Para la civilización, es Mises o la decadencia

Por J. Grayson Lilburne. (Publicado el 17 de diciembre de 2009)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/3917.

                         

Probablemente lo que más diferencia a la economía austriaca de la corriente principal es el cuidadoso análisis de la estructura de la producción de la Escuela Austriaca. Cuando un economista austriaco estudia la estructura de producción, no se limita a preocuparse por los simples agregados, como la cifra total o el valor total de bienes de capital en una economía. Por el contrario, considera lo larga (o lo “indirecta”) que es una estructura de producción concreta.

Un economista austriaco se pregunta: “¿Cuántos pasos hay en el proceso de producción desde la extracción de los recursos en bruto hasta la fabricación real de bienes de consumo?” También estudia cómo cualquier sociedad concreta con una estructura de producción concreta puede mejorar su productividad.

Acumulación de capital y progreso social

Cualquier cambio en la estructura de la producción debe obviamente implicar un aumento, una disminución o el mantenimiento de su longitud. Las mejoras en productividad que implican menores o iguales procesos de producción indirecta tenderán a adoptarse muy rápidamente porque tienden a requerir menos recursos.  Por ejemplo, a una sociedad de cazadores no le costará mucho darse cuenta de que la dura y afilada obsidiana de la zona es mejor para desollar animales que las frágiles y romas piedras pómez que pueden haber intentando usar primero.

Pero una vez que una sociedad ha aprovechado todos los frutos fáciles de alcanzar sin mejoras de productividad “sin usar el cerebro”, ¿qué pueden hacer sus miembros para mejor la productividad? Lo único que queda por hacer es adoptar mejoras en la productividad que impliquen más métodos de producción indirecta.

Por ejemplo, una sociedad de cazadores podría probar el método más indirecto (pero más productivo) de fabricar y usar arcos y flechas de caza para reemplazar el método menos indirecto (pero menos productivo) de fabricar y usar lanzas primitivas. Esto es una inversión en bienes de capital más productivos.

Sin embargo, como fabricar arcos y flechas requiere más tiempo, y quizá más recursos, los cazadores y su inversión deben mantenerse con una existencia adecuada de comida y otros materiales: incluso aunque los arcos y flechas generarán mayores botines, sólo lo harán después de un periodo de tiempo más largo. Por tanto, los ahorros son un requisito previo indispensable para los aumentos de productividad que impliquen el alargamiento de la estructura de producción.

Como explicaba Mises en La acción humana, capítulo 18, sección 3,

“Esta postergación del consumo hace posible dirigir la acción hacia fines temporalmente más remotos. Ahora es factible buscar objetivos en los que no se podía pensar antes teniendo en cuenta la longitud que requería el proceso de producción. (…) La condición sine qua non de cualquier alargamiento adoptado del proceso de producción es el ahorro, es decir, un exceso de la producción actual sobre el consumo actual. El ahorro es el primer paso en el camino hacia la mejora del bienestar material y cualquier otro progreso en esta vía”.

Ese “progreso” es posible debido al hecho de que métodos de producción más eficaces significan más bienes, lo que a su vez significa una mayor capacidad de ahorro. Los nuevos bienes ahorrados pueden usarse, no sólo para mantener la nueva y más larga estructura de producción (reemplazando arcos y flechas cuando se deterioren), sino asimismo para soportar una estructura aún más larga y eficaz de producción (por ejemplo, en el caso de los cazadores, fabricando y usando grandes trampas).

Los ahorros posibilitados por el segundo alargamiento de mejora de la productividad de la cadena de producción pueden por tanto ser usados a su vez para un tercer alargamiento y así sucesivamente. En un mercado libre, este círculo virtuoso de acumulación de capital puede continuar perpetuamente, engendrando así una espiral ascendente en el bienestar de la humanidad.

Pero, como escribía Mises más adelante en la misma sección, no importa lo alto que estemos en la espiral, siempre tendremos a mano las oportunidades propicias de quienes nos precedieron para la acumulación de capital.

“Cualquier avance en esta incesante persecución de la producción de riqueza se basa en el ahorro y el trabajo preparatorio de las generaciones pasadas. (…) Nosotros, hijos predilectos de la era de la electricidad, seguimos obteniendo ventajas del ahorro original de los pescadores primitivos, quienes, al producir las primeras redes y canoas dedicaron parte de su tiempo de trabajo a previsiones para un futuro más remoto. Si los hijos de estos legendarios pescadores hubieran perdido estos productos intermedios (redes y canoas) sin reemplazarlos por otros nuevos, habrían consumido capital y el proceso de ahorro y acumulación de capital hubiera tenido que empezar desde cero”.

Es precisamente esa espiral ascendente la que experimentó el mundo occidental durante la Revolución Industrial. Y como aclaraba Mises en el capítulo 18, sección 4, el rápido auge de los niveles de vida occidentales de ese momento era una función de la acumulación de capital.

