Los historiadores modernos hacen frente a la Revolución Americana

Por Murray N. Rothbard. (Publicado el 12 de mayo de 2007)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/2541.

[Este artículo se publicó originalmente en Literature of Liberty]

 

I. Causas básicas de la Revolución

El historiador debe ser más que un cronista, un mero recopilador de acontecimientos. Pues su tarea real es descubrir y establecer las conexiones causales entre acontecimientos en la historia humana, la compleja cadena de propósitos humanos, decisiones y consecuencias que con el tiempo han conformado el destino de la humanidad. Investigar las causas de un acontecimiento tan portentoso como la Revolución Americana es por tanto más que un mero listado de lo que ocurrió antes, pues el historiador debe sopesar la significación causal de estos factores y seleccionar solo los de importancia superior.

Historiadores del conflicto constitucional

¿Cuáles son entonces las causas básicas y primordiales de la Revolución Americana? La visión antigua, dominantes en las primeras dos o tres décadas del siglo XX, daba gran importancia al conflicto de ideas constitucionales, al hecho de que los colonos americanos viera las acciones de Gran Bretaña después de 1763 como interfiriendo en sus derechos constitucionales como ingleses. Típicas entre estas obras fueron Charles H. McIlwain, The American Revolution: A Constitutional Interpretation; Randolph G. Adams, Political Ideas of the American Revolution: Britannic-American Contributions to the Problem of Imperial Organization, 1765–1775 y Claude H. Van Tyne, The Causes of the War of Independence. Aunque las interpretaciones y conflictos constitucionales desempeñaron cierto papel, poner en ello todo el énfasis resultó parecer a los historiadores (apropiadamente) algo indigesto e insatisfactorio, pues ¿qué acontecimiento tan doloroso e incluso cataclísmico como una revolución ha comenzado nunca sobre la base de meros legalismo y legalismos que eran a menudo dudosos en este caso? Los “constitucionalistas” y otros escritores tempranos, estaban más cerca de advertir la influencia de la filosofía libertaria de los derechos naturales de John Locke: la influencia de Locke se destacaba especialmente en The Declaration of Independence: A Study in the History of Political Ideas de Carl L. Becker y era al menos mencionada por los demás escritores. Pero aunque la declaración de los derechos naturales del hombre pudiera estimular más las pasiones que las meras diferencias legales y constitucionales, seguía faltando un enlace vital: ¿cuántos colonos realmente se sentaron a leer la filosofía abstracta de John Locke?

Los historiadores progresistas y la dimensión económica

Los historiadores “progresistas”, dominantes a finales de la década de 1920 y en la de 1930, añadieron otra dimensión interesante al análisis de las causas de la Revolución Americana. Pues añadieron la importante dimensión económica_ las luchas por el intento británico de fijar impuestos, restricciones mercantiles y un monopolio sobre la importación del té en las colonias. Pero los historiadores progresistas hicieron más. Inspirados por la obra en general sobre la historia de Estados Unidos de Charles A. Beard, los progresistas también hacían contrastar las motivaciones constitucionales y filosóficas americanas propuestas por los historiadores anteriores: es decir, la motivación económica y los intereses de clase. En resumen, los líderes americanos, en particular los mercaderes ricos, luchaban por sus intereses económicos, contra las restricciones y los impuestos británicos.

Al creer en la inevitabilidad del conflicto de clases y al ver a los mercaderes solo movidos por sus intereses de clase hacia la rebelión, los progresistas tenían por tanto que explicar dos cosas: el continuo recurso a ideas e ideología por parte de los líderes americanos y la adopción de esta ideología por la masa del público. Para explicarlo, los progresistas recurrieron a la teoría de la “propaganda”, popular en las décadas de 1920 y 1930: que la ideología propuesta por los líderes era mera retórica, en la que nunca creyeron. La “propaganda”, afirmaban, se usaba para atontar a las masas para que siguieran a la agitación revolucionaria.

El resultado fue un curioso acuerdo “izquierda-derecha” entre los progresistas y la minoría de historiadores estadounidenses de la escuela “imperial”. Los últimos mantenían que la Revolución Americana era el resultado de propaganda injustificada de siniestros agitadores que tuvieron éxito en atontar a las masas para que rompieran  los lazos beneficiosos con el Imperio Británico. Las obras principales de la escuela “imperial” fueron Lawrence H. Gipson, The British Empire Before the American Revolution y George L. Beer, British Colonial Policy, 1754–1765.

Pero las ideas cuentan en la motivación humana. Es imposible leer las cartas, o las cartas publicadas de los líderes, así como del público americano, y dudar de la apasionada sinceridad con la que sostenían sus ideas revolucionarias. Además, los progresistas olvidaban varios otros puntos importantes.

Primero, aunque la interpretación económica es a menudo inteligente en estimar los motivos para la acción del Estado, particularmente por pequeños grupos que manejan los resortes del poder del Estado, es bastante inadecuada a la hora de explicar los motivos de las acciones de la masa, especialmente las acciones revolucionarias, contra el Estado (ya sea por parte de los líderes o del público). Pues una revolución es un acto apasionado y radical, realmente revolucionario. Es difícil cree que la gente abandone sus vidas habituales para arriesgar de golpe “sus vidas, sus fortunas y su sagrado honor”, por un simple roce con las restricciones fiscales o mercantiles. Debe haber más que eso.

Y en segundo lugar, la interpretación económica olvidaba la misma naturaleza de la ideología libertaria que movía a los revolucionarios. La ideología integraba, libertad moral, política y  económica. Por tanto, integraba toda esta repulsión contra lo que estos libertarios veían como una invasión británica a sus derechos. Ni los constitucionalistas, destacando los legal y filosófico, ni los progresistas, destacando las quejas económicas, veían la naturaleza del todo integrado de la ideología revolucionaria americana.

