Historia y ficción

Por Ludwig von Mises (Publicado el 10 de noviembre de 2010)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/4771.

[Extraído del capítulo 12 de Teoría e historia]

 

La historia trata de describir acontecimientos pasados como realmente ocurrieron. Busca una representación fiel. Su concepto de verdad se corresponde con lo que una vez fue real.

La ficción épica y dramática muestran lo que se consideraría cierto desde el punto de vista timológico, sin que importe si la historia contada ocurriera o no. No nos corresponde ocuparnos de los efectos que el autor trata de conseguir con su obra y con su contenido metafísico, estético y moral. Muchos escritores buscan sencillamente entretener al público. Otros son más ambiciosos. Al contar una historia, tratan de sugerir una visión general del destino humano, de la vida y la muerte, del esfuerzo y sufrimiento humano, del éxito y la frustración. Su mensaje difiere radicalmente del de la ciencia así como del de la filosofía.

La ciencia, al describir e interpretar el universo, se basa enteramente en la razón y la experiencia. Rechaza proposiciones que no estén abiertas a la demostración por medio de la lógica (en el más amplio sentido de la palabra, que incluye matemáticas y praxeología) y la experiencia. Analiza partes del universo sin hacer ninguna afirmación acerca de la totalidad de las cosas. La filosofía trata de construir una visión integral del mundo a partir de los cimientos puestos por la ciencia. En su búsqueda de este fin, se siente obligada a no contradecir ninguna de las tesis bien fundamentadas de la ciencia contemporánea. Así que su camino también está limitado por la razón y la experiencia.

Los poetas y artistas se aproximan a cosas y problemas con otro talante. Al ocuparse de un solo aspecto del universo siempre se están ocupando del todo. Narración y descripción, el retrato de cosas individuales y acontecimientos particulares, son para ellos sólo medios. La característica esencial de su obra va más allá de las palabras, los diseños y los colores. Está en los inefables sentimientos e ideas que activaban al creador y conmueven al lector y espectador.

Cuando Konrad Ferdinand Meyer describía una fuente romana y Rainer Maria Rilke una pantera enjaulada, no retrataban simplemente la realidad. Atrapaban un destello del universo. En la novela de Flaubert lo principal no es la triste historia de Madame Bovary, es algo que llega mucho más allá del destino de esta pobre mujer. Hay una diferencia fundamental entre la fotografía más fiel y un retrato pintado por un artista. Lo que caracteriza una obra literaria y artística como tal no es su descripción de los hechos sino la forma en que revelan un aspecto del universo y la actitud del hombre ante éste. La que hace un artista no es la experiencia y el conocimiento como tal. Es una reacción particular ante los problemas de la existencia y el destino humano. Es la erlebnis, una respuesta puramente personal a la realidad de su entorno y su experiencia.

Poetas y artistas tienen un mensaje a comunicar. Pero este mensaje se refiere a sentimientos e ideas inefables. No está abierto a una expresión de una forma no ambigua precisamente porque es inefable. Nunca podemos saber si lo que experimentamos (erleben) al disfrutar de de su obra es lo que ellos experimentaron al crearla. Pues su obra no es simplemente una comunicación. Aparte de lo que comunica, provoca en el lector y espectador sentimientos e ideas que pueden ser distintas de las de su autor.

Interpretar una sinfonía, un cuadro o una novela es una tarea inútil. El intérprete en el mejor de los casos tratará de decirnos algo acerca de su reacción ante la obra. No puede decirnos con certeza cuál fue el sentido del creador o qué puede ver en ella otra gente. Incluso si el creador ofrece un comentario sobre su obra, como en el caso de la música programática, esta incertidumbre permanece. No hay palabras para describir lo inefable.

Lo que la historia y la ficción tienen en común es el hecho de que ambas se basan en el conocimiento de la mente humana. Operan con la experiencia timológica. Su método de aproximación es la comprensión concreta de las valoraciones humanas, de la forma en que la gente reacciona a las dificultades de su entorno natural y social. Pero luego sus caminos se bifurcan. Lo que el historiador tiene que decir se expresa completamente en su escrito. Comunica al lector todo lo que ha establecido. Su mensaje es exotérico. No hay nada que vaya más allá del contenido de su libro que sea inteligible para lectores competentes.

Puede ocurrir que el estudio de la historia, o incluso también el estudio de las ciencias naturales, haga aparecer en la mente de un hombre esos pensamientos y visiones inefables del universo en su conjunto que son la señal de la comprensión empática de la totalidad, Pero esto no altera la naturaleza y carácter del trabajo del historiador. La historia es incondicionalmente la búsqueda de los hechos y acontecimientos que ocurrieron

La ficción es libre de relatar acontecimientos que nunca ocurrieron. El escritor crea, como dice la gente, una historia imaginaria. Es libre de desviarse de la realidad. Las pruebas de certidumbre que se aplican al historiador no aplican a su obra.

