Por Philipp Bagus. (Publicado el 23 de febrero de 2012)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5914.
Los problemas de la Eurozona son en
últimos término las malas inversiones. En Grecia, estos días continúa la lucha
acerca de quién acabará pagando la factura por estas inversiones. Durante el
inicio de la década de 2000, una política monetaria expansiva rebajó
artificialmente los tipos de interés. Los empresarios financiaron proyectos de
inversión que solo parecían rentables debido a los bajos tipos de interés, pero
no estaban sustentados por ahorros reales. Se desarrollaron en la periferia
burbujas inmobiliarias y auges en el consumo.
En 2007,
las burbujas empezaron a estallar. Los precios de las viviendas empezaron a
estancarse e incluso a caer. Propietarios de viviendas y constructores
empezaron a dejar de pagar sus préstamos. Como los bancos habían financiado e
invertido en estas malas inversiones, sufrieron pérdidas. Después del desplome
del banco de inversión Lehman Brothers, desaparecieron los préstamos
interbancarios e intervinieron los gobiernos. Rescataron bancos y así asumieron
las pérdidas del sistema bancario producidas por las malas inversiones.
Al
socializarse las malas inversiones, aumentó la deuda pública en la Eurozona.
Además, los ingresos fiscales se desplomaron debido a la crisis. Al mismo
tiempo, los gobiernos empezaron a subvencionar a sectores industriales y
desempleados.
Además, incluso antes de la crisis,
los gobiernos habían acumulado malas inversiones debido a su excesivo gasto en
bienestar. Hubo dos causas que incentivaron el gasto social en la periferia. La
primera causa fueron los bajos tipos de interés. Esos bajos tipos de interés
los causó una política monetaria expansionista del Banco Central Europeo (BCE)
y la moneda única por sí misma. El euro tenía una garantía implícita de
rescate. Los participantes en el mercado esperaban que los gobiernos más
fuertes rescataran a los más débiles para salvar el proyecto político del euro
en el peor de los casos. Los tipos de interés que tenían que pagar los
gobiernos italiano, español, portugués y griego cayeron drásticamente cuando
estos países fueron admitidos en el euro. Los bajos tipos de interés dieron a
estos países carta blanca para el gasto en déficit.
La segunda causa es que el euro es
una tragedia de los comunes, como explico en mi libro La
tragedia del euro.
En la Eurozona, varios gobiernos independientes pueden usar
un sistema bancario centralizado para financiar sus déficits. Los costes de
estos déficits pueden externalizarse parcialmente en forma de precios más altos
para los extranjeros. Tomemos el siguiente ejemplo: El gobierno griego gasta
más de lo que ingresa en impuestos. Respecto de la diferencia, el gobierno
griego imprime bonos. El sistema bancario compra estos bonos porque los bancos
pueden usarlos como colateral para nuevos préstamos del BCE. Cuando los bancos
presentan los bonos del gobierno griego como colateral en el BCE, reciben
dinero nuevo del banco central. Los bancos pueden entonces usar estas nuevas
reservas para expandir el crédito. La oferta monetaria aumenta y los precios
crecen. El déficit por tanto se monetiza indirectamente y lo pagan los usuarios
de la moneda.
Los precios aumentan no solo en
Grecia sino en toda la Eurozona. De esta forma, una parte de los costes del
déficit se externalizan para los extranjeros. No solo el gobierno griego, sino
todos los gobiernos pueden externalizar los costes de sus déficits de esta
manera, generando incentivos perversos. Si tienes déficits mayores que otros
países de la Eurozona, puedes externalizar los costes de los déficits en otros
países. Cuanto mayor sea el déficit en relación con los déficits de los demás
miembros de la Eurozona, mejor.
Hay una redistribución monetaria de
los gobiernos fiscalmente sólidos a los no sólidos. Estos incentivos se
conocían desde el principio del euro. La idea era restringir estos incentivos a
los déficits por debajo del 3% del PIB a través del Pacto de Estabilidad y
Crecimientos (PEC). Pero el PEC fue un fracaso total. A pesar de sus numerosos
incumplimientos, nunca se impuso ninguna sanción. El principal problema es que
los gobiernos son sus propios jueces. Hasta ahora siempre han decidido que no
hacía falta ninguna sanción.
Hoy las deudas públicas en varios
países de la Eurozona son tan altas que nunca se pagarán. Los gobiernos son
incapaces de hacerlo o no están dispuestos a ello. Si aumentan sus tipos
fiscales, su economía se derrumbará y los déficits pueden acabar aumentando. Si
reducen sus gastos, puede haber desórdenes sociales. En cualquier caso,
perderían influencia y votos. Como estas deudas no se van a pagar, representan
malas inversiones.
Malas inversiones significan que
los recursos escasos de la sociedad ya se han desperdiciado: se ha perdido
riqueza real por medio del gasto social y el rescate de los sectores de la
burbuja. Pero sigue sin estar claro quién pagará la carga principal de las
pérdidas causadas por los insostenibles estados del bienestar y el rescate de
las industrias.