La interpretación del consenso

Tampoco lo hizo la escuela del “consenso” de historiadores, que estuvo en laza en las décadas de 1940 y 1950.  Igual que los progresistas reflejaban la postura marxista de los intelectuales estadounidenses en la década de 1930, la escuela del consenso reflejaba la “celebración estadounidense” neo-conservadora que caracterizaba a los intelectuales en los Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. Los historiadores del consenso ansiaban ver consenso en lugar de conflicto en la historia estadounidense. Y como tanto los intereses ideológicos como los económicos pueden causar conflictos, se descartaban ambos como factores causales en el pasado de Estados Unidos. Por el contrario, la escuela del consenso veía a la historia de Estados Unidos guiada, no por ideas “doctrinarias” ni por intereses económicos, sino más bien por una aproximación flexible, pragmática y ad hoc para resolver los problemas. Como una revolución difícilmente puede ser una aproximación flexible al consenso, la Revolución Americana tenía que describirse como una mera resistencia “conservadora” localizada al gobierno británico. Además, al denostar la naturaleza revolucionaria de la Revolución Americana, la escuela del consenso podía aislarla de la indiscutiblemente radical Revolución Francesa y otras revueltas modernas y continuar denunciando a esta última como ideológica y socialmente perjudicial y aparentemente abrazando la herencia fundadora de Estados Unidos. Los principales historiadores del consenso fueron Daniel J. Boorstin y Clinton Rossiter. Sobre la Revolución Americana, sus obras incluyen: Boorstin, The Lost World of Thomas Jefferson and The Americans: The Colonial Experience y Rossiter, Seedtime of the Republic: the Origins of the American Tradition of Political Liberty. También en esta escuela, destacando en particular la supuesta “democracia” de las colonias americanas, está Robert E. Brown, Middle-Class Democracy and the Revolution in Massachusetts, 1691–1780.

Así que a finales de la década de 1950, los historiadores estadounidenses estaban más lejos que nunca de apreciar el hecho de que la Revolución Americana fue verdaderamente revolucionaria. No percibían que estuvo en buena parte animada por una ideología libertaria radical sostenida apasionadamente, que integraba razones morales, políticas y económicas para rebelarse contra el régimen imperial británico. Pero los historiadores del consenso sí hicieron una importante contribución. Restauraron la antigua idea de la Revolución Americana como un movimiento de la gran mayoría del pueblo americano. Reemplazaba la opinión sostenida por los progresistas e imperialistas de que la revolución fue una acción minoritaria impuesta a una gente reticente. Particularmente importante en el desarrollo de esta postura fue la obra juiciosa de John Richard Alden, The American Revolution, 1775-1783, que sigue siendo el mejor libro en un volumen sobre el periodo de la guerra de la independencia. En la izquierda, el historiador marxista Herbert Aptheker también adelantaba esta postura. Censuraba a los progresistas de la década de 1930 por su oposición a la revolución como movimiento minoritario de clase en The American Revolution, 1763-1783.

En la agobiante atmósfera de la historia del consenso, se produjo un enorme avance con la publicación del primer volumen de la monumental obra en dos tomos de Robert H. Palmer, The Age of the Democratic Revolution: A Political History of Europe and America, 1760–1800, Vol. I: The Challenge. Componiendo un brillante tapiz de historia transatlántica, Palmer reivindicaba el radicalismo de la Revolución Americana. Apuntaba a su decisivo efecto inspirador en el éxito de las revoluciones europeas de finales del siglo XVIII, así como en la similitud de objetivos e ideologías. Palmer restauraba así la antigua tradición de enlazar estas revoluciones en ambos lados del Atlántico, como hizo Jacques Godechot en France and the Atlantic Revolution of the 18th Century. Palmer también mostraba que en un importante criterio, la Revolución Americana era más radical que la francesa, pues se expulsaron proporcionalmente muchos más tories de América que aristócratas de Francia. Sin embargo, como historiador “europeo”, Palmer no fue leído por el gremio herméticamente especializado de historiadores “americanos”.

La ruptura crucial de Bailyn

La ruptura crucial con la miasma de la historiografía estadounidense de la Revolución provino de un hombre. Fue capaz por la sencilla fuerza de su erudición de superar las perspectivas del consenso y progresista y de establecer una nueva interpretación de las causas de la Revolución Americana. Fue el profesor de Harvard, Bernard Bailyn, quien, rompiendo la hermética separación de historiadores europeos y americanos, encontró su inspiración en la gran obra de Caroline Robbins, The Eighteenth Century Commonwealthman. Pues Baylin se dio cuenta de que la profesora Robbins había descubierto el “eslabón perdido” en la transmisión del pensamiento libertario radical después de John Locke. Lo había encontrado en un grupo de tenaces escritores, inspirados por la Revolución Inglesa del siglo XVII, que continuaban rechazando las disposiciones centristas whigs del siglo XVIII. Estos escritores desarrollaron los ideales de los derechos naturales y la libertad individual. En el curso de la edición de un libro de panfletos revolucionarios. Bailyn descubrió que los americanos sí estuvieron influidos, a escala masiva, por estos artículos y panfletos libertarios. Muchas de estas publicaciones fueron reproducidas ampliamente en las colonias americanas e influyeron claramente en los líderes revolucionarios. El más importante moldeador de este punto de vista libertario fue Cato's Letters, una serie de artículos en los periódicos de Inglaterra a principio de la década de 1720, escritos por John Trenchard y su joven discípulo Thomas Gordon. La colección de las Cato's Letters se reimprimió muchas veces en la Inglaterra y América del siglo XVIII.

Trenchard y Gordon, y los demás escritores libertarios, convirtieron la filosofía política abstracta y a menudo cautelosa de John Locke en un credo libertario incisivo, duro y radical. Los hombres no solo tienen derecho natural a la vida, la libertad y la propiedad, que no deben invadir los gobiernos, sino que “cato” y otros escritores declaraban que el gobierno (el poder)  fue y será siempre e gran enemigo de la libertad y está dispuesto a atacarla. Por tanto, el poder debe disminuirse siempre todo lo que sea posible. Los hombres deben controlarlo continuamente con completa hostilidad y vigilancia, para que no sobrepase sus límites y destruya los derechos del individuo. “Cato” denunciaba particularmente la tendencia a la tiranía del gobierno británico del momento. Este mensaje encontró una ansiosa recepción en las colonias americanas.

Así, Bernard Baylin estableció que la Revolución era al tiempo genuinamente radical y revolucionaria. Demostraba que estaba motivada en buena parte por una ideología libertaria defendida firme y apasionadamente, resumida en la expresión “el radicalismo libertario transformador” de la Revolución Americana. Las conclusiones de Baylin se presentaron por primera vez en la “Introducción general” a su edición de Pamphlets of the American Revolution, 1750–1776, Vol. 1, 1750–1765. Es el único de los volúmenes aún publicados e incluía obras de líderes revolucionarios como el Rev. Jonathan Mayhew, Thomas Fitch, James Otis, Oxenbridge Thacher, Daniel Dulany y John Dickinson.

Se publicó una versión extendida como Bailyn, The Ideological Origins of the American Revolution. Ver también la guía de Bailyn, The Origins of American Politics, que ofrecía una excelente explicación de por qué los go

the American Revolution: An Interpretation” en S. Kurtz and J. Hutson, eds., Essays on the American Revolution. Los brillantes escritos de “cato” han sido recopilados en un volumen excelentemente editado por David L. Jacobson, The English Libertarian Heritage.

