Tue, Apr 22 2008 9:09 PM martinf

Does Welfare Diminish Poverty? (Translation into Spanish)

 

Traducción del artículo:

 

Does Welfare Diminish Poverty? Por Howard Baetjer Jr.

 

Publicado en ‘The Freeman: Ideas on Liberty’ - Abril 1984, Vol. 34 No.  4

 

http://www.fee.org/Publications/the-Freeman/article.asp?aid=1059

 

Traducido por Ángel Martín Oro

 
¿Disminuye el estado del bienestar la pobreza?

 ¿La ayuda gubernamental a los pobres disminuye la cantidad de pobreza? Que sí la disminuye es una idea que está en la raiz de los grandes programas antipobreza de nuestra nación. De hecho, estos programas eran instituidos con el propósito de hacerlos desaparecer. Poco antes de aprobar la Ley de la Seguridad Social en 1935, por ejemplo, Franklin Roosevelt declaró al Congreso: "El Gobierno Federal debe abandonar la cuestión de la asistencia social... una prolongada dependencia sobre la ayuda social induce a la desintegración espiritual y moral, fundamentalmente destructiva para el carácter de esta nación". Treinta años después, mientras firmaba el primer proyecto antipobreza de la Gran Sociedad, Lyndon Johnson dijo: "No estamos dispuestos a aceptar el aumento interminable de la ayuda humanitaria o de los programas de bienestar. Queremos ofrecer a la olvidada quinta parte de nuestra población oportunidades y no subsidios... Los días del subsidio en nuestro país están contados".

 

La afirmación de que el estado del bienestar[1] ayuda a los pobres también explica porqué tanta gente hoy rechaza en la práctica la vieja idea del liberalismo clásico de que el gobierno no debería tener favoritismos: que la fuerza de la ley no debería ser usada para beneficiar a alguna gente a expensas de otra. Mientras ellos reconocen, y quizás lamentan que el estado del bienestar implique que la fuerza de la ley beneficie a algunos (a aquellos considerados pobres) a expensas de otros (todos los demás), ellos piensan que violar este principio está justificado, ya que el estado del bienestar disminuye las necesidades. Pero, ¿es esta afirmación cierta? ¿Realmente el estado del bienestar ayuda a resolver el problema de la pobreza?

 

Hay buenas razones para creer que no. Lo que es peor, hay importantes evidencias de que el estado del bienestar obstaculiza el progreso en contra de la pobreza. En nuestro país, el estado del bienestar parece haber incrementado la pobreza. Lo que sigue es un breve resumen de las ideas y evidencias que llevan a esta sorprendente conclusión. Haríamos bien en considerarla seriamente, porque en caso de que sea cierta, nuestra política nacional contra la pobreza está provocando un gran perjuicio a aquellos que pretenden ayudar. En palabras de Walter Williams, profesor de economía en la Universidad George Mason, "las medidas compasivas para los más pobres requieren un análisis desapasionado" de los efectos de esas políticas. El análisis del estado del bienestar muestra que éstas son un problema, y no una solución.

 

La experiencia con la intervención del gobierno en Gran Bretaña llevó a Mr. Baetjer a la causa de la libertad.

 

[...]

 

Tres Pautas para el Análisis

 

Cuando uno considera el problema de la pobreza, se deberían tener tres verdades básicas en mente.

 

La primera es obvia: la pobreza solo es superada cuando las personas son económicamente independientes. No es suficiente que estén viviendo durante un periodo de tiempo en unas condiciones aceptables si permanecen dependientes, de la misma forma que uno no está curado de una enfermedad cuando está tomando la medicina que elimina sus síntomas. Así, un objetivo esencial de cualquier programa contra la pobreza debe ser el de maximizar la autosuficiencia.

 

La segunda verdad básica queda clara solo tras pensar un poco: la prosperidad depende de la producción. A no ser que los bienes físicos sean producidos en primer lugar, y luego intercambiados como sea necesario, no puede haber prosperidad para nadie. Si esta cantidad de bienes no se aumenta constantemente, es imposible conseguir mayores niveles de riqueza para todos. Todo lo demás igual, cuantos más bienes haya, por ejemplo: alimentos, viviendas, medicinas, luz eléctrica, zapatos, calentadores de agua, etc. existirá menos insuficiencia, y tenderá a haber menos pobreza. (Por supuesto las cosas no siempre son iguales, y gente diferente acaba con diferentes cantidades de estos bienes, pero este principio permanece así de todas maneras: si no hay suficiente comida para todos, algo de pobreza es inevitable. En el otro extremo, si los bienes llegaran a ser sobreabundantes, su precio se acercaría a cero y los más pobres se podrían permitir cualquier cosa). Así, un importante medio para reducir la pobreza es incrementar la producción.

 

La tercera verdad tiene que ver más con el método, esto es, parafraseando a Henry Hazlitt: la buena economía mira más allá de las consecuencias obvias y de corto plazo para ver las consecuencias de largo plazo y las que están escondidas. Aplicando esta idea a los programas de bienestar, debemos mirar más allá de las ventajas inmediatas que esos programas tienen sobre los receptores -cupones de alimentos, medicaid, aumentos en los ingresos, etc.- y ver otros efectos del estado de bienestar en su conjunto. Por ejemplo, cómo los programas de bienestar afectan al empleo, a los salarios, la productividad y los precios (todo ello importante para los pobres).

