Por Gary Galles. (Publicado el 3 de marzo de 2005)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/1758.
El 3 de marzo es el 185º aniversario
del nacimiento del economista y filósofo Gustave de Molinari en Bélgica. Es una
fecha que merece la pena celebrar, porque, según David Hart, “Fue el
principal representante de la escuela de laissez faire del liberalismo clásico
en Francia en la segunda mitad del siglo XIX”.
Como constaba en Wikipedia: “A lo
largo de su vida (…) Molinari defendió la paz, el libre comercio, la libertad
de expresión, la libertad de asociación y la libertad en todas sus formas y se
opuso a la esclavitud, el colonialismo, el mercantilismo, el proteccionismo, el
imperialismo, el nacionalismo, el corporativismo, el intervencionismo
económico, el control público de las artes y la educación y todas las
restricciones a la libertad”.
Cuando Molinari se trasladó a París
en la década de 1840 se mostró muy activo en la escuela del laissez faire en
Francia, cuyas piedras de toque eran la propiedad privada y los mercados sin
restricciones (es decir, la libertad). Joseph Stromberg calificó sus posturas
políticas como “libertad económica junto a límites reales al poder de los
estados de interrumpir el proceso del mercado con impuestos, intervenciones,
guerra, redistribución, creación de privilegios especiales y similares”.
Además, “En esta escuela radical de
economistas, Molinari destacaba como el más radical. Parece haber sido el
primer escritor en llegar a la conclusión de que el gobierno podía, en efecto,
ser reemplazado por empresas o agencias que ofrezcan seguridad y protección en
competencia”. Veía que el gobierno como siempre se había conocido (como
abusador de los derechos naturales del pueblo) podía ser sustituido por una
agencia que no tuviera otro mandato que proporcionar seguridad a la vida,
libertad y propiedad, su torpe y ubicua intervención e interferencia
desaparecerían con él. Su papel fue tal que Frédéric Bastiat, en su lecho de
muerte en 1850, describió a Molinari como su sucesor.
Se mereció ese apelativo por dos
fuertes defensas de la libertad que expuso en 1849, después de la revolución de
1848 en Francia (posturas que posteriomente le obligaron a exiliarse de
Napoleón III en su Bélgica nativa): Les
Soirees de la rue Sainte-Lazare and “De la Production de la Securite” en el
Journal des Economistes. Rothbard
escribió: “Aunque era un ardiente individualista, Molinari basaba su
argumentación en el libre mercado, la economía del laissez faire y procedía
lógicamente a hacer la pregunta: Si el libre mercado puede y debería
proporcionar todos los demás bienes y
servicios, ¿por qué no también los servicios de protección?”
Consecuentemente llevó una vida muy
activa de oposición a la coacción del gobierno en múltiples áreas, tal vez la
más famosa incluida en La sociedad del
mañana, en la que, 50 años después, su posición esencial no había cambiado.
Molinari se centraba en la
soberanía. Reconocía los problemas de la soberanía del gobierno y defendía
reemplazarla por la soberanía individual, basada en la propiedad privada de
cada persona sobre sí misma. Y veía cómo sería para la humanidad liberar un
mundo de libertad. Merece la pena recordar parte de esta visión:
El problema de la soberanía del gobierno
(…) el gobierno ha abusado de su
poder ilimitado sobre la vida y propiedad del individuo , en beneficio de
aquellas clases de las que depende (…)
El poder soberano de los gobiernos
sobre la vida y propiedad del individuo es, de hecho la única fuente y
manantial de militarismo, policía y protección (…) la abolición de ese “estado”
es la necesidad presente más urgente de la sociedad.
Para modificar o rehacer la sociedad,
es necesario tener una autoridad superior
a la de los distintos individuos que la componen (…) ¿Tienen realmente una
autoridad superior (…) a la que la minoría esté obligada a someterse, aunque
sea contrario a sus convicciones más enraizadas y dañe sus intereses más
preciados?
(…) los hombres que obtuvieron el
poder (…) se veían obligados
incesantemente a aumentar (…) las funciones del Estado. Siempre ocupados con
(…) el mantenimiento de su propio poder, más cargados de una multiplicidad de
funciones incongruentes, los gobiernos pueden con dificultades cumplir sus
tareas. Esta es la explicación real del lamentable rendimiento en su tarea
primordial: la protección de la vida y la propiedad del individuo.
