Por Walter Block. (Publicado el 16 de abril de 2009)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/3416.
[Prólogo a The Privatization of Roads and Highways.Walter Block escribe: “Este
libro se dedica a mis compatriotas estadounidenses, de los cuales 40.000 al año
mueren innecesariamente en accidentes de tráfico. Espero sinceramente que bajo
un sistema de caminos y carreteras privados este número se reduzca
radicalmente”]
Defiendo la privatización
completa, total y absoluta de todo camino, calle, carretera, desvío, avenida o
cualquier otra vía para vehículos. Y hablo en serio, mortalmente en serio.
Esto se aleja tanto del análisis de las políticas públicas y de las
preocupaciones de políticos, expertos y comentaristas, que poca gente se lo
tomará en serio. No seas uno de ellos. Tu propia vida puede estar en juego.
Pues más de 40.000 personas mueren cada año en las carreteras de la nación y tú
o alguien a quieres podría algún día unirse a esta horrible lista.
Que no te engañen los comentarios habituales de que la causa real de las
muertes en carretera es la velocidad, el alcohol, las averías en vehículos, los
errores de conducción, etc. Son solo causas próximas. La causa última de que
mueran como chinches en accidentes de tráfico es que quienes poseen y gestionan
estos activos supuestamente en nombre del público, los distintos burócratas de
las carreteras, no pueden ir más allá de la proverbial bolsa de papel. Son
ellos y solo ellos los responsables de esta carnicería.
Esto no significa que si las carreteras fueran puestas en manos
privadas, el peaje mortal sería cero. No lo sería. Pero al menos cada vez que
la vida de alguien despareciera trágicamente, alguien en disposición de mejorar
estas peligrosas condiciones perdería dinero y esto tiende, maravillosamente a
centrar las mentes de los propietarios. Por eso no tenemos problemas similares
con plátanos, canastas y bicicletas o la multitud de otros bienes y servicios
que nos proporciona un sistema de (relativa) libre empresa.
Si las carreteras fueran empresas comerciales, como fueron en un momento
de nuestra historia, y murieran más 40.000 personas al año, podéis apostar
hasta vuestro último dólar a que Ted Kennedy y los de su calaña estarían
realizando audiencia en el Senado sobre el tema. Se echaría la culpa al
“capitalismo”, los “mercados”, la “avaricia”, es decir, a los sospechosos
habituales. Pero son las autoridades públicas las responsables de esta matanza
de inocentes.
¿Hay algo práctico que pueda hacerse para resolver este problema a corto
plazo? Probablemente no. Pero no perdamos la esperanza. Justo antes del declive
y caída del comunismo en Rusia y Europa Oriental. Pocos pensaban que este azote
pronto desaparecería.
Otro beneficio del presente libro es que intenta demostrar la
viabilidad, eficacia y, sí, la moralidad del sistema de empresa privada en
ocuparse de un caso difícil. Si podemos establecer que la propiedad privada y
el motivo del beneficio pueden funcionar incluso en “casos duros” como las
carreteras, mejor será nuestra defensa
general en favor de la libre empresa.
El libro se organiza de acuerdo con el siguiente plan. Se expone la
teoría básica de la privatización, específicamente aplicada a las carreteras.
La defensa de la comercialización de este sector de la economía se realiza
basándose en la mejora de la seguridad vial y la disminución de las
congestiones de tráfico. Luego se aplica esta teoría a un grupo de asuntos
relacionados, como el seguro de automóviles, la realización de desfiles en la
vía pública y la inmigración. Nuestras disposiciones institucionales actuales
se muestran como socialistas. Luego suponemos como dado el objetivo de
privatizar las arterias de tráfico y nos centramos en el mismo proceso complejo
de ir de aquí a allí: cuáles son los problemas de la transición, cómo pasarían
las autoridades de una situación bajo su control a la determinación del
mercado, etc. La siguiente parte del libro se dedica a ocuparse de objeciones a
lo anterior. Se lanzan críticas a varios comentaristas, como Gordon Tullock, Lawrence
White, Herbert Mohring y Robert Poole. El libro termina con una entrevista que
me hicieron varios libertarios canadienses.
Walter
Block es investigador eminente Harold E. Wirth, catedrático de economía en la
Universidad de Loyola, investigador senior del Instituto Mises y columnista
habitual para LewRockwell.com.