El padre fundador del nepotismo capitalista

Por Thomas J. DiLorenzo. (Publicado el 21 de octubre de 2008)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/3164.

                 

Tan pronto como el gobierno federal anunció su rescate de los plutócratas de Wall Street por billones de dólares (para empezar), los defensores del rescate sacaron la que aparentemente creían que era su arma secreta: el mito de Alexander Hamilton como supuesto inventor del capitalismo estadounidense. Hamilton, decían, aprobaría el rescate. Caso cerrado. ¿Cómo podría discutirse al “arquitecto de la economía estadounidense”?

Forbes.com inmediatamente publicó un artículo titulado “Alexander Hamilton versus Ron Paul” para justificar que las críticas libertarias al rescate deberían rechazarse, pues Hamilton fue un gran estadista comparado con el Congresista Paul y sus seguidores. El Wall Street Journal Online publicó un artículo del historiador económico John Steele Gordon en el que argumentaba que nuestro problema real es que la banca central no está suficientemente centralizada, pedía un dictador/regulador de los mercados financieros, apoyaba el rescate y, lo que es más importante, echaba la culpa de la actual crisis económica a ¡Thomas Jefferson! Jefferson se opuso al primer banco central de Estados Unidos, el Primer Banco de Estados Unidos de Hamilton y defendía una moneda fuerte. Es este tipo de pensamiento libertario de libre mercado, decía Gordon, la causa de la crisis actual.

Lo que demuestra esta frenética idolatría por Hamilton es cómo su mito es la piedra angular ideológica del sistema estadounidense de nepotismo capitalista financiado por una enorme deuda pública y la falsificación legalizada de moneda mediante la banca central. Es este sistema la causa real de la crisis económica actual, contrariamente a las falsas afirmaciones de Forbes.com y el Wall Street Journal.

Vivimos en la “república de Hamilton”, como ha dicho orgullosamente el escritor Michael Lind. Goerge will escribió una vez que a los estadounidenses nos puede gustar citar a Jefferson, pero vivimos en el país de Hamilton. Es verdad, pero no es la bendición que proclaman gente como Lind, Will y otros. La verdad es justamente la contraria, como explico en mi nuevo libro: Hamilton's Curse: How Jefferson's Archenemy Betrayed the American Revolution — And What It Means for America Today.

El verdadero Hamilton

Hamilton fue el líder intelectual del grupo de hombres que en el momento de la fundación querían importar a América el sistema de gobierno mercantilista e imperialista británico. Mientras estuvieron en el lado pagador del mercantilismo e imperialismo británico, se opusieron a él e incluso hicieron una revolución contra él. Es bueno ser rey, como diría Mel Brooks.

Fue Hamilton quien acuñó la frase “el sistema americano” para describir su política económica de bienestar corporativo, aranceles proteccionistas, banca central y una gran deuda pública, a pesar de que fueron sus sucesores políticos, el Partido Whig de Henry Clay, los que popularizaron el eslogan. No tenía una buena formación acerca de la economía de su tiempo, como explican escritores como John Steele Gordon. Al contrario que Jefferson, que había leído, entendido y apoyado las ideas económicas librecambistas de Adam Smith, David Rocardo, Jean-Baptiste Say (a quien Jefferson invitó a unirse a la facultad de la Universidad de Virginia), Richard Cantillon y Turgot (cuyo busto sigue estando a la entrada de Monticello), Hamilton ignoraba  o desconocía completamente estas ideas. En su lugar, repetía los mitos y supersticiones mercantilistas que habían inventado los apologistas del estado mercantilista británico, como Sir James Steuart.

Hamilton defendía la causa de una gran deuda pública (a la que calificaba de “una bendición pública”), no para establecer el crédito del gobierno de EEUU o financiar cualquier proyecto de obra pública, sino por la maquiavélica idea de ligar los intereses de los más ricos a los del estado: siendo tenedores de deuda pública, apoyarían, creía, todos sus grandiosos  planes de muchos impuestos y un gobierno mucho más grande que el previsto en la Constitución. Tenía razón. Junto con los banqueros inversores de Wall Street que habían colocado la deuda pública, éstos siempre ofrecieron apoyo político efectivo al gran gobierno y a impuestos más altos. Por eso los banqueros inversores de Wall Street estaban en los primeros en la fila para un rescate, administrado por uno de sus compañeros, el Secretario del Tesoro Paulson.

Hamilton defendía un gran ejército permanente, no porque temiera una invasión de Francia o Inglaterra, sino porque entendía que los monarcas europeos habían usado esos ejércitos para intimidar a sus propios ciudadanos para recaudar impuestos. Una evidencia de esto es el hecho de que Hamilton mandó personalmente a Pensilvania occidental a 15.000 reclutas para intentar sofocar la famosa Rebelión del Whisky. Acabó estando a cargo de toda la expedición e hizo prisioneros a dos docenas de manifestantes, a los que quiso colgar. Sin embargo, todos fueron indultados por George Washington, lo que Hamilton siempre lamentó.

