Por
Murray N. Rothbard. (Publicado el 12 de mayo de 2007)
Traducido
del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/2541.
[Este artículo se publicó originalmente en Literature of Liberty]
I. Causas básicas de la Revolución
El historiador debe ser más que un
cronista, un mero recopilador de acontecimientos. Pues su tarea real es
descubrir y establecer las conexiones causales entre acontecimientos en la
historia humana, la compleja cadena de propósitos humanos, decisiones y
consecuencias que con el tiempo han conformado el destino de la humanidad.
Investigar las causas de un acontecimiento tan portentoso como la Revolución Americana
es por tanto más que un mero listado de lo que ocurrió antes, pues el
historiador debe sopesar la significación causal de estos factores y
seleccionar solo los de importancia superior.
Historiadores del conflicto constitucional
¿Cuáles son entonces las causas
básicas y primordiales de la Revolución Americana? La visión antigua,
dominantes en las primeras dos o tres décadas del siglo XX, daba gran
importancia al conflicto de ideas constitucionales, al hecho de que los colonos
americanos viera las acciones de Gran Bretaña después de 1763 como
interfiriendo en sus derechos constitucionales como ingleses. Típicas
entre estas obras fueron Charles H. McIlwain, The American Revolution: A Constitutional Interpretation; Randolph
G. Adams, Political Ideas of the American
Revolution: Britannic-American Contributions to the Problem of Imperial
Organization, 1765–1775 y Claude H. Van Tyne, The Causes of the War of Independence. Aunque las
interpretaciones y conflictos constitucionales desempeñaron cierto papel, poner
en ello todo el énfasis resultó parecer a los historiadores (apropiadamente)
algo indigesto e insatisfactorio, pues ¿qué acontecimiento tan doloroso e
incluso cataclísmico como una revolución ha comenzado nunca sobre la base de
meros legalismo y legalismos que eran a menudo dudosos en este caso? Los
“constitucionalistas” y otros escritores tempranos, estaban más cerca de
advertir la influencia de la filosofía libertaria de los derechos naturales de
John Locke: la influencia de Locke se destacaba especialmente en The Declaration of Independence: A Study in
the History of Political Ideas de Carl L. Becker y era al menos mencionada
por los demás escritores. Pero aunque la declaración de los derechos naturales
del hombre pudiera estimular más las pasiones que las meras diferencias legales
y constitucionales, seguía faltando un enlace vital: ¿cuántos colonos realmente
se sentaron a leer la filosofía abstracta de John Locke?
Los historiadores progresistas y la dimensión económica
Los historiadores “progresistas”,
dominantes a finales de la década de 1920 y en la de 1930, añadieron otra
dimensión interesante al análisis de las causas de la Revolución Americana.
Pues añadieron la importante dimensión económica_ las luchas por el intento
británico de fijar impuestos, restricciones mercantiles y un monopolio sobre la
importación del té en las colonias. Pero los historiadores progresistas
hicieron más. Inspirados por la obra en general sobre la historia de Estados
Unidos de Charles A. Beard, los progresistas también hacían contrastar las
motivaciones constitucionales y filosóficas americanas propuestas por los
historiadores anteriores: es decir, la motivación económica y los intereses de
clase. En resumen, los líderes americanos, en particular los mercaderes ricos,
luchaban por sus intereses económicos, contra las restricciones y los impuestos
británicos.
Al creer en la inevitabilidad del
conflicto de clases y al ver a los mercaderes solo movidos por sus intereses de
clase hacia la rebelión, los progresistas tenían por tanto que explicar dos
cosas: el continuo recurso a ideas e ideología por parte de los líderes
americanos y la adopción de esta ideología por la masa del público. Para
explicarlo, los progresistas recurrieron a la teoría de la “propaganda”,
popular en las décadas de 1920 y 1930: que la ideología propuesta por los
líderes era mera retórica, en la que nunca creyeron. La “propaganda”,
afirmaban, se usaba para atontar a las masas para que siguieran a la agitación
revolucionaria.
El resultado fue un curioso acuerdo
“izquierda-derecha” entre los progresistas y la minoría de historiadores
estadounidenses de la escuela “imperial”. Los últimos mantenían que la
Revolución Americana era el resultado de propaganda injustificada de siniestros
agitadores que tuvieron éxito en atontar a las masas para que rompieran los lazos beneficiosos con el Imperio
Británico. Las obras principales de la escuela “imperial” fueron Lawrence H.
Gipson, The British Empire Before the
American Revolution y George L. Beer, British
Colonial Policy, 1754–1765.
Pero las ideas sí cuentan en la motivación humana. Es imposible leer las cartas, o
las cartas publicadas de los líderes, así como del público americano, y dudar
de la apasionada sinceridad con la que sostenían sus ideas revolucionarias. Además,
los progresistas olvidaban varios otros puntos importantes.
Primero, aunque la interpretación
económica es a menudo inteligente en estimar los motivos para la acción del
Estado, particularmente por pequeños grupos que manejan los resortes del poder del
Estado, es bastante inadecuada a la hora de explicar los motivos de las
acciones de la masa, especialmente las acciones revolucionarias, contra el Estado (ya sea por parte de
los líderes o del público). Pues una revolución es un acto apasionado y radical,
realmente revolucionario. Es difícil
cree que la gente abandone sus vidas habituales para arriesgar de golpe “sus
vidas, sus fortunas y su sagrado honor”, por un simple roce con las
restricciones fiscales o mercantiles. Debe haber más que eso.
Y en segundo lugar, la
interpretación económica olvidaba la misma naturaleza de la ideología
libertaria que movía a los revolucionarios. La ideología integraba, libertad
moral, política y económica. Por tanto, integraba toda esta
repulsión contra lo que estos libertarios veían como una invasión británica a
sus derechos. Ni los constitucionalistas, destacando los legal y filosófico, ni
los progresistas, destacando las quejas económicas, veían la naturaleza del
todo integrado de la ideología revolucionaria americana.
