Por Murray N. Rothbard. (Publicado el 7 de octubre de 2010)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4694.
[Este artículo está extraído de Historia del pensamiento económico, vol. 1, El pensamiento económico hasta Adam Smith]
Como el pensamiento de Bacon se ajustaba bien al espíritu de su tiempo, no sorprende que generara entusiastas seguidores. Un seguidor poco reconocido fue Thomas Hobbes, el apologista filosófico del absolutismo monárquico, que, en vísperas de la Guerra Civil, buscaba una defensa “moderna” del despotismo monárquico que no se basara ni en la vieja teoría de la correspondencia del orden, ni en la variante grociana de la ley natural como hicieron sus amigos del círculo de Tew.
La versión conservadora de Grocio de la teoría del consentimiento sostenía que el derecho de soberanía se había originado realmente en el pueblo, pero que ese pueblo, en algún momento distante y turbulento del pasado había entregado su soberanía irrevocablemente al rey, Esta defensa del absolutismo real había continuado en Inglaterra en el círculo de Tew, ante el que el único desacuerdo de Hobbes era que cada individuo, en un último análisis, tenía el “derecho de autoconservación” y por tanto el derecho a desobedecer cualquier orden del rey que fuera equivalente al asesinato del individuo concreto.
Pero lo que es más importante es que la teoría política de Hobbes renunciaba a la metodología escolástica de la ley natural en favor de una metodología mecanicista y científica “moderna” mucho más de lo que los hacía Francis Bacon. Este cambio no es sorprendente, considerando que Hobbes realizó su aprendizaje filosófico como secretario del propio Bacon. Más tarde, además de una vida al servicio de la familia realista de los Cavendish, Hobbes fue tutor de matemáticas del futuro rey Carlos II.
El principal baconiano en economía política, que fue asimismo, apropiadamente, un pionero en la estadística y en la supuesta ciencia de la “aritmética política”, fue el fascinante oportunista y aventurero Sir William Petty (1623-1687). Petty era el hijo de un pobre pañero rural del condado de Hampshire. Aprendió latín en una escuela pública y se hizo a la mar como grumete con 13 años. Cuando se rompió una pierna en el mar, fue dejado en tierra en Francia por el capitán. Petty consiguió que le admitieran en la universidad jesuita de Caen al solicitar en latín su admisión. Allí recibió una excelente educación en idiomas y matemáticas, manteniéndose como enseñante y comerciando con joyas de encargo. Pronto Petty acudió a estudiar medicina a Holanda, donde hizo amistad con el Dr. John Pell, profesor de matemáticas en Ámsterdam.
Viajando a París para estudiar anatomía, Petty llevaba una carta de presentación de Pell para Thomas Hobbes. Pronto Petty se convirtió en secretario y ayudante de investigación de Hobbes y asumió de éste empirismo, mecanicismo y absolutismo de Bacon y Hobbes. A través de Hobbes, Petty también se unió a círculos avanzados, incluyendo a los nuevos científicos así como a los amigos filosóficos de la ciencia. Debemos recordar que la ciencia no disfrutaba entonces de la especialización profesional del siglo XX y los nuevos descubrimientos científicos se hicieron a menudo en una atmósfera de científicos rodeados por animadores filosóficos diletantes. A través de Hobbes, Petty participó en el círculo parisién del Padre Marin Mersenne, que incluía a científicos como Fermat y Gassendi, así como filósofos-matemáticos como Pascal y Descartes.
Después de un año en París, Petty volvió a Inglaterra en 1646 para continuar sus estudios médicos en Oxford. De nuevo con una recomendación del Profesor Pell que le abría puertas cruciales, Petty fue acogido por el hombre que había sido llamado “el maestro de ceremonias del nuevo aprendizaje”, el entusiasta baconiano, inmigrante prusiano de Polonia y medio inglés y exiliado del gobierno católico, Samuel Hartlib (1599-1670). Pell fue el primer discípulo de Hartlib y su primer trabajo había sido de maestro en una escuela dirigida por el rico y bien relacionado Hartlib, cuyo padre había sido “mercader real” del rey del Polonia. Con el apoyo de Hartlib, la carrera de Petty en Oxford se vio impulsada hacia arriba a una velocidad increíble. Petty fue bienvenido en un círculo de matemáticos, científicos y médicos que se habían refugiado en Oxford para escapar de la Guerra Civil y se habían dedicado a la ciencia baconiana multipartidista y transreligiosa.