Un problema con la tesis en general correcta de Bailyn es su énfasis exclusivo en la ideología, como si afectara a las mentes y corazones de los americanos. A los historiadores les resulta fácil deslizarse por la opinión de que la profunda hostilidad motivada ideológicamente hacia Gran Bretaña, aunque fuera un sentimiento genuino, era meramente una expresión de “paranoia”. De hecho, el propio Bailyn casi cae en esta trampa en su reciente biografía abiertamente simpatizante del principal tory de Massachusetts, Thomas Hutchinson. Uno de los mejores historiadores de este periodo, Edmund Morgan, en la New York Review of Books apuntaba y advertía correctamente contra la trampa en su reseña de la obra.

En excelente correctivo a esta concentración exclusiva en el asunto es la obra del los más importantes historiadores políticos (frente a los ideológicos) del periodo prerrevolucionario. En el relato definitivo de la crisis de la Ley del Timbre de 1765-1766, Edmund y Helen Morgan demostraron la naturaleza mayoritaria del movimiento revolucionario. Atacaban también la depredaciones reales de Gran Bretaña en los derechos políticos y económicos americanos. Edmund y Helen Morgan, The Stamp Act Crisis: Prologue to Revolution. Ver también la guía de documentos Edmund S. Morgan, ed., Prologue to Revolution: Sources and Documents on the Stamp Act Crisis, 1764-1766. Particularmente importante es la historia monumental y definitiva, aunque densamente escrita, en dos tomos, de la inminente Revolución Americana de Bernhard Knollenberg, Origins of the American Revolution: 1759-1765; and Growth of the American Revolution, 1766-1775. Examinando archivos británicos, Knollenberg demuestra que la supuesta paranoia y las “teorías conpiratorias” de los colonos americanos eran muy justas. Los funcionarios británicos estaban realmente conspirando para atacar las libertades de las colonias americanas después del “saludable olvido” del periodo anterior a 1763.

II. El periodo prerrevolucionario

Conflictos políticos y económicos

Tenemos ahora la fortuna de tener la obra en dos tomos de Knollenberg, que proporciona con mucho la mejor historia política de los acontecimientos que llevaron a la Guerra de Independencia. Los historiadores han establecido desde hace mucho a 1763 como la fecha del inicio del conflicto entre Gran Bretaña y las colonias. Los Origins de Knollenberg se remontan a 1759, hacia el final de la fase americana de la Guerra de los Siete Años entre Gran Bretaña y Francia.

Jack P. Greene ha demostrado que el Consejo de Comercio, encabezado por el imperialista Lord Halifax, había tratado sin éxito de imponer restricciones británicas a lñas colonias a finales de la década de 1740 y principios de la de 1750. El intento de Consejo fue detenido finalmente por el estallido de la guerra con Francia. Ver Jack P. Greene, “An Uneasy Connection: An Analysis of the Preconditions of the American Revolution”, en Kurtz y Hutson, eds., Essays on the American Revolution.

Toward Lexington: The Role of the British Army in the Coming of the American Revolution, de John Shy, es una juiciosa explicación de las políticas bélicas británicas y los conflictos en este periodo, aunque favorable a la posición británica. Pontiac and the Indian Uprising, de Howard H. Peckham, reeemplaza ahora le venerable clásico de Francis Parkman, The Conspiracy of Pontiac, como le mejor relato del notable levantamiento de Pontiac.

Los territorios del oeste fueron muy importantes en la política de este periodo. Los mejores relatos de la intrincada conexión entre la política del gobierno, la especulación de los terrenos y la conquista del Oeste siguen siendo Clarence W. Alvord, Mississippi Valley in British Politics: A Study of the Trade, Land Speculation, and Experiments in Imperialism Culminating in the American Revolution y el posterior Thomas Perkins Abernathy, Western Lands and the American Revolution. Se ofrece una visión pro-británica por Jack M. Sosin, Whitehall and the Wilderness: The Middle West in British Colonial Policy, 1760-1775. Las importantes actividades del estafador, especulador de terrenos y comerciante con los indios George Croghan se explican en el relato definitivo de Nicholas B. Wainwright, George Croghan: Wilderness Diplomat. Un relato vívido de las relaciones indias en la frontera aparece en Dale Van Every, Forth to the Wilderness: the First American Frontier, 1754-1774.

Como apunté antes, un excelente estudio de la resistencia americana a la Ley del Timbre es Edmund y Helen Morgan, The Stamp Act Crisis, con documentos de apoyo en Edmund Morgan, ed., Prologue to Revolution. La masacre de Boston se ha tratado completamente en Hiller B. Zobel, The Boston Massacre y el motín del té en Benjamin W. Labaree, The Boston Tea Party. Labaree destaca la importancia del papel del monopolio de las Compañía de las Indias Orientales, al administrar el impuesto del té en América, en el desarrollo final de los miedos americanos a las pérdidas de la libertad tradicional. El saqueo fiscal de la compañía en Bengala había causado una desastrosa hambruna que fue muy divulgada en la prensa americana. Los beneficiarios ingleses de la explotación de los bengalíes volvieron a Inglaterra son su botín y compraron escaños en el Parlamento. Un reciente estudio de estos “nabobs” es East India Fortunes: The British in Bengal in the Eighteenth Century, de P.J. Marshall.

Desgraciadamente, ha habido muy pocos trabajos realizados sobre dos organizaciones e instituciones revolucionarias vitales en el periodo prerrevolucionario: los comités de correspondencia y los Hijos de la Libertad. El único estudio general de los comités de correspondencia es la antigua y breve obra de Edward D. Collins, Committees of Correspondence of the American Revolution. El papel del Comité de Correspondencia de Boston ha sido estudiado recientemente en Richard D. Brown, Revolutionary Politics in Massachusetts: The Boston Committee of Correspondence and the Towns, 1772-1774. No hay ningún estudio general de los Hijos de la Libertad, pero hay algunos relatos valiosos de algunas secciones. El mejor es Richard Walsh, Charleston's Sons of Liberty: A Study of the Artisans, 1763-1789. Los Hijos de Nueva York fueron estudiados en Roger J. Champagne, “The Military Association of the Sons of Liberty”: New York Historical Society Quarterly, 41(1957); Champagne, “Liberty Boys and Mechanics of New York City, 1764–1774”, Labor History 8 (1967) y, desde una perspectiva marxista, Herbert M. Morais, “The Sons of Liberty in New York” en Richard B. Morris, ed., The Era of the American Revolution. Una historia realista y completa del uso de las bandas en la Resistencia Americana está sin embargo hoy disponible en Pauline Maier, From Resistance to Revolution: Colonial Radicals and the Development of American Opposition to Britain, 1765-1776.

