Má dinero, má problemas

Por C.J. Maloney. (Publicado el 31 de agosto de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4651.

 

La reciente decisión de la Reserva Federal de mantener su balance lleno a reventar de todo lo que los bancos de Wall Street decidan meter dentro no resulta una sorpresa y aplasta cualquier esperanza de que la Fed rebaje su política de flexibilidad cuantitativa, o flexibilidad del crédito, como prefiere llamarla Bernanke. Con la economía estadounidense estancada a pesar de los billones de fondos de “estímulo” desparramados entre los bien relacionados políticamente, la gente que patronea la Reserva Federal probablemente piense que no tenía otra alternativa. Era demasiado fácil de predecir: durante las últimas décadas la respuesta de las autoridades monetarias de EEUU a cualquier crisis ha sido la misma: imprimir más dinero.

En este momento, la Reserva Federal se ha transformado en algo que ni siquiera sus fundadores soñaron allá por 1913. Ha degenerado en un prestamista de último recurso sordo, tonto y ciego para cualquier institución con las conexiones políticas correctas y se ha convertido en una máquina sin control que emite nuevos caudales de nuevo dinero y crédito, todo para garantizar que los perdedores que destruyeron sus empresas siguen volando en reactores GV y apareciendo en la CNBC para regalarnos con su supuesto conocimiento del mercado. (Richard Fuld, de Lehman Brothers, es la única excepción). Si vamos a escuchar a gente como Jamie Dimon y Lloyd Blankfein hablando de asuntos financieros, podríamos tomar también a los patéticos New York Mets como guía sobre cómo gestionar con éxito una franquicia de béisbol.

El que se produzca esta emisión masiva de nuevo dinero por parte del banco central mediante compras directas del gobierno central (flexibilidad cuantitativa) o por bancos políticamente conectados (flexibilidad de crédito), no tiene importancia. Los resultados son exactamente los mismos: ambos implican “una expansión del balance del banco central”, como dijo el mismo Ben Bernanke. Ambos engendran un aumento en el dinero y crédito disponibles. La flexibilidad cuantitativa, de nuevo según Bernanke, “es más común en países pobres o en países sacudidos por la guerra o los desastres naturales”.[1] O, como diría el harto, por el analfabetismo económico.

La política que la Reserva Federal ha hecho ahora explícita es una de las más a menudo asociadas a las repúblicas bananeras de América Central y sólo eso debería haber hecho a los funcionarios de la Fed pararse a reconsiderar sus acciones. El mero hecho de que una política así no haya desatado una tormenta de protestas y un pánico inversor destaca la extendida incomprensión en el grupo de listos respecto del asunto del dinero, en concreto, qué es exactamente. De acuerdo con Bernanke, el dinero, adecuadamente definido, debe mostrar tres características: debe ser un medio de intercambio, una unidad de cuenta y un almacén de valor.[2] El dólar de EEUU en papel cumple los primeros dos requisitos, pero fracasa estrepitosamente en el último.

La causa de nuestra actual crisis económica y lo que reside en el centro de su continua fortaleza es la capacidad de las autoridades monetarias de EEUU de crear “dinero” a su antojo. Piénsenlo un momento: nadie en sus cabales compraría acciones de una compañía que se reserva el derecho a emitir más acciones como le dé la gana y cuando el plazca, sin preocuparse en absoluto por los accionistas preexistentes, pero esto describe perfectamente nuestro sistema monetario.

La oferta monetaria de EEUU puede aumentarse al capricho de los funcionarios de la Reserva Federal, sin compensación alguna a quienes posean actualmente el efectivo que se verá devaluado por el dinero recién creado. Pero al contrario que en las acciones de la compañía, que sólo afectan a los que son suficientemente tontos como para comprarlas (y que pueden librarse simplemente vendiéndolas), el dólar de EEUU es obligatorio por ley para cualquiera que esté dentro de nuestras fronteras.

