Por Hans-Hermann Hoppe (Publicado el 14 de
agosto de 2009)
Traducido del inglés. El artículo original
se encuentra aquí: http://mises.org/daily/3643.
Es verdad que el sistema de atención
sanitaria de EEUU es un desastre, pero esto demuestra el fracaso del gobierno,
no del mercado. Para curar este problema no hacen falta nuevas o mayores
regulaciones o burocracias públicas, como los políticos autosatisfechos quieren
que creamos, sino la eliminación de todos los controles públicos existentes.
Es hora de ponerse serios acerca de la
reforma de la atención sanitaria. Las desgravaciones fiscales, volantes y
privatizaciones avanzarían mucho en la descentralización del sistema y en
eliminar cargas innecesarias a las empresas. Pero deben darse cuatro pasos
adicionales:
- Eliminar todos los rescates de licencia para facultades de
medicina, hospitales, farmacias y doctores y otro personal sanitario. Su
oferta aumentaría instantáneamente, los precios bajarían y aparecería en
el mercado una mayor variedad de servicios de atención sanitaria.
Agencias voluntarias de acreditación en
competencia tomarían el lugar de las licencias públicas obligatorias: si los
proveedores de atención sanitaria creen que esa acreditación mejoraría su
propia reputación y que sus consumidores se preocupan acerca de dicha
reputación y están dispuestos a pagar por ella.
Los consumidores, al no ser ya inducidos a
creer que exista un “estándar nacional” de sanidad, aumentarían sus costes de
investigación y tomarían más decisiones discriminatorias en la atención
sanitarias.
- Eliminar todas las restricciones públicas en la producción y venta
de productos farmacéuticos y dispositivos médicos. Esto significa eliminar
la Food and Drug Administration, que actualmente dificulta la innovación y
aumenta los costes.
Los costes y los precios caerían y una
mayor variedad de mejores productos llegarían antes al mercado. El mercado
obligaría a los consumidores a actuar de acuerdo con su propia evaluación de
riesgos (en lugar de la del gobierno). Y los fabricantes y vendedores de
medicinas y dispositivos en competencia, para protegerse antes reclamaciones de
perjuicios, así como par atraer a clientes, proporcionarían cada vez mejores descripciones
y garantías de productos.
- Desregular el sector del seguro sanitario. La empresa privada
puede ofrecer seguros contra
acontecimientos sobre cuyo resultado no tiene control el asegurado. Uno no
puede asegurarse contra el suicidio o la quiebra, por ejemplo, ya que uno
tiene en sus manos la posibilidad de hacer que se produzcan.
Como la salud de una persona, o su falta
de ella, reside cada vez más en su propio control, muchos, si no la mayoría de
los riesgos para la salud, son realmente no asegurables. El “seguro” contra
riesgos en cuya probabilidad puede influir sistemáticamente un individuo caen
dentro de la propia responsabilidad de esa persona.
Además, todo seguro implica la puesta en
común de los riesgos individuales. Implica que los asegurados pagan más a unos
y menos a otros. Pero nadie sabe por adelantado y con seguridad quiénes serán
los “ganadores” y “perdedores”. “Ganadores” y “perdedores” se distribuyen
aleatoriamente y la redistribución de rentas resultante es asistemática. Si
pudieran predecirse sistemáticamente los “ganadores” y “perdedores”, los
“perdedores” no querrían poner en común su riesgo con los “ganadores”, sino con
otros “perdedores”, debido a que esto rebajaría sus costes de aseguramiento. No
quiero poner en común mis riesgos personales de accidente con los de los
futbolistas profesionales, por ejemplo, sino exclusivamente con aquella gente
en circunstancias similares a la mía, con costes más bajos.
A causa de las restricciones legales al
derecho de rechazo de las aseguradoras sanitarias (para excluir cualquier
riesgo individual como no asegurable), el actual sistema de seguros de salud
solo de ve afectado parcialmente por los seguros. El sector no puede
discriminar libremente entre distintos grupos de riesgo.
Como consecuencia, los seguros sanitarios
cubren multitud de riesgos no asegurables, juntos y en común con riesgos
genuinamente asegurables. No
discriminan entre los distintos tipos de gente que supongan riesgos de seguro
significativamente distintos. El
sector maneja así un sistema de redistribución de rentas, beneficiando a
actores irresponsables y grupos de alto riesgo a costa de los individuos
responsables y los grupos de bajo riesgo. Por eso los precios del sector son
altos y van aumentando.
Desregular el sector significa restaurar
en él la libertad sin límites de contratar: permitir a una aseguradora
sanitaria ofrecer cualquier contrato, incluir o excluir cualquier riesgo y
discriminar entre cualquier grupo de individuos. Los riesgos no asegurables
perderían su cobertura, aumentaría la variedad de pólizas de seguro para la
cobertura restante y las diferencias en precios reflejarían verdaderos riesgos
de seguro. De media, los precios caerían drásticamente. Y la reforma
restauraría la responsabilidad individual en la asistencia sanitaria.
- Eliminar todas las subvenciones a los enfermos. Las subvenciones
crean más de que se esté subvencionando. Las subvenciones a los enfermos
promueven el descuido, la indigencia y la dependencia. Si eliminamos esas
subvenciones, fortaleceremos la voluntad de llevar vidas sanas y de
trabajar para vivir. En el primer caso, eso significa abolir Medicare y
Medicaid.
Solo estos cuatro pasos, aunque sean
drásticos, restaurará un mercado completamente libre en la provisión de
servicios médicos. Hasta que se adopten, el sector tendrá serios problemas e
igualmente los tendremos nosotros, sus consumidores.
Hans-Hermann Hoppe, economista de la
Escuela Austriaca y filósofo anarcocapitalista, es profesor emérito de economía
en la UNLV, miembro distinguido del Instituto Ludwig von Mises y fundador y
presidente de The Property and Freedom Society.