Por Doug French. (Publicado el 26
de enero de 2012)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5884.
En 1997, Gregory Bresiger escribió
un artículo para Free Market,
despedazando la idea de la “inversión socialmente responsable” (ISR). Los
directores que se centren en los asuntos sociales en lugar de en los beneficios
darán un mal rendimiento al desviar los recursos a usos no productivos. Bresiger
pretendía cerrar la discusión con esta proposición aparentemente absurda:
Pero los fondos IRS sí apuntan a
resolver una multitud de debates políticos en este país. Siempre que un
político sugiera un nuevo impuesto, mandato o regulación empresarial,
probémoslo antes en una de estas empresas “socialmente responsables”, de una
forma puramente voluntaria. Dejemos que ella
pague impuestos, primas de seguro y salarios más altos, mientras adoptan cuotas
y normas sindicales cada vez más rígidas. Luego podemos ver lo que ocurre a los
precios de sus acciones respecto de las demás. ¿Alguien acepta?
Más de una década después, alguien
aceptó. El Wall Street Journal informa de que en siete
estados las empresas pueden registrarse como corporaciones benéficas,
permitiendo que establezcan objetivos sociales y medioambientales sin
preocuparse por que los acciones les denuncien por lo maximizar el valor para
el accionista.
Estas corporaciones no están libres
de impuestos ni son sin ánimo de lucro. Las empresas que decidan ser corporaciones
benéficas pagan al Tío Sam como
cualquier otra empresa con ánimo de lucro, pero tienen la prerrogativa de dejar
los beneficios en un segundo plano.
Casey Sheahan, director ejecutivo
de la empresa de material de montaña Patagonia Inc., cambió inmediatamente el
estatuto de su empresa, creyendo que el valor para el accionista de su compañía
debía quedar por debajo del bien común.
Jeff Furman, directivo en Ben &
Jerry's desde la década de 1980 y actual presidente, dijo al WSJ que si el fabricante de helados
socialmente consciente hubiera sido una corporación benéfica en 2000, nunca se
habrían vendido a Unilever PLC.
Ben Cohen y Jerry Greenfield son el
tipo de leyenda que transformaron una inversión inicial de 12.000$ en una
tienda de helados, ubicada en una gasolinera renovada, en un emporio del helado
que ambos vendieron 22 años después por más de 300 millones de dólares.
Además del precio en metálico, Cohen
y Greenfield negociaron
que el conglomerado holandés aportara el 7,5% de los beneficios de Ben &
Jerry's a una fundación, aceptara no reducir empleos o alterar la forma en que
se hace el helado y también contribuir con 5 millones de dólares a la fundación
de Ben & Jerry's, además de crear un fondo de 5 millones de dólares para
ayudar a empresas propiedad de minorías y otras en barrios pobres y distribuir
5 millones de dólares entre los empleados seis meses después de la fusión.
Indudablemente Unilever habría
pagado un precio en efectivo incluso mayor sin todas las estipulaciones de
responsabilidad social, que Unilever debe haber calculado en su oferta. Tal y
como lo pintan, según los comentarios de Furman, los tipos de Ben & Jerry's
aún sienten remordimientos por haber vendido.
La ley exige que las corporaciones
benéficas expliquen los objetivos sociales y medioambientales cada año en un
“informe benéfico” y luego midan el progreso hacia esos objetivos. Por
supuesto, será imposible evaluar el progreso hacia objetivos que son imposibles
de cuantificar, lo que proporciona una excelente cobertura para una mala
gestión. Los accionistas no tendrán ninguna base real para juzgar a la
dirección, que al elegir este tipo de empresa está diciendo “no nos preocupan
los beneficios financieros: queremos hacer del mundo un lugar mejor”.
Sin embargo, aunque el propietario
de un negocio pueda hacer grandes pronunciamientos de que el medio ambiente o
algún tema social sean más importantes que los beneficios, lo que realmente
están diciendo es que la empresa cree que estos asuntos son más importantes que
los clientes.
Son los consumidores los que están
al mando del sistema de pérdidas y ganancias. Los productores que no sirvan
mejor al público sufren pérdidas y son reemplazados por quienes sí lo hacen.