La interpretación del consenso
Tampoco lo hizo la escuela del
“consenso” de historiadores, que estuvo en laza en las décadas de 1940 y
1950. Igual que los progresistas
reflejaban la postura marxista de los intelectuales estadounidenses en la
década de 1930, la escuela del consenso reflejaba la “celebración
estadounidense” neo-conservadora que caracterizaba a los intelectuales en los
Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. Los historiadores del consenso
ansiaban ver consenso en lugar de conflicto en la historia estadounidense. Y
como tanto los intereses ideológicos como los económicos pueden causar
conflictos, se descartaban ambos como factores causales en el pasado de Estados
Unidos. Por el contrario, la escuela del consenso veía a la historia de Estados
Unidos guiada, no por ideas “doctrinarias” ni por intereses económicos, sino
más bien por una aproximación flexible, pragmática y ad hoc para resolver los
problemas. Como una revolución
difícilmente puede ser una aproximación flexible al consenso, la Revolución
Americana tenía que describirse como una mera resistencia “conservadora”
localizada al gobierno británico. Además, al denostar la naturaleza
revolucionaria de la Revolución Americana, la escuela del consenso podía
aislarla de la indiscutiblemente radical Revolución Francesa y otras revueltas
modernas y continuar denunciando a esta última como ideológica y socialmente
perjudicial y aparentemente abrazando la herencia fundadora de Estados Unidos. Los
principales historiadores del consenso fueron Daniel J. Boorstin y Clinton
Rossiter. Sobre la Revolución
Americana, sus obras incluyen: Boorstin, The
Lost World of Thomas Jefferson and The Americans: The Colonial Experience y
Rossiter, Seedtime of the Republic: the
Origins of the American Tradition of Political Liberty. También en
esta escuela, destacando en particular la supuesta “democracia” de las colonias
americanas, está Robert E. Brown, Middle-Class
Democracy and the Revolution in Massachusetts, 1691–1780.
Así que a finales de la década de
1950, los historiadores estadounidenses estaban más lejos que nunca de apreciar
el hecho de que la Revolución Americana fue verdaderamente revolucionaria. No
percibían que estuvo en buena parte animada por una ideología libertaria
radical sostenida apasionadamente, que integraba razones morales, políticas y
económicas para rebelarse contra el régimen imperial británico. Pero los
historiadores del consenso sí hicieron una importante contribución. Restauraron
la antigua idea de la Revolución Americana como un movimiento de la gran mayoría del pueblo americano.
Reemplazaba la opinión sostenida por los progresistas e imperialistas de que la
revolución fue una acción minoritaria impuesta a una gente reticente.
Particularmente importante en el desarrollo de esta postura fue la obra
juiciosa de John Richard Alden, The
American Revolution, 1775-1783, que sigue siendo el mejor libro en un
volumen sobre el periodo de la guerra de la independencia. En la izquierda, el
historiador marxista Herbert Aptheker también adelantaba esta postura.
Censuraba a los progresistas de la década de 1930 por su oposición a la
revolución como movimiento minoritario de clase en The American Revolution, 1763-1783.
En la agobiante atmósfera de la
historia del consenso, se produjo un enorme avance con la publicación del
primer volumen de la monumental obra en dos tomos de Robert H. Palmer, The Age of the Democratic Revolution: A
Political History of Europe and America, 1760–1800, Vol. I: The Challenge.
Componiendo un brillante tapiz de historia transatlántica, Palmer reivindicaba
el radicalismo de la Revolución Americana. Apuntaba a su decisivo efecto
inspirador en el éxito de las revoluciones europeas de finales del siglo XVIII,
así como en la similitud de objetivos e ideologías. Palmer restauraba así la
antigua tradición de enlazar estas revoluciones en ambos lados del Atlántico,
como hizo Jacques Godechot en France and
the Atlantic Revolution of the 18th Century. Palmer también mostraba que en
un importante criterio, la Revolución Americana era más radical que la francesa, pues se expulsaron proporcionalmente
muchos más tories de América que aristócratas de Francia. Sin embargo, como
historiador “europeo”, Palmer no fue leído por el gremio herméticamente
especializado de historiadores “americanos”.
La ruptura crucial de Bailyn
La ruptura crucial con la miasma de
la historiografía estadounidense de la Revolución provino de un hombre. Fue
capaz por la sencilla fuerza de su erudición de superar las perspectivas del
consenso y progresista y de establecer una nueva interpretación de las causas
de la Revolución Americana. Fue el profesor de Harvard, Bernard Bailyn, quien,
rompiendo la hermética separación de historiadores europeos y americanos,
encontró su inspiración en la gran obra de Caroline Robbins, The Eighteenth Century Commonwealthman.
Pues Baylin se dio cuenta de que la profesora Robbins había descubierto el
“eslabón perdido” en la transmisión del pensamiento libertario radical después
de John Locke. Lo había encontrado en un grupo de tenaces escritores,
inspirados por la Revolución Inglesa del siglo XVII, que continuaban rechazando
las disposiciones centristas whigs del siglo XVIII. Estos escritores
desarrollaron los ideales de los derechos naturales y la libertad individual.
En el curso de la edición de un libro de panfletos revolucionarios. Bailyn
descubrió que los americanos sí estuvieron influidos, a escala masiva, por
estos artículos y panfletos libertarios. Muchas de estas publicaciones fueron
reproducidas ampliamente en las colonias americanas e influyeron claramente en
los líderes revolucionarios. El más importante moldeador de este punto de vista
libertario fue Cato's Letters, una
serie de artículos en los periódicos de Inglaterra a principio de la década de
1720, escritos por John Trenchard y su joven discípulo Thomas Gordon. La
colección de las Cato's Letters se
reimprimió muchas veces en la Inglaterra y América del siglo XVIII.
Trenchard y Gordon, y los demás
escritores libertarios, convirtieron la filosofía política abstracta y a menudo
cautelosa de John Locke en un credo libertario incisivo, duro y radical. Los
hombres no solo tienen derecho natural a la vida, la libertad y la propiedad,
que no deben invadir los gobiernos, sino que “cato” y otros escritores
declaraban que el gobierno (el poder)
fue y será siempre e gran enemigo de la libertad y está dispuesto a
atacarla. Por tanto, el poder debe disminuirse siempre todo lo que sea posible.
Los hombres deben controlarlo continuamente con completa hostilidad y
vigilancia, para que no sobrepase sus límites y destruya los derechos del
individuo. “Cato” denunciaba particularmente la tendencia a la tiranía del
gobierno británico del momento. Este mensaje encontró una ansiosa recepción en
las colonias americanas.
Así, Bernard Baylin estableció que la
Revolución era al tiempo genuinamente radical y revolucionaria. Demostraba que
estaba motivada en buena parte por una ideología libertaria defendida firme y
apasionadamente, resumida en la expresión “el radicalismo libertario
transformador” de la Revolución Americana. Las conclusiones de Baylin se
presentaron por primera vez en la “Introducción general” a su edición de Pamphlets of the American Revolution,
1750–1776, Vol. 1, 1750–1765. Es el único de los volúmenes aún publicados e
incluía obras de líderes revolucionarios como el Rev. Jonathan Mayhew, Thomas
Fitch, James Otis, Oxenbridge Thacher, Daniel Dulany y John Dickinson.
Se publicó una versión extendida
como Bailyn, The Ideological Origins of
the American Revolution. Ver también la guía de Bailyn, The Origins of American Politics, que
ofrecía una excelente explicación de por qué los go
the American Revolution: An Interpretation” en S. Kurtz and J. Hutson,
eds., Essays on the American Revolution.