Aún así su libertad está limitada. No es libre de desafiar las enseñanzas de la experiencia timológica. No es un requisito de novelas y obras teatrales que las cosas relatadas deban haber sucedido realmente. No es siquiera necesario que puedan ocurrir en absoluto; pueden incluir ídolos paganos, hadas, animales que actúan como humanos, fantasmas y otros aparecidos. Pero todos los personajes de una nivela u obra de teatro deben actuar de una forma comprensible timológicamente. Los conceptos de verdad y falsedad aplicados a obras épicas y dramáticas se refieren a la factibilidad timológica. El autor es libre de crear personas y tramas ficticias pero no debe tratar de inventar una timología (psicología) diferente de la que deriva de la observación de la conducta humana.

La ficción, como la historia, no se ocupa del ciudadano medio o el hombre en abstracto o el hombre en general (homme général[1]) sino de hombres y acontecimientos individuales. Aún así, incluso aquí hay una diferencia notable entre historia y ficción.

Los individuos de los que se ocupa la historia pueden ser y a menudo son grupos de individuos y los acontecimientos individuales de las que se ocupa son acontecimientos que afectaron a esos grupos de individuos. El individuo es objeto del interés del historiador principalmente desde el punto de vista de la influencia que ejercieron sus acciones en multitud de personas o como un espécimen típicamente representativo de grupos completos de individuos. Al historiador no le preocupa otra gente. Pero para el escritor de ficción es siempre sólo el individuo como tal el que cuenta, no importa cuál sea su influencia en otra gente o si puede considerarse típico o no.

Esto ha sido completamente malinterpretado en algunas doctrinas sobre literatura desarrolladas en la segunda mitad del siglo XIX. A los autores de estas doctrinas les equivocaron los cambios contemporáneos en el tratamiento de la historia. Mientras que los historiares más antiguos escribían principalmente sobre grandes hombres y asuntos de estado, los historiadores modernos se dirigieron hacia la historia de las ideas, las instituciones y las condiciones sociales. En un momento en el que el prestigio de la ciencia sobrepasaba con mucho al de la literatura y los celotes positivistas desdeñaban la ficción como pasatiempo inútil, los escritores trataron de justificar su profesión presentándola como una rama de la investigación científica.

En opinión de Émile Zola, la novela es una especie de economía descriptiva y de psicología social, basada en una exploración puntillosa de condiciones e instituciones concretas. Otros autores fueron incluso más allá y afirmaron que sólo el destino de clases, naciones y razas (no el de los individuos) había de ser tratado en novelas y dramas. Eliminaban la distinción entre informe estadístico y novela o drama “socia”.

Los libros y dramas escritos cumpliendo los preceptos de esta estética naturalista fueron obras burdas. Ningún escritor importante siguió estos principios más que de boquilla. El propio Zola restringió mucho la aplicación de su doctrina.

El tema de las novelas y dramas es el individuo humanos como vive, siente y actúa y no todos colectivos anónimos. El entrono es el trasfondo de los retratos que pinta el autor, es el estado de los asuntos externos a los que responden los personajes moviéndose y actuando. No existe una novela o drama cuyo héroe sea un concepto abstracto como una raza, nación, casta o partido político. Sólo el hombre es el objeto perenne de la literatura: el individuo, el hombre real tal y como vive y actúa.

Las teorías de las ciencias apriorísticas (lógica, matemáticas y praxeología) y los hechos experimentales establecidos por las ciencias naturales pueden verse sin referencia a la personalidad de sus autores: al ocuparnos de los problemas de la geometría euclidiana, no nos preocupa Euclides como hombre y podemos olvidar que haya vivido.

El trabajo del historiador está necesariamente influido por la comprensión concreta del historiador de los problemas implicados, pero sigue siendo posible discutir los asuntos afectados sin referirse al hecho histórico de que derivan de un autor concreto. No se permite esa objetividad al ocuparse de obras de ficción. Una novela o drama siempre tiene un héroe más de lo que indica la trama. Es asimismo una confesión del autor y no dice menos acerca de él que acerca de las personas de la historia. Revela lo más profundo de su alma.

A veces se ha dicho que hay más verdad en la ficción que en al historia. En la medida en que la novela o drama se considere una apertura de la mente del autor, esto es indudablemente correcto. El poeta siempre escribe acerca de sí mismo, siempre analiza su propia alma.

 

 

Ludwig von Mises es reconocido como el líder de la Escuela Austriaca de pensamiento económico, prodigioso autor de teorías económicas y un escritor prolífico. Los escritos y lecciones de Mises abarcan teoría económica, historia, epistemología, gobierno y filosofía política. Sus contribuciones a la teoría económica incluyen importantes aclaraciones a la teoría cuantitativa del dinero, la teoría del ciclo económico, la integración de la teoría monetaria con la teoría económica general y la demostración de que el socialismo debe fracasar porque no puede resolver el problema del cálculo económico. Mises fue el primer estudioso en reconocer que la economía es parte de una ciencia superior sobre la acción humana, ciencia a la que llamó “praxeología”.

Este artículo está extraído del capítulo 12 de Teoría e historia.



[1] P. Lacombe, De l'histoire considérée comme science (2ª ed. Paris, 1930), pp. 35-41.

Published Fri, Nov 12 2010 5:51 PM by euribe