Por Ron Paul. (Publicado el 3 de febrero
de 2012)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5853.
[Discurso
ante la Cámara de Representantes, 25 de marzo de 1999]
Señor presidente, hoy acudo con
gratitud a Edmund Burke y cito palabras que éste dijo por primera vez hace 224
años esta misma semana. Actualmente es verdad que restaurar la libertad y la
dignidad a una nación tan grande y trastornada como la nuestra es una tarea
verdaderamente importante. Pues, a juzgar por lo que somos y lo que tendríamos
que ser, me he convencido de que este organismo podría aceptar esta razonable
propuesta.
La propuesta es la paz. No la paz a
través de la guerra, no la paz buscada a través del laberinto de intrincadas e
inacabables negociaciones, no la paz que nace de una discordia universal,
fomentada por principio en todos los lugares de la tierra, no una paz que
dependa de la determinación jurídica de cuestiones que causan perplejidad o la
marca precisa de las difusas fronteras de naciones distantes. Es sencillamente
la paz, dejada a su curso natural y en su manifestación ordinaria.
Dejemos que otras naciones
mantengan siempre la idea de su autogobierno soberano asociado con nuestra
república y serán nuestras amigas y ninguna fuerza bajo el cielo tendrá el
poder de eliminar nuestra lealtad. Pero hagamos que se entienda de una vez que
nuestro gobierno podría ser una cosa y su soberanía otra; que estas dos cosas
existen sin una mutua consideración de la una por la otra y la afinidad
desaparecerá, la amistad se debilitará y la alianza se dirigirá al decaimiento
y la disolución. Mientras tengamos la sabiduría de mantener este país como el
santuario de la libertad, el sagrado templo de la consagrado a nuestra fe
común, dondequiera que la humanidad adore la libertad tendrá que mirar hacia
nosotros. Cuanto más se multipliquen, más amigos tendremos, cuanto más
ardientemente amen la libertad, más perfectas serán nuestras relaciones. La
esclavitud puede encontrarse en todas partes, tan cerca como Cuba y tal lejos
como China. Pero hasta que no perdamos todo sentimiento de nuestro interés
nacional y legado natural, no podrán encontrar la libertad y el autogobierno
sino en los fundamentos de Estados Unidos. Son productos preciosos y solo
nuestra nación se fundó sobre ellos. Ésta es la verdadera moneda que nos une al
comercio de las naciones y mediante ella garantiza la riqueza del mundo. Pero
si negamos a otros su soberanía nacional y autogobierno y acabamos con ese
único vínculo que creó originalmente, y debe aún preservar, la amistad entre las
naciones. No seamos tan débiles de imaginación
como para creer que las organizaciones y el Consejo de Seguridad de la
ONU, el GATT y las leyes internacionales, la Organización Mundial del Comercio
y la Asamblea General son las que promueven el comercio y la amistad. No
soñemos que la OTAN y las fuerzas de pacificación son las que pueden mantener
las naciones juntas. Es el espíritu de comunidad el que da a las naciones sus
vidas y eficacia. Y es el espíritu de la Constitución de nuestros Fundadores el
que puede dar vigor a cualquier nación de mundo, incluso hasta en los más mínimos
detalles.
¿Pues no es la misma virtud que lo haría
por nosotros aquí en Estados Unidos? ¿Se imaginan por tanto que es el impuesto de la renta el que
paga nuestros ingresos? ¿Que es la votación anual del Comité de Medios el que
nos proporciona un ejército? ¿O que es el tribunal militar el que inspira la
bravura y la disciplina? ¡No! ¡Indudablemente, no! Es la actividad privada de
los ciudadanos la que produce los ingresos del gobierno y es la defensa de
nuestro país lo que anima a la gente joven no solo a entrar en nuestro ejército
y nuestra armada, sino que asimismo les ha infundido un patriotismo, sin el que
nuestro ejército se convertiría en escombros y nuestra armada en solo madera
podrida.
Sé bien que todo esto sonará salvaje
y quimérico para el rebaño profano de esos políticos vulgares y mecánicos que
no tienen lugar entre nosotros: un tipo de gente que piensa que no existe nada
sino lo que es burdo y material y que, por tanto, lejos de estar cualificada
para ser directora del gran movimiento de esta nación, está dispuesta a tomar
el timón de la maquinaria de nuestro gobierno. Pero para hombres verdaderamente
iniciados y correctamente enseñados, estos principios maestros de gobierno, que
en opinión de estos hombres como he dicho no tienen existencia sustancial, son
en realidad todo. La magnanimidad en política es a menudo la sabiduría más real
y una nación grande y unas mentes pequeñas van mal juntas.
Si somos conscientes de nuestra
situación y trabajamos celosamente por ocupar nuestro sitio, como ha sido
siempre la historia de esta gran institución, tendríamos que auspiciar todas
nuestra medidas públicas sobre Kosovo con la vieja advertencia de la Iglesia: Sursum Corda! Tendríamos que elevar
nuestros corazones a la grandeza de esa confianza que nos ha otorgado el orden
de la Providencia. Apelando a la dignidad de este alto llamado, nuestros antepasados
transformaron un territorio salvaje en una nación gloriosa y han realizado las
conquistas más extensas y las únicas honorables, no bombardeando y haciendo la
guerra, sino promoviendo la riqueza, la libertad y la paz de la humanidad.
Ganémonos nuestros aliados mientras obtenemos nuestra propia libertad. El
respeto al autogobierno ha hecho que nuestra nación sea lo que es. Solo la paz
y la neutralidad harán nuestra la república que aún puede ser.
Ron Paul es miembro republicano del
Congreso por Texas y es candidato a la presidencia de EEUU en 2012.
Este discurso ante la Cámara de
Representantes, del 25 de marzo de 1999, está recogido en A
Foreign Policy of Freedom (2007).