El problema real de Weiner

Por Gregory Bresiger. (Publicado el 23 de junio de 2011)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5400.

 

La ridícula tragedia de Anthony Weiner es más que un escándalo sexual o la historia de un político arrogante que fue finalmente descubierto.

Weiner es parte de un sistema viciado que lleva a la reelección frecuente de políticos de carrera que creen que el gobierno resolverá todos los problemas. Es asimismo un político ambicioso sin ninguna experiencia en el sector privado. Igual que su mentor, el senador Chuck Schumer, salió de la universidad y fue directamente a la nómina del gobierno como asesor. Nunca supo nada más que codiciar poder y más poder. Se ha citado a Weiner diciendo que no podía “imaginar no ser un congresista”.

¿Pero en qué se diferencia de la clase política de hombres y mujeres, republicanos y demócratas, que hoy nos gobiernan? No es muy diferente. Son gente que cree en la campaña perpetua y, en consecuencia, e un gobierno perpetuamente mayor. Ha crecido hasta ser un Leviatán, un Leviatán que se permite y expande por gente como Weiner.

He tenido dos enfrentamientos con Weiner a lo largo de mi vida. Fueron sobre políticas de bienestar y guerra, las piedras angulares del gran gobierno. Y puedo decir que Weiner es la regla, y no la excepción, de la política estadounidense. Lo digo como uno de los pocos electores en su distrito que de verdad votaron contra él todas las veces.

Me enfrenté una vez a él en una oficina municipal aquí, en Kew Gardens, para horror de su multitud de fans. Mucha de esta gente cree aparentemente que servimos a nuestros políticos y no a la inversa.

Le consideraban como casi una estrella del rock. Antes de la reunión, había mujeres de mediana edad esperando su llegada como si fuera a estar Elvis en el edificio. Dejó encantados a sus fans cuando dijo: “Quiero ser políticamente correcto”. (Pidió perdón cuando llamó sin darse cuenta a una mujer “controladora de aparcamientos”). La masa pensaba que debería representar eternamente a este distrito. Y pensaban que tal vez debería presentarse a alcalde, por supuesto manteniendo su escaño en el Congreso en caso de que perdiera esas elecciones. Dios no permita que un político renuncie a un cargo mientras busca uno superior.

En la reunión, Weiner, tratando de conseguir apoyo para programas de Seguridad Social, anunció que los impuestos a las nóminas eran “solo” un 7,65%. Como persona que cree que los programas de seguro social son erróneos y deberían ser voluntarios (y que estos regresivos impuestos a las nóminas dañan a los trabajadores de rentas bajas y medias) protesté de inmediato.

“Diga la verdad”, dije. “El empresario también paga un 7,65%. Así que, de hecho, estos impuestos son el doble de lo que usted está diciendo”.

Wiener se quedó asombrado. Creo que sabía que yo tenía razón. Era arrogante, pero no tonto. Había poco que pudiera decir en respuesta, porque resultaba que yo tenía razón: podía probar que era poco honrado o poco informado (creo que lo primero).

Pero los partidarios de Weiner a mi alrededor estaban enfadados porque hubiera dicho eso. De hecho, cuando abandoné la reunión, un portero me dijo al salir que “mis comentarios y preguntas eran maleducados”.

Era gente que pensaba que estaba fuera de lugar cualquier pregunta seria acerca de las políticas de gasto de gran gobierno de Weiner. El distrito de Weiner, en Brooklyn y Queens, estaba abarrotado de esta gente crédula. Aún creen en él.

Incluso en el lacrimógeno final de esta última historia, una encuesta de los maristas revelaba que la mayoría de los encuestados querían que Weiner permaneciera en el cargo.

(Esto me recuerda a algunos vecinos míos que votaron la reelección de Alan Hevesi como Interventor del Estado de Nueva York a pesar de que estaba claramente bajo una nube de problemas éticos y legales en su última elección. “Es tan buen demócrata”, me dijo un amigo después de que Hevesi consiguiera otra gran mayoría. Havesi está hoy en prisión después de su segunda condena. Creo que hay mucha gente que aún votaría por él. ¡Y yo no apostaría a que Weiner no volviera algún día!)

Los verdaderos creyentes, los que creen en su partido por encima de todo, los que votarían a Idi Amin siempre que fuera “uno de ellos” (un fiel miembro del partido que ganó las primarias), continuarían con este tipo de esclavitud mental autoimpuesta de la que parece imposible escapar. Este problema se agrava por el ejercicio del poder.

