Por Gennady Stolyarov II. (Publicado el 13 de enero de 2010)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí
http://mises.org/daily/4008.
Se supone comúnmente que, cualquiera que sea su nivel moral
y teórico, la propiedad intelectual es necesaria para los creadores de obra
escrita para ganarse la vida y (aún más importante) para continuar creando.
Aquí dejaré de lado la situación teórica del derecho de autor, ampliamente
explicado en Contra
la propiedad intelectual, de Stephan Kinsella, y Against
Intellectual Monopoly, de Michele Boldrin y David Levine. Me centraré
en las posibilidades existentes y emergentes para que los escritores se ganen
la vida en un mundo donde no haya derechos de autor.
Por medio de ejemplos de mundo real y sugerencias basadas en
observaciones de prácticas existentes e históricas, trato de asegurar a
escritores y otros hombres comunes inteligentes de todas las creencias que los
autores no morirían de hambre y la escritura continuaría floreciendo si mañana
desaparecieran de la faz de la tierra los derechos de autor. Espero promover un
aprecio de la fecundidad de la creatividad humana y la multitud de
posibilidades para empresas innovadoras.
El popular modelo de generación de ingresos inspirado en el
derecho de autor para los escritores implica contratar con una compañía editora
una combinación de pagos: (1) un anticipo modesto sobre la obra escrita,
normalmente pagado a la publicación o antes de ésta y (2) un flujo continuo de
derechos, normalmente pagado en proporción a las ganancias de la obra escrita.
Los derechos comprenden la mayor parte de los ingresos de los escritores
publicados más “tradicionalmente” bajo el sistema de derechos de autor: la
mayoría de autores y editores de este sistema entiende que el derecho de autor
es necesario para asegurar que los derechos continúan un largo periodo de
tiempo.
Incluso sin derecho de autor, hay una ventaja de moverse
primero simplemente por haber presentado una obra en el mercado antes que
cualquier otro. Además, si el trabajo tiene un precio razonable y se presenta
de forma atractiva, habría pocas razones para que los potenciales compradores
se sintieran insatisfechos con él de forma que hiciera lucrativo a los
competidores entrar en el mercado.
Para los competidores, la inversión de publicar el libro y
el considerable riesgo de competir con un productor establecido les haría
pensárselo dos veces antes de intentar esta aventura. Salvo que el editor
original haya fracasado significativamente en la presentación, la publicidad y
el precio del libro, esta ventaja del primer movimiento probablemente dure
mucho en el futuro.
Respecto de las descargas digitales del libro hay
considerable evidencia de que éstas no canibalizan las ventas en papel. De
hecho las ventas de libros se han disparado desde la aparición de
posibilidades de copia sencilla en Internet. Las descargas probablemente
generen también una ganancia marginal para la reputación del autor por encima
de los costes marginales de cualquier ingreso perdido directamente debido a una
descarga, especialmente si quienes descargan hoy un libro probablemente no lo
habrían comprado si no estuviera disponible gratis en línea.
Pero supongamos que los defensores del derecho de autor
tienen razón en su suposición de que la ventaja del primer movimiento es
efímera. Supongamos que no se pueda confiar en esta ventaja pues la competencia
se apropia de una buena obra y empieza a venderla en términos igualmente ventajosos
o mejores que el editor inicial. ¿Qué otros recursos tiene el escritor?
1. Publicaciones
más frecuentes de nuevas obras
Si hay una ventaja del primer movimiento que dura varios
meses o años, independientemente de que exista la propiedad intelectual, un autor
que decida seguir el método de publicación “tradicional” podría elegir la
estrategia de escribir y publicar una nueva obra cada vez que la ventaja del
primer movimiento de la obra previa haya desaparecido. Esto llevaría a un
cambio necesario en las expectativas: un autor no podría esperar vivir siempre
de los derechos de una sola obra (incluso aunque sea muy popular), sino que
necesitaría seguir creando para mantener su flujo de ingresos.
Sin embargo, esto no es muy distinto de la situación actual;
después de todo, la mayoría de los libros publicados no se venden
suficientemente bien como para asegurar a los autores ni siquiera un modesto
flujo de ganancias para toda la vida. Además, un sistema así incentivaría la
creación de otras obras.