Bastantes estudio excelentes se ocupan de diversos aspectos de las restricciones mercantilistas y su aplicación por parte de Gran Bretaña como causas de la resistencia americana. The Navigation Acts and the American Revolution, de Oliver M. Dickerson, se ocupa de las Actas de Navegación. Carl Ubbelohde trata los tribunales del Almirantazgo en The Vice-Admiralty Courts and the American Revolution. Y Joseph J. Malone cubre las Leyes del Pino Blanco en Pine Trees and Politics: The Naval Stores and Forest Policy in Colonial New England, 1691-1775. Sobre el mismo tema trata Robert G. Albion, Forests and Sea Power: The Timber Problem of the Royal Navy, 1652-1862.

Aunque estropeado por su interpretación consistentemente progresista, Arthur M. Schlesinger, Sr., The Colonial Merchants and the American Revolution 1763-1776 es un relato importante, completo y aún definitivo de los mercaderes y los distintos movimientos y luchas por los boicots de no importación de Inglaterra. Beverly W. Bond, Jr., The Quit Rent System in the American Colonies, resulta ser la única obra sobre las rentas feudales que generaban una continua fuente de irritación en las colonias.

El papel de las ideas en la Revolución

Las mejores obras sobre la influencia de la ideología libertaria en los revolucionarios americanos en ciernes son las obras de Bailyn y otros que mencioné anteriormente. George Rudé estudia el movimiento libertario radical wilkita en Inglaterra en Wilkes and Liberty: A Social Study of 1763 to 1774. Y Pauline Maier examina la relación entre los wilkitas ingleses y los libertarios radicales americanos en “John Wilkes and American Disillusionment with Britain”, William and Mary Quarterly, 20 (1963), igual que hace Jack P. Greene en “Bridge to Revolution: the Wilkes Fund Controversy in South Carolina, 1769-1775”, Journal of Southern History, 29 (1963).

Thomas Hollis fue un libertario inglés que dedicó su vida a reimprimir y divulgar obras libertarias por todo el mundo, y particularmente en las colonias americanas, y a tener correspondencia con gente de la misma opinión. Ha sido estudiado en Caroline Robbins, “The Strenuous Whig: Thomas Hollis of Lincoln's Inn”, William and Mary Quarterly, 7 (1950). El impacto del pensamiento revolucionario Americano en el radicalismo ingles ha sido objeto de examen detallado en English Radicals and the American Revolution, de Cohn Bonwick.

La influencia del pensamiento libertario francés puede encontrarse en Howard Mumford Jones, American and French Culture, 1750-1848. Ver también Jones, O Strange New World: American Culture, The Formative Years. El estudio más reciente del impacto del siglo XVIII francés en la evolución revolucionaria americana es Henry F. May, The Enlightenment in America.

La religión desempeñó un papel importante en el desarrollo de las ideas revolucionarias y libertarias. El gran ministro radical de Massachusetts, Jonathan Mayhew, ha encontrado a su biógrafo en Charles W. Akers, Called unto Liberty: A Life of Jonathan Mayhew, 1720-1766. La mejor obra sobre el “regimiento negro” de ministros congregacionistas en Nueva Inglaterra es Alice M. Baldwin, The New England Clergy and the American Revolution. Aunque lejos de ser definitiva, Herbert M. Morals, Deism in Eighteenth Century America resulta ser la única obra sobre el importante papel del deísmo.

Parte del papel de la religión a la hora de generar un espíritu revolucionario derivaba del medio general en América a que Inglaterra nombrara obispos anglicanos en las colonias. Arthur L. Cross ha realizado la obra clásica sobre este tema en The Anglican Episcopate and the American Colonies. Ahora se ha visto parcialmente superado por Carl Bridenbaugh, Mitre and Sceptre: Transatlantic Faiths, ideas, Personalities, and Politics, 1689-1775.

Un admirable tratamiento del papel de la prensa americana en la agitación revolucionaria es Arthur M. Schlesinger, Sr., Prelude to Independence: The Newspaper War on Britain, 1764-1776. Supera felizmente el libro de Philip G. Davidson, Propaganda and the American Revolution, 1763-1783, que estaba fatalmente afectado por la visión progresista de que toda ideología es mera “propaganda” retórica.

Michael G. Kammen estudia el papel esencial de los agentes coloniales americanos para Londres en A Rope of Sand: The Colonial Agents, British Policies, and the American Revolution. See also: Jack Sosin, Agents and Merchants: British Colonial Policy and the Origins of the American Revolution, 1763-1875. Las cartas de los agentes más importantes y los principales whigs británicos pro-americanos están incluidas en Ross J.S. Hoffman, ed., Edmund Burke, New York Agent, with his Letters to the New York Assembly and Intimate Correspondence with Charles O'Hara, 1761-1776.

El mejor tratamiento de la política británica en relación con la evolución de la resistencia americana es Charles R. Ritcheson, British Politics and the American Revolution. Rudé explica la oposición whig y radical a los planes imperiales británicos y al gobierno tory en la metrópoli en Wilkes and Liberty, mencionado antes. Ver también Eugene C. Black, The Association: British Extraparliamentary Political Organization, 1769-1793; Archibald S. Foord, His Majesty's Opposition, 1714-1830; George H. Guttridge, English Whiggism and the American Revolution; Lucy S. Sutherland, The City of London and the Opposition to Government: 1768-1774: A Study in the Rise of Metropolitan Radicalism y Maurice R. O'Connell, Irish Politics and Social Conflict in the Age of American Revolution.

Varias obras recientes examinan al gran whig inglés, el Duque de Newcastle, y su política de “olvido saludable”. Pero ninguna es satisfactoria. La biografía política definitiva de su sucesor, el Marqués de Rockingham, es de difícil lectura. Supone un conocimiento detallado de la política inglesa del periodo; es Ross J.S. Hoffman, The Marquis: A Study of Lord Rockingham, 1730-1782.

La explicación más importante de las opiniones y actividades de Edmund Burke en este periodo es Burke and the Nature of Politics, Vol. I. The Age of the American Revolution, de Carl B. Cone. Varias obras detallan el punto de vista tory o “navierita” en la política inglesa en este periodo, siendo la más conocida Sir Lewis Bernstein Namier, England in the Age of the American Revolution.

