Por Robert P. Murphy. (Publicado el 24 de noviembre
de 2008)
Traducido
del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/3220.
Querido
Profesor Becker:
Me vi
agradablemente sorprendido al ver que usted
considera seriamente la idea de que las “depresiones” (para los lectores jóvenes, el término que
solían usar los economistas para lo que ahora llamamos “recesiones”) podrían
tener una función socialmente útil. Es un asunto crucial, ya que el gobierno ya
ha comprometido más de un billón de dólares y asumido poderes increíbles en un
intento de eludir la crisis actual. Prácticamente todo comentarista financiero
da por sentado que los periodos de auge son buenos mientras que las recesiones
son malas y que las políticas públicas tendrían que estimular los auges y
minimizar los periodos recesionistas.
La
Escuela Austriaca de economía rechaza totalmente la intervención pública en
eventos económicos. Como explicaré más adelante, los austriacos no aceptan la opinión estándar
(sostenida incluso por conocidos defensores del libre mercado, como Milton
Friedman) de que el ciclo económico es una característica normal del
capitalismo. Por el contrario, Ludwig von Mises y los austriacos posteriores
desarrollaron la teoría del que el ciclo económico es una consecuencia no
pretendida de la intervención pública en el sistema monetario y bancario. En
concreto, el banco central (la Reserva Federal en Estados Unidos) empuja a la baja el tipo de interés por
debajo de su nivel “natural” inyectando nuevo dinero n el sistema bancario.
Este estímulo artificial pone en marcha un periodo de auge insostenible de
prosperidad ilusoria.
Durante
la consiguiente (e inevitable) recesión, los recursos se reasignan a la luz de
las “malas inversiones” realizadas durante el auge. Lejos de ser “mala”, la
recesión es parte del proceso de recuperación, en el que los emprendedores
sacan lo mejor de la situación insostenible creada durante el auge. Es en este
sentido en el que los austriacos dicen que las recesiones son buenas. Son el
reconocimiento de los errores previos que han cometido los empresarios
invirtiendo recursos escasos, cuando se ven equivocados por las señales
distorsionadas de los precios que reverberan de las intervenciones de la Fed.
Si los
austriacos tienen razón en su diagnóstico del ciclo de auge y declive, entonces
las prescripciones políticas típicas ofrecidas por la mayoría de los
economistas son dañinas. Estas medidas “contracíclicas” tratan de impedir que
se desarrolle la recesión, aplastando el desempleo y sosteniendo a las empresas
insolventes. Aún así, estas acciones simplemente prolongan la agonía y aseguran
que se desperdician aún más recursos mientras la economía trata de ajustar una
configuración sostenible. Por adoptar una metáfora biológica: Por supuesto que
a nadie le gusta vomitar, pero si alguien ha tomado veneno, expulsarlo es algo
bueno. Los esfuerzos de los médicos por atemperar las náuseas que tenga la
persona y asienten su estómago llevarían al desastre.
Becker entiende mal las afirmaciones austriacas
Como
indica la nota introductoria, esto es algo importante. ¡Imaginemos la trágica
ironía, si los “remedios” tradicionales realmente atacan a la economía cuando
está caída! Por desgracia, Profesor Becker, los siguientes extractos del post
del blog revelan que usted ha entendido mal la postura austriaca:
Algunas
teorías más antiguas de los ciclos económicos (normalmente asociadas con la
escuela “austriaca” de economía) afirmaban que las recesiones y depresiones
eran útiles en ayudar a eliminar el veneno de una economía que progresa en los
buenos tiempos. Por ejemplo, las compañías
más débiles son las primeras en desaparecer cuando la cae demanda de un
producto de una industria durante las recesiones. A los empleados a los que se
permite haraganear durante los buenos tiempos se las obliga a trabajar más duro
durante las recesiones para mantener sus empleos.
