Por Joseph T. Salerno. (Publicado el 20 de noviembre de
2009)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra
aquí: http://mises.org/daily/3874.
La semana pasada un estudiante de mi seminario de
macroeconomía intermedia a nivel de MBA planteó una pregunta provocativa.
Estábamos discutiendo los distintos tipos de deflación (en precios) y cuáles,
según los austriacos, son benignos y se acomodan a las preferencias de los
consumidores y cuáles malignos y entran en conflicto con las preferencias de
los consumidores.
En la visión de los austriacos de la política monetaria
inflacionista como causa primaria de los ciclos económicos y de la crisis
actual en particular, el estudiante preguntó si los austriacos consideran algún
tipo de inflación como “bueno” para la economía. Di una corta repuesta
afirmativa y luego pensé en ello durante el fin de semana. Aquí está la nota
acerca del asunto que escribí para la discusión en clase del día siguiente. (Los
últimos dos párrafos sobre banca libre no son parte de la nota original).
Un tipo de inflación “buena” aparece cuando se producen
innovaciones y cambios que permiten a la gente economizar la cantidad de dinero
que mantienen en efectivo. Por ejemplo, la introducción y aumento de la
disponibilidad de las tarjetas de crédito conlleva una disminución en la
demanda de dinero, que, si todo sigue igual, causa un aumento general en los
precios.
Este “exceso” de efectivo produce un aumento de la demanda
de bienes cuya oferta no ha aumentado. El resultado es que los precios en
general suben. Pero aquí la inflación realiza una función importante: reduce el
poder adquisitivo del dólar hasta el punto en que deja de haber exceso de
oferta porque ahora la gente está contenta de mantener el total de la oferta de
dinero en existencia con el fin de planificar transacciones a los nuevos
niveles más altos de precios. Otra forma de explicar esto es que la oferta
“real” de dinero, es decir, el poder adquisitivo total en términos de bienes se
ha reducido al nivel exacto que desean los consumidores.
La que podríamos llamar inflación por “ahorro de efectivo”
tiende a ocurrir como resultado de cualquier innovación financiera, incluyendo
la invención de fondos mutuos en el mercado de dinero, cajeros automáticos,
cuentas PayPal, etc. También puede producirse por innovaciones organizativas o
técnicas en el negocio que promuevan una integración vertical de las
operaciones en las que los bienes de capital previamente intercambiados entre dos
empresas independientes ahora se producen y emplean dentro de la misma empresa.
Obsérvese que la inflación de ahorro de efectivo es benigna
precisamente porque es un resultado de que haya individuos esforzándose por
optimizar sus propiedades mediante un proceso de intercambio voluntario.
También es digno de mención que este tipo de inflación implica un aumento de
precios de una sola vez: una vez que el nuevo método de pago o invento se
convierte en ampliamente adoptado, cesa la caída de la demanda de dinero y los
precios dejan de subir. Al final, la inflación causada por la gente que
responde a oportunidades de economizar en sus existencias de dinero no tiene un
efecto sistemático en los mercados del crédito y el tipo de interés y, por
tanto, no precipita el ciclo económico.
Un segundo tipo de inflación buena es la que se produce por
efecto de una reducción en las ofertas de bienes y servicios causada por
desastres naturales, el agotamiento de recursos naturales o el aumento de las
preferencias de la gente por el ocio (causando una disminución de la
participación en las fuerzas laborales) o por bienes de consumo presentes
(causando la no renovación o “consumo” de bienes de capital). Todos estos
acontecimientos traen, antes o después, una mayor escasez de bienes
intercambiables en la economía.
La reducción de las ofertas de bienes en el mercado, si todo
lo demás permanece constante, incluyendo la existencia de dinero, hace que
aparezca un exceso de demanda de bienes. Los precios en general aumentarán
naturalmente para restaurar el equilibrio en los mercados de bienes. El aumento
de precios a la vez indica la mayor escasez de bienes disponibles y asegura que
se asignan a los usos más valorados por los consumidores.
Por el contrario, puede decirse que hay una caída en la
demanda de “intercambio” de dinero, que se constituye por los bienes ofrecidos para
intercambio. La disminución en la demanda de dinero en intercambio, cuando no
ha cambiado la oferta de dinero, produce inicialmente un excedente de dinero,
porque a los bajos precios prevalecientes, la oferta de dinero ofertada
excede la oferta de bienes en el mercado. Al final, el poder de compra del
dólar se ajusta a la baja, los precios de los bienes suben y todos los dólares
ofrecidos se absorben a cambio de los bienes que ahora tienen precios más
altos.