Los brillantes escritos de “cato” han sido recopilados en un volumen
excelentemente editado por David L. Jacobson, The English Libertarian Heritage.
Un problema con la tesis en general
correcta de Bailyn es su énfasis exclusivo en la ideología, como si afectara a
las mentes y corazones de los americanos. A los historiadores les resulta fácil
deslizarse por la opinión de que la profunda hostilidad motivada
ideológicamente hacia Gran Bretaña, aunque fuera un sentimiento genuino, era
meramente una expresión de “paranoia”. De hecho, el propio Bailyn casi cae en esta
trampa en su reciente biografía abiertamente simpatizante del principal tory de
Massachusetts, Thomas Hutchinson. Uno
de los mejores historiadores de este periodo, Edmund Morgan, en la New York Review of Books apuntaba y
advertía correctamente contra la trampa en su reseña de la obra.
En excelente correctivo a esta
concentración exclusiva en el asunto es la obra del los más importantes
historiadores políticos (frente a los ideológicos) del periodo
prerrevolucionario. En el relato definitivo de la crisis de la Ley del Timbre de
1765-1766, Edmund y Helen Morgan demostraron la naturaleza mayoritaria del
movimiento revolucionario. Atacaban también la depredaciones reales de Gran
Bretaña en los derechos políticos y económicos americanos. Edmund y Helen
Morgan, The Stamp Act Crisis: Prologue to
Revolution. Ver también la guía de documentos Edmund S. Morgan, ed., Prologue to Revolution: Sources and
Documents on the Stamp Act Crisis, 1764-1766. Particularmente importante es
la historia monumental y definitiva, aunque densamente escrita, en dos tomos,
de la inminente Revolución Americana de Bernhard Knollenberg, Origins of the American Revolution: 1759-1765;
and Growth of the American Revolution, 1766-1775. Examinando archivos
británicos, Knollenberg demuestra que la supuesta paranoia y las “teorías
conpiratorias” de los colonos americanos eran muy justas. Los funcionarios
británicos estaban realmente conspirando para atacar las libertades de las
colonias americanas después del “saludable olvido” del periodo anterior a 1763.
II. El periodo prerrevolucionario
Conflictos políticos y económicos
Tenemos ahora la fortuna de tener
la obra en dos tomos de Knollenberg, que proporciona con mucho la mejor
historia política de los acontecimientos que llevaron a la Guerra de
Independencia. Los historiadores han establecido desde hace mucho a 1763 como
la fecha del inicio del conflicto entre Gran Bretaña y las colonias. Los Origins de Knollenberg se remontan a
1759, hacia el final de la fase americana de la Guerra de los
Siete Años entre Gran Bretaña y Francia.
Jack P. Greene ha demostrado que el
Consejo de Comercio, encabezado por el imperialista Lord Halifax, había tratado
sin éxito de imponer restricciones británicas a lñas colonias a finales de la
década de 1740 y principios de la de 1750. El intento de Consejo fue detenido
finalmente por el estallido de la guerra con Francia. Ver Jack P. Greene, “An Uneasy Connection: An
Analysis of the Preconditions of the American Revolution”, en Kurtz y Hutson,
eds., Essays on the American Revolution.
Toward
Lexington: The Role of the British Army in the Coming of the American
Revolution, de John Shy, es una juiciosa explicación de las políticas
bélicas británicas y los conflictos en este periodo, aunque favorable a la
posición británica. Pontiac and the
Indian Uprising, de Howard H. Peckham, reeemplaza ahora le venerable
clásico de Francis Parkman, The Conspiracy
of Pontiac, como le mejor relato del notable levantamiento de
Pontiac.
Los territorios del oeste fueron
muy importantes en la política de este periodo. Los mejores relatos de la intrincada
conexión entre la política del gobierno, la especulación de los terrenos y la
conquista del Oeste siguen siendo Clarence W. Alvord, Mississippi Valley in British Politics: A Study of the Trade, Land
Speculation, and Experiments in Imperialism Culminating in the American
Revolution y el posterior Thomas Perkins Abernathy, Western Lands and the American Revolution. Se ofrece una visión pro-británica por Jack M.
Sosin, Whitehall and the Wilderness: The Middle
West in British Colonial Policy, 1760-1775. Las
importantes actividades del estafador, especulador de terrenos y comerciante
con los indios George Croghan se explican en el relato definitivo de Nicholas
B. Wainwright, George Croghan: Wilderness
Diplomat. Un relato vívido de las relaciones indias en la frontera aparece
en Dale Van Every, Forth to the
Wilderness: the First American Frontier, 1754-1774.
Como apunté antes, un excelente
estudio de la resistencia americana a la Ley del Timbre es Edmund y Helen
Morgan, The Stamp Act Crisis, con
documentos de apoyo en Edmund Morgan, ed., Prologue
to Revolution. La masacre
de Boston se ha tratado completamente en Hiller B. Zobel, The Boston Massacre y el motín del té en
Benjamin W. Labaree, The Boston Tea Party.
Labaree destaca la importancia del papel del monopolio de las Compañía de las
Indias Orientales, al administrar el impuesto del té en América, en el
desarrollo final de los miedos americanos a las pérdidas de la libertad
tradicional. El saqueo fiscal de la compañía en Bengala había causado una
desastrosa hambruna que fue muy divulgada en la prensa americana. Los
beneficiarios ingleses de la explotación de los bengalíes volvieron a
Inglaterra son su botín y compraron escaños en el Parlamento. Un reciente estudio de estos “nabobs” es East India Fortunes: The British in Bengal
in the Eighteenth Century, de P.J. Marshall.
Desgraciadamente, ha habido muy
pocos trabajos realizados sobre dos organizaciones e instituciones
revolucionarias vitales en el periodo prerrevolucionario: los comités de
correspondencia y los Hijos de la Libertad. El único estudio general de los
comités de correspondencia es la antigua y breve obra de Edward D. Collins, Committees of Correspondence of the American
Revolution. El papel del Comité de Correspondencia de Boston
ha sido estudiado recientemente en Richard D. Brown, Revolutionary Politics in Massachusetts:
The Boston
Committee of Correspondence and the Towns, 1772-1774. No hay ningún
estudio general de los Hijos de la Libertad, pero hay algunos relatos valiosos
de algunas secciones. El mejor
es Richard Walsh, Charleston's Sons of Liberty: A Study of the Artisans, 1763-1789.
Los Hijos de Nueva York fueron estudiados en
Roger J. Champagne, “The Military Association of the Sons of Liberty”: New York Historical Society Quarterly,
41(1957); Champagne, “Liberty Boys and Mechanics of New York City, 1764–1774”, Labor History 8 (1967) y, desde una
perspectiva marxista, Herbert M. Morais, “The Sons of Liberty in New York” en
Richard B. Morris, ed., The Era of the
American Revolution. Una historia realista y completa del uso de las
bandas en la Resistencia Americana está sin embargo hoy disponible en Pauline
Maier, From Resistance to Revolution:
Colonial Radicals and the Development of American Opposition to Britain, 1765-1776.
Bastantes estudio excelentes se
ocupan de diversos aspectos de las restricciones mercantilistas y su aplicación
por parte de Gran Bretaña como causas de la resistencia americana. The Navigation Acts and the American
Revolution, de Oliver M. Dickerson, se ocupa de las Actas de Navegación.
Carl Ubbelohde trata los tribunales del Almirantazgo en The Vice-Admiralty Courts and the American Revolution. Y Joseph J. Malone cubre las Leyes
del Pino Blanco en Pine Trees and
Politics: The Naval Stores and Forest Policy in Colonial New
England, 1691-1775. Sobre el mismo tema trata Robert G.
Albion, Forests and Sea Power: The Timber
Problem of the Royal Navy, 1652-1862.
Aunque estropeado por su
interpretación consistentemente progresista, Arthur M. Schlesinger, Sr., The Colonial Merchants and the American
Revolution 1763-1776 es un relato importante, completo y aún definitivo de
los mercaderes y los distintos movimientos y luchas por los boicots de no
importación de Inglaterra. Beverly W. Bond, Jr., The Quit Rent System in the American Colonies, resulta ser la única
obra sobre las rentas feudales que generaban una continua fuente de irritación
en las colonias.
El papel de las ideas en la Revolución
Las mejores obras sobre la influencia
de la ideología libertaria en los revolucionarios americanos en ciernes son las
obras de Bailyn y otros que mencioné anteriormente. George Rudé estudia el
movimiento libertario radical wilkita en Inglaterra en Wilkes and Liberty: A Social Study of 1763 to 1774. Y Pauline Maier examina la relación
entre los wilkitas ingleses y los libertarios radicales americanos en “John
Wilkes and American Disillusionment with Britain”,
William and Mary Quarterly, 20 (1963),
igual que hace Jack P. Greene en “Bridge to Revolution: the Wilkes Fund Controversy
in South Carolina,
1769-1775”, Journal of Southern History,
29 (1963).
Thomas Hollis fue un libertario
inglés que dedicó su vida a reimprimir y divulgar obras libertarias por todo el
mundo, y particularmente en las colonias americanas, y a tener correspondencia
con gente de la misma opinión. Ha
sido estudiado en Caroline Robbins, “The Strenuous Whig: Thomas Hollis of Lincoln's Inn”, William and Mary Quarterly, 7 (1950). El
impacto del pensamiento revolucionario Americano en el radicalismo ingles ha
sido objeto de examen detallado en English
Radicals and the American Revolution, de Cohn Bonwick.
La influencia del pensamiento
libertario francés puede encontrarse en Howard Mumford Jones, American and French Culture, 1750-1848. Ver también Jones, O Strange New World:
American Culture, The Formative Years. El estudio más reciente del
impacto del siglo XVIII francés en la evolución revolucionaria americana es Henry
F. May, The Enlightenment in America.
La religión desempeñó un papel
importante en el desarrollo de las ideas revolucionarias y libertarias. El gran
ministro radical de Massachusetts, Jonathan Mayhew, ha encontrado a su biógrafo
en Charles W. Akers, Called unto Liberty:
A Life of Jonathan Mayhew, 1720-1766. La mejor obra sobre el “regimiento
negro” de ministros congregacionistas en Nueva Inglaterra es Alice M. Baldwin, The New England Clergy and the American
Revolution. Aunque lejos de ser definitiva, Herbert M. Morals, Deism in Eighteenth Century America resulta
ser la única obra sobre el importante papel del deísmo.
Parte del papel de la religión a la
hora de generar un espíritu revolucionario derivaba del medio general en
América a que Inglaterra nombrara obispos anglicanos en las colonias. Arthur L.
Cross ha realizado la obra clásica sobre este tema en The Anglican Episcopate and the American Colonies. Ahora se ha
visto parcialmente superado por Carl Bridenbaugh, Mitre and Sceptre: Transatlantic Faiths, ideas, Personalities, and
Politics, 1689-1775.
Un admirable tratamiento del papel
de la prensa americana en la agitación revolucionaria es Arthur M. Schlesinger,
Sr., Prelude to Independence: The
Newspaper War on Britain, 1764-1776. Supera felizmente el libro de Philip
G. Davidson, Propaganda and the American Revolution,
1763-1783, que estaba fatalmente afectado por la visión progresista de que
toda ideología es mera “propaganda” retórica.
Michael G. Kammen estudia el papel
esencial de los agentes coloniales americanos para Londres en A Rope of Sand: The Colonial Agents, British
Policies, and the American Revolution. See also: Jack Sosin, Agents and
Merchants: British Colonial Policy and the Origins of the American Revolution,
1763-1875. Las
cartas de los agentes más importantes y los principales whigs británicos
pro-americanos están incluidas en Ross J.S. Hoffman, ed., Edmund Burke, New York Agent, with his Letters to the New York Assembly
and Intimate Correspondence with Charles O'Hara, 1761-1776.
El mejor tratamiento de la política
británica en relación con la evolución de la resistencia americana es Charles
R. Ritcheson, British Politics and the
American Revolution. Rudé explica la oposición whig y radical a los planes
imperiales británicos y al gobierno tory en la metrópoli en Wilkes and Liberty, mencionado antes. Ver también Eugene C. Black, The Association: British Extraparliamentary
Political Organization, 1769-1793; Archibald S. Foord, His Majesty's Opposition, 1714-1830; George H. Guttridge, English Whiggism and the American Revolution;
Lucy S. Sutherland, The City of London
and the Opposition to Government: 1768-1774: A Study in the Rise of
Metropolitan Radicalism y Maurice R. O'Connell, Irish Politics and Social Conflict in the Age of American Revolution.
Varias obras recientes examinan al
gran whig inglés, el Duque de Newcastle, y su política de “olvido saludable”.
Pero ninguna es satisfactoria. La biografía política definitiva de su sucesor,
el Marqués de Rockingham, es de difícil lectura. Supone un conocimiento
detallado de la política inglesa del periodo; es Ross J.S. Hoffman, The Marquis: A Study of Lord Rockingham,
1730-1782.
La explicación más importante de
las opiniones y actividades de Edmund Burke en este periodo es Burke and the Nature of Politics, Vol. I.
The Age of the American Revolution, de Carl B. Cone. Varias obras detallan
el punto de vista tory o “navierita” en la política inglesa en este periodo,
siendo la más conocida Sir Lewis Bernstein Namier, England in the Age of the American Revolution.
