Por
Murray N. Rothbard. (Publicado el 8 de marzo de 2012)
Traducido
del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5909.
[Conceived
in Liberty (1975)]
La supervivencia de la colonia de
Virginia pendió durante años de un hilo. Una razón importante para la
supervivencia de esta afligida colonia fueron los cambios que la Compañía de
Virginia aceptó
hacer en su estructura social.
El otro
factor importante en la supervivencia de la colonia fue el descubrimiento de
John Rolfe, alrededor de 1612, de que podía cultivarse el tabaco de Virginia de
tal manera que resultara aceptable para los gustos europeos. Antes se había
considerado el tabaco de Virginia como inferior al producto que se había
introducido en el Viejo Mundo por parte de las colonias españolas en América.
En 1614 Rolfe fue capaz de enviar una carga de tabaco a Londres y conseguir
éxito en el mercado. Muy rápidamente, Virginia poseyó una materia prima y una
base económica importante: se podía exportar tabaco a Europa e intercambiarlo
por otros bienes que necesitaban los colonos.
En 1617
se estaba plantando tabaco incluso en las calles de Jamestown. Un índice del
ritmote crecimiento extremadamente rápido de la producción de tabaco es la
cantidad de tabaco de Virginia importada por Inglaterra: 2.500 libras en 1616,
50.000 libras en 1618, 119.000 libras en 1620 y 203.000 libras en 1624.
A pesar
de que el tabaco era verdaderamente el alma de la pequeña colonia, el gobierno
(de Gran Bretaña y de Virginia) no podía dejar de tratar de impedir su
propagación Al rey Jacobo le ofendía
estéticamente la extensión de esa “vanidad ociosa” que era fumar y por tanto
fijó un fuerte impuesto al tabaco para limitar su importación. De esa manera,
supuestamente, los ingleses, solo fumarían “con moderación, para preservar su
salud”.
Sir
Thomas Dale, alarmado ante las perspectivas de monocultivo, decretó ser un
delito que un agricultor no cultivara dos acres adicionales para sí mismo y
cada sirviente: supuestamente no se iba a dejar que nadie siguiera el mucho más
eficiente procedimiento de cultivar tabaco y con las ganancias comprar su
propio grano a quienquiera que quisiera.
Incluso
el santo patrón del tabaco de Virginia, John Rolfe, se vio horrorizado por su
rápida extensión, mostrando así un mucho más escaso conocimiento de la economía
que de la tecnología del tabaco. Incluso en liberal Sir Edwin Sandys adoptó
esta postura y deploraba la extensión del tabaco y el abandono del cereal. Solo
el capitán John Smith demostró sentido común económico al apuntar la razón por
el aparentemente peculiar énfasis de los colonos en el tabaco sobre el grano:
el trabajo de un hombre en el tabaco podría hacer ganar el séxtuple que en el
grano.
La
primera Asamblea General aumentó las regulaciones del tabaco: a cada colono se
la obligaba a plantar, cada año, cierta cuota de otras plantas y cultivos, el
precio del tabaco se fijaba por ley y cualquier tabaco considerado “inferior”
por un comité público oficial se ordenaba que se quemara. Esta última
regulación fue el primero de los continuos intentos de los cultivadores de
tabaco de restringir la oferta de tabaco (en este caso, hojas “inferiores” de
bajo precio) para aumentar el precio recibido de los compradores y en último término
de los consumidores.
Si el
tabaco fue parcialmente responsable de la supervivencia de la colonia, también
fue indirectamente responsable de la introducción en América de problemas
graves y devastadores. Por ejemplo, el proceso natural de transferir la tierra
de una compañía gobernante al colono individual, aproximadamente en el grado en
que utilice dicha tierra, se vio repentinamente alterado y bloqueado. El
cultivo del tabaco requería propiedades mucho más grandes que las huertas u
otras granjas individuales. Por tanto, los ricos plantadores de tabaco buscaron
y obtuvieron de la compañía concesiones de terreno muy grandes.
Un método
de obtener tierra era distribuir a los colonos por “derecho por cabeza”, es
decir, cada inmigrante recibía 50 acres y quien pagara un pasaje a inmigrantes
recibía de la compañía 50 acres de tierra por inmigrante. Así que los
cultivadores más ricos podían adquirir enormes parcelas acumulando numerosos
derechos por cabeza.
Además,
se concedían grandes extensiones a los principales accionistas de la compañía.
Por ejemplo, cada cultivador individual recibía una concesión de 100 acres por
cada acción que tuviera en la compañía. Para conseguir efectivo para sus
apretadas finanzas, la compañía también vendía “documentos de aventura”, que
daban a los tenedores derecho no a acciones, sino concretamente a 100 acres de
territorio en Virginia por “documento”. Cada documento tenía el mismo valor
facial que una acción de la compañía (12₤ 10p). A menudo, los tenedores de
documentos se unían para crear parcelas para especular con ellas.