 

Con estas verdades en mente, antes de mirar ninguna estadística, veamos algunos efectos indirectos que esperaríamos que se produjeran debido al estado del bienestar.

 

Efectos predecibles del estado del bienestar

 

Una primera observación es que los incentivos asociados con el estado del bienestar tienden hacia resultados no deseados (no es que causen necesariamente estos resultados, sino que producen una tendencia hacia esa dirección). Los beneficios van hacia gente que, por varias razones, son relativamente improductivos, mientras que los fondos que les llegan, a través de impuestos, provienen de gente que es relativamente productiva. Ya sabemos que para los seres humanos, los beneficios son incentivos positivos mientras que los impuestos son negativos. Así, el sistema del bienestar tiende a fomentar la improductividad y desincentiva la productividad. Una persona que pudiera ganar solo unos pocos dólares más a la semana trabajando que aprovechándose del sistema de bienestar, tiene un incentivo para no trabajar. Por consiguiente, el estado de bienestar tiende a disminuir tanto la autodependencia, ya que lleva a más gente a aceptar el desempleo, como la producción, ya que el potencial productivo de esa gente no se convierte en bienes. El efecto puede no ser muy notable, pero es algo a tener en cuenta.

 

Desde un punto de vista estrictamente económico, debemos mirar más allá de los beneficios visibles del estado del bienestar y compararlos con otros efectos positivos que podrían haber ocurrido en ausencia del mismo, pero que no pueden ocurrir en su presencia. Como ejemplo, tengan en cuenta que los billones de dólares que van dirigidos al sistema del bienestar, ya no están disponibles para otros usos -como por ejemplo la inversión. Muchos dólares gastados en asistencia social habrían sido invertidos en nuevas herramientas, nuevos edificios, etc. Esta inversión habría tenido efectos positivos creando nuevas oportunidades de empleo y aumentando la productividad. Sin embargo, con el estado del bienestar estos estímulos hacia una mayor auto-suficiencia y producción nunca se producen.

 

Un efecto final que podríamos esperar del estado del bienestar, teniendo en cuenta cómo los seres humanos nos comportamos, es la ineficiencia y el despilfarro. Este es un fenómeno que podríamos llamar "fallo del gobierno": la incapacidad inherente del gobierno de hacer nada bien. Los burócratas cobran a través de ingresos impositivos, que son recaudados independientemente de que la burocracia haga un buen trabajo o no, con lo que hay pocos incentivos para que mantengan una buena calidad. Ya que la cantidad de dinero que reciben de los contribuyentes depende del tamaño y la importancia de sus programas, los burócratas tienen un incentivo para expandir las cifras de sus programas, y para encontrar nuevas razones por las que incrementar los fondos que manejan. Ya que la asignación de los fondos debe ser por norma, se genera gran cantidad de tiempo y papeleo, y apenas hay oportunidad para que el juicio individual identifique cuánto merece quién. Otros problemas de este tipo se podrían identificar.

 

Una mirada a los datos

 

¿Se dan realmente estos problemas potenciales? Si así es, ¿son muy perjudiciales? Según las estadísticas del gobierno estadounidense, las respuestas a estas preguntas son "sí" y "muy perjudiciales", respectivamente.

 

En lo que respecta al fracaso del gobierno, hay una disparidad notable entre la cantidad de dinero que se gasta con el propósito de aliviar la pobreza, y lo que realmente reciben los pobres. En un artículo llamado "Where do all the welfare billions go?" ("¿Donde van todos los billones del gasto de bienestar?" Human Events, del 6 Febrero 1982) M. Stanton Evans apunta algunas estadísticas interesantes. En 1965, el desembolso conjunto a nivel federal, estatal y local para el "bienestar social" fue de 77 billones de dólares. Esto fue en el principio de la era de la Gran Sociedad. En 1978, esta cifra llegó a sumar 394 billones de dólares. "Esto significa que, en el periodo de unos doce años, incrementamos nuestro presupuesto nacional con el presunto objetivo de ayudar a los pobres en, anualmente, 317 billones de dólares." Pero el número de pobres en el país, según estimaciones oficiales, ha permanecido casi constante en esos años, sobre los 2,5 millones. Citando a Evans con más detalle:

 

Uno se tiene que preguntar cómo es posible gastar estas centenas de billones para aliviar la pobreza y seguir teniendo el mismo número de pobres que tuvimos, digamos, en 1968. Prescindan de esa objeción por un momento, y simplemente comparen el número de pobres con los dólares gastados para ayudarles: descubres que, si hubiéramos tomado los 317$ billones anuales en gasto extra de bienestar social, y entregado a los pobres, podríamos haber dado a cada uno de ellos una cantidad de 13.000$ -lo que es un ingreso de 52.000$ anuales para una familia de cuatro.