Relatos revolucionarios de ciudades y estados
Boston era el corazón del
movimiento revolucionario, pero no hay ninguna historia del movimiento en
Boston o Massachusetts per se. Robert
E. Brown, Middle-Class Democracy and the
Revolution in Massachusetts, 1691-1780 es
la obra básica sobre Massachusetts
en el siglo XVIII. Pero la ingenua visión del consenso del autor de una
“democracia” colonial afecta para mal al libro. La masacre de Boston y el motín
del té se han contemplado en los libros ante citados.
El principal líder del movimiento
revolucionario, Samuel Adams, ha sido maltratado por los historiadores: no se
ha publicado ninguna biografía satisfactoria. Sam Adams: Pioneer in Propaganda, de John C. Miller, es hostil e
insultante. De las numerosas biografías y estudios de John Adams, el mejor de
este periodo, aunque no siempre fiable, es Catherine Drinker Bowen, John Adams and the American Revolution.Aunque
moroso en los detalles, John Adams, 1735-1826,
de Page Smith, se ocupa de forma muy débil del pensamiento político y económico
de Adams.
El heroico y a menudo olvidado Dr.
Joseph Warren está en John Cary, Joseph
Warren: Physician, Politician, Patriot. William T. Baxter estudia a la
familia Hancock, así como la vida de los comerciantes de Boston de la época en The House of Hancock, Business in Boston,
1724-1774. Para
comerciantes fuera de Boston, ver Benjamin W.
Labaree, Patriots and Partisans: the
Merchants of Newburyport,
1764-1815.
Robert J. Taylor ha escrito una importante obra sobre el Massachusetts rural: Western Massachusetts in the Revolution.
Ver también The Embattled Farmers: A
Massachusetts Countryside in the American Revolution, de Lee N. Newcomer. Un
importante líder revolucionario en el oeste de Massachusetts es biografiado en
E. Francis Brown, Joseph Hawley: Colonial
Radical.
La principal obra sobre Connecticut
en este periodo es Oscar Zeichner, Connecticut's
Years of Controversy, 1750-1776. Una obra sensata sobre la política de
Rhode Island, que pone a los bandos de Ward y Hopkins como facciones
sectoriales en lugar de como encarnaciones de la lucha de clases es David S.
Lovejoy, Rhode Island Politics and the
American Revolution, 1760-1776. Sobre el mismo tema, ver asimismo Mack F. Thompson, “The Ward-Hopkins
Controversy and the American Revolution in Rhode Island: An Interpretation”, William and Mary Quarterly, 16 (1959).
La obra clásica sobre New Hampshire, Richard E Upton, Revolutionary New Hampshire, se ve ahora
complementada por Jere R. Daniel, Experiment
in Republicanism: New Hampshire Politics and the American Revolution, 1741-1794.
Vermont fue único en que su propia
rebelión guerrillera contra el gobierno de Nueva York y las concesiones de
tierra se mezcló fácilmente en la Guerra de Independencia. Frederic Van de
Water, The Reluctant Republic: Vermont,
1724-1791 contiene un relato vivo de los Green Mountain Boys y la rebelión
de Vermont. Ethan Allen, de John
Pell, una biografía del gran líder de los Green Mountain Boys, se ve ahora
complementado por el Ethan Allen de
Charles A. Jellison. Darlene Shapiro “Ethan Allen: Philosopher-Theologian to a
Generation of American Revolutionaries”, William
and Mary Quarterly, 21 (1964), es un relato particularmente bueno de la
influencia del pensamiento libertario y deísta del líder guerrillero.
A pesar de su edad y su
interpretación beardiana, Carl Lotus Becker, The History of Political Parties in the Province of New York 1760-1776
sigue siendo la mejor obra sobre las lucha políticas en Nueva York en la era
prerrevolucionaria. Pueden
encontrarse intepretaciones alternativas en Bernard Mason, The Road to Independence: The
Revolutionary Movement in New York,
1773-1777 y en los últimos capítulos
de Patricia Updegraff Bonomi, A Factious
People: Politics and Society in Colonial New York. Sin embargo, la
aproximación neo-beardiana a la política neoyorquina, especialmente en el
correcto énfasis en la continuidad de los principales grupos en los periodos
pre y posrevolucionario se encuentra en la espléndida obra de Alfred F. Young, The Democratic Republicans of New York: The
Origins, 1763-1797.
Los levantamientos de los
arrendatarios en el Valle del Hudson de Nueva York se tratan en la única obra
completa sobre el tema: Irving Mark, Agrarian
Conflicts in Colonial New York, 1711-1775. Ésta debería complementarse con
los relatos del primer capítulo de Bonomi, A
Factious People, y en el Capítulo III de Staughton Lynd, Anti-Federalism in Dutchess County, New
York: A Study of Democracy and Class Conflict in the Revolutionary Era. Dorothy Dillon se ocupa del triunvirato de Nueva York
en The New York Triumvirate: A Study of the Legal
and Political Careers of William Livingston, John Morin Scott, William Smith,
Jr.
No hay obras dedicadas a Nueva
jersey en este periodo. Donald
L. Kemmerer ofrece la mejor aproximación en Path
to Freedom: The Struggles for Self-Government in Colonial New Jersey, 1703-1776. Aunque
falte la dimensión de la ideología política y constitucional, el conflicto político
en Nueva Jersey después de 1763 se detalla en Larry R. Gerlach, Prologue to Independence: New Jersey in the
Coming of the American Revolution.
La mejor obra sobre la política en
Pennsylvania en este periodo es Theodore Thayer, Pennsylvania Politics and the Growth of Democracy, 1740-1776. Ningún libro sustituye completamente
a Charles H. Lincoln, The Revolutionary
Movement in Pennsylvania,
1760-1776. Carl y Jessica Bridenbaugh han escrito una valiosa historia
social en Rebels and Gentlemen:
Philadelphia in the Age of Franklin. Frederick B. Tolles ofrece un
excelente relato de los principales comerciantes de Philadelphia del periodo en
Meetinghouse and Counting House: The
Quaker Merchants of Colonial Philadelphia.
La mayoría de los líderes rebeldes de
Pennsylvania permanecen desconocidos y sin ser tratados por los historiadores.
Un líder liberal temprano, John Dickinson, tiene ahora una buena biografía en David
L. Jacobson, John Dickinson and the Revolution
in Pennsylvania, 1764-1776. El único líder radical objeto de una biografía
es uno antiguo por urton A. Konkle, George
Bryan and the Constitution of Pennsylvania, 1731-1791. Hay un buen artículo sobre la importancia vital
de Charles Thomson: John J. Zimmerman, “Charles Thomson, The Sam Adams of Philadelphia”; Mississippi Valley Historical Review, 45
(1958).
De las innumerables obras sobre el
tory oportunista Benjamin Franklin, la mayoría son adulatorias y no críticas.
Esto incluye el relato habitual de Carl Van Doren, Benjamin Franklin. Sin embargo hay algún buen material en Verner W.