Relatos revolucionarios de ciudades y estados

Boston era el corazón del movimiento revolucionario, pero no hay ninguna historia del movimiento en Boston o Massachusetts per se. Robert E. Brown, Middle-Class Democracy and the Revolution in Massachusetts, 1691-1780 es la obra básica sobre Massachusetts en el siglo XVIII. Pero la ingenua visión del consenso del autor de una “democracia” colonial afecta para mal al libro. La masacre de Boston y el motín del té se han contemplado en los libros ante citados.

El principal líder del movimiento revolucionario, Samuel Adams, ha sido maltratado por los historiadores: no se ha publicado ninguna biografía satisfactoria. Sam Adams: Pioneer in Propaganda, de John C. Miller, es hostil e insultante. De las numerosas biografías y estudios de John Adams, el mejor de este periodo, aunque no siempre fiable, es Catherine Drinker Bowen, John Adams and the American Revolution.Aunque moroso en los detalles, John Adams, 1735-1826, de Page Smith, se ocupa de forma muy débil del pensamiento político y económico de Adams.

El heroico y a menudo olvidado Dr. Joseph Warren está en John Cary, Joseph Warren: Physician, Politician, Patriot. William T. Baxter estudia a la familia Hancock, así como la vida de los comerciantes de Boston de la época en The House of Hancock, Business in Boston, 1724-1774. Para comerciantes fuera de Boston, ver Benjamin W. Labaree, Patriots and Partisans: the Merchants of Newburyport, 1764-1815.

Robert J. Taylor ha escrito una importante obra sobre el Massachusetts rural: Western Massachusetts in the Revolution. Ver también The Embattled Farmers: A Massachusetts Countryside in the American Revolution, de Lee N. Newcomer. Un importante líder revolucionario en el oeste de Massachusetts es biografiado en E. Francis Brown, Joseph Hawley: Colonial Radical.

La principal obra sobre Connecticut en este periodo es Oscar Zeichner, Connecticut's Years of Controversy, 1750-1776. Una obra sensata sobre la política de Rhode Island, que pone a los bandos de Ward y Hopkins como facciones sectoriales en lugar de como encarnaciones de la lucha de clases es David S. Lovejoy, Rhode Island Politics and the American Revolution, 1760-1776. Sobre el mismo tema, ver asimismo Mack F. Thompson, “The Ward-Hopkins Controversy and the American Revolution in Rhode Island: An Interpretation”, William and Mary Quarterly, 16 (1959).

La obra clásica sobre New Hampshire, Richard E Upton, Revolutionary New Hampshire, se ve ahora complementada por Jere R. Daniel, Experiment in Republicanism: New Hampshire Politics and the American Revolution, 1741-1794.

Vermont fue único en que su propia rebelión guerrillera contra el gobierno de Nueva York y las concesiones de tierra se mezcló fácilmente en la Guerra de Independencia. Frederic Van de Water, The Reluctant Republic: Vermont, 1724-1791 contiene un relato vivo de los Green Mountain Boys y la rebelión de Vermont. Ethan Allen, de John Pell, una biografía del gran líder de los Green Mountain Boys, se ve ahora complementado por el Ethan Allen de Charles A. Jellison. Darlene Shapiro “Ethan Allen: Philosopher-Theologian to a Generation of American Revolutionaries”, William and Mary Quarterly, 21 (1964), es un relato particularmente bueno de la influencia del pensamiento libertario y deísta del líder guerrillero.

A pesar de su edad y su interpretación beardiana, Carl Lotus Becker, The History of Political Parties in the Province of New York 1760-1776 sigue siendo la mejor obra sobre las lucha políticas en Nueva York en la era prerrevolucionaria. Pueden encontrarse intepretaciones alternativas en Bernard Mason, The Road to Independence: The Revolutionary Movement in New York, 1773-1777 y  en los últimos capítulos de Patricia Updegraff Bonomi, A Factious People: Politics and Society in Colonial New York. Sin embargo, la aproximación neo-beardiana a la política neoyorquina, especialmente en el correcto énfasis en la continuidad de los principales grupos en los periodos pre y posrevolucionario se encuentra en la espléndida obra de Alfred F. Young, The Democratic Republicans of New York: The Origins, 1763-1797.

Los levantamientos de los arrendatarios en el Valle del Hudson de Nueva York se tratan en la única obra completa sobre el tema: Irving Mark, Agrarian Conflicts in Colonial New York, 1711-1775. Ésta debería complementarse con los relatos del primer capítulo de Bonomi, A Factious People, y en el Capítulo III de Staughton Lynd, Anti-Federalism in Dutchess County, New York: A Study of Democracy and Class Conflict in the Revolutionary Era. Dorothy Dillon se ocupa del triunvirato de Nueva York en The New York Triumvirate: A Study of the Legal and Political Careers of William Livingston, John Morin Scott, William Smith, Jr.

No hay obras dedicadas a Nueva jersey en este periodo. Donald L. Kemmerer ofrece la mejor aproximación en Path to Freedom: The Struggles for Self-Government in Colonial New Jersey, 1703-1776. Aunque falte la dimensión de la ideología política y constitucional, el conflicto político en Nueva Jersey después de 1763 se detalla en Larry R. Gerlach, Prologue to Independence: New Jersey in the Coming of the American Revolution.

La mejor obra sobre la política en Pennsylvania en este periodo es Theodore Thayer, Pennsylvania Politics and the Growth of Democracy, 1740-1776. Ningún libro sustituye completamente a Charles H. Lincoln, The Revolutionary Movement in Pennsylvania, 1760-1776. Carl y Jessica Bridenbaugh han escrito una valiosa historia social en Rebels and Gentlemen: Philadelphia in the Age of Franklin. Frederick B. Tolles ofrece un excelente relato de los principales comerciantes de Philadelphia del periodo en Meetinghouse and Counting House: The Quaker Merchants of Colonial Philadelphia.

La mayoría de los líderes rebeldes de Pennsylvania permanecen desconocidos y sin ser tratados por los historiadores. Un líder liberal temprano, John Dickinson, tiene ahora una buena biografía en David L. Jacobson, John Dickinson and the Revolution in Pennsylvania, 1764-1776. El único líder radical objeto de una biografía es uno antiguo por urton A. Konkle, George Bryan and the Constitution of Pennsylvania, 1731-1791. Hay un buen artículo sobre la importancia vital de Charles Thomson: John J. Zimmerman, “Charles Thomson, The Sam Adams of Philadelphia”; Mississippi Valley Historical Review, 45 (1958).

De las innumerables obras sobre el tory oportunista Benjamin Franklin, la mayoría son adulatorias y no críticas. Esto incluye el relato habitual de Carl Van Doren, Benjamin Franklin. Sin embargo hay algún buen material en Verner W. Crane, Benjamin Franklin and a Rising People. Más objetivo e ilustrador de las maquinaciones de Franklin en la política colonial es William S. Hanna, Benjamin Franklin and Pennsylvania Politics.