 

En otras palabras, con esta colosal suma de dinero, podríamos haber hecho ricos a todos los pobres en América... Esto provoca que los más suspicaces nos preguntemos: ¿Qué pasó con ese dinero?... Buena parte de estos desembolsos domésticos van a pagar los salarios de gente que trabaja para y con el gobierno federal -incluyendo funcionarios bien pagados y una gran variedad de contratistas y "asesores", muchos de los cuales se han enriquecido gracias a programas de vivienda, estudios de "pobreza", subvenciones para investigación sobre energía, y cosas por el estilo.

 

En palabras de Thomas Sowell, "los pobres son una mina de oro" para la burocracia mayoritariamente acomodada.

 

Pero podríamos esperar que acabar con la pobreza es caro. La pregunta crucial es qué ha sucedido con la pobreza misma. Esa pregunta está parcialmente contestada en la estadística mostrada arriba, en la que el número de pobres oficiales ha permanecido alrededor de los 2,5 millones; claramente no se ha eliminado la pobreza. Pero, ¿y qué se puede decir sobre la pobreza como porcentaje de la población -estamos por lo menos reduciendo la proporción de pobres en el país? Desgraciadamente, no. En un artículo llamado "The two wars against poverty: economic growth and the Great Society" ("Las dos guerras contra la pobreza: crecimiento económico y la Gran Sociedad", The Public Interest, Fall 1982), Charles A. Murray demuestra que alrededor de 1968, cuando el gasto antipobreza de la Gran Sociedad estaba en auge y la tasa de desempleo estaba en el 3.5%, el progreso contra la pobreza se desaceleró, y luego paró.

 

El problema persiste

 

Desde 1950, el número de pobres (oficiales) como porcentaje de la población era aproximadamente del 30%. Desde entonces hasta 1968, la cifra cayó sin cesar, hasta alrededor del 13%. Pero entonces, justo en el apogeo de los años de la Gran Sociedad, cuando más dinero que nunca se estaba gastando para reducir la pobreza todavía más rápido, la línea de tendencia se hizo más plana. Después de más de diez años de desembolsos crecientes, el porcentaje de pobres en nuestra población había caído hasta solo el 11%. Dos años más tarde, en 1980, estaba de vuelta en el 13%. Cuanto más gastamos, menos se avanzó.

 

Murray también trata las estadísticas sobre la proporción de población dependiente del gobierno, esto es, aquellos que estarían por debajo de la línea de la pobreza si no fuera por ayudas gubernamentales. Esta medida, que Murray denomina "pobreza latente", es quizás el mejor indicador del progreso contra la pobreza, porque es como mejor se refleja la auto-suficiencia, o la carencia de ella. Como la pobreza oficial, la pobreza latente como porcentaje de la población disminuyó notablemente hasta finales de los '60, desde el 33% en 1950 hasta el 19% en 1968, aproximadamente. En 1968, sin embargo, la tendencia se invirtió; la proporción de americanos dependientes del gobierno empezó a aumentar. Con la excepción de un descenso después de 1975, se ha incrementado desde entonces, hasta el 23% en 1980.

 

En resumen, a pesar de haber duplicado y reduplicado los gastos para intentar eliminar la pobreza, ésta está aumentando en nuestro país. Avanzamos mucho más cuando estábamos gastando menos.

 

Estos tristes resultados encajan bien con lo que esperaríamos desde las expectativas teóricas mencionadas más arriba. Cuando hay incentivos en contra de la auto-suficiencia y el ser productivo, la gente tenderá a ser menos auto-suficiente y productiva. Cuanto mayores sean los incentivos, más fuertes serán las tendencias. El incremento de la dependencia no debe sorprender, ya que ésta se recompensa con beneficios importantes en efectivo y en especie. Quizás estas no son las razones que explican el fracaso del sistema; quizás son fuerzas totalmente diferentes las que están detrás de él. Sin embargo, no se me ocurre ninguna.

 

Abandonemos el tema de la ayuda

 

En cualquier caso, el estado del bienestar, los subsidios, la ayuda a los pobres -llámenlo como quieran- es un fracaso estrepitoso. Más que eso, si el razonamiento que se ha presentado es válido, es una de las trágicas ironías de nuestro tiempo. Surge del deseo de gente de buen corazón para reducir la pobreza, pero en la práctica, aparentemente aumenta la pobreza. La culpa no está en nuestras intenciones, sino en nuestros métodos, nuestro entendimiento económico, y en última instancia, quizás, en nuestros principios. "Para abandonar el tema de la ayuda", con el fin de acabar con "los días del subsidio", lo mejor es simplemente hacerlo. Hagamos que los funcionarios diseñen las políticas -esto es, suprimirlas- según el principio liberal según el cual "la fuerza de la ley nunca debería ser usada para beneficiar a unas personas a expensas de otras", ni siquiera si benefician a los pobres. Hagamos que el cuidado de los que realmente lo necesitan vuelva a la responsabilidad individual -a la caridad privada y genuina, y a organizaciones privadas y eficientes.

 

 



 

[1] Nota del traductor: he traducido "welfare" por "estado del bienestar", entendiendo los gastos públicos que se dedican con fines de asistencia social.

Filed under: