Por Art Carden. (Publicado el 8 de marzo de 2011)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí http://mises.org/daily/5074.
[Hamiltons Curse: How Jefferson's Archenemy Betrayed the American Revolution — and What It Means for Americans Today • Thomas DiLorenzo • Three Rivers, 2009 • 256 páginas.Esta crítica apareció originalmente en The Freeman, 24 de febrero de 2010]
Cuanta más investigación histórica leo y más contrasto lo que escriben los economistas con lo que escriben los no economistas, más convencido estoy de que el mayoría de la historia y las biografías deberían rehacerse. Thomas DiLorenzo, profesor de economía en el Loyola College en Maryland, explica por qué:
La mayoría de los historiadores no están formados en el campo de la economía y los biógrafos políticos en particular tienden a interpretar las acciones de un político en términos de sus motivos declarados.
Lo que ofrece DiLorenzo no es una biografía de Hamilton sino más bien un examen crítico de sus ideas y una exploración histórica de cómo han influido en la historia de Estados Unidos. DiLorenzo contrasta la filosofía estatista, mercantilista y nacionalista de Hamilton con el estricto constitucionalismo de Jefferson. Retrata a Hamilton como un conspirador, citando a contemporáneos que pensaban que estaba haciendo intencionadamente confusas sus propuestas económicas como medio de engañar a incautos. Sobre todo, DiLorenzo muestra cómo las ideas intervencionistas de Hamilton han tenido consecuencias desastrosas para Estados Unidos hasta el día de hoy.
La visión de Hamilton de la nación incluía un fuerte sentido nacionalista, un celoso proteccionismo, entusiasmo por la banca centralizada y métodos de interpretación constitucional como la doctrina de los “poderes implícitos” que esencialmente eliminaba las restricciones de la Constitución sobre el gobierno central. DiLorenzo retrata a Hamilton y a sus seguidores intelectuales como tecnócratas que veían a la sociedad como un bloque de arcilla al que darían forma con sus expertas manos. No podían entender el orden del libre mercado.
Por tomar prestada una frase de Adam Smith, Hamilton era la quintaesencia del “hombre del sistema”. En su sociedad ideal, él y otros que estaban dotados del conocimiento íntimo del “bien común” dispondrían así de las cosas, creando así la sociedad ideal. DiLorenzo apunta paralelismos explícitos entre el pensamiento de Hamilton y la idea de la “voluntad general” de Rosseau, bajo la cual los funcionarios públicos “obligarían a la gente a ser libre”. La libertad individual no tiene ninguna importancia para esta gente.
DiLorenzo emplea las ideas austriacas y de la opción pública para exponer el daño perdurable que hemos sufrido debido al surtido de ideas de gran gobierno de Hamilton. Aquellas ideas hicieron metástasis más tarde en el “Sistema americano” de Henry Clay (el término era de Hamilton) y el amplio intervencionismo de Abraham Lincoln. Llegaron a su cénit en el desastroso año 1913, con la adopción de la 17ª Enmienda (que preveía la elección directa de senadores de EEUU), la aprobación del impuesto federal de la renta y el establecimiento de la Reserva Federal. DiLorenzo ve a ese terrible trío como destructor del legado jeffersoniano y encarcelador de la nación, tal vez permanente, con la ruinosa visión de Hamilton.
El libro hace un convincente alegato acerca del daño que debemos soportar por “la maldición”, pero DiLorenzo me deja preguntándome acerca de la relativa fragilidad y fortaleza de las distintas disposiciones institucionales. Explica cómo las palabras y frases de la Constitución como “necesario” y “bienestar general” fueron o bien groseramente malinterpretadas o usar para acomodar todo tipo de intervenciones del estado, como cuando se refiere a los intentos de los Estados Confederados de América por arreglar algunos de estos problemas en su propia Constitución. Pero el tipo de restricción que habría satisfecho a la estricta construcción jeffersoniana pide que se investigue con mayor detalle.
Pasaron solo unos pocos años entre la ratificación de la Constitución y la supresión violenta de los rebeldes fiscales de Pennsylvania (que lideró el propio Hamilton) y un muchos años después los Estados Unidos (el plural es necesario) estaban experimentando con la banca central. ¿Cómo nos alejamos tanto de la visión de Jefferson en tan poco tiempo?
DiLorenzo acusa al “discípulo de Hamilton”, el juez principal John Marshall, por interpretar erróneamente la Constitución, pero tengo que preguntarme si sus famosas sentencias eran tan evidentemente una interpretación y una aplicación erróneas. A algunos libertarios les gusta creer que la interpretación minimalista jeffersoniana es la Constitución “real” mientras que la visión expansionista hamiltoniana es indefendible y DiLorenzo parece aceptar esa opinión sin cuestionarla.
Sin embargo, el significado exacto pretendido de la Constitución (si puede discernirse) no es el objetivo del libro de DiLorenzo. Hamilton’s Curse explora la historia intelectual de algunas de las ideas que ayudar a transformar a Estados Unidos de un país en el que el gobierno dejaba principalmente a la gente en paz a uno en que el gobierno interviene en sus asuntos constantemente. DiLorenzo nos recuerda la famosa cita de Richard Weaver de que “las ideas tienen consecuencias” y procede a mostrarnos las terribles consecuencias de las ideas de Hamilton.
Art Carden es profesor ayudante de economía y empresa en el Rhodes College en Memphis, Tennessee, e investigador adjunto en el Independent Institute ubicado en Oakland, California. Ha sido investigador en el verano de 2003 en el Ludwig von Mises Institute e investigador visitante en el American Institute for Economic Research en junio de 2008. Sus trabajos pueden encontrarse en página Social Science Research Network También colabora asiduamente en Division of Labour y The Beacon.
Esta crítica apareció originalmente en The Freeman, 24 de febrero de 2010.