Efectos positivos como éstos pueden ser algo importantes
durante vicisitudes muy suaves, pero se
ven superados durante las grandes recesiones y recesiones por los efectos
negativos (…) Los economistas han minimizado el coste para los individuos de
las recesiones que van de suaves a severas en parte porque han olvidado el
coste del “miedo” generado por los malos tiempos económicos (…) En la crisis
actual (…) consumidores y trabajadores tienen múltiples miedos debido a varios
tipos de incertidumbres. Los propietarios de viviendas temen perderlas después
de haber usado la mayoría de sus ahorros como pagos de entrada. Los empleados
temen ser despedidos, mientras que los desempleados temen que su situación dure
mucho tiempo y que solo acabaran encontrando empleos que sean muy inferiores a
los que tenían. Es verdad que algunos de los desempleados en muchos países
recibirán prestaciones de desempleo, pero muchos parados en Estados Unidos no
tienen derecho a ellas. Además, los trabajadores desempleados en este país
normalmente reciben mucho menos de lo que ganan cuando trabajan y en poco tiempo pierden las prestaciones,
aunque éstas se extiendan durante las recesiones (…)
Las
encuestas de felicidad reportada encuentran que los trabajadores que pierden el
empleo son menos felices de lo que eran y las personas cuyos ingresos han caído
informan de una caída en su felicidad, al menos inicialmente. Las tasas de
divorcio e incluso las de suicidio tienden asimismo a aumentar durante las grandes
recesiones, igual que el delito, la discriminación contra las minorías y los
inmigrantes y la presión hacia un mayor proteccionismo.
En relación con estos grandes costes, los supuestos
beneficios de una recesión para los Estados Unidos parecen bastante pequeños (…)
Así que mi
balance en la explicación de la cuestión de si las depresiones tienen algún
aspecto positivo es que lo positivo es muy poco comparado con los grandes
costes para familias, trabajadores y pequeños negocios. (cursiva añadida)
Repito,
Profesor Becker, que ha entendido mal la afirmación austriaca respecto de los
“beneficios” de la recesión. Por supuesto, esto solo no hace que los austriacos
tengan razón, pero lo que quiero decir que no puede evaluar adecuadamente su
postura si no la entiende.
Al
contrario que los dos ejemplos que ha puesto, los austriacos no dan una especie de argumento
darwiniano acerca de erradicar las empresas relativamente débiles, ni acerca de
incentivos y asustar a los pobres empleados para que trabajen más duro. Más
bien, los austriacos están diciendo que los “buenos tiempos” que preceden a la
recesión son insostenibles. Lo que su
post ha demostrado es que sería preferible que los buenos tiempos pudieran
continuar indefinidamente, estoy de acuerdo, pero eso no es físicamente
posible, como veremos en la próxima sección.
Parece
que su post considera a la recesión como un episodio opcional: ¿Queremos una recesión o no? Bueno, por el lado positivo,
una recesión haría que hicieran cola en las casas de comida rápida esos
adolescentes marisabidillos. En el lado negativo, tenemos un grupo de divorcios
y unos pocos especuladores de bolsa saltando por la ventana. En general, voto
por que no haya recesión.
Pero este
sopesar de pros y contras es completamente discutible: si los austriacos tienen
razón, una recesión es inevitable
tras un auge artificial alimentado por inyecciones de nuevo dinero por parte
del banco central. Además, los esfuerzos de “estímulo” pueden posponer la recesión, es verdad, pero
eso solo significa que cuando golpee, lo será de forma más severa. Utilizar la
política fiscal y monetaria para evitar una recesión inminente es el equivalente
económico a dar otra dosis de heroína a un adicto para evitar el doloroso
periodo de abstinencia. Ese tratamiento no está haciendo un favor al paciente y
solo asegura que la vuelta a un estilo de vida sostenible será mucho más
difícil.
La importancia de la teoría del capital
Loe
economistas mainstream a menudo lo
pasan mal entendiendo la teoría austriaca del ciclo económico, porque se basa
en una teoría de una estructura compleja del capital. Por el contrario, la
mayoría de los economistas mainstream
normalmente piensan en la “existencia de capital” agrupada en un solo valor, K. Basándose en el marco del modelo de
crecimiento de Solow, los economistas mainstream
normalmente interpretan la teoría austriaca como una de “sobreinversión”
durante el auge.
Aún así,
esto es inadecuado. En el mundo de los modelos
neoclásicos con existencias de capital K(t), si las políticas públicas causaron una inversión por encima
del óptimo I(t), el único problema
sería que el flujo del consumo a lo largo del tiempo estaría por debajo del
óptimo a la luz de las preferencias subjetivas individuales . C(t) sería inferior a la cantidad óptima
(porque la inversión se estimuló más por las políticas públicas), pero la
producción total en el periodo t+1
sería mayor de la que habría sido en la disposición óptima. Nunca habría una “recesión”
y de hecho en algún punto el consumo sería permanentemente mayor del que
hubiera sido en ausencia de la distorsión del gobierno.