De hecho, antes de la introducción de los derechos de autor,
los compositores clásicos europeos necesitaban componer música constantemente,
pues sus antiguas y ya famosas piezas se solían interpretar internacionalmente
sin que ellos recibieran ninguna compensación. Aún así, algunos de esos
compositores se las arreglaron para ser extraordinariamente ricos, así como
prolíficos.
El compositor más famoso de principios del siglo XVIII, y
uno de los más ricos, fue Georg Philipp
Telemann (1681-1767), al que algunos consideran el compositor más prolífico
de la historia, con más de 3.000 obras a su nombre. El status de Telemann
rivaliza con el de Simon Sechter
(1788-1867), que escribió más de 8.000 obras, muchas de ellas fugas corta y que
se propuso crear al menos una composición corta cada día. Ninguno de ambos
compositores vivió en un régimen de derechos de autor.
De hecho, prácticamente todos los grandes nombres de la
música clásica (Bach, Vivaldi, Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Chopin,
Brahms, Berlioz) compusieron sin derechos de autor y no se afligieron cuando
sus obras se interpretaron sin su participación o consentimiento. Los
compositores durante la época romántica a menudo tomaban prestados pasajes de
sus colegas y predecesores y desarrollaban creativas orquestaciones y
variaciones con ellos. Esto no se consideraba un robo sino más bien el cumplido
más alto: una demostración de que un compositor había sido capaz de cultivar
una idea musical que ahora podía evolucionar independientemente de su obra.
Si los compositores
pudieron establecer estos registros aún no superados sin derechos de autor
arreglándoselas para ganarse la vida, imaginemos lo que los escritores podrían
hacer en un entorno que no les diera la esperanza de sobrevivir siempre por
logros pasados.
2. Anticipos
iniciales más altos
Los escritores que busquen publicar sus obras mediante el
sistema “tradicional” podrían, en un entorno sin derechos de autor, pedir
anticipos iniciales más altos a los editores a cambio de flujos de derechos más
pequeños, menos estables y generalmente en disminución. No hay razón para que
esto no pueda ser lucrativo para los editores. El editor podría pagar al
escritor unos honorarios más altos de una sola vez, obteniendo a cambio la
ventaja del primer movimiento ante la competencia.
Si la competencia se apercibe y decide publicar un libro que
ha tenido buena acogida de público, el editor original tiene al menos el
potencial de competir en igualdad de condiciones en relación con los gastos: la
competencia no tendría que pagar una fracción importante de sus ingresos al
autor, ni tampoco el editor original.
La tremenda proliferación de novelas británicas en Estados
Unidos durante el siglo XIX puede darnos una idea de cómo podría ser un mundo
así. Los autores británicos tenían derechos de autor en Gran Bretaña desde la
aprobación del Estatuto
de la Reina Ana en 1710 y los autores estadounidenses los tenían en Estados
Unidos desde la promulgación de la Ley de Derechos de
Autor de 1790.
Sin embargo como la era de los derechos de autor no se había
iniciado (lo haría con el Convenio
de Berna de 1886), los autores británicos no tenían derechos de autor sobre
sus obras en Estados Unidos; en su lugar normalmente vendían los derechos a una
primera impresión de su obra en ese país. Así los editores originales de EEUU
de estos autores no les debían derechos y por tanto no estaban obligados a
pagar este coste adicional, poniéndoles a la par con potenciales posteriores
editores de las mismas obras. Los autores británicos hicieron más dinero
vendiendo así sus obras en EEUU que el que ganaron con el sistema británico de
derechos de autor. Además sus obras se hicieron mucho más populares en Estados
Unidos que las de sus contemporáneos estadounidenses.
3. Mecenazgo
2.0
Algunas de las obras más importantes de la historia las
crearon escritores y artistas bajo el sistema de mecenazgo, en el que personas
ricas e influyentes apoyaban a los creadores a cambio de una producción
constante y de alta calidad, usada a menudo para atender a los intereses e
imagen pública del mecenas. El sistema histórico de mecenazgo también tenía
numerosos defectos reales, incluyendo restricciones significativas a la
creatividad de los artistas por parte de mecenas dominantes. Aún así los
defectos no se debían a la propia institución del mecenazgo, sino a la
estructura de las sociedades occidentales preliberales y preindustriales.
Los mecenas eran extremadamente escasos y la mayoría tenían
recursos financieros, no por méritos personales o logros económicos, sino
debido al poder político. Para la escritura en particular, esto era un estorbo,
pues escribir para un mecenas normalmente significaba evitar la expresión de
ideas que molestaran al orden político establecido, sobre el que el mecenas
había construido su riqueza y poder. Por otro lado, si el mecenas era
subversivo respecto del poder establecido, como el Conde
de Shaftesbury (1621-1683), mecenas y único paciente de John Locke, podría
producirse alguna obra radicalmente provocadora.
Algunos creadores fueron afortunados de encontrar mecenas
razonables e ilustrados, pero incluso éstos tenían peculiaridades que había que
atender. Esto creó un amplio resentimiento hacia el sistema de mecenazgo e
inspiró una reacción que llevó al polo opuesto: el marketing masivo hacia una
base de consumidores lo más amplia posible. Aún así, esta postura también tiene
varios inconvenientes evidentes.
En nuestro tiempo, los defectos fundamentales del mecenazgo
histórico no tienen por qué persistir, porque la distribución de mecenas
potenciales es mucho mayor. De hecho, la mayoría de la gente establecida en
trabajos de “cuello blanco” puede permitirse ser hoy mecenas de las artes.
Además, gracias a las computadoras e Internet, escribir y publicar cuesta muy
poco, salvo el tiempo y esfuerzo dedicados a juntar las palabras y las ideas.
No sólo la capacidad de la mayoría de la gente de financiar a los escritores ha
aumentado espectacularmente, sino que también han disminuido considerablemente
los esfuerzos y materiales necesarios para escribir.
Cualquier sistema de mecenazgo necesitaría algún tipo de
cumplimiento del creador de los deseos del mecenas, esto es, de lo que paga el
mecenas. Sin embargo, con un gran número de potenciales mecenas en el mercado,
un escritor concreto no tiene que sentirse dependiente de acuerdos financieros
con un mecenas especialmente desagradable: es libre de encontrar otro mecenas o
incluso de trabajar simultáneamente para una multitud de ellos.
El mecenazgo puede expresarse monetariamente, pero no tiene
que ser así necesariamente. El mecenazgo en especie (como el que realizan
muchas revistas en línea que publican ensayos de autores colaboradores) es otro
mecanismo por el que los escritores pueden encontrar recursos para apoyar sus
trabajos.
4. Automecenazgo
“Automecenazgo” es una forma concisa de expresar el concepto
de escribir durante nuestro tiempo libre mientras se realiza otra ocupación
como generadora principal de ingresos. Si otra persona con un ingreso elevado
puede servir como mecenas de un escritor, es igual de fácil para el propio
escritor ganar un salario elevado en una profesión que elija y luego lo utilice
para subvencionar su escritura.
Es una opción prometedora para muchos escritores hoy en día,
yo incluido, y no debería rechazarse como modelo viable a largo plazo para la
creación de productos de calidad. El automecenazgo es tremendamente eficiente:
libera al escritor de tener que tener que hacer caso a cualquier entidad
externa para escribir o publicar lo que le plazca. Además, libera al escritor
de la necesidad de satisfacer a una audiencia masiva: puede hacer su obra tan
sofisticada, especializada o controvertida como quiera. Si obtiene notoriedad y
admiración, puede generar algunos bonus añadidos al escritor, si fracasa no ve
en peligro su modo de vida y siempre puede volver a intentarlo.
Con la capacidad de publicar gratis en Internet, los
escritores ya no necesitan acceso a grandes instituciones o personas ricas para
divulgar sus ideas a una gran audiencia. Por supuesto, han de competir con el mayor
grupo de creadores que haya existido nunca, y esto puede ocasionar problemas
para que le trabajo de calidad obtenga la atención proporcional a sus méritos.
Sin embargo, como el automecenazgo elimina los costes de obtener financiación externa,
un escritor puede ser tan productivo como esté motivado. Al producir gran cantidad
de obras, aumenta grandemente la probabilidad de que una de éstas sea advertida
y motive a algunos lectores a explorar sus otras obras.
5. Sitios
de contenidos en línea
Un importante desarrollo en Internet en los últimos años a
permitido a miles de escritores ganar pequeños sueldos por anuncios que
aparecen en las páginas donde se publica su trabajo.
