Por Doug French. (Publicado el 7 de
febrero de 2012)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5910.
Floyd Norris escribe
para el New York Times que estamos
otra vez en 1980.
La discusión del oro ha pasado de
inexistente hace una década a la pregunta de si su precio no estará en el
territorio de las burbujas y ahora a una cuestión política en las primarias
republicanas. Ron Paul ha estado haciendo campaña por un retorno al patrón oro
durante décadas y el pueblo por fin le atiende.
El tema resuena entre los jóvenes
que se preocupan acerca del oscuro futuro con un desplome del dólar y una
pobreza en toda la nación. El tema del oro es lo suficientemente candente como
para que Newt Gingrich haya prometido nombrar una comisión del oro, con el
coautor de The Case for Gold,
Lewis Lehrman, y Jim Grant como copresidentes.
Cuando Ronald Reagan realizó la
charada de la comisión del oro en 1981 para satisfacer una promesa de campaña
de estudiar la cuestión de la patrón oro, Lehrman fue uno de los dos votos en
desacuerdo en la comisión que votó a favor de mantener la situación del dinero
fiduciario. El otro “no” provino del propio Ron Paul. Como explicó Murray
Rothbard:
El patrón oro era el compromiso
electoral más fácil de incumplir. El presidente Reagan nombro una comisión del
oro supuestamente imparcial para estudiar el problema (una comisión
abrumadoramente compuesta por opositores de toda la vida al oro). La comisión
presentó su predecible informe y el oro se enterró rápidamente.
De forma parecida, Norris y el NYT intentan averiguar la validez de un
patrón oro citando una encuesta
de la Universidad de Chicago que preguntaba a 37 economistas si estaban de
acuerdo con que “la estabilidad de los precios y las cifras de desempleo serían
mejores para el estadounidense medio” si el valor del dólar estuviera ligado al
oro.
Norris apunta que entre los 37
había asesores tanto de presidentes demócratas como republicanos. Como si esto
garantizara algún tipo de imparcialidad. Como al Capitán Renault en Casablanca,
estaréis sorprendidos (¡sorprendidos!) al saber que todos estos 37 estimados
economistas encuestados creen que un patrón oro es una idea terrible.
La primera afirmación a la que
respondieron los 37 economistas era
Si EEUU reemplazara su régimen de
política monetaria discrecional con un patrón oro, definiendo un “dólar” como
una cantidad concreta de onzas de oro, la estabilidad de los precios y las
cifras de desempleo serían mejores para el estadounidense medio.
Los
que estaban en desacuerdo eran el 43% y los que estaban muy en
desacuerdo eran el otro 57%.
Junto con sus respuestas, los
encuestados también puntuaban de uno a diez su confianza en su opinión. La
mayoría estaban muy seguros de sus posturas. La Ivy League está bien
representada con casi la mitad de los encuestados procedentes de Yale, Harvard
o Princeton. Berkeley y Stanford sumaban diez de los encuestados y la
supuestamente librecambista Chicago tenía cinco, igual que el MIT.
Anil K. Kashyap es profesor de
economía y finanzas en Chicago y utilizó la encuesta para hacer este comentario
insidioso: “Un régimen de patrón oro sería un desastre para cualquier gran
economía avanzada. El amor por el patrón oro implica ignorancia
macroeconómica”.
Según su página web,
el Proesor Kashyap actualmente imparte dos asignaturas optativas de MBA avanzados: “Analizando las crisis
financieras” y “Comprendiendo a los bancos centrales”. Pero Kashyap está muy
ocupado fuera de la universidad. Es consultor del Banco de la Reserva Federal
de Chicago y miembro del Consejo Consultivo Económico del Banco de la Reserva
Federal de Nueva York. Trabaja para el gobierno de Japón y, bueno, ya se hacen
a la idea.
El antiguo asesor económico de
Obama, Austan
Goolsbee, también profesor en Chicago, parece directamente molesto por las
preguntas del oro, diciendo: “Buf. ¿Hemos llegado a esto?”
Uno se pregunta como Bengt Holmstöm, del MIT, llega
a este juicio: “Todas las ideas de las crisis pasadas y presentes van contra un
patrón oro”.
Por el contrario, la historia
demuestra que con un patrón oro hay menos crisis y que cuando las hay son de
corta duración, como en el caso de los pánicos de 1819, 1873 y 1920. Desde que
Nixon hizo desparecer los últimos restos del patrón oro en 1971, las economías
mundiales han sido una serie de auges, declives, inflaciones, inestabilidades
económicas, sin crecimiento económico real.
“Esta propuesta no tiene sentido en
el mundo moderno”, dice William
Nordhaus de Yale. “Solo miren a la Eurozona para ver las consecuencias”.
Indudablemente el buen profesor no piensa que Europa siga actualmente el patrón
oro. Pero suponiendo que iguale el euro fiduciario con un euro respaldado por
el oro, el Profesor Nordhaus debería leer La
tragedia del euro, de Philipp Bagus. Bagus apunta que los estados
miembros de la Unión Europea mantenían déficits esperando que los financiara el
BCE. Así que Europa tiene una tragedia de los comunes funcionando en su
política monetaria, lo que establece incentivos muy peligrosos para los estados
miembros, haciendo insostenible el sistema.
Los gobiernos no pueden imprimir la
prosperidad y el debe ahorrase capital, no puede crearse del éter.