Ludwig von Mises explicaba que son las demandas urgentes de los consumidores
las que dictan el ajuste de las actividades de producción. Estos ajustes
continúan incansablemente, dirigidos, no por la ideología del empresario o las
opiniones de la dirección, sino por el cliente. Como explica Mises en Profit and Loss:
Las pérdidas y ganancias son
características siempre presentes simplemente por el hecho de que el incesante
cambio en los datos económicos genera nuevas discrepancias una y otra vez y
consiguientemente se origina la necesidad de nuevos ajustes.
La idea en la base de las corporaciones
benéficas es que el beneficio debería abolirse. Pero las consecuencias de esto
serían desastrosas. Mises apunta que si los beneficios se dieran a los clientes
(o, en otras palabras, si los precios no excedieran a los costes), este decreto
de precios máximos paralizaría los mercados y requeriría que los bienes se racionaran.
Para que los empleados de la
empresa reciban beneficios, no podría acumularse ningún capital para hacer
crecer el negocio o innovar en las funciones de producción. Y en definitiva si
el estado gravara con el 100% de los beneficios, los clientes ya no serían
supremos y los productores “serían solo la gente que tiene el poder de ocuparse
de la producción como les plazca”.
Murray Rothbard explicaba en El
hombre, la economía y el estado que el objetivo de cualquier acción es
obtener ganancias que excedan los costes derivados de esa acción, pero que las
pérdidas y ganancias son en este sentido “fenómenos psíquicos y como tal no
abiertos a medición y un modo de expresión que pudiera aportar a otra gente
información precisa respecto de su intensidad”.
Por ejemplo, los directores
comprometidos ecológicamente pueden tratar de explicar a los accionistas que
utilizar materiales o procesos más caros para crear bienes es beneficioso para
la tierra y por tanto merece la pena utilizarlos en lugar de otros menos
ecológicos pero más baratos y obtener un beneficio menor, pero el beneficio
neto es imposible de medir. El director y el consejo están simplemente pidiendo
a los accionistas subvencionar su visión del mundo.
Rothbard explica que las pérdidas y
ganancias financieras se expresan en una cantidad concreta de dinero que
determina qué negocios concretos ganan o pierden.
Sin embargo, esto no es una
declaración acerca de un fenómeno social, acerca de la contribución individual
al esfuerzo social tal y como es reconocido por los demás miembros de la
sociedad. No nos dice nada acerca del aumento o disminución en la satisfacción
o felicidad del individuo. Simplemente refleja la evaluación de sus
conciudadanos de su contribución a la cooperación social.
Mike Brady, presidente de Greyston
Bakery, proveedora de galletas de Yonkers, Nueva York, a Ben & Jerry's,
afirma que las corporaciones benéficas “añaden otro nivel de responsabilidad y
transparencia”. Pero es difícil entender cómo lo logra dirigir recursos a fines
no rentables a costa de los clientes.
La tahona de Mr. Brady tiene 50
empleados a tiempo completo y los contrata en su desfavorecido barrio. Está
bien si estos son los mejores empleados que puede encontrar por el salario que
les está pagando, pero si no es así, está desperdiciando capital que podría
utilizar para mejorar la producción que podría rebajar los costes, beneficiando
a sus clientes con precios más bajos.
Una sociedad libre no puede
sobrevivir sin acción empresarial ni sin pérdidas y ganancias empresariales.
Los empresarios que opten por las corporaciones benéficas pueden tener buenas
intenciones, pero deberían prestar atención a las palabras de Mises:
La eliminación del beneficio, sea
cual sea el método al que se recurra para su ejecución, debe transformar la
sociedad en una confusión sin sentido. Crearía pobreza para todos.
Douglas French es presidente del Instituto Mises y autor de Early
Speculative Bubbles & Increases in the Money Supply y Walk
Away: The Rise and Fall of the Home-Ownership Myth. Es
doctor en economía de la Universidad de Nevada-Las Vegas, dirigido por Murray
Rothbard, con el Profesor Hans-Hermann Hoppe en su tribunal de tesis. French
enseña en la Academia Mises.