En el
mundo de los modelos neoclásicos estándar, que tienen una estructura simplista
de capital, la gente puede verse dañada por el exceso de inversión solo en la
forma en que se dañaría a un hombre si los gánsteres le llamaran y dijeran: “Por
mucho que hayas planeado ahorrar este año, mejor que los tripliques, o si no te
romperemos las rodillas”. Es verdad que el hombre está objetivamente peor, a
causa de esta nueva limitación a sus decisiones financieras, pero esta situación
evidentemente no es en absoluto análoga a lo que pasa durante el ciclo de auge
y declive en una economía de mercado. Si es algo, es lo contrario: la amenaza de los gánsteres hace que el hombre consuma menos inicialmente, que experimente un
periodo inicial de privación a cambio de disfrutar de una renta superior en el
futuro.
Con el
fin de al menos entender la afirmación austriaca, el economista mainstream necesita descartar la
simplista idea homogénea de la existencia del capital y buscar un marco más
rico que refleja la estructura temporal de la producción. En una economía
moderna, si tomamos de la estantería un bien de consumo al azar, probablemente
tenga una “historia vital” que se remonte a muchos años e implique a miles de
trabajadores manejando recursos en docenas de países. (El maravilloso ensayo de
Leonard Read, “Yo,
el lápiz” es pertinente).
Los
economistas han ideado de distintas maneras de ilustrar la idea austriaca de la
estructura de producción. En su contribución a la controversia capital de
Cambridge, Paul Samuelson aportó un ejemplo
muy inteligente de una economía que cambiaba distintas técnicas de producir
el mismo bien de consumo. Aunque Samuelson tomaba cifras bien redondas para
asegurarse de que cada trabajador tuviera siempre algo que hacer, incluso durante
los periodos de transición, si analizas el trabajo, verás que en general los
trabajadores no pueden trasladarse inmediatamente del proyecto A al proyecto B.
Habrá un periodo intermedio, en el que se prepararán las herramientas y
productos semiterminados necesarios para el proyecto B. (Di un ejemplo muy
sencillo de esta idea para una isla hipotética de 100 trabajadores en este artículo).
Si quiere
dedicar 15 minutos a investigarlo, la forma más rápida para entender la visión
austriaca del ciclo de auge y declive es ver las presentaciones en PowerPoint
de Roger Garrison. Él traduce concretamente la teoría de Mises-Hayek a un marco
neoclásico completo con una frontera de posibilidades de producción y un
diagrama del mercado para fondos prestables.
El ejemplo de Mises del maestro constructor
La mejor
analogía de la teoría austriaca del ciclo económico proviene del propio Mises y
me tomaré algunas libertades creativas con su exposición original para nuestros
fines. Imaginemos un maestro constructor. Tiene a su disposición el trabajo de
muchos trabajadores, así como un conjunto de ladrillos, tablas, cristales, etc.
Mises nos pide luego que supongamos que el subordinado al cargo de contabilizar
el suministro disponible de ladrillos infla el número en un 10%. Así, el
maestro constructor hace la planificación de la casa, pensando erróneamente que
tiene más ladrillos para trabajar de los que tiene realmente. A causa de este
error, empieza un plan de construcción que es insostenible, no hay ladrillos suficientes como para acabar la casa
como está planeado.
Ahora,
obviamente cuanto antes se dé cuenta el constructor del error, mejor. Si lo
descubre inmediatamente después de que los excavadores hayan cavado en agujero
para los cimientos, el desperdicio será sencillamente el trabajo y la gasolina
extras que necesiten los mueven la tierra para devolver parte de ésta y hacer
más pequeño el agujero.
Pero
supongamos que el constructor no lo descubre hasta después de haber hecho los
cimientos y erigido la estructura de toda la casa. Ahora por supuesto el
despilfarro el mucho peor. Dados los materiales a su disposición (y suponemos
que no puede ir al mercado a comprar más) el constructor debe ahora tomar
decisiones muy duras. Probablemente decida dejar los cimientos como están, aunque
sean mayores de los que habría diseñado si hubiera sabido el número real de
ladrillos desde el principio. Naturalmente, tendrá que rehacer los planos y
disminuir el tamaño de la casa, aunque manteniendo el mismo tamaño de los
cimientos. Parte de la madera ya usada podría salvarse, aunque haya que quitar
y descartar otra parte. Y por supuesto, la casa acabada será inferior en
calidad a la que el constructor habría diseñado originalmente si hubiera sabido
la cantidad real de sus diversas materias primas.
