Por Robert P. Murphy. (Publicado el 1 de noviembre de 2010)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4820.
El episodio de esta semana de 60 Minutes presentaba un segmento de 13 minutos sobre “gravando a los ricos” con el fin de arreglar el problema de la deuda pública. Además de ser una historia descaradamente tendenciosa, la cobertura tenía tantas mentiras económicas que no puedo incluirlas en un solo artículo.
Las normas “progresivas” del impuesto de la renta llevan a ingresos volátiles
En los momentos de presentación del segmento, la corresponsal Lesley Stahl explica que “hasta ahora ocho estados han aumentados los llamados impuestos a las rentas de los millonarios como una manera de evitar recortes presupuestarios drásticos”.
Por supuesto, muchos lectores de Mises.org realmente hablan en serio cuando dicen que robar es malo y que una mayoría no puede apropiarse justamente de la propiedad de un individuo, incluso si se planea hacer algo estupendo con ella. En este sentido, aumentar los impuestos es incorrecto por razones puramente éticas. Por desgracia, la mayoría de los estadounidenses no apoyan esta forma de pensar y por tanto, en el artículo actual, me centraré en argumentos pragmáticos.
En primer lugar, Stahl tuvo que usar el calificativo “llamados impuestos a las rentas de los millonarios” porque no todos los aumentos llegan a ese nivel. De acuerdo con esta recopilación, sólo dos estados (California y Maryland) realmente tienen un tramo para la gente que gana al menos 1 millón de dólares. El término significa en la práctica un tipo fiscal alto para gente con grandes ingresos. Por dar dos ejemplos, el impuesto de la renta de Connecticut tiene tres tramos: 3% para rentas por debajo de los 10.000$, 5% para rentas entre 10.000$ y 500.000$ y 6,5% para rentas por encima de 500.000$. Nueva Jersey tiene una norma del impuesto estatal de la renta similar, con los primeros cinco tramos subiendo modestamente hasta los 75.000$ en rentas, pero el sexto y mayor tramo fiscal salta hasta los 500.000$.
Es verdad que quien gana por ejemplo 550.000$ al año no está al borde de la inanición. Aún así no está claro que esa persona sea tampoco un “millonario”, especialmente si es joven, tiene hijos y trabaja en una gran ciudad con un alto coste de vida. El mismo término “millonario” (que evoca aristócratas mundanos que toman martinis en sus yates en lugar de ir a trabajar cada día) es equívoco.
Más allá de la engañosa terminología, la política de “exprimir a los ricos” realmente agudiza el ciclo de auge y declive en los ingresos del gobierno estatal. Como explico en este escrito, lo que se denominan normas progresivas del impuesto del renta aumentan las volatilidad en los ingresos. Durante los tiempos de auge, la gente en un estado tiende a ganar más dinero. Pero con una norma fiscal progresiva (o graduada), los ingresos que llegan a las arcas del estado aumentan más que proporcionalmente. Esto sucede porque el contribuyente medio tiene mayores rentas y está pagando una mayor proporción de éstas en impuestos.
Por otro lado, los ingresos tienden a bajar mucho más duramente durante las recesiones en aquellos estados que confían en impuestos de la renta graduados abruptamente. No sólo los contribuyentes del estado ganan menos, sino que muchos de ellos caen a tramos inferiores y por tanto también pagan un porcentaje menor.
Los gobiernos democráticos son notablemente cortoplacistas en su planificación. Durante los tiempos de auge, cuando las arcas del estado están rebosantes de ingresos, los parlamentos estatales ponen en marcha programas de gasto. Cuando se produce la caída durante la siguiente crisis, los parlamentos se encuentran en una posición difícil. No es coincidencia que California y Nueva York (estados con normas muy progresivas del impuesto de la renta) también tengan constantes dificultades para equilibrar sus presupuestos.
Bill Gates Sr. necesita estudiar más historia de los Estados Unidos
En el punto 4:30 de la entrevista, Stahl explica que el Estado de Washington es uno de los pocos sin ningún impuesto de la renta. La Propuesta 1098, aplastada 2 a 1 en la urnas, hubiera establecido un tipo fiscal del 5% a personas que ganaran más de 200.000$ (400.000$ para las parejas) y un 9 a personas que ganaran 500.000$ (1 millón para las parejas). De nuevo adviértase el truco retórico: antes Stahl se centraba en cuántos millonarios y milmillonarios se verían afectados por el impuesto. El televidente inocente se sorprendería al averiguar que el impuesto aparece a los 200.000$.