No hay nada bueno sobre Delaware en este periodo. Aquí debemos recurrir al viejo y satisfactorio John T. Scharf et al., History of Delaware, 1609-1888.

Para un relato general del Sur en este periodo, John R. Alden, The South in the Revolution, 1763-1789 es excelente. Charles A. Barker cubre la estructura política y social única de Maryland en The Background of the Revolution in Maryland. Ésta debería complementarse con James Haw, “Maryland Politics on the Eve of Revolution: The Provincial Controversy, 1770-1773”, Maryland Historical Magazine, 65 (1970).

La mejor y más completa historia de la Virginia colonial es Richard L. Morton, Colonial Virginia; y los últimos capítulos del Tomo II se ocupan de la causa de Parsons y otras quejas de Virginia hasta 763. Nadie ha hecho un estudio concreto de Virginia en el periodo prerrevolucionario. Pero Gentlemen Freeholders: Political Practices in Washington's Virginia, de Charles S. Syndors es un excelente estudio de la estructura política y social de Virginia en el periodo colonial. Virginia, 1705-1786: Democracy or Aristocracy?, de Robert E. y B. Katherine Brown, es un absurdo intento de aplicar el modelo “democrático” de Brown, pensado para Massachusetts, a una colonia donde apenas puede ser relevante. Dos artículos revisionistas destrozan el mito de que los plantadores de Virginia estaban explotados por sus deudas con los comerciantes ingleses. Encuentran que esta queja no fue de importancia crítica en el movimiento revolucionario de Virginia. Ver James H. Soltow, “Scottish Traders in Virginia, 1750-1775”, Economic History Review, 21 (1959) y Emory G. Evans, “Planter Indebtedness and the Coming of the Revolution in Virginia”, William and Mary Quarterly, 19 (1962).

Sobre Patrick Henry ver Patrick Henry, Vol. 1, de Robert D. Meade. Aunque antigua, Patrick Henry, de Moses Coit Tyler contiene largas transcripciones de los famosos discursos de Henry. Sobre ese otro gran líder radical, Richard Henry Lee, ver Richard Henry Lee, Statesman of theRevolution, de Oliver P Chitwood.

Como en el caso de Franklin, la historiografía del líder rebelde conservador George Washington sufre de una adulación acrítica. Entre éstas, la biografía definitiva es George Washington: A Biography, de Douglas Southall Freeman. Aunque sea una colección desorganizada de ensayos, George Washington: The Virginia Period, 1732-1775, de Bernhard Knollenberg, contiene valiosas ideas revisionistas.

La literatura sobre Carolina del Norte es escasa, vieja y poco satisfactoria. Robert D.W Connor, History of North Carolina, Vol. I se ocupa de todo el periodo colonial y revolucionario. Hugh T. Lefler y Albert R. Newsome, North Carolina, es un refrito.

La Carolina del Sur, la historia general venerable es The History of South Carolina Under the Royal Government, 1719-1776, de Edward McCrady. La obra estándar moderna es David D. Wallace, History of South Carolina, Vol.I. Richard Maxwell Brown ha escrito una excelente historia de los reguladores de Carolina del Sur en The South Carolina Regulators. El avance de la revolución en Carolina del Sur se ve ahora cubierto en Robert M. Weir, “Most Important Epocha”: The Coming of the Revolution in South Carolina.

La única historia completa de los Hijos de la Libertad en ninguna área es Richard Walsh, Charleston's Sons of Liberty: A Study of the Artisans, 1763-1789. Por desgracia, ningún biógrafo se ha ocupado del gran líder rebelde radical, Christopher Gadsden. Pero Richard Walsh ha recopilado sus escritos: Christopher Gadsden, Writings, 1746-1805.

Sobre la llegada de la Revolución a Georgia, ver Kenneth Coleman, The American Revolution in Georgia, 1763-1789. Sobre el gobierno real de Georgia en este periodo, The Royal Governors of Georgia, 1754-1775, de William W. Abbot, es particularmente valiosa.

III. 1775 y después

La Guerra de Independencia

Un resumen conciso, juicioso y general de la historia militar, política, social y económica de la Revolución Americana está afortunadamente disponible en John R.. Alden, The American Revolution, 1775-1783.

El cambio más importante y dramático en la interpretación de la historia del Guerra de Independencia de los Estados Unidos se ha producido muy recientemente: la apreciación de que los americanos ganaron porque llevaron a cabo una masiva guerra de guerrillas. Lucharon en una “guerra del pueblo” contra el superior poder de fuego del poder imperial británico y su estrategia y táctica militares ortodoxas. Al destacarse la guerra moderna de guerrillas desde finales de la década de 1960, los historiadores recientes han empezado a aplicar sus lecciones a la Revolución Americana, no solo a las tácticas de las batallas individuales, sino asimismo a las ideas estratégicas básicas. Por ejemplo, se dieron cuenta de que la guerra de guerrillas solo puede tener éxito si la gran mayoría del pueblo respalda las guerrillas. Esto fue así durante la Revolución Americana. Sin embargo, las valiosas historias militares de la Revolución pueden agruparse en dos categorías: las antedatadas y las que han incorporado las ideas modernas sobre la naturaleza y el potencial de la guerra de guerrillas.

Así, las mejor historia detallada del conflicto militar, dedicando un análisis muy bueno a cada batalla, es The War of the Revolution, de Christopher Ward. Willard M. Wallace ha preparado una útil y relativamente breve historia militar en un volumen: Appeal to Arms: A Military History of the American Revolution. Más concretamente para la historia militar estándar del primer año de guerra, ver Allen French, The First Year of the American Revolution. Y Arthur B. Tourtellot describe la batalla inicial de Lexington y Concord en William Diamond's Drum.

Sin embargo ninguno de estos libros se escribió tan recientemente como para incorporar las ideas modernas sobre la importancia de la guerrilla frente a la guerra convencional. Pero sí lo hace una importante historia militar en un tomo: Don Higginbotham, The War of American Independence: Military Attitudes, Policies, and Practices, 1763-1789. Dos libros editados por George Athan Billias son particularmente importantes, tanto para las ideas de la guerrilla como por los penetrantes estudios “revisionistas” de generales concretos y sus estrategias y tácticas: George Washington's Generals y George Washington's Opponents: British Generals and Admirals in the American Revolution.