Consideremos
ahora el escenario en que los subordinados se dan cuenta de su error, pero el
maestro constructor aún no lo ha descubierto. Deciden engañarle mientras sea
posible, usando lonas para cubrir los agujeros en la pila de ladrillos
remanentes. “Después de todo”, dicen para justificarse, “ ¡mirad lo contentos
que están todos, viniendo a trabajar por la mañana y construyendo esta bella
casa! ¡Imaginad lo furioso que se pondría el maestro si descubriera que no
tenemos tantos ladrillos como pide el plano! ¡Bueno, podría ser que despidiera
a todo el equipo de la construcción si ocurriera eso! Ha dispuesto de tres
tipos solo para trabajar en el revestimiento del balcón del tercer piso, pero
podría no haber siquiera un tercer
piso en el plan revisado. Así que mantengamos los buenos tiempos mientras
podamos, par no acabar con un grupo de personas vagando por ahí sin nada que
hacer.
En el
ejemplo de Mises, está claro que el error del constructor no es de exceso de inversión, sino de mala inversión
de recursos. No es cuestión de cuántos ladrillos deberían usarse en la casa en su
conjunto. Más bien el error es que el constructor asignó demasiados ladrillos a
la planta baja. Con cada ladrillo posterior que pusieron estos hombres,
siguiendo al plan original (y defectuoso), las opciones de salvar el proyecto
se hicieron cada vez menores. En el peor de los casos, el constructor solo se
daría cuenta de la cuenta inflada de ladrillos en el momento en que pusiera el último
ladrillo: en este momento, ningún subterfugio de sus subordinados podría negar
el hecho de que físicamente se las han acabado los ladrillos. Y en ese momento horrible,
el constructor tendría que analizar los materiales remanentes en el patio,
esperando ser al menos capaz de rematar
la casa sin terminar para que no entre la lluvia. Sea cual sea el resultado, el
constructor sin duda habría preferido conocer la escasez de ladrillos mucho
antes.
Nuestra crisis actual
La
relación con la situación de hoy debería estar clara. Durante el auge inmobiliario, los estadounidenses
acumularon grandes deudas en el extranjero consumiendo bienes importados. En
ese momento, esto parecía prudente, porque la deuda creciente se contrapesaba
con el aumento en los valores de los activos de EEUU en el mercado inmobiliario
y el bursátil. Ahora que han estallado estas burbujas, los estadounidenses se
encuentran en la posición del maestro constructor que acaba de ver la oferta
real de ladrillos después de que el
viento haya hecho volar la lona.
La respuesta
racional a este horrible descubrimiento es recortar el consumo (lo que la
prensa llama el “gasto”). Esto equivale al constructor reduciendo su visión de
la casa finalizada que está construyendo: la nueva información respecto de los
ladrillos disponibles le hará redibujar los planos para una vivienda mucho más
modesta.
Otro
ajuste necesario de la economía de EEUU es que empresas concretas tienen que
cerrar completamente y despedir a sus trabajadores. Esto equivale al
constructor diciendo a sus hombres que dejen de trabajar en revestimientos para
algo que ya no permanece en el plano revisado. Otros proyectos también deben
abandonarse, porque no pueden mantenerse en el diseño más modesto que implica
la menor cantidad de ladrillo.
E igual
que en la analogía de la casa, lo mismo pasa en la economía real de EEUU: los
esfuerzos por evitar el sufrimiento de la recesión (políticas que tratan de
sostener empresas insolventes y mantener el empleo) solo asegurarán que más
recursos se desperdiciarán en líneas insostenibles. Es imposible que el mundo
continúe con los patrones de producción y consumo de los años 20011-2006. Si
los gobiernos se apartaran del camino, los individuos en el sector privado
podrían sacar el mejor provecho de una situación mala. Los esfuerzos del
gobierno por frustrar este necesario reajuste sencillamente aseguran que la
tirita se quita muuuuuuy lentamente.
Conclusión
Para
terminar, Profesor Becker, quiero volver a expresarle mi agradecimiento de que
haya considerado la poco respetada idea de que las crisis económicas podrían
tener algo positivo. Pero antes de que rechace esta opinión austriaca, le pido
que se familiarice con los que dicen realmente los austriacos. Una última cosa,
para darle un incentivo para tomarlos en serio: hay varios austriacos que
predijeron adecuadamente los actuales años de problemas antes de que otros
economistas tuvieran alguna idea de esos problemas. Vea los artículos (1, 2
y 3) de algunos ejemplos de presciencia
y esta increíble
recopilación de analistas mofándose de la advertencias de Peter Schiff, que
pertenece a la Escuela Austriaca de economía.
Robert Murphy es investigador adjunto del Instituto Mises, donde
enseña en la Mises Academy. Gestiona
el blog Free Advice y es autor de The Politically Incorrect
Guide to Capitalism, Study Guide to Man, Economy,
and State with Power and Market, Human Action Study Guide, The Politically Incorrect
Guide to the Great Depression and the New Deal y su nuevo libro Lessons for the Young
Economist.