Por Jonathan
M. Finegold Catalán. (Publicado el 5 de marzo de 2010)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/4117.
Con los Estados Unidos y buena parte de Europa enterrados en
deuda pública, muchos se preguntan cómo resolverán los gobiernos del mundo sus
crisis presupuestarias pendientes. La profesión económica se ha dividido en dos
campos: los que promueven más gasto y sus oponentes, los “halcones del
déficit”. Los gastadores han sido los más ruidosos, en buena parte debido a su
dominio en la academia de la corriente principal.
Los economistas keynesianos, como Paul Krugman, argumentan
que el crecimiento del déficit no será un problema, dado que las grandes deudas
públicas tienen precedentes. Por ejemplo, Krugman argumenta
que los Estados Unidos tuvieron grandes deudas durante la Segunda Guerra
Mundial y fueron capaces de pagarlas después de que ésta acabara. Este profesor
de Princeton y premio Nobel también argumento que, como Estados Unidos en uno de
los muchos países que amontona deuda, ésta es justificable y defendible.
Paul Krugman oportunamente no considera, u olvida aplicar,
algunos detalles claves. Respecto de la Segunda Guerra Mundial, advierte que la
deuda se pagó en buena medida por un recorte en el gasto público. No tiene en cuenta
el hecho de que los factores más peligrosos de la deuda actual son los
“derechos no garantizados”, los costes futuros de los programes de
bienestar y seguro social. Respecto de la deuda de otros países, también ellos
están viviendo una incertidumbre política y un casi seguro colapso económico.
La mayoría de los espectadores han sido capaces de ver en el
pasado estos fallos elementales y de darse cuenta del peligro potencial de la
deuda pública creciente. Sin embargo, el rechazo de del argumento keynesiano
deja al ciudadano corriente con pocas explicaciones accesibles. Para la
mayoría, la mayor amenaza parece ser una subida
de impuestos. Aunque preocupantes, los altos impuestos deberían ser la menor
de nuestras preocupaciones. Lo peor por venir es el impago soberano, un
escenario que la corriente principal ha considerado no realista.
Por suerte, el austriaco Garet Garrett registró la crónica
de la amenaza de la deuda pública acumulada en The
Bubble That Broke the World. Por desgracia, Garrett es portador de
malas noticias.
La situación fiscal actual tiene precedentes. La alta deuda
pública y privada ha sido la perdición de grandes gobiernos a lo largo e toda
la historia. Es lo que Ludwig von Mises describía como la “crisis del
intervencionismo”.
“Las intervenciones se dirigen a
confiscar el ‘excedente’ de una parte de la población y dárselo a la otra
parte. Una vez que se acaba este excedente por la confiscación total, es
imposible seguir adelanta con esta política”.
Dicho de una forma más simple, la crisis del
intervencionismo se resume en el dicho “el problema del socialismo es que
acabas quedándote sin el dinero de los demás”.
Mientras que Mises estableció las bases teóricas para los
argumentos contra el gran gobierno y el socialismo, Garet Garrett ofreció la
evidencia empírica. En 1931, en medio de una crisis económica global, Garrett
publicó The
Bubble That Broke the World. Este libro relativamente corto, hoy día
bastante olvidado, ofrece uno de los mejores y más claros argumentos contra la
acumulación de deuda pública y aplica la teoría de Mises de la crisis del
intervencionismo a la crisis de Europa central durante la Gran Depresión.
La lección de Garet Garrett, reformulada
Garet Garrett sigue siendo un héroe desconocido del
liberalismo.
Aunque probablemente es más conocido por sus novelas,
también fue un gran economista. Trabajó para desacreditar el New Deal(6) y Franklin Roosevelt,
al tiempo que luchaba por un gobierno pequeño.(8)
The Bubble That Broke the World sigue siendo una de
sus obras más importantes sobre la economía y la Gran Depresión. Garrett echa a
culpa del colapso de la economía mundial en la década de 1930 al sistema de
reserva federal de extender el crédito para rescatar a sus amigos europeos.
Califica al proceso entero como un esquema de Ponzi.
Garrett describía la burbuja como producto de tres factores:
“Primero, la idea de que
la panacea para la deuda es el crédito. (…)
La carga de la deuda privada de
Europa para con [los Estados unidos] es ahora mayor que la de su deuda de
guerra, y la deuda de guerra, con atrasos en los intereses, es mayor que la del
día en que se firmó la paz. (…)
Segundo, una doctrina
social y política, ahora ampliamente aceptada, que empieza con la premisa de
que la gente tiene derecho a ciertas mejoras en al vida. Si no pueden
permitírselas de inmediato, es decir, si no pueden proveerse estas mejoras con
sus propios recursos, la gente de todas formas tiene derecho a ellas y debe
dárseles crédito. (…)
Tercero, el argumento de
que la prosperidad es un producto del crédito, mientras que desde el inicio del
pensamiento económico se ha supuesto que la prosperidad venía del aumento e
intercambio de la riqueza y el crédito era su producto”.
El final de la década de 1920 y el principio de la de 1930
fue un periodo de miedo en toda Europa. Las divisas estaban perdiendo valor,
los gobiernos estaban aumentando la deuda y de nuevo se estaba extendiendo
rápidamente la animosidad entre gobiernos. Los bancos centrales tenían
problemas para permanecer solventes y seguir ofreciendo liquidez a sus
gobiernos. En consecuencia, a menudo buscaban crédito en la Fed de Nueva York y
un grupo de bancos privados en Estados Unidos para obtener dicha liquidez.
