiones.

Estuve brevemente asociado con un político local que constantemente recordaba a sus electores que había promovido más de 120 normas legislativas. Pensaba que era un gran logro por su parte y una razón por la que debería ser elegido para un puesto superior. ¡Sin embargo, yo estaba confundido acerca de si estaba optando a un cargo electivo en Nueva York o por una plaza en el Politburó soviético!

En todo caso, todas estas leyes y regulaciones que limitan vuestra libertad no serían posibles sin el sistema fiscal confiscatorio. Veríamos una vuelta a los días en que el gobierno estadounidense era pequeño, el sistema de libre empresa era fuerte y las visiones de los Padres Fundadores seguían presentes en el cuerpo político.

El poder de poner impuestos destruye la prosperidad

Muy sencillamente, si uno es gravado, tiene menos dinero para invertir o gastar. Cuando más alto sea el tipo impositivo, más dinero se quita a los individuos que pueden invertir y crear oportunidades económicas para sí mismos y para otros.

La acumulación de capital es esencial para aumentar la capacidad productiva de una nación. Por tanto, es importante entender el verdadero significado del ahorro. Cuando se deposita el dinero en un banco, normalmente se presta a otro. El dinero se usa luego para invertir en la expansión empresarial o para comprar los productos producidos por empresas (coches, televisores, barcos, etc.). La acumulación de riqueza es esencial para una economía próspera.

Cuba no permite la acumulación de riqueza. Hace poco la prensa informaba de que el los líderes cubanos permitirían ahora un pago monetario limitado a los empleados. Sin embargo, la administración comunista sigue sin permitir a nadie (excepto a sí misma, por supuesto) acumular riqueza. ¿Hay alguna duda de por qué no hay formación de capital e industrias viables en esa isla?

En Estados Unidos, una nación supuestamente capitalista, la riqueza está gravada a todos los niveles. Por ejemplo, si vendes una propiedad inmobiliaria por más dinero del que usaste para comprarla, la ganancia de la transacción está gravada. Lo mismo pasa incluso si la ganancia se debe a tu previsión y emprendimiento. El recaudador de impuestos es un compañero silencioso con una participación en tus beneficios, aunque esos beneficios fueran el resultado de tu sentido empresarial. Se da el mismo escenario si tus ganancias fueron resultado de beneficios en acciones, bonos o materias primas.

Si eres una persona rica, ten cuidado. El impuesto a la propiedad destruirá lo que hayas creado mediante tu diligencia y trabajo duro. Salvo que te hayas gastado una pequeña fortuna en planificadores financieros, contables y abogados fiscales, los frutos de tu trabajo pueden ser disfrutados por el gobierno en lugar de por tus herederos. Incluso cuando los miembros de la familia con participantes activos en hacer que un negocio tenga éxito, no hay ninguna garantía de que no se vean suplantados por el gobierno a través de un sistema confiscatorio de impuestos.

Una de las principales razones por las que los pequeños negocios tienen dificultades es a causa de las regulaciones y cargas fiscales que se les imponen. Un negocio pequeño está sujeto, no solo al impuesto de sociedades, sino también a varios impuestos y requisitos más. Estos incluyen las retenciones de nóminas, el seguro de compensación de los trabajadores y una serie de sanciones dirigidas a engordar los cofres del gobierno. Si el pequeño negocio quebrara, la economía se tambalearía porque estas empresas son una importante máquina de crecimiento en el empleo.

Entre paréntesis, no deberíamos caer en la guerra de clases que se emplea a menudo por parte del recaudador. Hablando de política, un electricista que trabajó una vez para mí me dijo: “No me molesta la gente rica. Tengo que ganarme la vida. Nunca me beneficiaría si me contratara un tipo que no tuviera dinero para pagarme”. Es algo importante que todos los que buscan un empleo deberían tener en cuenta.

El poder de poner impuestos destruye la eficiencia del mercado

A partir de Josif Stalin, los líderes soviéticos se dedicaron a esfuerzos centralizados en toda la nación en busca de un rápido crecimiento económico. Al principio, estos llamados planes quinquenales se centraban en la industria pesada. En 1970, el enfoque había cambio a la producción de bienes de consumo.

De hecho, Paul Samuelson estaba tan impresionado con la producción industrial soviética que creía que sobrepasaría a la de Estados Unidos, incluso a la luz de hechos innegables en contrario publicados en sus propios libros de texto. Se refería al capitalismo no regulado como “una frágil flor condenada a suicidarse”. Aunque debo admitir que me deja perplejo cómo una flor se suicida, lo estoy más de cómo la desregulación causa el “suicidio capitalista”.

Sin embargo, la Unión Soviética se derrumbó bajo el peso de su economía centralizada. La razón de esto es que las economías planificadas son ineficientes. Los planificadores centrales no pueden calcular los sentimientos de los consumidores.

El sistema fiscal en Estados Unidos produce las mismas ineficiencias que produjo en la economía planificada de la antigua Unión Soviética. Cuando se pone un impuesto, se quita dinero a los individuos y lo gasta el gobierno. Y, como ha demostrado el ejemplo de la Unión Soviética, el gobierno es un productor deficiente de bienes. La razón es sencilla: los planificadores centrales no tienen el mecanismo para determinar qué quieren los consumidores.

Cuando los planificadores públicos producen, lo hacen basándose en directivas políticas. El Obamacare es el ejemplo perfecto de esto. Aunque muy impopular entre el público estadounidense, la reforma sanitaria aprobada por el Congreso sencillamente cumple el objetivo político de la administración. Salvo que se derogue, generará una mala asignación de recursos y mayores costos sanitarios para todos.

La planificación centralizada no funciona porque la fuerza central que está detrás de la toma económica de decisiones es el individuo. Rothbard explica: “Solo los individuos tienen fines y pueden actuar para alcanzarlos. No existen los fines o acciones de ‘grupos’, ‘colectivos’ o ‘estados’ que no resulten ser las acciones de varios individuos concretos”.

Por tanto solo un individuo puede determinar qué productos deberían producirse. Las acciones de los productores deben centrarse en las necesidades y deseos de los individuos que expresan su utilidad en el mercado. El productor necesita conocerlos bien porque está arriesgando su capital.

El dinero que se dé a un burócrata para gastar es ineficiente porque no hay capital en juego. Si se comete un error, el proyecto sencillamente se abandona o se aporta más dinero hasta que produzca un resultado políticamente favorable. Sin embargo, como en el caso soviético, ninguna economía puede sostener durante mucho tiempo esta estructura.

El capitalismo de libre mercado ha dado al consumidor más bienes y servicios que cualquier otro sistema económico nunca empleado. Es el único sistema en el que el consumidor es el rey. Si un empresario no atiende correctamente los deseos de los consumidores, no estará mucho tiempo en el negocio. No pasa lo mismo con el planificador central. De aquí se deriva la ineficiencia de los impuestos.

Conclusión

Hay muchas otras formas que el poder de poner impuesto destruye. Sin embargo, ya nos hemos explicado. Los impuestos son un desperdicio improductivo de recursos.

La administración actual lucha con un déficit presupuestario de más de un billón de dólares. Este déficit se creó con una intervención pública masiva en la economía (que supuestamente se dirigía a la creación de empleo).

¿Pero qué ha conseguido esta intervención? No mucho. El desempleo sigue siendo alto, los precios de las materias primas están por las nubes y el crédito sigue estando difícil. Evidentemente, la intromisión en la política fiscal y monetaria inducida por el keynesianismo ha estado de nuevo lejos de ser un éxito.

¿Reconoce la administración este hecho indiscutible? ¡Evidentemente no, que está intentando que el Congreso apruebe otra subida masiva de impuestos! Curiosamente, el presidente está tratando de justificar su aumento impositivo diciendo que el déficit en un “gran asesino del trabajo”. Parece haber entendido la relación entre déficits presupuestarios y lento crecimiento en el empleo. ¿Es posible que haya conseguido un ejemplar de La economía en una lección y de verdad la haya leído?

 

 

Fred Buzzeo es promotor inmobiliario y consultor de pequeños propietarios en el área de la ciudad de Nueva York. Reside junto a su esposa en el pueblo de Oyster Bay (Long Island), NY. Durante la década de 1990 desempeñó puestos ejecutivos en el gobierno municipal. Durante este empleo vio de primera mano los defectos de la intervención y regulación públicas.

Published Fri, Dec 30 2011 3:16 PM by euribe
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