Particularmente importante en el primer volumen es George A. Billias, “Horatio Gates: Professional Soldier”, acerca de un general que utilizó estrategia y tácticas guerrilleras contra Burgoyne, culminando en Saratoga. En el mismo volumen, en “Daniel Morgan: Guerrilla Fighter” Don Higgenbotham pide perdón por el hecho de que su valiosa biografía sobre el mejor táctico guerrillero de la guerra se hubiera escrito antes de su propio interés general en la guerra de guerrillas (Higgenbotham, Daniel Morgan: Revolutionary Rifleman). Ver particularmente John W. Shy, “Charles Lee: the Soldier as Radical”, en el que Shy ve favorablemente al extraordinario militar libertario y teórica de la guerrilla, así como estratega y general de la Revolución Americana. Lee, que fue expulsado de su puesto como segundo al mando y encausado injustamente en una corte marcial por George Washington, se ve reevaluado favorablemente en una biografía de John R. Alden, Charles Lee: Traitor or Patriot?

El profesor Shy, que de todos los historiadores es que tiene la mejor comprensión de la importancia de la guerra de guerrillas en este periodo, interpreta brillantemente las distintas fases de la estrategia británica durante la guerra (desde la acción policial a la guerra convencional a los intentos contraguerrilla en la “pacificación” en el sur) en su “The American Revolution: The Military Conflict Considered as A Revolutionary War”, en Kurtz y Hutson, Essays on the American Revolution. John Shy, A People Numerous and Armed: Reflections on the Military Struggle for American Independence es una recolección de ensayo de Shy sobre historia militar, algunos de los cuales contribuyen a una reevaluación positiva de la importancia de la milicia en la guerra defensiva. R. Arthur Bowler, Logistics and the Failure Of the British Army in America, 1775-1783, demuestra que la hostilidad de las poblaciones locales contribuyó al fracaso de los suministros de alimentos. Esta hostilidad se acrecentó con los intentos británicos de apropiarse de la comida que no podían comprar.

Para la dirección política de la guerra, ver Gerald S. Brown, American Secretary: Colonial Policy of Lord George Germain. Un libro importante sobre la milicia y la guerra de guerrillas frente al desarrollo ortodoxo del ejército continental en un área local es Adrian C. Leiby, The Revolutionary War in the Hackensack Valley: The Jersey Dutch and the Neutral Ground, 1775-1783.

Sobre los conflictos de la guerrilla feroz frente a la contraguerrilla en Carolina del Sur durante la última fase de la guerra, ver Russell F. Weigley, The Partisan War: The South Carolina Campaign of 1780-1782.

El ensayo de Ira D. Gruber, “Richard Lord Howe: Admiral as Peacemaker”, en Billias, George Washington's Opponents, indica claramente que una de las grandes razones del fracaso británico en aplastar el ejército de Washington  en los dos primeros años de la guerra fue la traicionera oposición (como whigs declarados) de los hermanos Howe al esfuerzo bélico británico contra los americanos. Sobre la visión británica de la guerra, ver Piers Mackesy, The War for America, 1775-1783 y William B. Willcox, Portrait of a General: Sir Henry Clinton in the War of Independence sobre el mejor general británico, que sufrió una incapacidad de trabajar bien con sus colegas.

La más reciente historia general de la Revolución Americana, Page Smith, A New Age Begins: A People's History of the American Revolution incorpora muchas ideas detalladas acerca de la guerra de guerrillas de fuentes primarias.

Historia política de la Revolución

Sobre la historia política de la Revolución, Edmund C. Burnett, The Continental Congress sigue siendo una historia completa y definitiva de esa institución política nacional. Merrill Jensen, The Articles of Confederation: An Interpretation of the Social Constitutional History of the American Revolution, 1774-1781 es un excelente estudio de las luchas entorno a los artículos y el intento de llevar el nacionalismo aún más allá. A pesar de su edad, Allan Nevins, The American States During and After the Revolution, 1775-1789 sigue siendo con mucho la mejor, de hecho la única satisfactoria, historia política estado por estado del periodo revolucionario. En un desafortunado intento por reemplazar a Nevins, Jackson Turner Main, The Sovereign States, 1775-1783 es superficial y abiertamente esquemático, mientras que Political Parties Before the Constitution, de Main es una confusa red estadística basada en una división falsa y nada ilustrativa entre los supuestos “localistas” y “cosmopolitas”.

The Declaration of Independence: A Study in the History of Political Ideas, de Carl Lotus Becker, es un estudio de la Declaración valioso y bien escrito. Curtis P. Nettels, George Washington and American Independence demuestra la temprana devoción de Washington por la independencia. Tom Paine and Revolutionary America, de Eric Foner, es un excelente y favorable estudio de la gran lumbrera de la independencia como radical libertario y del laissez faire. Ninguna de las biografías a gran escala de Paine le hace justicia. La mejor es Paine, de David Freeman Hawke.

Para un valioso estudio beardiano de las políticas de los estados durante la revolución, ver Elisha P. Douglass, Rebels and Democrats: The Struggle for Equal Political Rights and Majority Rule During the American Revolution. Una historia muy bien documentada de la lucha por una constitución en el estado de Massachusetts durante la guerra se presenta en Robert J. Taylor, ed., Massachusetts, Colony to Commonwealth: Documents on the Formation of its Constitution, 1775-1789. La visión anterior que confiscaba las tierras tories en Nueva York no se transfirieron a los arrendadores de los señores feudales se expone en The Disposition of Loyalist Estates in the Southern District of the State of New York, de  Harry B. Yoshpe. Staughton Lynd rebate esta opinión en Anti-Federalism in Dutchess County, igual que Beatrice G. Reubens, “Pre-Emptive Rights in the Disposition of a Confiscated Estate: Philipsburgh Manor, New York”, William and Mary Quarterly, 22 (1965).

Pennsylvania, el estado más radicalmente libertario durante la guerra, se examina en Robert L. Brunhouse, The Counter-Revolution in Pennsylvania, 1776-1790. John P. Selsam se ocupa de su constitución radical concretamente en The Pennsylvania Constitution of 1776. Una valiosa obra general sobre la política de Pennsylvania occidental en los periodos revolucionario y posrevolucionario es Russell Ferguson, Early Western Pennsylvania Politics. Maryland se estudia en Philip A. Crowl, Maryland During and After the Revolution.