En último término, la solvencia del Banco de Inglaterra y el
Reichsbank dependían completamente de la solvencia del sistema de reserva
federal de EEUU. La Fed sólo podía permanecer solvente si los europeos pagaban
sus deudas y hacia 1930 se hizo evidente que esos países estaban pidiendo
prestado más de lo que podían permitirse devolver.
Alemania era el eslabón más débil. Su gobierno, buscando
fondos para pagar reparaciones de guerra y programas sociales, pidió prestado
copiosamente a acreedores ingleses y estadounidenses. No es sorprendente que
los alemanes empezaran a pedir prestado para pagar deudas de los mismos
acreedores. Garet Garrett describía esto como un método por el que los
estadounidenses se devolvían a sí mismos las deudas otorgadas por otros. La
consecuencia a largo plazo fue una deuda alemana aún mayor. Los principales
perdedores fueron los acreedores estadounidenses que habían prestado demasiado
a los europeos.
Las consecuencias globales eran fáciles de predecir. A
medida que los bancos centrales europeos se hacían insolventes, empezaron a
dejar de pagar sus deudas, catalizando el colapso de la gigantesca pirámide del
crédito financiada en buena medida mediante el Banco de la Reserva Federal de
Nueva York.
La lección de The Bubble That Broke the World no es
el colapso final por sí mismo. Aunque Garrett no argumenta que una acumulación
de deuda acabe en insolvencia, su interés está en la propia acumulación de la
deuda. La lección de Garrett es que el gasto público financiado mediante deuda
y expansión del crédito crea una adicción al crédito. El crédito se considera
una panacea y se usa para mantener a flote los programas públicos. Generar
deuda, con el estímulo de la adicción, lleva a la ruina.
El crédito puede servir como panacea para la deuda sólo
mientras haya crédito disponible para pedir prestado. Cuando se ha agotado la
fuente del crédito y los gobiernos ven imposible la devolución de sus cuentas
hinchadas, se derrumba el castillo de naipes. Esto es lo que ocurrió al
principio de la década de 1930 y es lo que ocurrirá al día de hoy.
La lección reaplicada
Aunque se hayan producido crisis de intervencionismo entre
la década de 1930 y la actualidad (incluyendo las de Argentina y Zimbabwe), la
mayoría de los ciudadanos del Primer Mundo desconocen este concepto. Aparte de
esos pocos veteranos de la Gran Depresión, la mayoría ha vivido en una era de
recursos abundantes y riqueza incomparable. A pesar de los repetidos auges y
caídas, ha habido pocos periodos serios de pobreza general en Estados Unidos y
en la mayoría de la Europa occidental.
The Bubble That Broke the World de Garet Garrett se olvidó poco después de su publicación.
Incluso America's Great Depression, de Murray Rothbard, que sacó de la
oscuridad en gran medida ideas de Garet Garrett, permanece ignorada.
Pero la era de la burocracia creciente, del estado del bienestar
y de la guerra y de la falsa riqueza no puede durar para siempre. Hoy somos
testigos de los síntomas de una inminente “crisis del intervencionismo”. La
lección de Garrett es tan relevante y valiosa como siempre.
Occidente ha socavado su propia seguridad al permitir a sus
gobiernos crecer rápidamente por encima de los medios fiscales de sus pueblos.
Los Estados Unidos y Europa occidental han acumulado una montaña de deuda. El
gasto en déficit como política fiscal contracíclica es la menor de las
preocupaciones del mundo. El colapso del actual esquema de Ponzi basado en el
crédito se debe principalmente a la multitud de programas de seguro social que
se están haciendo demasiado caros de sustentar. En otras palabras, la
tambaleante piedra angular no es el gasto a corto plazo sino la deuda a largo
plazo.
Dada la impopularidad política de recortar estos programas injustificables,
es poco probable que los gobiernos inviertan su crecimiento voluntariamente.
Hay una adicción al crédito creciendo rápidamente. Los gobiernos occidentales
pueden compararse con los adictos a las drogas. Sin embargo, aunque un adicto
puede tener una sobredosis, el gobierno puede continuar mientras continúe suministrándose
crédito a un ritmo exponencialmente creciente. Pero, como todo adicto, el día
en que la dosis se quede corta ese día marcará el principio de una depresión
severa.
Un momento. Si el gobierno puede simplemente imprimir
dinero, ¿no sería capaz de liquidar su deuda, incluso a costa de todos los demás?
Por esto son tan importantes las responsabilidades sin garantía. El coste de
estos programas de seguro social y bienestar puede aumentar con la inflación
general de precios. El gobierno no puede imprimir su salida de una deuda que se
ajusta al aumento de la oferta monetaria.
Sólo hay una solución a largo plazo y ésa es la reducción
del gobierno. El gran gobierno es insostenible. Para bien o para mal, como
explica bellamente Garet Garrett en The Bubble That Broke the World, el
mercado se corrige a sí mismo. El alargamiento del periodo de intervencionismo
sólo aumenta el sufrimiento por la inevitable reasignación de recursos.
El mundo ya tuvo la Gran Depresión como aviso. Pero los
gobiernos y los burócratas que la sufrieron han decidido ignorar la lección. La
nueva crisis del intervencionismo se acerca aprisa y el mercado no esperará a
que los gobiernos se den cuenta de sus errores.
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Jonathan Finegold Catalán es licenciado en economía y
ciencias políticas en la Universidad Estatal de San Diego. Escribe en el blog economicthought.net.