Hasta el inicio de la crisis de la
deuda soberana, la factura se pagaba mediante la redistribución monetaria
interna que conllevaba la configuración del sistema del euro. Los principales
contribuyentes netos fueron los ciudadanos en países sólidos fiscalmente, como
Alemania, que estaban garantizando implícitamente las juergas de gasto en la
periferia. Los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal han hecho más visibles
estas transferencias de riqueza. Los incentivos de rescatar a un gobierno
irresponsable son ahora evidentes para todos. Los alemanes ya no quieren pagar
las facturas periféricas.
La cuestión de quién va a pagar la
factura de estas malas inversiones ha aparecido de nuevo con la crisis de la
deuda soberana. La respuesta a esta cuestión decide el futuro del euro. Hay en
teoría varias posibilidades.
- Los propios gobiernos de la periferia pagan por su
comportamiento irresponsable. Reducen gastos y privatizan propiedades
públicas. De esta forma perderían influencia y probablemente votos.
- Los gobiernos del núcleo (Alemania, Finlandia,
Países Bajos, Austria, tal vez Francia) pagan y venden su propiedad
pública.
- Los contribuyentes de la periferia pagan a través
de mayores gravámenes impositivos.
- Podrían pagar los contribuyentes de los países del
núcleo. Esto podría hacerse a través de una unión fiscal. En una unión de
transferencia, los países más ricos y sólidos transfieren continuamente
fondos a los más pobres. Como alternativa, las transferencias podrían
hacerse mediante Eurobonos.
En esta variedad, los países periféricos emiten eurobonos garantizados por
todos los gobierno de la Eurozona. Los contribuyentes del núcleo pagan
indirectamente mediante tipos de interés más altos en su deuda pública. El
FEEF, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, es otra variedad de esta
opción. La diferencia es que en el FEEF los países del núcleo tienen más
control sobre la emisión de bonos para rescatar a los países periféricos y
sigue habiendo distintos tipos de interés para distintos países.
- Los usuarios de dinero de los países de la Eurozona
pagan mediante inflación de precios. El BCE monetiza las deudas del
gobierno. El BCE puede hacer esto de varias maneras. Podría comprar más
bonos de gobiernos periféricos. Podría continuar aceptando bonos
periféricos como colateral. También podría ayudar a financiar el FEEF o
los eurobonos indirectamente monetizando más deuda pública del núcleo.
- Paga el sistema financiero. Los gobiernos
sobreendeudados dejan de pagar sus préstamos. Como el sistema financiero
ha financiado el excesivo gasto público y está entremezclado, se
produciría crisis bancaria.
La periferia y el gobierno francés
prefieren una combinación de las opciones D y E, unión fiscal y monetización.
El BCE prefiere una unión fiscal. Sin embargo, el gobierno alemán se opone a
ambas opciones, ya que teme a la inflación y a sus enfadados votantes, que
están cansados de rescatar a la periferia. Alemania quiere un PEC renovado con
sanciones automáticas y más control del excesivo gasto público. Alemania ha
defendido también la postura de que los inversores privados (los bancos)
deberían asumir al menos parte de las pérdidas. En otras palabras, Alemania
defiende una combinación de las opciones A, C y F: los gobiernos y
contribuyentes en la periferia, así como bancos, deben asumir sus pérdidas.
El futuro del euro y la UE dependen
de quién acabe triunfando. Si Francia y la periferia se abren paso, habrá una
unión fiscal y más centralización. El euro será una divisa política y débil.
Si gana Alemania y hay un PEC
reformado, el euro será una moneda fuerte a largo plazo.
Aún así, existe también la
posibilidad de que el bando perdedor esté tan descontento que se desintegre la
Eurozona. En caso de una victoria alemana, más medidas de austeridad y una
reducción en el nivel de vida pueden llevar a un descontento social
insostenible en Grecia. Grecia puede entonces abandonar la Eurozona y devaluar
su nueva divisa para continuar su juerga en el gasto. Esto podría disparar una
reacción en cadena con otros países abandonando la Eurozona y causar una crisis
bancaria.
En el caso de una derrota alemana,
habrá más centralización en Europa y posiblemente tasas de inflación en dobles
dígitos en el futuro. Luego puede aparecer un “tea party” alemán opuesto a la
transferencia de la riqueza a la periferia. Entonces puede que Alemania
abandone el euro, generando también una desintegración de la Eurozona y una
crisis bancaria.
¿Pero quién es probable que gane?
En principio Alemania tiene las mejores cartas porque está pagando y podría
simplemente amenazar con dejar de garantizar a la periferia. Sin embargo, puede
haber argumentos aún mejores para que gane el otro bando. Francia estuvo en el
bando vencedor de la Segunda Guerra Mundial y tiene más poder geopolítico que
Alemania. El gobierno francés y sus aliados ya se las arreglaron para
deshacerse del odiado marco alemán. Alemania ha estado pagando a otros países
desde la Segunda Guerra Mundial debido a una combinación de complejos de
culpabilidad y amenazas implícitas de aislamiento. Como las condiciones
geopolíticas no han cambiado radicalmente, es probable que Alemania siga
pagando en el futuro y que el euro sea una divisa débil.
Philipp Bagus es profesor asociado en la Universidad Rey
Juan Carlos en Madrid. Es autor de La
tragedia del euro y coautor de Deep
Freeze: Iceland's Economic Collapse. Vea su sitio
web.
Este artículo se publicó por
primera vez en polaco en Naszdziennik.