De hecho, en la mayoría de las siete elecciones de Weiner en este distrito, los republicanos raramente resultaron un adversario serio. Weiner podía ser arrogante porque, junto con muchos otros, nunca afrontó un adversario serio. Esto es cierto en cientos de distritos en toda nuestra nación, una nación en la que muchos estadounidenses insisten que es un ejemplo democrático para el resto del mundo.

Por eso es erróneo que nuestro gobierno imponga su versión de la democracia al resto del mundo, matando a miles de personas en el proceso. Éste es un sistema imperial en el que Anthony Weiner, demasiado ocupado en presentarse a la reelección y aparecer en programas de la televisión por cable, nunca pensó seriamente.

Este fue el tema que expuse en mi segunda confrontación con Weiner, que resultó ser hace alrededor de un año en una mañana de sábado en Ascan Avenue en Forest Hills.

“¿Qué estamos haciendo en Afganistán?”, le pregunté- “¿Por qué estamos enviando más tropas y haciendo más bombardeos? ¿No es incorrecto todo el concepto de construcción nacional? ¿No nos recuerda la historia de la región que tratar de construir una nación con valores occidentales s un ejercicio inútil?”

Finalmente, pregunté por qué no criticaba a su presidente por enviar más tropas a Afganistán. Pregunté: “Si el republicano McCain hubiera sido elegido presidente, ¿no sería diferente su posición?”

Al representante Weiner no le gustó cuando cité la historia. Me dijo que yo estaba siendo “didáctico”. Dijo que “tenemos que mantener una presencia en Afganistán”. Dijo que no podíamos, como yo sugería, utilizar solo fuerzas especiales para atrapar a terroristas y dejar de lado esta idea de reconstruir países.

De nuevo presioné acerca de por qué no era crítico con la administración Obama, apuntando que fue un demócrata, Allard Lowenstein, uno de los pioneros en criticar la Guerra de Vietnam bajo una administración demócrata. De nuevo me dijo que “me interesaba demasiado la historia”.

Por supuesto, a estos políticos de carrera no les interesa la historia. Son incapaces de estudiar algo y dedicar años de estudiarlo como hacía el Senador J. William Fulbright. También escribió buenos libros sobre política exterior y se convirtió en uno de los grandes críticos de nuestra desastrosa guerra en Vietnam.

Pero Weiner no nos dejará libros serios. Su herencia serán apariciones en la televisión por cable, chats en Internet y votar por cualquier aumento imaginable del gasto.

No, los Weiner, los políticos de carrera, no tienen fundamento. Vienen y van. Pero se quedan por ahí durante mucho tiempo antes de abandonarnos felizmente. Y les puedes encontrar en Twitter, porque creen que eso podría ayudarles a mantener más poder o ganarlo. Son gente, nos advirtió Mecken, que están en ello por el trabajo. Así que les interesan las siguientes elecciones y las elecciones que les siguen y así sucesivamente.

Hay republicanos y demócratas que ya están planeando cómo obtener tu voto en 2012. Las elecciones tratarán básicamente sobre sus necesidades, no sobre lo que debería ser.

Deberían tratar acerca del escandaloso nivel de los impuestos que tú y tus hijos y nietos pagaréis por un estado de guerra y bienestar que tropiezan con ocupaciones eternas en el extranjero. Deberían tratar acerca de por qué estamos perdiendo más y más de nuestras libertades, lo que me recuerda a Tocqueville (“Creo que habría amado al libertad en cualquier tiempo, pero me siento inclinado a adorarla en el tiempo que vivimos realmente”.

Y a juzgar por el éxito de Weiner, la inmensa mayoría de los políticos de carrera (con sus ideas de grandes gastos) probablemente se vean reelegidos por los estadounidenses típicos. Muchas de las personas en mi distrito aún piensan que Weiner debería ser nuestro congresista. Como hizo Shakespeare decir a Casio en Julio César:

La culpa, querido Bruto, no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos, que consentimos en ser inferiores.

La gente puede luchar contra una tiranía impuesta por una fuerza exterior. La gente no puede luchar contra una tiranía que nos hemos impuesto nosotros mismos.

 

 

Gregory Bresiger es editor económico y vive en Kew Gardens, Queens.

Published Mon, Feb 6 2012 6:57 PM by euribe