Crane, Benjamin Franklin and a Rising
People. Más objetivo e ilustrador de las maquinaciones de Franklin en la
política colonial es William S. Hanna, Benjamin
Franklin and Pennsylvania Politics.
No hay nada bueno sobre Delaware en
este periodo. Aquí debemos recurrir al viejo y satisfactorio John T. Scharf et
al., History of Delaware, 1609-1888.
Para un relato general del Sur en
este periodo, John R. Alden, The South in
the Revolution, 1763-1789 es excelente. Charles A. Barker cubre la
estructura política y social única de Maryland en The Background of the Revolution in Maryland. Ésta debería complementarse con James Haw, “Maryland
Politics on the Eve of Revolution: The Provincial Controversy, 1770-1773”, Maryland Historical Magazine, 65 (1970).
La mejor y más completa historia de
la Virginia colonial es Richard L. Morton, Colonial
Virginia; y los últimos capítulos del Tomo II se ocupan de la causa de
Parsons y otras quejas de Virginia hasta 763. Nadie ha hecho un estudio
concreto de Virginia en el periodo prerrevolucionario. Pero Gentlemen Freeholders: Political Practices
in Washington's Virginia, de Charles S. Syndors es un excelente estudio de
la estructura política y social de Virginia en el periodo colonial. Virginia, 1705-1786: Democracy or
Aristocracy?, de Robert E. y B. Katherine Brown, es un absurdo intento de
aplicar el modelo “democrático” de Brown, pensado para Massachusetts, a una
colonia donde apenas puede ser relevante. Dos artículos revisionistas destrozan
el mito de que los plantadores de Virginia estaban explotados por sus deudas
con los comerciantes ingleses. Encuentran que esta queja no fue de importancia
crítica en el movimiento revolucionario de Virginia. Ver James H. Soltow, “Scottish Traders in Virginia, 1750-1775”, Economic
History Review, 21 (1959) y Emory G. Evans, “Planter Indebtedness and the
Coming of the Revolution in Virginia”,
William and Mary Quarterly, 19
(1962).
Sobre Patrick Henry ver Patrick
Henry, Vol. 1, de Robert D. Meade. Aunque antigua, Patrick Henry, de Moses Coit Tyler
contiene largas transcripciones de los famosos discursos de Henry. Sobre ese otro gran líder radical, Richard
Henry Lee, ver Richard Henry Lee,
Statesman of theRevolution, de Oliver P Chitwood.
Como en el caso de Franklin, la
historiografía del líder rebelde conservador George Washington sufre de una
adulación acrítica. Entre éstas, la biografía definitiva es George Washington: A Biography, de Douglas
Southall Freeman. Aunque sea una colección desorganizada de ensayos, George Washington: The Virginia Period,
1732-1775, de Bernhard Knollenberg, contiene valiosas ideas revisionistas.
La literatura sobre Carolina del
Norte es escasa, vieja y poco satisfactoria. Robert D.W Connor, History of North Carolina, Vol. I se ocupa de todo el periodo colonial y
revolucionario. Hugh T. Lefler
y Albert R. Newsome, North Carolina,
es un refrito.
La Carolina del Sur, la historia general venerable es The History of South Carolina Under the Royal Government,
1719-1776, de Edward McCrady. La obra estándar moderna es David D.
Wallace, History of South Carolina, Vol.I.
Richard Maxwell Brown ha escrito una excelente historia de los reguladores de
Carolina del Sur en The South Carolina
Regulators. El avance de la revolución en Carolina del Sur se ve ahora
cubierto en Robert M. Weir, “Most
Important Epocha”: The Coming of the Revolution in South Carolina.
La única historia completa de los
Hijos de la Libertad en ninguna área es Richard Walsh, Charleston's Sons of Liberty: A Study of the Artisans, 1763-1789.
Por desgracia, ningún biógrafo se ha ocupado del gran líder rebelde radical, Christopher
Gadsden. Pero Richard Walsh ha recopilado sus escritos: Christopher Gadsden, Writings, 1746-1805.
Sobre la llegada de la Revolución a
Georgia, ver Kenneth Coleman, The American
Revolution in Georgia, 1763-1789. Sobre el gobierno real de Georgia en este
periodo, The Royal Governors of Georgia,
1754-1775, de William W. Abbot, es particularmente valiosa.
III. 1775 y después
La Guerra de Independencia
Un resumen conciso, juicioso y
general de la historia militar, política, social y económica de la Revolución
Americana está afortunadamente disponible en John R.. Alden, The American Revolution, 1775-1783.
El cambio más importante y
dramático en la interpretación de la historia del Guerra de Independencia de
los Estados Unidos se ha producido muy recientemente: la apreciación de que los
americanos ganaron porque llevaron a cabo una masiva guerra de guerrillas.
Lucharon en una “guerra del pueblo” contra el superior poder de fuego del poder
imperial británico y su estrategia y táctica militares ortodoxas. Al destacarse
la guerra moderna de guerrillas desde finales de la década de 1960, los
historiadores recientes han empezado a aplicar sus lecciones a la Revolución
Americana, no solo a las tácticas de las batallas individuales, sino asimismo a
las ideas estratégicas básicas. Por ejemplo, se dieron cuenta de que la guerra
de guerrillas solo puede tener éxito si la gran mayoría del pueblo respalda las
guerrillas. Esto fue así durante la Revolución Americana. Sin embargo, las
valiosas historias militares de la Revolución pueden agruparse en dos
categorías: las antedatadas y las que han incorporado las ideas modernas sobre
la naturaleza y el potencial de la guerra de guerrillas.
Así, las mejor historia detallada
del conflicto militar, dedicando un análisis muy bueno a cada batalla, es The War of the Revolution, de Christopher
Ward. Willard M. Wallace ha preparado una útil y relativamente breve historia
militar en un volumen: Appeal to Arms: A
Military History of the American Revolution. Más concretamente para la
historia militar estándar del primer año de guerra, ver Allen French, The First Year of the American Revolution.
Y Arthur B. Tourtellot describe la batalla inicial de Lexington y Concord en William Diamond's Drum.
Sin embargo ninguno de estos libros
se escribió tan recientemente como para incorporar las ideas modernas sobre la
importancia de la guerrilla frente a la guerra convencional. Pero sí lo hace
una importante historia militar en un tomo: Don Higginbotham, The War of American Independence: Military
Attitudes, Policies, and Practices, 1763-1789. Dos libros editados por George
Athan Billias son particularmente importantes, tanto para las ideas de la
guerrilla como por los penetrantes estudios “revisionistas” de generales
concretos y sus estrategias y tácticas: George
Washington's Generals y George
Washington's Opponents: British Generals and Admirals in the American
Revolution.