Los líderes revolucionarios

Además de las biografías de los líderes revolucionarios mencionadas antes, destaca una de las numerosas biografías de Jefferson: el magistral estudio de Dumas Malone, Jefferson and His Time, del que aquí hay que ver el Volumen I: Jefferson the Virginian. No hay ninguna biografía completamente satisfactoria del gran George Mason, cuya Declaración de Derechos de Virginia inspiró tanto la Declaración de Independencia como la Declaración de Derechos. Pero Robert A. Rutland, George Mason: Reluctant Statesman ofrece un relato breve pero útil. Ver también Robert A. Rutland, ed., George Mason, Papers, 1725-1792 y Helen Hill Miller, George Mason: Gentleman Revolutionary. El líder readical de Pennsylvania, el astrónomo David Rittenhouse, es estudiado en David Rittenhouse, de Brooke Hindle. Y dos importantes rebeldes conservadores de Nueva York aparecen biografiados en John Jay, de Frank Monaghan y en la excelente Chancellor Robert R. Livingston of New York, 1746-1831, de George Dangerfield. Para una biografía del General Nathanael Greene, ver Nathanael Greene, Strategist of the American Revolution, de Theodore Thayer. Un líder moderado de Pennsylvania recibe una importante biografía en Kenneth K. Roseman, Thomas Mifflin and the Politics of the American Revolution. El gran gobernador en tiempo de guerra de Nueva York es estudiado en Ernest W. Spaulding, His Excellency George Clinton (1739-1812): Critic of the Constitution.

Aspectos económicos y sociales

Sobre la historia económica y financiera de la guerra, E. James Ferguson, The Power of the Purse: A History of American Public Finance, 1776-1790 es un soberbio relato de las maquinaciones de Robert Morris y los nacionalistas durante y después de la guerra, incluyendo la expropiación de fondos públicos para fines privados por parte de Morris y sus socios y la búsqueda de un gobierno centralizado fuerte para consolidar y extender estos privilegios y otros similares. Esto debería complementarse con el estudio de Ferguson del primer impulso nacionalista, que, aunque fallido, prefiguró el posterior impulso a la Constitución: E. James Ferguson, “The Nationalists of 1781-1783 and the Economic Interpretation of the Constitution”; Journal of American History, 56 (1969). Para una útil biografía de Morris, ver Robert Morris; Revolutionary Financier: With an Analysis of His Earlier Career, de Clarence L. Ver Steeg. No hay un studio general de la inflación durante la Guerra, pero Anne Bezanson, “Inflation and Controls, Pennsylvania, 1774–-1779”, Journal of Economic History Supplement, 8 (1948) es un cuidadoso estudio estadístico.

Los grupos especiales en relación con la Revolución Americana se tratan en Charles H. Metzger, Catholics and the American Revolution: A Study in Religious Climate y en la excelente obra de Benjamin Quarles, The Negro in the American Revolution. El plan bastante quijotesco de Jesse Lemisch de escribir la historia “de abajo arriba” funciona en un caso particular en el que los datos están afortunadamente disponibles. Ver su artículo “Jack Tar in the Streets: Merchant Seamen in the Politics of Revolutionary America”, William and Mary Quarterly, 25 (1968). Los investigadores han mostrado un mayor interés en años recientes por el destino de los tories durante la Revolución. Entre las mejores obras están William H. Nelson, The American Tory y Paul H. Smith, Loyalists and Redcoats: A Study in British Revolutionary Policy. Ver también Mary Beth Norton, The British-Americans: The Loyalist Exiles in England 1774-1789, Carol Berkin, Jonathan Sewall: Odyssey of An American Loyalist y Robert M. Calhoun, The Loyalists in Revolutionary America, 1760-1781.

Política exterior

La obra clásica sobre la política exterior de los revolucionarios americanos es The Diplomacy of the American Revolution, de Samuel Flagg Bemis. Una obra más revisionista, que trata de los orígenes del imperio americano y se centra en las políticas internas y externas de los estados europeos en lugar de estrictamente en la historia diplomática es Empire and Independence; The International History of the American Revolution, de Richard W. Van Alstyne. La obre que detalla las negociaciones de la Paz de París es The Peacemakers: The Great Powers and American Independence, de Richard B. Morris, pero Cecil B. Currey, Code Number 72/ Ben Franklin: Patriot or Spy? ofrece una corrección fascinante. Currey no solo demuestra  la participación de Franklin en los desfalcos de Robert Morris mientras fue embajador en París: también ofrece evidencias recién descubiertas del probable papel de Franklin como agente doble a favor de Gran Bretaña. Currey describe el cambio de Franklin a un papel pro-francés durante las negociaciones de paz, así como la justificada desconfianza en él, por parte de Arthur Lee, John Adams y John Jay.

Significado y consecuencias de la Revolución

No hay aquí espacio para ocuparse de las numerosas obras sobre la naturaleza y consecuencias de la Revolución Americana o del importante asunto de la relación entre Revolución y Constitución. Mencionaremos aquí el cuidadoso e importante estudio de Gordon S. Wood de la forma en que se conservó la ideología libertaria durante y especialmente después de la Revolución: The Creation of the American Republic, 1776-1787. Richard B. Morris tiene muchas ideas juiciosas en su The American Revolution Reconsidered. Trata a la Revolución Americana más completamente como la primera guerra de liberación e independencia nacional del colonialismo europeo.en su The Emerging Nations and the American Revolution. Ver también Richard L. Park y Richard D. Lambert, eds., The American Revolution Abroad.

Tal vez la controversia más importante era sobre los radical y revolucionaria que era la naturaleza y consecuencias de la Revolución Americana. Hemos visto el desafío de Robert R. Palmer a la visión del consenso n su monumental The Age of the Democratic Revolution. J. Franklin Jameson escribió la visión clásica beardiana del radicalismo social de la Revolución Americana en The American Revolution Considered as a Social Movement. Esta tesis fue atacada y aparentemente rebatida durante el periodo del consenso, particularmente por Frederick B. Tolles, “The American Revolution Considered as a Social Movement: A Reevaluation”, American Historical Review, 55 (1954-1955) y por Clarence Ver Steeg, “The American Revolution Considered as an Economic Movement”, Huntington Library Quarterly, 20 (1957).

Pero Robert A. Nisbet, en un brillante artículo, ha rehabilitado ahora la tesis de la Revolución Americana como algo que tuvo consecuencias radicales, no una dirección beardiana, sino libertaria. En su The Social Impact of the Revolution, Nisbet demuestra que la Revolución tuvo un impacto libertario radical en la sociedad americana: en abolir la propiedad feudal de la tierra, en establecer la libertad religiosa y en empezar el proceso de abolición de la esclavitud. Así, a la idea de Bailyn de lo roígenes libertarias de la Revolución, Nisbet añade su conclusión sobre sus consecuencias libertarias.

 

 

Murray N. Rothbard (1926-1995) fue decano de la Escuela Austriaca. Fue economista, historiador de la economía y filósofo político libertario.

Published Wed, Jan 25 2012 5:39 PM by euribe