De nuevo advertimos que, al contrario que la actual
inflación de precios que normalmente causa la expansión de la oferta monetaria
de los bancos centrales, la inflación generada por las menores ofertas de
bienes es asunto de una sola vez. Los precios dejan de subir tan pronto como
las ofertas de bienes y servicios dejan de caer y se estabilizan al nivel
inferior, consistente con el cambio en los datos económicos.
La inflación de la “escasez” es por tanto beneficiosa porque
facilita el cálculo económico y la operación correcta de los mercados en una
situación en la que las preferencias de la gente o sus oportunidades de
producción han sufrido un cambio radical. La historia ha demostrado vez tras
vez (durante guerras, revoluciones, asedios y malas cosechas) que cualquier
intento por reprimir la inflación de escasez mediante controles de precios o
una distribución centralizada de las necesidades genera un caos de cálculo,
pobreza generalizada y desorden social.
Por tanto, nuestra conclusión es que un aumento general de
los precios generado por la demanda de dinero siempre mejora el bienestar
económico tal y como entienden el término los austriacos.
Con el fin de aportar todo, advierto que la mayoría de los
austriacos más modernos que apoyan la banca libre, aunque estén de acuerdo
conmigo sobre la inflación de escasez estarían muy en desacuerdo conmigo en que
la inflación de ahorro de efectivo sea benigna. Autores como Larry White,
George Selgin y Steve Horowitz insisten en que cualquier cambio en el gasto
total causado por cambios en la demanda de dinero deben deshacerse rápidamente
por un cambio de la oferta de dinero en la misma dirección. Por tanto, bajo
nuestro sistema actual de moneda fiduciaria, si aparecen innovaciones
financieras que induzcan a la gente a reducir su demanda de efectivo e
intercambiar el dinero más rápidamente, de acuerdo con los “banqueros libres”,
el banco central debe contraer la oferta de dinero para prevenir el aumento en
precios que corresponda a las elecciones voluntarias de la gente.
Es una implicación directa de la “norma de productividad” de
los banqueros libres, de acuerdo con la cual el banco central debe suprimir
activamente cambios “sin sentido” en los precios. Los cambios sin sentido en
los precios incluyen aquéllos causados por cambios en lo que los banqueros
libres califican (erróneamente, en mi opinión) como “la velocidad del dinero”.
Así, los banqueros libres se convierten en animadores de una deflación
monetaria realizada por el banco central como un medio de ahogar un modelo de
intercambios de propiedades libremente elegidos que expresan las preferencias
de los consumidores de precios más altos.
La posición de los banqueros libres no sólo es errónea sino
también paradójica. Acusan a los austriacos de Escuela Neomonetaria, creada por
Mises y Rothbard, de ver la deflación y la inflación asimétricamente,
favoreciendo la deflación y condenando la inflación. Pero como he intentado
probar anteriormente, los austriacos de la Escuela Neomonetaria son
perfectamente consistentes en sus actitudes hacia la subida y bajada de
precios: tanto la “inflación” como la “deflación” son benignas siempre que
estén de acuerdo con las preferencias de los consumidores voluntariamente
expresadas. No pasa esto con los banqueros libres, que afirman estar a favor de
un sistema monetario libremente competitivo, pero presumen saber de antemano
qué resultado producirán los empresarios operando en este sistema, que es una
estabilidad completa de una variable macroeconómica concreta.
Luego el punto de fricción real entre banqueros libres y sus
oponentes neomonetarios es si debe invocarse la norma de productividad para
animar al banco central a emplear su poder de manipular la oferta monetaria con
el fin de estabilizar el “gasto total”, un macroagregado ex post sin
sentido. La respuesta de los banqueros libres es “Sí”. Los austriacos de la
Escuela Neomonetaria aceptan la opinión de Mises de que las subidas y bajadas
de precios no significan nada por sí mismas en evaluar la solidez de un régimen
monetario. Como escribió
Mises:
Las nociones de inflación y
deflación no son conceptos praxeológicos. (…) [Implican] la popular falacia de
que no existe el dinero neutral o de poder de compra estable y que el mejor
dinero debería ser neutral y estable en poder de compra. (…)
Sin embargo quienes aplican esos
términos no se da cuenta del hecho de que el poder de compra nunca permanece
inalterado y que consecuentemente siempre hay inflación o deflación”.
--------------------------------
Joseph Salerno es vicepresidente académico del Mises
Institute, profesor de economía en la Universidad de Pace y editor del Quarterly Journal of Austrian
Economics. Ha sido entrevistado en Austrian Economics
Newsletter y Mises.org