Este grupo, que se llamaba a sí mismo el “colegio invisible”, no sólo recibió calurosamente a Petty, sino que incluso se reunían periódicamente en su alojamiento, que, al ser la casa de un boticario, era cómodo para la experimentación científica y alquímica con drogas. Tan pronto como Petty se convirtió en miembro del Brasenose College en Oxford, fue nombrado vicedirector y en cuanto se convirtió en médico fue hecho profesor de anatomía. Finalmente, Hartlib hizo que eligieran a su amigo y protegido Petty como profesor de música en 1651 en el Gresham College en Londres, una nueva universidad dedicada a las artes experimentales y mecánicas. Aparentemente, Petty enseñaba matemáticas aplicadas a la música. Con sólo 28 años, William Petty había saltado a lo más alto de la profesión académica. La rapidez del ascenso de Petty se vio indudablemente ayudada por el hecho de que el nuevo régimen republicano acabó con los titulares previos abiertamente realistas y los baconianos del “colegio invisible” podían navegar abajo el pabellón de la ciencia baconiana libre de valores.
Hartli también escribió historias del comercio voluminosamente inductivas, especialmente en agricultura, ayudando a avanzar el programa baconiano. El propio Hartlib era amigo y discípulo de su colega baconiano, el milenarista teólogo y educacionista checo Comenio (1592-1670). Comenio, obispo en la iglesia morava husita pietista y exiliado del gobierno católico, fue empleado por el gobierno sueco para organizar su sistema escolar. Fue más allá de Bacon al inventar un nuevo sistema religioso hermético, el pansofismo, que prometía combinar todas las ciencias en un camino místico al conocimiento. Hartlib suscribió estas ideas gnósticas y siguió a Bacon al desarrollar su propia nueva utopía, a la que llamó Macaria (1641).
Hartlib y Comenio eran los filósofos y teóricos favoritos de la pequeña noble puritana del país, el partido de los Pym y los Cromsell. De hecho, en el verano de 1641, cuando los puritanos del país pensaban que habían conseguido con éxito y gobierno duradero bajo el rey, el Parlamento trajo ilusionadamente a Comenio a Inglaterra y fue durante el otoño cuando Hartlib publicó su Macaria, una utopía del estado de bienestar que esperaba instituir en Inglaterra. Llegado a Inglaterra. Comenio hizo sus propios planes para una “reforma” pansófica o transformación del sistema educativo inglés, liderado por un “colegio pansófico”. Comenio proclamó “que la última era de mundo está acercándose, en la que Cristo y su Iglesia triunfarán, (…) una era de ilustración, en la que la tierra se llenará del conocimiento de Dios, como las aguas cubren el mar”.
El nuevo estallido de la Guerra Civil dio fin a los planes de una reconstrucción social y educativa tranquila y así Comenio regresó a la Europa continental al siguiente año, 1642. Pero Hartlib y los demás permanecieron y continuaron bajo el generoso patronazgo puritano; durante el Protectorado de Cromwell, florecieron esos baconianos, y Pell y otros discípulos de Hartlib fueron usados por Cromwell como enviados a distintos países protestantes de Europa.
Uno de los favoritos proyectos continuos de Hartlib era tratar de fundar nuevas universidades e instituciones para promover la nueva ciencia. Un posible donante era el rico, aristocrático y mucho más joven amigo, el famoso físico Robert Boyle (1627-1691). En un momento dado, Hartlib trató de hacer que Boyle financiara a William Petty para recopilar una “historia de [todo] el comercio”, en otro, Petty, en su primera obra publicada con 25 años, pedía a Hartlib financiar una nueva universidad para avanzar en el “verdadero aprendizaje”, que sería un “gimnasium medicum o universidad de comerciantes”. Esta universidad, escribía Petty, ofrecería “las mejores y más eficaces oportunidades y medios en perfección y exactitud para escribir una historia del comercio”. Ninguno de estos proyectos en particular sería un éxito.