Para enfatizar lo modesto de este insignificante aumento fiscal, Stahl pregunta luego a Bill Gates Sr. (un defensor declarado de la Propuesta 1098) cuánto pagaría una pareja que ganara 500.000$. Cuando el padre del gurú del software explica que serían sólo 5.000$ (es un 5% de los 100.000$ por encima del límite de 400.000$), Stahl se asombra de lo bajo del gravamen.
Los votantes del Estado de Washington (al contrario que Bill Gates Sr.) aparentemente aprendieron la lección de la historia de Estados Unidos.
Cuando se instituyó el impuesto federal de la renta en 1913, a los estadounidenses también se les prometió que siempre sería una ligera irritación para los súper-ricos. Inicialmente fijaba un mero impuesto del 1% a quienes ganaran menos de 20.000$ y un tipo máximo del 7% a quienes ganaran más de 500.000$ (una suma fantástica en esos días).
Aún así, en 1917, sólo cuatro años después, el tipo inferior se había doblado del 1% al 2%. Quien estuviera n el tramo de los 500.000$ ahora soportaba un tipo fiscal del 54%. Y el tramo superior, aplicable a rentas por encima de los 2 millones, soportaba un tipo fiscal del 67%. (La historia de los tipos federales del impuesto de la renta está disponible aquí). No hace falta decir que los estadounidenses no hubieran aceptado un impuesto federal de la renta en 1913 si hubieran sabido lo que los políticos harían con él.
¿Es imposible recortar el gasto?
Con el fin de demostrar la “necesidad” de nuevos impuestos masivos a los ricos, Stahl entrevistaba al antiguo Director de la Oficina de Gestión y Presupuesto de Reagan, David Stockman, así como al gobernador del Estado de Washington, Chris Gregoire. El mensaje de Stockman era que los recortes del gasto son imposibles políticamente, porque ni republicanos ni demócratas tienen el coraje para decir no a los votantes. Por su parte, el Gobernador Gregoire argumentaba que recortar el gasto para acabar con el déficit del estado significaría crueles recortes en servicios esenciales.
En su entrevista, Stockman y Stahl se reían de los políticos irresponsables que simplemente “huyen hacia delante” en lugar de afrontar la dura realidad. Es irónico, pues la propia “solución” de Stockman es en el mejor de los casos un parche temporal. La deuda federal explotó durante los años de Reagan no porque el gobierno se viera ahogado por los recortes fiscales: por el contrario, los ingresos federales (en dólares nominales) casi se doblaron durante la década de 1980.
Igualmente, los ingresos federales fueron un 25% mayores cuando George W. Bush dejó el cargo que cuando fue elegido por primera vez. ¿Entonces qué hace que Stockman piense que los políticos de DC ahora se comprometerían con un presupuesto perpetuamente equilibrado (no digamos con superávit a largo plazo)? Si las propuestas confiscatorias de Stockman se hacen realidad, simplemente no permitiría seguir a flote unos pocos años más. Con la entrada masiva de nuevos ingresos, los políticos gastarían aún más de lo que harían en caso contrario.
La única solución real a las crisis fiscales estatales y federal es recortar el gasto público. El Gobernador Gregoire puede pretender que esto devolvería a la gente al estado de la Edad Media. En realidad, el presupuesto operativo y de capital del Estado de Washington creció de 53.500 millones de dólares en el periodo presupuestario 2003-2005 a 68.500 millones en el periodo presupuestario 2007-2009. Este crecimiento del 28% en un periodo de cuatro años equivale a un crecimiento del gasto del 6,4% al año. Algo del aumento podría ser culpa de la inflación de precios y algo crecimiento de la población, pero aún así el Estado de Washington podría rebajar su gasto simplemente volviendo a su presupuesto de hace unos pocos años.
A la gente a la que le preocupen los realmente necesitados deberían tener en cuenta que el gobierno no crea recursos, simplemente los quita a un grupo y los entrega a otro. En el proceso el gobierno realmente hace que el pastel general sea más pequeño, a causa de los desincentivos de los impuestos. Si el gobierno redujera su parasitismo sobre las clases productivas, entonces aumentarían las donaciones caritativas privadas. Y seamos francos, los gobiernos estatales tienen muchas formas de recortar sus gastos.
Pensando en el margen
Los aumentos de impuestos a “los ricos”, especialmente a nivel estatal, no son ni cercanamente tan eficaces para aumentar los ingresos como piensa la gente. Los que perciben rentas altas y las empresas realmente tienen en cuenta las políticas fiscales del estado cuando deciden establecerse. Es verdad que cualquier individuo concreto podría no vender su casa y trasladarse a causa de un nuevo impuesto. Pero marginalmente un nuevo impuesto desbordará el vaso de mucha gente. (O, dicho de otra forma, un nuevo aumento en los impuestos disuadirá a la gente a trasladarse al estado, lo que hubiera hecho en caso contrario).
En total, con millones de personas trasladándose dentro de Estados Unidos cada año, los efectos de los diferenciales de las normas fiscales se suman. Para ver un ejemplo particularmente chocante de este fenómeno en el caso de California (que me sorprendió hasta a mí cuando lo recopilé), vean la figura 4 (página 11) de este artículo.
En el programa de 60 minutes, Stahl trataba de pillar a uno de los representantes de la postura contra los impuestos. (Repito que todo el segmento es increíblemente tendencioso: Stahl lanza bolas blandas a la gente conocida a favor de los impuestos y califica a las dos personas contra ellos como loco y avaro, respectivamente). Cuando el empresario argumenta que se perderían empleos pues algunas empresas se trasladarían a otros estados, Stahl le pregunta a qué estados. Como algunas de sus respuestas implican estados con sus propios impuestos de la renta, Stahl piensa que ha pillado al tipo en un renuncio.
Aun así esto es una tontería. Como respondió el empresario, cada estado tiene sus propias ventajas y desventajas competitivas. Por ejemplo, hay muchas razones por las que un individuo productivo quiera trasladarse a California. Pero una desventaja importante es su al impuesto sobre la renta estatal del 10,55%. La gente podría trasladarse a Washington en lugar de a California a causa de esta diferencia. Pero quiten es ventaja en Washington y más gente se decantará a favor de California con todas sus otras ventajas.
Para ver lo tonta que es la estrategia retórica de Stahl, supongamos que Nicholas Cage está leyendo un guión de una película de acción. Le gusta y le dice a su agente que adelante. El productor ofrece a Cage 1 millón de dólares por el papel protagonista. Cage insiste en que su agente pida 2 millones.
El agente trata de convencerle explicándole que con un caché tan alto el productor buscará en otro sitio. “¿Qué otro actor podría escoger?” quiere saber Cage. El agente le da nombres como Tom Cruise, Brad Pitt, Robert Downey Jr., Will Smith y Daniel Craig. Cage considera absurda esa idea, pues después de todo algunos de esos actores insistirán en que se les pague más de 1 millón de dólares. Por tanto para Cage es inconcebible perder el papel si insiste en pedir más dinero.
El error en la (hipotética) lógica es que piensa que los productores de cine sólo se preocupan por el dinero. Por el contrario, hay todo tipo de factores que deben considerar cuando eligen a un protagonista para un papel de acción. No todas las películas contratan a la mayor estrella de Hollywood, porque la mayor estrella significa el mayor cheque. Evidentemente algunos productores optan por actores que atraen a menos masas, pero lo hacen para limitar sus propios gastos.
La situación es análoga cuando se refiere a los tipos del impuesto de la renta. Cualquier individuo concreto (especialmente el dueño de un negocio) decide dónde ubicarse por una serie de razones, incluyendo la ubicación de la familia, preferir cierto clima y la proximidad de las actividades culturales. Pero no todos se trasladan a California o Nueva York. Alguna gente se establece en lugares “menos atractivos”, por el ahorro en impuestos.
Conclusión
Para quienes creen en los derechos de propiedad privada, exprimir a los ricos es una política inmoral. Pero también económicamente contraproducente. Los gobiernos federal y estatales no resolverán sus problemas fiscales hasta que recorten el gasto. En el mejor de los casos, confiscar más a los ricos simplemente retrasará el día del juicio final.
Robert Murphy es investigador adjunto del Instituto Mises, donde enseñará “Anatomía de la Fed” en la Mises Academy este invierno. Gestiona el blog Free Advice y es autor de The Politically Incorrect Guide to Capitalism, Study Guide to Man, Economy, and State with Power and Market, Human Action Study Guide y The Politically Incorrect Guide to the Great Depression and the New Deal