“Un aumento en los bienes de capital disponibles hace posible atender fines temporalmente más remotos sin verse forzados a restringir el consumo. Una pérdida en bienes de capital, por otro lado, hace necesario, o bien abstenerse de perseguir ciertos fines que se podían buscar antes, o restringir el consumo. (…)

Al contrario que quienes no tienen bienes d capital, el capitalista, bajo el estado concreto de conocimiento tecnológico, está en una posición de alcanzar un fin definido antes sin restringir el consumo y sin aumentar los factores de producción del trabajo y los materiales de origen natural. Su cabeza está a punto. (…)

La ventaja que los pueblos occidentales han obtenido sobre otros consiste en el hecho de que hace mucho que crearon las condiciones políticas e institucionales necesarias para un progreso constante y en general ininterrumpido del proceso de ahorro a gran escala, acumulación de capital e inversión”.

Lo que importa en último término para el bienestar de la sociedad es el grado en que sus deseos se ven satisfechos y por tanto, la utilidad real de los bienes. Por supuesto, sólo podemos conocer la utilidad real de los bienes a posteriori. Por tanto, el hombre que actúa debe confiar en su previsión de su utilidad real.

Por supuesto, el hombre no es adivino, así que a menudo se equivocará en sus previsiones. Cuanto más se equivoque, más adoptará estructuras de producción que no sean tan intensivas en capital (y productivas) como las que se podría haber permitido o más intensivas en capital de las que pueda sostener y llegar a completar. Como un ejemplo de este último tipo, el cazador que haya medido incorrectamente la longitud de la cuerda que posee podría dedicarse a fabricar un tipo de trampa que requiera más cuerda de la que realmente tiene. Por supuesto, será incapaz de acabar la trampa y la cuerda que haya cortado en longitudes no usables por ningún otro se habrá desperdiciado.

Bancos centrales y regresión social

La teoría austriaca del ciclo económico, formulada por primera vez por Mises en 1912, nos enseña que en una economía desarrollada, las expansiones artificiales de la oferta de dinero y crédito (que ahora son una prerrogativa exclusiva de los bancos centrales) rebajan el tipo de interés, lo que lleva a un error masivo. Hace que la gente piense, igual que el cazador incapaz de medir correctamente la cuerda, que son más ricos de lo que realmente son, lo que les lleva a consumir en exceso y a invertir en procesos de producción que son demasiado ambiciosos, dados los bienes de capital disponibles.

Digamos que una sociedad de cazadores usando lanzas primitivas está a un nivel 1 de acumulación de capital. Arcos y flechas se usan en el nivel 2 y trampas en el nivel 3. Utilizando una escala como ésta, una sociedad industrial se clasificaría muchos órdenes de magnitud por encima de estos niveles. Pero digamos para simplificar que en las primeras fases de su primera revolución industrial, una sociedad concreta está a un nivel 8 de acumulación de capital y que posteriormente pasará al nivel 9, luego al 10 y así sucesivamente.

Ahora supongamos que la sociedad en un momento dado sufre la desgracia de un banco central. En el momento de la primera expansión del dinero y del crédito del banco central, la sociedad está en un nivel 10. De nuevo la expansión artificial de la oferta del dinero y del crédito hace que los miembros de la sociedad piensen que están a un nivel más avanzado del que realmente están. Esto hace que piensen que tienen suficientes bienes de capital para intentar procesos de producción más largos y productivos, cuando realmente no es así.

Así que digamos que la expansión monetaria es suficiente para hacer que los miembros de la sociedad piensen que están en el nivel 11, en lugar de en el nivel 10. Hacen inversiones apropiadas para el nivel 11, que son simplemente insostenibles. La sociedad se dirige hacia una burbuja económica. La realidad de la situación acaba revelándose a los miembros de la sociedad. Es el momento de la “explosión de la burbuja”.

Podríamos pensar que entonces se trataría simplemente de reasignar el capital a procesos de producción apropiados para el nivel 10, pero eso supone que el capital es una masa amorfa, como la arcilla, que puede dividirse y reunirse para cualquier fin. Pero igual que la madera curvada de un arco hace una lanza horrible y muchos de los materiales de las trampas para animales son inútiles para la fabricación de arcos, la mayoría de las inversiones realizadas durante una burbuja simplemente se pierden. Como ha indicado bellamente Jim Fedako,

“La opinión general es que el capital es como arcilla, lista para que el alfarero le cambie la forma en un momento determinado. Por el contrario, la visión austriaca toma la estructura actual del capital como algo dado, algo que el empresario debe tener en consideración al formular sus planes. Si un empresario quiere cambiar la estructura actual de capital, usará dinamita y bulldozers, no agua y un torno”.

Y así, al haber desperdiciado sus recursos, nuestra sociedad hipotética, que actuaba como si estuviera al nivel 11, probablemente se encuentre dando pasos atrás. Puede que necesite adoptar métodos de producción apropiados para el nivel 9 o inferiores.