Tan pronto como William Petty llegó al ápice de la academia en 1651 y antes de dar su primera clase, dejó el mundo de la bondad de la universidad. Salió a buscar fortuna y vio su oportunidad en medio de la devastadora conquista y diezmado de Irlanda por Cromwell. Un compañero “invisible” de Oxford, Jonathan Goddard, había llegado a convertirse en médico jefe del ejército de Cromwell en Irlanda y había vuelto dos años más tarde al prestigioso puesto de rector del Merton College; pidiendo una excedencia de dos años en Oxford, Petty fue a Irlanda como sustituto de Goddard. Cuando Petty llegó a Irlanda, encontró una oportunidad de oro de hacer fortuna.
Cromwell se apropió de la tierra irlandesa y decidió pagar a sus soldados y banqueros de su campaña militar entregándoles tierras irlandesas conquistadas y confiscadas. Pero para parcelar el terreno, primero tenía que medirse y esta tarea la realizaría un agrimensor general, un amigo de Petty y Hartlib, el Dr. Benjamin Worsley, un colega médico, que había publicado panfletos influyentes que llevaron a la Ley de Navegación de 1652, una medida mercantilista para el subsidio y el privilegio de la marina inglesa. Sin embargo, Petty no dejó que la amistad se interpusiera en su camino. Llegando a Irlanda en otoño de 1652 y haciéndose cargo de la situación, Petty lanzó una campaña de propaganda denunciando la supuesta lentitud del trabajo de Worsley y prometiendo realizar él mismo la tarea en sólo 13 meses. Obtuvo el trabajo en febrero de 1653, a pesar de la feroz oposición de Worsley, y realmente completó la tarea en el plazo previsto.
Con la enorme cantidad de dinero obtenida de este trabajo, Petty empezó a acumular propiedades de la tierras irlandesas confiscadas (algunas tierras las adquirió en lugar de pagos en efectivo, otras comprando derechos de tierra a soldados ingleses necesitados). Para 1660, William Petty había acumulado propiedades en Irlanda de 100.000 acres, haciendo de él uno de los principales terratenientes de Irlanda. De hecho, su acumulación de terrenos en Irlanda acabó siendo aún mayor, pues en el momento de su muerte en 1687 poseía 270.000 acres sólo en el sur de Kerry. Al final de la década de 1650, Petty estaba de vuelta en Londres trabajando temporalmente en el Parlamento y renovando sus amistades en círculos científicos.
De vuelta en Inglaterra, Petty se unió a un círculo baconiano-hartlibiano encabezado por otro emigrante alemán, Theodore Haak, el secretario organizador de los discípulos ingleses de Comenio. Otros miembros incluían al Dr. Jonathan Goddard, ahora médico personal del Lord Protector Cromwell y al famoso arquitecto Christopher Wren, cuya primera obra arquitectónica fue una estructura transparente de tres pisos en forma de colmena construida para Hartlib. El grupo de reunía principalmente en la casa de Oxford del cuñado de Cromwell, John Wilkins, a quien el protector había hecho director de la Universidad de Oxford.
Debe entenderse que los baconianos, aunque prosperaran bajo Cromwell, no se comprometieron realmente con ninguna forma concreta de gobierno. Como el propio Bacon, podían prosperar bajo una monarquía absoluta. Monarquía, república, parlamento, corona, iglesia… todas estas formas de gobierno no suponían ninguna diferencia concreta para estos pretendidos gobernantes de la nación “científicos” y “libres de valores”. Mientras el régimen fuera suficientemente estatista y al menos nominalmente protestante, la política podía ofrecer un amplio campo a sus sueños de poder y “ciencia” sostenidos por estos filósofos y hombres de negocios baconianos.
De ahí que Petty y sus colegas, siempre en busca de la mas mínima oportunidad sea cual sea el gobierno, estuvieran bien situados cuando se restauró en 1660 la monarquía estuardiana. El propio Petty fue bien recibido en la corte de Carlos II, que le otorgó el grado de caballero y en 1662 los sueños de Petty y sus colegas baconianos culminaron cuando aquél se convirtió en miembro fundador de la recién creada Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natura. La Real Sociedad fue dedicada específicamente al proyecto baconiano de observación y experimentación científica, primero al estudio de mundo natural y la tecnología y luego al estudio de la sociedad. A lo largo de su vida, Petty fue un miembro activo de la Real Sociedad, contribuyendo especialmente a sus estudios de la historia del comercio y la tecnología. La misma contribución de Petty, la “aritmética política” o estadística, la consideraba éste como la aplicación de programa empirista de Bacon al mundo social.
Fiel al objetivo de Petty de una ciencia “empírica”, cada uno de sus estudios estaba diseñado para promover su propio progreso económico o político. Su principal obra, Treatise of Taxes and Contributions, se publicó en 1662 y tuvo tres ediciones más a lo largo de su vida. Sin embargo, Petty quedó decepcionado, pues el tratado no lo llevó a su deseado cargo público o a una influencia política. Los posteriores tratados de Petty no fueron publicados en vida, en 1690 o más tarde. Esto ocurrió porque, en palabras de un historiador en general admirador, fueron escritos “no para publicarse, sino para circular en los pasillos del poder o con vistas a adquirir influencia o cargos, que nunca consiguió obtener”. E incluso aunque la hija de Petty, por un matrimonio años después iba a dar lugar las familias aristocráticas de los Shelburne y Lansdowne, Petty disfrutó poco de sus terrenos dudosamente adquiridos en Irlanda, pues tuvo que emplear la mitad de su vida en ese país defendiendo sus propiedades ante querellas realista y a sus territorios de “bandidos” que creían que les habían despojado de sus tierras.
En correspondencia con un supuesto científico experimental, Pêtty reclamó varias importantes invenciones, aunque sólo una de ellas (el barco de doble casco) llegó a realizarse. Gastó una gran cantidad de dinero construyendo diversas versiones de este barco, pero todas tuvieron el mismo problema: aunque eran muy rápidos, todos “tenían una embarazosa tendencia a zozobrar en una tormenta”, un defecto, se nos dice, “en el cual Carlos II recibió con cierto de malicioso regocijo”.
¿Qué pasaba entonces con Sir William Petty, que, a pesar de sus dones, su aprovechar cualquier oportunidad y sus poderosos amigos, se encontró bruscamente con un “techo de cristal” que limitó su influencia política y su poder en la corte, y que incluso llevó al rey de Inglaterra a tratar sus problemas con “malicioso regocijo”? Aparte de su sabotaje a Benjamin Worsley, el problema era que Petty no podía resistir las pullas poco políticas, ya sea imitando perversamente a la aristocracia en una fiesta o reprobando las políticas de Su Majestad en el mismo panfleto que estaba escribiendo a la corte para obtener el favor del rey. A no ser un caballero por nacimiento, a Sir William le costaba actuar como un caballero para su beneficio.
Al publicar su Treatise of Taxes, Petty publicó varios escritos a la Real Sociedad sobre las historias del teñido de teles y la navegación, avanzando el programa baconiano de la historia del comercio. Su obra principal, Political Arithmetic, se escribió en la década de 1670 y se publicó póstumamente en 1690. Su objetivo era demostrar que Inglaterra, lejos de sufrir un declinar como se creía en general, era realmente más rica que nunca. En Political Arithmetic, Petty afirmaba evitar simples “palabras” y “argumentos intelectuales”, e incluir sólo “argumentos de sentido” (es decir, derivados de hechos sensatos de la naturaleza que podían reducirse a “número, peso y medida”), un lema que gustaba de repetir en muchas ocasiones. Así, al final de un ensayo sobre álgebra, Petty mantenía grandilocuentemente que al fin había aplicado el álgebra “a algo que no fueran las puras matemáticas, esto es: a la política, bajo en nombre de Aritmética Política, al reducir muchos términos materiales a términos numéricos, de peso y medida, con el fin de manejarlos matemáticamente”.
De hecho, prácticamente no hay matemáticas en Petty: lo que hay son estadísticas, obtenidas sin rigor y afirmadas arbitrariamente, empleando muchos supuestos ocultos, para llegar a una serie de conclusiones predeterminadas ideológicamente.
Como escribe William Letwin en su gratificante estudio de Petty:
El trabajo con la cifras de Petty, como siempre, era completamente arrogante. Los hechos, fueran los que fueran, siempre tenían una forma apropiada de sostener los conclusiones de Petty. O más bien lo hacían las afirmaciones factuales de Petty, pues no se privaba de citar autoridades misteriosas, desconocidas e incluso inexistentes, cuando necesitaba su auxilio.
Luego Letwin cita la conclusión de Major Greenwood, un historiador moderno de la estadística: “No es que yo crea demasiado cínico decir que cualquier cálculo que hiciera Petty debería haber producido pérdidas bélicas de alrededor de 600.000”. En un momento, Petty realmente muestra una justificación de sus cifras y suposiciones arbitrarias que hace que no suponga ninguna diferencia si las cifras no son totalmente falsas y por tanto pueden ilustrar el método de llegar al conocimiento. Pero los ejemplos falsos, por supuesto, son mala publicidad para el método de la aritmética política. Así que Petty trataba de llegar a conclusiones que agradaran al rey (que Inglaterra aumentaba y no disminuía su riqueza) tomando prestada la falsa precisión de las cifras y el prestigio de la ciencia. A veces sus conclusiones son tan locamente optimistas como para perder el sentido, como cuando afirma que era “algo muy factible para los súbditos del rey de Inglaterra, obtener el comercio universal de todo el mundo comercial”.
En el curso de sus explicaciones, Petty desarrolla algunas teorías económicas (teorías cualitativas y no cuantitativas, podríamos añadir) que violan su programa. Fueron o no muy remarcables (pidiendo al rey que lo pusiera impuestos tan altos que llevaran a graves declinares en la producción o el empleo) o incorrectas, como atribuir el valor de los bienes no a su demanda sino a sus costes de producción.
De hecho, la calidad del razonamiento económico de Petty era generalmente la de un mercantilista insípido. Como todos lo escritores de la primera modernidad, con al excepción de Botero, Petty era un expansionista ingenuo acerca de la población: a más gente, más aumentaran “ingresos” y producción. Como los mercantilistas en general, Petty aconsejaba y se identificaba con la élite aristocrática en el poder en lugar de con los trabajadores. Su deseo de aumentar el empleo o hacerlo “pleno” derivaba de un deseo de aumentar la producción nacional bajo el mando de estado y empleado por la élite.
Como a la mayoría de los mercantilistas, a Petty le preocupaban tan poco las clases trabajadoras que las denunciaba por hacerse más vagas y borrachas cuando aumentaban los salarios reales. Petty era en realidad más imaginativo que sus compadres mercantilistas al proponer un plan público de apoyo a los precios para mantener alto el precio del grano, específicamente para impedir que los salarios reales crecieran siempre y así mantener subyugados a los trabajadores e impedir que disfrutaran de más vagancia (u ocio). De hecho, Petty denunciaba a esos trabajadores como “la parte vil y brutal de la humanidad”. A veces la imaginación de Petty le abandona, llevándole su celo por aumentar la población trabajadora de Inglaterra a recomendar en su Political Arithmetic, a trasladar forzosamente a la mayoría de la población de Escocia e Irlanda a Inglaterra, supuestamente por “su propio interés”, para aumentar así la productividad inglesa y aumentar las rentas en Inglaterra.
El entusiasmo por las ciencias del siglo XVII, construido a partir del casi oculto misticismo numerológico antiguo de la tradición hermética y cabalística, llevó a un frenético entusiasmo arrogante por el estudio cuantitativo y matemático de la vida social también entre los científicos y especialmente entre sus aduladores. El eminente sociólogo de Harvard Pitirim Sorokin se ha referido perspicazmente a este frenesí, desde entonces hasta hoy, como “cuantofrenia” y “metromanía”. Así, escribe Sorokin:
El estudio matemático de fenómenos psicosociales fue cultivado especialmente en los siglos XVII y XVIII. Spinoza, Descartes, Leibniz, Newton (…) y otros, empezaron a construir una ciencia cuantitativa universal, la Pantometrika o Mathesis universae, con sus ramas de Psychometrika, Ethicometrika y Sociometrika pensadas para investigar fenómenos psicosociales siguiendo las líneas de la geometría y la mecánica física. “Todas las verdades se decubren únicamente mediante la medida” y “sin matemáticas, los seres humanos vivirían como animales y bestias”, eran los lemas de los físicos sociales de esos siglos.
William Letwin escribe agudamente acerca de este fenómeno metrofrénico entre los baconianos de Inglaterra durante el periodo de la restauración de los Estuardo. La “revolución científica” de este periodo, escribe Letwin, “debe mucho de su vigor a la fe (…) a la simple creencia de que muchas cosas en la naturaleza, aunque misteriosas, podían y debían ser medidas con precisión”. Por desgracia, “De la mano de este ideal revolucionario, vino una idea devota pero errónea de que medir y comprender eran uno y lo mismo. Los científicos de la restauración creyeron que poner un manto matemático sobre un problema equivalía a resolverlo”. En consecuencia, continúa Letwin:
Los científicos se unieron en la Real Sociedad y empezaron un verdadera orgía de mediciones (…) los virtuosos continuaron interminable y vanamente registrando, catalogando y contando. Las mejores mentes de Inglaterra desaprovecharon su talento en recordar sistemáticamente temperaturas, vientos y el estado de los cielos hora a hora, en diversos rincones del país. Estos trabajos no produjeron más que registros inútiles.