Una serie de profesores encuestados
hacían comentarios respecto a que el precio del oro es demasiado volátil o
inestable como para respaldar el dólar. Evidentemente no se les ocurre que es
el precio del oro el que es volátil, sino el valor del dólar. El valor del
dólar es volátil a la baja por la sencilla razón de que la Fed puede crear
dólares de la nada, como demuestra que la oferta de dinero M2 aumentó de
683.700 millones de dólares en agosto de 1971 a los actuales 9.712.800 millones.
Crear papel y cifras es barato y no
requiere esfuerzo. Encontrar oro es todo lo contrario. Es caro y el metal
amarillo es difícil de encontrar. El Grant's
Interest Rate Observer apunta que, según la US Geological Survey, la oferta
de oro ha aumentado a un ritmpo de solo el 1,7% al año desde 1900 a 2009.
Es verdad que no ha sido un
crecimiento constante del 1,7%. La producción tuvo una expansión en la década
de 1930, por ejemplo, pero desde la del 2000, el crecimiento ha bajado hasta un
1,1%. Sin embargo, como apunta Grant:
Aún así, a largo plazo, los
co-comisionados [Grant y Lehrman] estaban de acuerdo en que los Newmont y
Barrick del mundo eran fuentes más fiables en asuntos monetarios que las
Reservas Federales del mundo.
En economista conductivista Richard
Thaler pregunta: “¿Por qué ligarlo al oro? ¿Por qué no al Burdeos de 1982?”
Suponiendo que el Profesor Thaler hablara en serio, el vino no sería un dinero
demasiado bueno, aunque podría funcionar mejor que nuestro actual sistema de
papel. Después de todo, varias cosas se han usado como dinero a lo largo de la
historia: sal, azúcar, ganado, azadas de hierro, té, conchas e incluso
cigarrillos en los campos de prisioneros.
Al final, el producto que
seleccione el mercado para ser dinero tendrá estas características: aceptado
generalizadamente en el mercado, divisible, con alto valor por unidad de peso,
con valor relativamente estable, duradero, reconocible y homogéneo.
El Burdeos de 1982 de Thaler falla
en la mayoría de este test. Aunque es divisible, el vino no es duradero,
indudablemente no es homogéneo y transportar Burdeos en botellas o barriles no
sería cómodo en este (como les gusta decir a los profesores) mundo moderno.
Es difícil defender que el Burdeos
de 1982 sea aceptado generalizadamente en el mercado, pero tener una botella
para intercambiar podría servirte en ciertas situaciones. El valor variaría
mucho debido al tiempo y las cosechas en el lado de la oferta y las
preferencias de los consumidores en el lado de la demanda. Esto nos lleva al
problema de que, en algunas partes del mundo y para alguna gente, el vino (ya
sea Burdeos de 1982 o tintorro) no se reconoce que tenga ningún valor en
absoluto.
Por el contrario, el metal amarillo
pasa el test con facilidad.
La segunda afirmación presentada a
los encuestados fue: “Hay muchos factores aparte del riesgo de inflación de
EEUU que influyen en el actual precio del oro”.
A esta pregunta, el 73% estuvo muy
de acuerdo y el 27% simplemente de acuerdo.
Daron Acemoglu, del MIT,
estaba muy de acuerdo con esta afirmación y comentaba: “El oro está
intrínsecamente cerca de ser inútil, así que su precio se determina como una
‘burbuja’”. El oro se ha usado durante miles de años como un medio de
intercambio y almacén de valor. Es sorprendente saber que un profesor del MIT
cree que el oro es inútil. De hecho son el dólar y la deuda del Tesoro de EEUU
los que son las mayores burbujas que haya visto el mundo.
El profesor Nordhaus también estaba
muy de acuerdo y escribía: “No hay conexión discernible entre el precio del oro
y los movimiento del IPC desde la desmonetización del oro en 1971”.
¿De verdad? Este
gráfico que muestra el precio del oro y el IPC muestra una fuerte conexión.
La conexión reflejada por el
gráfico sería aún mayor si se usaran los datos de IPC de
John Williams en lugar de las cifras hedónicamente ajustadas del BLS.
La política de cañones y
mantequilla de Lyndon B. Johnson de la década de 1960 combinada con el
conservadurismo del gran gobierno de Nixon, ambos facilitados por una Fed
complaciente, llevaron a Nixon a desligar al dólar de su última y débil
relación con el oro. La estanflación resultante de la década de 1970 trajo la
reclamación de volver el dólar al oro.
La política de drones y caviar de
Bush y Obama hace que LBJ y Nixon parezcan duros conservadores fiscales. La
impresión de dinero ha sido interminable y el precio del metal amarillo
sencillamente refleja esta curiosa vieja definición de “inflación”.
Hacer la pregunta de si 2012 es de
nuevo 1980 responde a la pregunta de si es imperativo volver al oro. La
pesadilla de los resultados económicos causados por seguir, como dice Jim
Grant, un “patrón doctorado” reclama un cambio y cada vez más gente se da
cuenta de ello cada día.
El papel moneda, cuyo uso es
ordenado por el estado, es el dinero de los doctores, mientras que el oro, cuyo
valor deriva del comercio, es el dinero del pueblo.
El pueblo quiere que le devuelvan
su dinero desde la torre de marfil, antes de que sea demasiado tarde.
Douglas French es presidente del Instituto Mises y autor de Early
Speculative Bubbles & Increases in the Money Supply y Walk
Away: The Rise and Fall of the Home-Ownership Myth. Es
doctor en economía de la Universidad de Nevada-Las Vegas, dirigido por Murray
Rothbard, con el Profesor Hans-Hermann Hoppe en su tribunal de tesis. French
enseña en la Academia Mises.