Por supuesto, salvo que el banco central expanda aún más el dinero y el crédito, haciendo que la gente crea que el nivel 11 sigue siendo viable. En ese caso la gente continuará desperdiciando recursos y cayendo niveles hasta que el banco central deje a todos suficientemente mal.

Y por supuesto no sólo importa durante cuánto tiempo el banco central promueva las malas inversiones, sino cuán intensamente lo haga. Cuanto mayor sea el grado en que expanda el banco central el dinero y el crédito, peores serán las malas inversiones resultantes. Un proceso de producción insensato adoptado por un empresario que piensa que es tres veces más rico de lo que es desperdiciará más recursos que uno adoptado por un empresario que piensa que es dos veces más rico de lo que es.

Nuestra crisis actual de intervencionismo

¿Qué significa esto para nosotros en nuestra situación presente? La longevidad e intensidad de la expansión monetaria y crediticia realizada por la Reserva Federal desde el inicio del mandato de Alan Greenspan no ha tenido precedentes. Incluso comparada con la era Hoover-Roosevelt, lo que hizo Greenspan después de la explosión de la burbuja de las punto.com y lo que hizo Ben Bernanke después de la explosión de la burbuja inmobiliaria, es estratosférico. Bernanke dobló el balance de la Fed en sólo unos meses. (Ahora se triplicado). Mediante la creación de un consumo masivos de capital, estas medidas han destruidos asombrosas cantidades de riqueza y continúan haciéndolo hoy día.

En relación con la riqueza real de la sociedad, nadie puede decir exactamente cuántos niveles hemos caído o caeremos. Pero es muy probable que sean suficientes para generar una calamitosa caída en picado durante mucho tiempo de los niveles de vida del ciudadano medio. Esto muy probablemente no llevará al clímax de lo que Mises calificaba la “Crisis del intervencionismo”.

Antes de que la aparición del liberalismo hiciera posible la acumulación continua de capital durante generaciones, el hombre común estimaba muy por debajo lo que su propia especie podía hacer. Daba por sentado que el estancamiento económico de milenios era simplemente un hecho inevitable de la vida. No intuía que la sociedad humana era capaz de enormes avances en el nivel de vida en una sola década. Si el hombre medio hubiera tenido alguna noción de ello, se habría encogido de hombros ante el hecho de que su propio nivel de vida no era muy diferente del del hombre medio de hace una docena de generaciones o, incluso, del antepasado aún más lejano de hace 1.000 años. Y si la casta gobernante vivía bien alimentada mientras que el grueso del populacho permanecía en la miseria, bueno, también era un hecho de la vida.

Pero eso ha cambiado irremisiblemente. Las extraordinarias mejoras en el bienestar del hombre durante los últimos siglos han dinamitado esas mentiras. El hombre común sabe que él y sus congéneres son capaces de logros asombrosos.

Y así, en unos años, después de que el asombroso consumo de capital generado por la Reserva Federal y otras medidas del gobierno hayan reducido de nuevo a la sociedad a la miseria, el hombre común no lo aceptará. La clase dominante insistirá en que la nueva miseria es simplemente un producto de las circunstancias, producida por la imprudencia de ciertos individuos privados y que el mantenimiento del propio poder y posición de los gobernantes es necesario para hacer que las cosas no vayan a peor (como hace aún ahora la Fed cuando tiene que afrontar una mínima limitación de sus poderes).

Pero el hombre común no creerá estas mentiras. No aceptará una vuelta al antiguo orden. Ya ha probado los frutos de la acumulación de capital. Sabe que la civilización puede hacer más que esto y que en algún lugar debe haber un freno en los mecanismos de la sociedad: un problema tan esencial como para explicarlo sólo por la inversión imprudente o el consumo inconsciente de ciertos individuos privados en un momento dado.

Desesperadamente buscará este freno, aunque esto suponga abandonar algunas de sus más firmes creencias acerca del gobierno y la sociedad. Ya sabe por la historia que los sucesores de Marx no pueden ayudarle a encontrarlo. Y llegará a darse cuenta después de una serie de intentos fallidos de rescate económico de que los sucesores de Keynes y otros economistas de la corriente principal tampoco saben dónde está.

Pero si sobrevive lo suficiente y la sociedad no se sume antes en la barbarie, el hombre común podría encontrar la respuesta a su interrogante en las obras de Mises y sus sucesores. Y aprenderá de Mises que el freno es el mecanismo de la civilización no es otra cosa que el estado intervencionista. Podría incluso encontrar la determinación y el coraje para arrancar el freno.

O podría no hacerlo y todo se perdería.

A medida que el estado hace más profunda la crisis del intervencionismo en el mundo, la civilización se acerca a una encrucijada. Será Mises o la decadencia.

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J. Grayson Lilburne es profesor y periodista y vive en san Francisco. Escribe en el blog de Economía de Mises.org y está realizando un cómic educativo explicando los principios de la economía.

Published Fri, Dec 18 2009 1:22 PM by euribe

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