Esta apasionada energía se volcó también en la medición de las dimensiones económicas y sociales de diversos tipos. Esta búsqueda del número, el peso y la medida se realizaba con la alegre creencia de que los números inevitablemente generarían una buena política.
Por desgracia, esta cuantofrenia y metrofrenia parece haberse apoderado de la profesión económica moderna. Sin embargo, por suerte para el desarrollo del pensamiento económico, el entusiasmo cuantofrénico en las ciencias sociales desapareció después de la efusión de algunos escritores baconianos en la década de 1690. sería agradable pensar que este declinar se aceleró por las brillantes y devastadoras sátiras dirigidas contra los baconianos en la década de 720 por el gran satírico angloirlandés libertario tory Jonathan Swift (1667-1745). En su clásico Los viajes de Gulliver, Swift satiriza eficazmente a los locos científicos de Laputa y otros lugares que ponían en práctica lo que ahora se calificaría como “programa de investigación” baconiano. Finalmente, en 1729, Swift continuó esta sátira con su famosa Modesta proposición, que Letwin califica justamente como “la última palabra en aritmética política como instrumento de política social”.
Pues Swift atacaba a Petty, tomando como base la afirmación de Petty de que cuanta más gente mejor y en particular la propuesta seria de Petty en su Treatise of Taxes, de sanar la supuesta causa de la pobreza de Irlanda, la baja población, pidiendo al gobierno subsidios para nacimientos entre mujeres irlandesas soltera. Los subsidios se financiarían con un impuesto a todos los irlandeses, especialmente los hombres. Los subsidios sólo se otorgarían si las mujeres guardaban registros que indicaran el tiempo de cohabitación de cada padre y firmaban acuerdos con el padres respecto de cómo disponer de los niños.
La Modesta proposición de Swift satirizaba todos los aspectos del estilo de Petty, desde las propuestas políticas absurdas solemnemente declaradas a la falsa precisión del estilo numérico. Así, la Modesta proposición decía obstinadamente:
El número de almas en este Reino se calcula normalmente en un millón y medio, de los cuales yo calculo que puede haber unas doscientas mil parejas cuyas mujeres son fértiles, de cuyo número resto treinta mil parejas que sean capaces de mantener a sus propios hijos (…) supuesto todo esto, quedarían ciento setenta mil criadoras.
Después de hacer las debidas deducciones por abortos o niños que mueran ese año, a Swift le quedan “ciento veinte mil niños de padres pobres que nacen cada año”. Después de demostrar que no hay forma de que estos niños pobres puedan ser criados o empleados, Swift concluye con su “modesta” proposición no “sujeta a la más mínima objeción”.
Al asegurar un erudito americano en Londres que un niño joven saludable y bien criado de un año es “un alimento delicioso, nutritivo y completo, ya sea cocido, asado, horneado o hervido”, Swift continúa demostrando, de la forma más libre de valores, numerológica y empirista al estilo de Petty, las ventajas económicas de vender 100.000 niños al año para su consumo como alimento.
La mayoría de los escritores económicos defensores de solicitudes especiales de entonces acababan sus tratados profesando que no había ninguna ganancia personal y su devoción personal al bien público. Y así Swift termina Modesta proposición apropiadamente:
Profeso, con sinceridad de corazón, que no tengo el más mínimo interés en tratar de promover esta obra necesaria, no teniendo otro motivo que el bien público de mi país, mejorando nuestro comercio, proveyendo a los niños, aliviando a los pobres y dando algún placer a los ricos. No tengo ningún niño sobre el que pueda proponerme obtener un solo penique, siendo el más de joven de nueve años de edad y habiendo pasado mi mujer la edad fértil.
Murray N. Rothbard (1926-1995) fue decano de la Escuela Austriaca. Fue economista, historiador de la economía y filósofo político libertario.
Este artículo está extraído de Historia del pensamiento económico, vol. 1, El pensamiento económico hasta Adam Smith.