Como
resultado de estas prácticas, aparecieron varias “plantaciones particulares”
como asentamientos en grandes concesiones de terreno, presididas por el gobierno
privado del concesionario. La mayor plantación particular fue Berkeley's
Hundred, con 4.500 acres al norte del río James, otorgada como primer dividendo
a cinco eminentes accionistas encabezados por los Berkeley y creada en 1619. Otras plantaciones
fueron Smith's Hundred, Martin's Hundred, Bennett's Plantation y Martin's
Brandon.
También
el gobernador y la asamblea realizaron asignaciones arbitrarias de terrenos.
Así, se reservaron para la compañía 3.000 acres en la capital y otras tres
plantaciones generales, poniendo a los colonos como arrendatarios. Los ingresos
iban a ir a los gastos de gobierno. También se reservó terreno para apoyar a
los funcionarios y ministros locales y como subvención a los artesanos locales.
Se otorgó una concesión importante al gobernador Yeardley y se reservaron
10.000 acres para una propuesta de universidad en Henrico.
Sin
embargo, lo esencial es que los plantadores no habrían sido capaces de cultivar
estas grandes plantaciones de tabaco (y por tanto no se habrían dedicado a
adquirir y mantener tanta tierra) si
hubieran tenido que confiar en una mano de obra libre e independiente. Tan
escasa era esa mano de obra en relación con los recursos territoriales que no
hubiera sido económicamente viable la contratación de mano de obra libre. Pero
entonces los plantadores buscaron la utilización de mano de obra forzosa para
hacer rentables sus grandes plantaciones: en concreto, el trabajo de los
siervos contratados y el de los aún más obligados esclavos negros. En la
esclavitud, al trabajador se le obliga no solo por un plazo de años, o de vida,
sino por las vidas de él y de todos sus descendientes.
Resulta
paradójico para la posterior historia de Estados Unidos que en 1619, el mismo
año de las reformas de Yardley, se produjera la llegada del primer barco de
esclavos en Jamestown con 20 negros a bordo, para venderlos como esclavos a los
plantadores de tabaco. Hasta mediados del siglo XVII, los plantadores
prefirieron utilizar mano de obra de siervos contratados. Estos siervos blancos,
una vez terminaba su servicio, podían obtener su terreno, generalmente 50 acres
cada uno, en la zona oeste del asentamiento y convertirse en colonos
independientes. Pero la esclavitud negra, al contrario que la servidumbre por
contrato, no tenía forma de disolverse en la sociedad general; una vez
introducida, se convirtió en la espina dorsal del sistema laboral virginiano (y
de otros estados del sur). Solo podía continuar como una úlcera continua en el
cuerpo social americano.
La
diminuta colonia aparentemente no era demasiado joven como para tener “asuntos
exteriores” y, de hecho, aprendió demasiado aprisa las vías de las relaciones
interestatales. Colonos franceses tuvieron la temeridad de fundar una colonia
propia en Mount Desert (en lo que posteriormente sería Maine) y a orilla de la
bahía de Fundy (en lo que posteriormente sería Nueva Escocia). Esto “invadía”
el territorio que el rey Jacobo había otorgado arbitrariamente a la Compañía de
Plymouth, que aún no había creado ningún asentamiento en Norteamérica. También
invadía la mayor gloria de Inglaterra.
Y así,
Virginia del Sur hizo los honores: el capitán Samuel Argall, camuflando su
barco como barco de pesca, navegó desde la colonia hasta Mount Desert en 1613,
erradicó el asentamiento francés y secuestró a 15 colonos franceses, incluyendo
dos sacerdotes jesuitas.
Trasladados
a Virginia, los prisioneros fueron maltratados. Más de una docena de
desgraciados colonos franceses fueron abandonados por Argall en una barca en el
Atlántico, pero tuvieron la fortuna de ser rescatados por barcos pesqueros.
Ese mismo
año, Argall volvió al norte y extendió su labor de destrucción, haciendo arder
los asentamientos de St. Croix y Port Royal, este último en Nueva Escocia y
mandando a los colonos a los bosques.
Pocos años
después, el capitán Argall, ahora gobernador de Virginia, continuó la tradición
de participar en actividades piratas contra barcos españoles. Navegó bajo el
mando del favorito del rey entre los accionistas de la compañía, el conde de
Warwick.
Murray N. Rothbard (1926-1995) fue decano de la Escuela
Austriaca. Fue economista, historiador de la economía y filósofo político
libertario.