En una publicación titulada “A History of Central Banking in America”, la Fed califica orgullosamente a Hamilton como su padre fundador, alardeando de que incluso hablaba como cualquier presidente contemporáneo de la Fed. El Primer Banco de Estados Unidos, al que se opusieron Jefferson y Madison, creó un 72% de inflación en sus primeros cinco años de operación, como escribió Murray Rothbard en A History of Money and Banking in the United States. No se renovó en 1811, pero fue resucitado por el Congreso en 1817, después de lo cual creó el primero ciclo de auge y declive en Estados Unidos, que llevó al Pánico de 1819, el título de otra de las grandes obras de Rothbard sobre la historia económica de Estados Unidos.

Después de años de generar corrupción política e inestabilidad económica, el banco de Hamilton despareció a inicios de la década de 1840, gracias al Presidente Andrew Jackson. Esto llevó a una era de “banca libre” de veinte años. La banca central hamiltoniana resucitó de nuevo en la década de 1860 con las Leyes de Moneda Nacional. Es una razón importante por la que algunos historiadores han calificado a las décadas de posguerra como un periodo de “hegemonía hamiltoniana”.

Cuando Anna Schwartz, Michael Bordo y Peter Rappaport evaluaron a esta precursora de la Fed en una publicación académica, concluyeron que se caracterizó por “inestabilidad monetaria y cíclica, cuatro pánicos bancarios, frecuentes derrumbes bursátiles y otras perturbaciones financieras” (ver su estudio en Claudia Goldin, ed., Strategic Factors in Nineteenth-Century Economic Growth). Naturalmente, la respuesta del gobierno a todo este pánico económico e inestabilidad causados por la banca centralizada fue crear su sistema bancario aún más centralizado con la Ley de la Reserva Federal.

Tal vez Hamilton sea más conocido entre los economistas por su Informe sobre las manufacturas. En su biografía de Hamilton de 1905, William Graham Sumner escribió que el informe de Hamilton defendía “el viejo sistema mercantilista de la escuela inglesa, adaptado y ajustado a la situación de Estados Unidos”. También Thomas Jefferson escribió que los “planes” proteccionistas, de bienestar corporativo y banca central de Jefferson eran “los medios por los que podía introducirse en Estados Unidos el corrupto sistema británico de gobierno”. Tenían razón.

La reputación de Hamilton como gran experto en economía y finanzas se ha exagerado mucho, escribía Sumner, que también dijo que el pensamiento económico de Hamilton estaba estropeado por la “confusión y la contradicción” y que Hamilton estaba “confundido en la neblina del mercantilismo”. Para nuestra desgracia, todas las malas ideas de Hamilton “ofrecieron un bienvenido arsenal a los políticos” que le sucedieron, advertía Sumner.

En la convención constitucional, Hamilton propuso un presidente permanente que nombraría todos los gobernadores de los estados y tendría poder de veto sobre toda la legislación estatal. Sus oponentes interpretaron esto correctamente como una defensa de la monarquía, y lo que es peor, una monarquía basada en el mercantilismo. La razón para consolidar primero todo el poder político en el gobierno central y luego en manos de un solo hombre, el presidente permanente, era que así podía planificarse y controlarse centralizadamente un imperio mercantilista estadounidense sin disidentes, como opositores a impuestos o librecambistas que residieran en los distintos estados. Hamilton (y sus herederos políticos) entendieron que la uniformidad nacional obligatoria es la única forma en la que puede funcionar ese plan de planificación centralizada. También entendieron esto los socialistas del siglo XX.

El mercantilismo hamiltoniano es esencialmente el sistema político y económico en que han vivido los estadounidenses desde hace varias generaciones: un presidente similar a un rey que gobierna mediante “órdenes ejecutivas” y desdeña todas y cada una de las restricciones constitucionales a su poder; gobiernos estatales que son meras marionetas del gobierno central; un bienestar corporativo de locos, especialmente a la luz del último escándalo, la Ley de Rescate del Plutócrata de Wall Street; una deuda pública de 10 billones de dólares (70 billones si contamos la deuda pública no financiada); un perpetuo ciclo de auge y declive causado por planificadores centrales en la Fed que actúan como el Mago de Oz; constantes agresiones militares en todo el mundo que sólo parecen beneficiar los proveedores de defensa y otros beneficiarios del estado de guerra y más de la mitad de la población sobornada con subsidios de todo tipo imaginable para apoyar el interminable crecimiento del estado. Es la maldición de Hamilton sobre Estados Unidos, una maldición que debe exorcizarse si ha de quedar alguna esperanza de resucitar la libertad y prosperidad de los Estados Unidos.

 

 

Thomas DiLorenzo es profesor de economía en la Universidad de Loyola en Maryland y miembro de la facultar superior del Instituto Mises. Es autor de El verdadero Lincoln, Lincoln Unmasked, How Capitalism Saved America y, más recientemente, Hamilton's Curse.

Published Sat, Jul 17 2010 12:13 PM by euribe