Digan lo que quieran de los “obsesos del oro”, pero tienen razón en algo: no puedes falsificar oro, lo que lo hace especialmente apropiado para ser un almacén de valor, lo que lo hace especialmente apropiado para ser la perdición de los keynesianos, lo que lo hace especialmente apropiado para ser dinero. El dólar de EEUU, siguiendo la definición de Bernanke, no puede estrictamente ser llamado dinero, porque ha fracasado en ser un almacén de valor. Si usted hubiera tomado un dólar de 1913 y lo hubiera guardado bajo su colchón, habría descubierto que el 95% de su valor se habría desvanecido en un sinsentido inflacionista.

Incluso el “más grande banquero central de todos los tiempos” (Alan Greenspan, ¿recuerdan?) destruyó el 44% del valor del dólar durante su mandato. No es posible “crear” dinero, ni siquiera por parte de las autoridades políticas.[3] Friedrich Engels, en su magistral El papel de la fuerza en la historia,  remacha esta verdad cuando advierte que “sin embargo, la fuerza no puede fabricar dinero: como mucho puede apropiarse dinero ya creado”.[4]

Esa devaluación del 44% bajo Greensapan fue al bolsillo de algún otro (los que tuvieron la suerte suficiente como para estar en la primera línea para echar mano del dinero recién creado antes de que se produzca la inflación de precios) después de quitarlo del bolsillo de sus legítimos poseedores (los ingenuos que tienen la mala fortuna de estar los últimos de la fila), que vieron en vano como el valor de su dinero se marchitaba bajo la inflación.

A pesar de la multitud de avisos que nos da la historia acerca de la flexibilidad cuantitativa (o flexibilidad del crédito, si lo prefieren), las autoridades monetarias de este país parecen inclinarse por continuar la política. Faltan al respeto a la memoria de Alexander Hamilton, el padre de la banca central en EEUU, que advertía que el papel monda irredimible es “tan propenso al abuso, e incluso puede decirse tan seguro para el abuso, que la inteligencia del gobierno de demostraría en no confiar nunca en sí mismo con el uso de algo tan seductor y peligroso como tentador”.[5] Aún así, la solución propuesta a nuestra “contracción del crédito” es debilitar el dólar aún más.

Para ser franco, las decisiones que ha tomado la Reserva Federal desde la última crisis económica han olido a pánico y ahora, con la flexibilidad cuantitativa, me recuerdan uno de los dichos favoritos de mi madre: “Has dejado pasar todas las ideas buenas y ahora te quedan las tontas”.

Pero lo llamen como lo llamen, este “cebado de la bomba” por parte de las autoridades monetarias de EEUU generará exactamente los mismos resultados de siempre: malas inversiones, devaluación del dólar y manía especuladora. Parafraseando al gran reapero Notorious B.I.G., la flexibilidad cuantitativa no hará nada más que dar a nuestra economía más dinero… y más problemas.

 

 

C.J. Maloney vive y trabaja en Nueva York. Tiene un blog sobre Libertad y Poder en la web History News Network. Su primer libro (Like Moving Into Heaven: Arthurdale, West Virginia and the New Deal) se publicará en febrero de 2011 por John Wiley & Sons.



[1] Andrew Abel y Ben Bernanke, Macroeconomics, 3ª Edicion (Nueva York, Addison-Wesley, 1998), p. 224.

[2] Andrew Abel y Ben Bernanke, Macroeconomics, 3ª Edicion (Nueva York, Addison-Wesley, 1998), pp. 219-220.

[3] Es verdad que para mucha gente lo que imprime la Fed es “dinero” y actúan en consecuencia. Así que a pesar del hecho de que desde un punto de vista estrictamente económico el dólar de EEUU no es dinero en absoluto, debido a esta extendida incomprensión se le trata como si lo fuera. Si la historia sirve de guía, el tiempo arreglará ese defecto.

[4] Frederick Engels, The Role of Force In History (Nueva York: International Publishers, 2006), p. 35.

[5] Alexander Hamilton, Writings (Nueva York: Library of America, 2001), p. 592.

Published Tue, Aug 31 2010 9:00 PM by euribe

Comments

# ¿Salvados por una moneda de un billón de dólares?

Friday, August 5, 2011 9:18 AM by Mises Daily en español

Por Robert P. Murphy. (Publicado el 4 de agosto de 2011) Traducido del inglés. El artículo