Los grandes sitios web comerciales normalmente contratan a diversos anunciantes
y establecen una infraestructura para que los escritores publiquen cómodamente
una variedad de obras. Associated
Content, donde he venido publicando mis escritos durante más de tres años,
paga los colaboradores tanto pequeños anticipos de artículos que pasan la
revisión editorial como pagos por rendimiento basándose en cuántas visitas
reciben las páginas de los contenidos de los colaboradores. El pago por
rendimiento no es suficiente para vivir (2$ por cada 1.000 páginas vistas),
pero varios cientos de artículos pueden ofrecer un suplemento decente a los
ingresos mensuales.
Helium.com, otro sitio
en que he publicado, invita a los autores a escribir artículos en competencia
bajo un título concreto y luego a valorar las contribuciones de otros autores.
Los autores que participan habitualmente reciben un bonus basado en las visitas
que reciben sus artículos. Y en otro sitio, Today.com,
el alojador de mi blog, The
Progress of Liberty, paga a algunos blogueros un dólar por un post en un
día concreto y lo suplementa con un pago por rendimiento basado en las visitas.
Otras empresas comerciales con una gran variedad de mecanismos de compensación
han evolucionado durante los últimos años para permitir a los escritores
desconocidos obtener pequeños ingresos por sus obras sin necesidad de tener
conocimientos en marketing o ventas.
También los métodos anteriores tienen sus inconvenientes en
relación con cuáles son los tipos de narración que están mejor pagados. Pero
aún están en su infancia y hace seis años ni siquiera existían. Dentro de
varias décadas, como mucho, sin duda será posible a un gran número de autores
ganarse la vida escribiendo y publicando sus obras en Internet sin ser miembros
de ningún sindicato o de una empresa de medios de comunicación, salvo, claro
está, que los intereses creados presionen con éxito a los gobiernos para que
restrinjan las actividades creativas en Internet.
6. La
mejor opción
La mejor opción para promover la creatividad de un escritor
al tiempo que se asegura un ingreso estable y adecuado es una combinación de
las posturas anteriores. Cada postura, como la mayoría de las técnicas en la
vida, tiene sus ventajas e inconvenientes. Por ejemplo, el mecenazgo podría
ocasionar la necesidad de cumplir con gustos particulares, mientras que los
sitios de contenidos en línea que pagan basándose en visitantes únicos podrían
incentivar a los escritores en la amplitud de atracción en lugar de en la
profundidad. El automecenazgo, por otro lado, está limitado por los recursos
que tenga el escritor y la formación técnica en otros campos.
En una economía relativamente avanzada, casi de mercado, con
tecnologías de publicación notables y ampliamente disponibles, es posible
combinar de forma viable estas posturas en una estrategia general que nos
mantenga a la vez alimentados y escribiendo. Además, a medida que evoluciona el
mercado y las posibilidades tecnológicas se combinan con la creatividad humana
para ofrecer nuevas opciones, los escritores debería estar deseosos de
experimentar con más maneras de distribuir su contenido a las audiencias y
recibir la correspondiente compensación.
Como es habitual en los mercados, es virtualmente imposible
predecir exactamente la forma en que aparecerán los modelos de comportamiento,
especialmente si nos fijamos en el futuro a largo plazo. Pero eso no debería
desanimar a los escritores; de hecho debería resaltarles la importancia de
estar abiertos a nuevas posibilidades. No deberían esperar simplemente que los
modelos de negocio existentes (como el sistema de compensación basado esencialmente
de derechos de autor de los autores publicados “tradicionalmente”) continúen a
perpetuidad como refiriéndose a los derechos de las partes afectadas.
Nunca es necesario aferrarse a un solo mecanismo o institución
legal como única vía para una actividad humana concreta pacífica y productiva.
Los seres humanos tienen mucha más inventiva y elasticidad de la que sugieren
los defensores del derecho de autor.
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Gennady Stolyarov II es actuario, ensayista filosófico
independiente, compositor, matemático aficionado y editor jefe de Rational Argumentator y Progress of Liberty. El Sr.
Stolyarov es autor de numerosas guías gratis de
estudios sobre economía, matemática avanzada y ciencia actuarial y tiene el
nivel más alto posible (Nivel de influencia 10) para un productor de contenidos
en Associated
Content.