Cualquiera que sean las intenciones
del gobierno, su mantenimiento del cargo es tan incierto que los intereses de
partido deben ser su primera preocupación (…) Estos hombres buscan todo tipo de
lugar y presionan todo tipo de interés y solo pueden satisfacerse a costa del resto
de la nación. La policía y protección (de cierta clase de intereses) se añaden
(…) como cargas del cuerpo político.
Los ciudadanos de los Estados
constitucionales han conseguido un derecho a autorizar los gastos públicos y
los impuestos para ello, pero el derecho a resultado estéril. Sus
representantes nunca han controlado el aumento progresivo en los impuestos y
los gastos que se han producido en todos los estados (…) Y este proceso debe
continuar indefinidamente durante tiempo suficiente como para que los
gobiernos, al cargo de garantizar la seguridad social, mantengan su derecho a
la requisa ilimitada de la vida, la libertad y la propiedad del individuo.
Puede discutirse si esta porción
infinitesimal en el poder soberano [el voto] sea una garantía suficiente para
los derechos individuales (…)
Las clases gobernantes podrían no dar
la bienvenida al ejercicio de un derecho que restrinja su esfera de poder o (…)
amenace su capacidad de favorecer a sectores numéricamente superiores a costa
de las menos numerosas.
La sociedad está duramente gravada
con los crecidos costes que siguen a la apropiación del gobierno y los
servicios que pertenecen naturalmente a la esfera de la empresa privada.
[Si] la sociedad se ve obligada a
garantizar la vida y el bienestar del individuo (…) el gobierno, al tener una
tarea que cumplir, debe investirse con medios: un poder soberano sobre la vida
y todas las posesiones de ese individuo (…) como el amo gobierna (…) a sus
esclavos. La panacea para todos los males, el último paso en el camino del
progreso, sería así nada menos que una vuelta a las primeras y bárbaras etapas
de la esclavitud.
El gobierno debe limitarse a las
funciones naturalmente colectivas de proporcionar seguridad externa e interna.
(…) el gobierno debería limitarse a
garantizar la seguridad de sus ciudadanos (…) la libertad de trabajo y comercio
debería en cualquier caso se total y absoluta.
[Con] la garantía de paz interior y
seguridad exterior (…) Cesa en este punto la primacía del interés nacional
sobre todas las demás demandas, para demandar un derecho absoluto de requisa
sobre la vida, propiedad y libertad individual (…)
Por muy seriamente que pueda
declarársele amo soberano de sí mismo, sus bienes y vida, el individuo estaba
aún controlado por un poder investido con derechos que tenían preferencia sobre
los suyos. (…) El único remedio posible: eliminar este sometimiento con su
prioridad de reclamación sobre la de la
soberanía del individuo (…)
La solución: soberanía individual
(…) el individuo soberano posee el
derecho absoluto a disponer de su persona y su propiedad como le parezca (…)
[La soberanía individual] es el
derecho de cada hombre a disponer libremente de su persona y propiedad y a
gobernarse a sí mismo.
Un instinto natural revela a estos
hombres que sus personas, las tierras que ocupan y cultivan, los frutos de su
trabajo, son su propiedad y que
nadie, excepto ellos mismos, tiene derecho a disponer o tocar esta propiedad.
¿Qué le interesa al individuo? Seguir
siendo el propietario absoluto de su persona y propiedad y mantener el poder de
disponer de ellos a voluntad (…) En una palabra, poseer una completa “soberanía
individual”. Sin embargo, el individuo no está aislado. Está en constante
contacto y en relación con otros. Su
propiedad y libertad están limitadas por la propiedad y libertad de otros. La
soberanía de cada individuo tiene sus fronteras naturales dentro de las cuales
puede operar y fuera de las cuales no puede no puede ir sin violar las
soberanías de otros. Estos límites naturales deben reconocerse y garantizarse
(…) ése es el propósito del “gobierno”.
La soberanía se basa en la propiedad
del individuo sobre su persona y bienes y en la libertad de disponer de ellos
(…) Si un individuo o grupo emplea su soberanía para establecer una organización
pensada para satisfacer cualquier necesidad, tiene el derecho (…) Éste es el
derecho soberano del productor. Sin embargo, este derecho está limitado
naturalmente por los derechos de individuos igualmente soberanos en su doble
aspecto de productores y consumidores.
El individuo se mantiene
completamente soberano solo bajo un régimen de completa libertad. Cualquier
monopolio, cualquier privilegio es un ataque a su soberanía.
(…) el progreso sería aún mejor
asegurado con medidas que extiendan la esfera del autogobierno individual (…)
La soberanía del individuo (…) será
la base del sistema político de la futura comunidad (…) Pertenecerá al propio
individuo, nunca más súbdito sino amo y soberano apropiado de su persona (…)
Dispondrá, como guste, de las fuerzas y materiales con las que administrar sus
necesidades físicas, intelectuales y morales.
Prediciendo un mundo de libertad
(…) bajo un sistema de libertad sin
limitaciones, estas causas de perturbación cesarían gradualmente de
obstaculizar industria y comercio (…)
El verdadero remedio para la mayoría
de los males no es otro que la libertad, la libertad completa e ilimitada, la
libertad en todos los ámbitos de la vida humana.
El individuo es propietario de la
totalidad de las partes, incluyendo las fuerzas físicas y morales, que
constituyen su ser (…) Es propiedad en la persona de uno. El individuo es
propietario y poseedor de sí mismo (…) Esto es la libertad. Propiedad y
libertad son los dos constituyentes de la libertad.
Buscamos una sociedad en la que no se
escatimaría en el producción de todo lo necesario (…) un ideal que puede
declararse en dos palabras ¡Justicia y
abundancia! (…) en el amplio y bien
pavimentado camino de la libertad (…) nuestra causa común, la causa de la
libertad (…)
(…) cuando la esfera del gobierno
colectivo se haya reducido a sus límites naturales y la acción individual haya
conseguido una libertad perfecta, la influencia de los individuos en los
destinos de la sociedad y la raza aumentarán rápidamente.
(…) un cuidadoso examen de los hechos
decidirá el problema del gobierno cada vez más a favor de la libertad, igual
que lo hará para todos los demás problemas económicos (…) después de que se
haya alcanzado esta reforma y hayan desparecido todos los obstáculos
artificiales a la libre acción de las leyes naturales que gobiernan el mundo
económico, la situación de los distintos miembros de la sociedad serán los mejores posibles.
(…) la organización futura de la
sociedad bajo un Estado de Paz y Libertad (…) La producción será entonces libre
de organizar, sujeta solo a una responsabilidad por las cargas necesarias para
garantizar la libertad y propiedad individual y nada se interpondrá en el
camino.
(…) los males [atribuidos] a la libertad (o,
por usar una expresión equivalente, a la libre competencia) no se originan en
la libertad, sino en el monopolio y la restricción (…) una sociedad
verdaderamente libre (una sociedad liberada de toda restricción, de toda barrera,
única como sería dicha sociedad en todo el discurrir de la historia) estaría
exenta de la mayoría de los males, tal y como los sufrimos hoy (…) la
organización de dicha sociedad sería la más justa, la mejor y la más favorable
a la producción y distribución de la riqueza, que pueda obtener un humano
mortal.
Gustave de Molinari había aprendido
de lo que llamaba “el destructivo aparato del Estado civilizado” del ejemplo de
la Revolución Francesa, “realizada ingenuamente para establecer un régimen de
libertad y prosperidad en beneficio de los fines humanos en la reconstitución y
agravación del antiguo régimen en beneficio de la nueva clase gobernante, en un
aumento en la servidumbre y las cargas”. Eso le inspiró una larga vida en la
oposición a la destrucción que conlleva la coacción, siempre mirando adelante a
“La Sociedad del Mañana, bajo un Estado de Paz y en una era de libertad
garantizada”.
Molinari trajo una objeción de los
abusos del gobierno a sus ciudadanos que no debería haber sido considerada
radical, pero lo era: que “nadie haya pensado nunca que las leyes que se
aplican al [gobierno] son las mismas que se aplican a los demás”. Los hizo
porque vio que “En todas partes, los hombres se resignan a los sacrificios más
extremos en lugar de arreglarse sin gobierno y por tanto sin seguridad, sin
darse cuenta de que la hacerlo, juzgan erróneamente sus alternativas”. Vio que
las alternativas incluían una vasta expansión de la libertad y una consiguiente
explosión del potencial y el espíritu humanos. Es algo que nuestro tiempo, al
menos tanto como cualquier otro, necesita que se vea igualmente inspirado.
Gary M. Galles es profesor de economía en la Universidad de
Pepperdine.