Por Eric M. Staib. (Publicado el 22 de octubre de 2009)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/story/3792.
Ahora que la enorme escasez
de suministro de las vacunas contra la H1N1 ha acabado por impactar en el
mercado, ha quedado al descubierto la última debacle de la protección sanitaria
ofrecida por el gobierno. Se produjeron millones de dosis, pero no se
distribuyeron a tiempo y en algunas
áreas la mayoría de las dosis prometidas no se llegaron a enviar. La gran
magnitud de esta escasez de suministro revela no sólo una simple disfunción en
el Departamento de Sanidad y Servicios Humanos (DHHS, por sus siglas en inglés)
sino además el necesario fracaso de la planificación central.
El problema empezó de una manera sencilla: el DHHS se otorgó
el monopolio de la producción, precio y distribución de las vacunas contra la
gripa H1N1. El precio se fijó en unos asequibles 25$, asegurando ostensiblemente
el acceso universal a la vacuna. Sin embargo, como los políticos
estadounidenses deben mantener una fachada de apoyo al libre mercado, el DHHS
concedió el contrato de la vacuna contra la gripe a una empresa privada,
Novartis.
La vacunación como cálculo
El fracaso monumental de los funcionarios de salud para
proveer de dosis contra el H1N1 no debería sorprender a los estudiantes de la
teoría austriaca de la producción. La producción y distribución de una vacuna
contra la gripe requiere la cooperación armoniosa de muchos tipos diferentes de
empresarios, científicos, trabajadores y gestores logísticos a lo largo del
tiempo y el espacio. Esta estructura de producción debe guiarse por el cálculo
económico, que, como demostró Mises, es imposible bajo el socialismo.
Parecería que como el productor real de las vacunas,
Novartis, es una empresa privada, el problema del cálculo socialista no
impediría la producción de las mismas. Sin embargo, un análisis más detallado
revela que la cantidad, precio y plazo de las vacunas de la gripe estaba estipulado
por adelantado por el DHHS.
Este punto es crucial: una burocracia sanitaria centralizada
está compuesta principalmente por expertos navegadores entre el papeleo, no por
los mejores y más expertos supervisores médicos y expertos en epidemias. Esto
ocurre en buena medida porque esos expertos, al contrario que los funcionarios,
contribuyen al valor real de una empresa, así que son contratados por
proveedores privados de sanidad. Así que el DHHS sufre lo que Hayek denominó un
“problema de conocimiento” y por
tanto son completamente incapaces de calcular las cantidades y precios que demanda
el mercado.
Al fijar un precio de 25$ y una capacidad de producción de
150 millones de unidades, el DHHS forzaba una escasez severa de vacunas. Esas
escaseces masivas no se producen en mercados verdaderamente libres, en los que
los precios fluctúan para coordinar producción con demanda.
Los críticos de la posición austriaca pueden apuntar que
Novartis, una empresa privada, no cumplió sus compromisos contractuales sobre
la vacuna de la gripe. Por tanto, ni siquiera el mercado hubiera estado
preparado para ofrecer las vacunas de forma adecuada. Este argumento
superficial es erróneo en muchos aspectos.
Primero, el DHHS confirió a Novartis un monopolio legal de
la producción y distribución de la vacuna de la gripe. En un mercado abierto
para las vacunas, otras empresas médicas y farmacéuticas podrían haber previsto
la escasez y reordenar sus bienes de capital hacia la producción de la vacuna
H1N1.
De hecho, la escasez no era ningún se secreto y se había
informado de ella durante meses, pero los derechos de monopolio evitaron que
otros entraran en el mercado. La baja producción de Novartis, si se hubiera
dejado que los precios hicieran su función, hubiera sido una bendición para
compañías flexibles como Pfizer o Jonson & Jonson. Hubieran fabricado medicinas
hasta que se alcanzara el precio de clearing del mercado.
Pero esto no es todo. El DHHS, mediante la rigidez del
contrato, dejó a Novartis lista para fracasar desde el mismo inicio. Al acordar
el importe total del proyecto por adelantado, el DHHS establecía un techo de
costes para Novartis. Es posible que Novartis de diera cuenta en seguida de que
producir 150 millones de dosis contra la gripe anualmente durante ocho años
requeriría más recursos de los que podría permitirse comprar con un ingreso
máximo posible de 486 millones de dólares.
En un mercado libre, los empresarios a cargo de Novartis
podrían haber considerado si podían o no recuperar los costes extra cobrando
precios más altos. Con un contrato con el gobierno, las manos de Novartis
estaban atadas. Sólo podían hacerlo lo mejor posible para no perder dinero.
El monopolio legal y el tope de ingresos también funcionaron
como impedimentos para la excelencia en la provisión de servicios de sanidad.
Como Novartis sólo puede obtener una remuneración total de 486 millones y como
no tiene competencia literalmente, no tiene incentivo para exceder sus
obligaciones con el gobierno.
De hecho, incluso tienen un incentivo para hacerlo peor. Es
mucho más costoso para un departamento federal cambiar su proveedor monopolístico
de vacuna que para una clínica o consumidor individual elegir entre proveedores
de vacunas en competencia. Dada su planificación centralizada y su ingreso
fijo, sólo puede ser lógico que Novartis incumpla plazos y produzca menos
vacunas. Mientras esta baja producción no sea tan drástica que el DHHS rescinda
su monopolio, siempre hay formas de bajar costes y aumentar beneficios.
Además de fallar en el cálculo de precios, cantidades y
pagos, el socialista DHHS también falló en elegir el método más eficiente
de producir la vacuna contra la gripe. El contrato, de acuerdo con lo que dice
la web
de Noavrtis, incluye regulaciones sobre las instalaciones empleadas para la
producción.
Además, al otorgar el monopolio legal a Novartis, el DHHS
ordenó que la vacuna debía producirse y distribuirse usando solamente el método
de producción propio de Novartis. Como todos hemos visto claramente, su método
está lejos de ser perfecto y probablemente no es el mejor que el mercado pueda
ofrecer.
En un libre mercado de la vacunación, las distintas empresas
emplan distintos métodos para la producción de las mismas o casi uguales
vacunas: esta es la razón poa la que varían los costes de las empresas. Si se
les permitiera competir en precios, seguridad o confianza, los mejores procesos
de producción y distribución ganarían rápidamente el negocio de los pacientes
que pueden elegir.
Esto llevaría a mayores cantidades de vacunas de alta calidad
utilizando procesos que usen relativamente menos recursos. Aunque esto no
parezca muy importante para la provisión de vacunas contra el H1N1, para
epidemias más mortales la importancia d ela competencia no debe desdeñarse.
Debería quedar claro de nuestra exposición que el problema
del cálculo socialista de Mises y el problema del conocimiento de Hayek afecta
a toda intromisión del gobierno en la economía. Para destruir un mercado, un
burócrata no necesita producir y distribuir físicamente el bien a producir.
Cualquier influencia que los burócratas y políticos desinformados y mal
preparados ejerzan sobre un mercado es seguro que tendrá efectos desastrosos.
Es un principio importante a tener en mente cuando se
considera la legislación sanitaria de Obama. La perspectiva de planificadores
centrales estableciendo o influenciando en los noveles de reclamación, los
límites de acceso a la asistencia y la distribución de la tecnología médica
tendría que ser suficiente para aterrorizar a cualquier persona con conocimientos
de economía.
Vacunación frente a los fallos del socialismo
Para resolver el problema pendiente de las inmunizaciones,
las medidas políticas necesarias son sencillas:
Debería levantarse inmediatamente el monopolio legal de
Novartis par la producción de vacunas contra la gripe, como debería hacerse con
todas y cada una de las regulaciones sobre la provisión de vacunas en el
futuro.
Debe permitirse fluctuar el precio las vacunas antes de que
la escasez prive aún a más gente de las vacunas que estén dispuestos a apagar
al precio de mercado y antes de que aparezca un mercado negro de vacunas para
ajustar el mercado.
Lo más importante de todo, el fracaso titánico del DHHS para
proveer esta vacuna debe tomarse seriamente como un presagio de los horrores
que traería la socialización o cuasisocialización de la medicina y los
servicios de salud. La planificación central de los mercados médicos tendría
que ser categóricamente rechazada antes de que el gobierno fracase en la lucha
contra una epidemia más seria y mortal.
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Eric Staib es especialista en economía en la Universidad de
Oklahoma.