Particularmente importante en el
primer volumen es George A. Billias, “Horatio Gates: Professional Soldier”,
acerca de un general que utilizó estrategia y tácticas guerrilleras contra Burgoyne,
culminando en Saratoga. En el mismo volumen, en “Daniel Morgan: Guerrilla
Fighter” Don Higgenbotham pide perdón por el hecho de que su valiosa biografía
sobre el mejor táctico guerrillero de la guerra se hubiera escrito antes de su
propio interés general en la guerra de guerrillas (Higgenbotham, Daniel Morgan: Revolutionary Rifleman). Ver
particularmente John W. Shy, “Charles Lee: the Soldier as Radical”, en el que
Shy ve favorablemente al extraordinario militar libertario y teórica de la
guerrilla, así como estratega y general de la Revolución Americana. Lee, que
fue expulsado de su puesto como segundo al mando y encausado injustamente en
una corte marcial por George Washington, se ve reevaluado favorablemente en una
biografía de John R. Alden, Charles Lee:
Traitor or Patriot?
El profesor Shy, que de todos los
historiadores es que tiene la mejor comprensión de la importancia de la guerra
de guerrillas en este periodo, interpreta brillantemente las distintas fases de
la estrategia británica durante la guerra (desde la acción policial a la guerra
convencional a los intentos contraguerrilla en la “pacificación” en el sur) en
su “The American Revolution: The Military Conflict Considered as A
Revolutionary War”, en Kurtz y Hutson, Essays
on the American Revolution. John Shy, A
People Numerous and Armed: Reflections on the Military Struggle for American
Independence es una recolección de ensayo de Shy sobre historia militar,
algunos de los cuales contribuyen a una reevaluación positiva de la importancia
de la milicia en la guerra defensiva. R. Arthur Bowler, Logistics and the Failure Of the British Army in America, 1775-1783,
demuestra que la hostilidad de las poblaciones locales contribuyó al fracaso de
los suministros de alimentos. Esta hostilidad se acrecentó con los intentos
británicos de apropiarse de la comida que no podían comprar.
Para la dirección política de la
guerra, ver Gerald S. Brown, American
Secretary: Colonial Policy of Lord George Germain. Un libro importante
sobre la milicia y la guerra de guerrillas frente al desarrollo ortodoxo del
ejército continental en un área local es Adrian C. Leiby, The Revolutionary War in the Hackensack Valley: The Jersey Dutch and
the Neutral Ground, 1775-1783.
Sobre los conflictos de la
guerrilla feroz frente a la contraguerrilla en Carolina del Sur durante la
última fase de la guerra, ver Russell F. Weigley, The Partisan War: The South Carolina Campaign of 1780-1782.
El ensayo de Ira D. Gruber,
“Richard Lord Howe: Admiral as Peacemaker”, en Billias, George Washington's Opponents, indica claramente que una de las
grandes razones del fracaso británico en aplastar el ejército de
Washington en los dos primeros años de
la guerra fue la traicionera oposición (como whigs declarados) de los hermanos
Howe al esfuerzo bélico británico contra los americanos. Sobre la visión
británica de la guerra, ver Piers Mackesy, The
War for America, 1775-1783 y William B. Willcox, Portrait of a General: Sir Henry Clinton in the War of Independence
sobre el mejor general británico, que sufrió una incapacidad de trabajar bien
con sus colegas.
La más reciente historia general de
la Revolución Americana, Page Smith, A
New Age Begins: A People's History of the American Revolution incorpora
muchas ideas detalladas acerca de la guerra de guerrillas de fuentes primarias.
Historia política de la Revolución
Sobre la historia política de la
Revolución, Edmund C. Burnett, The
Continental Congress sigue siendo una historia completa y definitiva de esa
institución política nacional. Merrill Jensen, The Articles of Confederation: An Interpretation of the Social
Constitutional History of the American Revolution, 1774-1781 es un
excelente estudio de las luchas entorno a los artículos y el intento de llevar
el nacionalismo aún más allá. A pesar de su edad, Allan Nevins, The American States During and After the
Revolution, 1775-1789 sigue siendo con mucho la mejor, de hecho la única
satisfactoria, historia política estado por estado del periodo revolucionario.
En un desafortunado intento por reemplazar a Nevins, Jackson Turner Main, The Sovereign States, 1775-1783 es
superficial y abiertamente esquemático, mientras que Political Parties Before the Constitution, de Main es una confusa
red estadística basada en una división falsa y nada ilustrativa entre los supuestos
“localistas” y “cosmopolitas”.
The
Declaration of Independence: A Study in the History of Political Ideas, de
Carl Lotus Becker, es un estudio de la Declaración valioso y bien escrito. Curtis
P. Nettels, George Washington and
American Independence demuestra la temprana devoción de Washington por la
independencia. Tom Paine and
Revolutionary America, de Eric Foner, es un excelente y favorable estudio
de la gran lumbrera de la independencia como radical libertario y del laissez
faire. Ninguna de las biografías a gran escala de Paine le hace justicia. La
mejor es Paine, de David Freeman
Hawke.
Para un valioso estudio beardiano
de las políticas de los estados durante la revolución, ver Elisha P. Douglass, Rebels and Democrats: The Struggle for Equal
Political Rights and Majority Rule During the American Revolution. Una
historia muy bien documentada de la lucha por una constitución en el estado de
Massachusetts durante la guerra se presenta en Robert J. Taylor, ed., Massachusetts, Colony to Commonwealth: Documents
on the Formation of its Constitution, 1775-1789. La visión anterior que
confiscaba las tierras tories en Nueva York no se transfirieron a los
arrendadores de los señores feudales se expone en The Disposition of Loyalist Estates in the Southern District of the
State of New York, de Harry B.
Yoshpe. Staughton Lynd rebate
esta opinión en Anti-Federalism in Dutchess
County, igual que Beatrice G. Reubens,
“Pre-Emptive Rights in the Disposition of a Confiscated Estate: Philipsburgh Manor, New
York”, William
and Mary Quarterly, 22 (1965).
Pennsylvania, el estado más radicalmente
libertario durante la guerra, se examina en Robert L. Brunhouse, The Counter-Revolution in Pennsylvania, 1776-1790. John P.
Selsam se ocupa de su constitución radical concretamente en The Pennsylvania Constitution of 1776.
Una valiosa obra general sobre la política de Pennsylvania occidental en los
periodos revolucionario y posrevolucionario es Russell Ferguson, Early Western Pennsylvania Politics. Maryland se estudia en Philip A. Crowl, Maryland During and After the Revolution.
Los líderes revolucionarios
Además de las biografías de los
líderes revolucionarios mencionadas antes, destaca una de las numerosas
biografías de Jefferson: el magistral estudio de Dumas Malone, Jefferson and His Time, del que aquí hay
que ver el Volumen I: Jefferson the
Virginian. No hay ninguna biografía completamente satisfactoria del gran
George Mason, cuya Declaración de Derechos de Virginia inspiró tanto la
Declaración de Independencia como la Declaración de Derechos. Pero Robert A. Rutland, George Mason: Reluctant Statesman ofrece un relato breve pero útil.
Ver también Robert A. Rutland, ed., George
Mason, Papers, 1725-1792 y Helen Hill Miller, George Mason: Gentleman Revolutionary. El líder readical de
Pennsylvania, el astrónomo David Rittenhouse, es estudiado en David Rittenhouse, de Brooke Hindle. Y
dos importantes rebeldes conservadores de Nueva York aparecen biografiados en John Jay, de Frank Monaghan y en la
excelente Chancellor Robert R. Livingston
of New York, 1746-1831, de George Dangerfield. Para una biografía del
General Nathanael Greene, ver Nathanael
Greene, Strategist of the American Revolution, de Theodore Thayer. Un líder
moderado de Pennsylvania recibe una importante biografía en Kenneth K. Roseman,
Thomas Mifflin and the Politics of the
American Revolution. El gran gobernador en tiempo de guerra de Nueva York
es estudiado en Ernest W. Spaulding, His
Excellency George Clinton (1739-1812): Critic of the Constitution.
Aspectos económicos y sociales
Sobre la historia económica y
financiera de la guerra, E. James Ferguson, The
Power of the Purse: A History of American Public Finance, 1776-1790 es un
soberbio relato de las maquinaciones de Robert Morris y los nacionalistas
durante y después de la guerra, incluyendo la expropiación de fondos públicos
para fines privados por parte de Morris y sus socios y la búsqueda de un
gobierno centralizado fuerte para consolidar y extender estos privilegios y
otros similares. Esto debería complementarse con el estudio de Ferguson del
primer impulso nacionalista, que, aunque fallido, prefiguró el posterior
impulso a la Constitución: E. James Ferguson, “The Nationalists of 1781-1783
and the Economic Interpretation of the Constitution”; Journal of American History, 56 (1969). Para una útil biografía de Morris, ver Robert Morris; Revolutionary Financier: With
an Analysis of His Earlier Career, de Clarence L. Ver Steeg. No hay
un studio general de la inflación durante la Guerra, pero Anne Bezanson,
“Inflation and Controls, Pennsylvania, 1774–-1779”, Journal of Economic History Supplement, 8 (1948) es un cuidadoso estudio
estadístico.
Los grupos especiales en relación
con la Revolución Americana se tratan en Charles H. Metzger, Catholics and the American Revolution: A
Study in Religious Climate y en la excelente obra de Benjamin Quarles, The Negro in the American Revolution. El
plan bastante quijotesco de Jesse Lemisch de escribir la historia “de abajo
arriba” funciona en un caso particular en el que los datos están afortunadamente
disponibles. Ver su artículo
“Jack Tar in the Streets: Merchant Seamen in the Politics of Revolutionary
America”, William and Mary Quarterly,
25 (1968). Los investigadores han mostrado un mayor interés en años
recientes por el destino de los tories durante la Revolución. Entre las mejores obras están William H.
Nelson, The American Tory y Paul H.
Smith, Loyalists and Redcoats: A Study in
British Revolutionary Policy. Ver también Mary Beth Norton, The British-Americans: The Loyalist Exiles
in England
1774-1789, Carol Berkin, Jonathan
Sewall: Odyssey of An American Loyalist y Robert M. Calhoun, The Loyalists in Revolutionary America,
1760-1781.
Política exterior
La obra clásica sobre la política
exterior de los revolucionarios americanos es The Diplomacy of the American Revolution, de Samuel Flagg Bemis.
Una obra más revisionista, que trata de los orígenes del imperio americano y se
centra en las políticas internas y externas de los estados europeos en lugar de
estrictamente en la historia diplomática es Empire
and Independence; The International History of the American Revolution, de Richard
W. Van Alstyne. La obre que detalla las negociaciones de la Paz de París es The Peacemakers: The Great Powers and
American Independence, de Richard B. Morris, pero Cecil B. Currey, Code Number 72/ Ben Franklin: Patriot or
Spy? ofrece una corrección fascinante. Currey no solo demuestra la participación de Franklin en los desfalcos
de Robert Morris mientras fue embajador en París: también ofrece evidencias
recién descubiertas del probable papel de Franklin como agente doble a favor de
Gran Bretaña. Currey describe el cambio de Franklin a un papel pro-francés
durante las negociaciones de paz, así como la justificada desconfianza en él,
por parte de Arthur Lee, John Adams y John Jay.
Significado y consecuencias de la Revolución
No hay aquí espacio para ocuparse
de las numerosas obras sobre la naturaleza y consecuencias de la Revolución
Americana o del importante asunto de la relación entre Revolución y
Constitución. Mencionaremos aquí el cuidadoso e importante estudio de Gordon S.
Wood de la forma en que se conservó la ideología libertaria durante y
especialmente después de la Revolución: The
Creation of the American Republic, 1776-1787. Richard B. Morris tiene muchas
ideas juiciosas en su The American
Revolution Reconsidered. Trata a la Revolución Americana más completamente
como la primera guerra de liberación e independencia nacional del colonialismo
europeo.en su The Emerging Nations and
the American Revolution. Ver
también Richard L. Park y Richard D. Lambert, eds., The American Revolution Abroad.
Tal vez la controversia más
importante era sobre los radical y revolucionaria que era la naturaleza y
consecuencias de la Revolución Americana. Hemos visto el desafío de Robert R.
Palmer a la visión del consenso n su monumental The Age of the Democratic Revolution. J. Franklin Jameson escribió
la visión clásica beardiana del radicalismo social de la Revolución Americana
en The American Revolution Considered as
a Social Movement. Esta tesis fue atacada y aparentemente rebatida durante
el periodo del consenso, particularmente por Frederick B. Tolles, “The American
Revolution Considered as a Social Movement: A Reevaluation”, American Historical Review, 55 (1954-1955)
y por Clarence Ver Steeg, “The American Revolution Considered as an Economic
Movement”, Huntington Library Quarterly,
20 (1957).
Pero Robert A. Nisbet, en un
brillante artículo, ha rehabilitado ahora la tesis de la Revolución Americana
como algo que tuvo consecuencias radicales, no una dirección beardiana, sino
libertaria. En su The Social Impact of
the Revolution, Nisbet demuestra que la Revolución tuvo un impacto
libertario radical en la sociedad americana: en abolir la propiedad feudal de
la tierra, en establecer la libertad religiosa y en empezar el proceso de
abolición de la esclavitud. Así, a la idea de Bailyn de lo roígenes libertarias
de la Revolución, Nisbet añade su conclusión sobre sus consecuencias
libertarias.
Murray N. Rothbard (1926-1995) fue decano de la Escuela
Austriaca. Fue economista, historiador de la economía y filósofo político
libertario.